Fences
Basada en la homónima obra teatral de Agustus Wilson, esta película, pertenece a la década de los 50 de su opus magnum, el Ciclo de Pittsburgh, diez dramas basados en cada una de las décadas del siglo XX. La obra, que ganó el Pulitzer y un Tony, llega a la pantalla con los actores que representaron los papeles principales en su segundo montaje en Broadway en 2010.
Hoy día cuando se habla de una verja o un muro, es casi inevitable pensar en la obsesión de construir una entre los EE.UU. y México, pero el simbolismo en esta obra no es tan pueril. Más bien, en este año que se han cuajado prominentes películas que exploran el prejuicio racial y la situación oprimente en que el negro norteamericano vive, esta hace referencia a la muerte y a la injusticia. Esa verja que el protagonista quiere construir es también simbólica de la “verja” imaginaria que separa a la gente, en particular a los de color de los blancos, y perpetua la ignorancia. La fuerza del filme yace no solo en sus postulados sobre la injusticia, la pobreza esclavizante, los arquetipos raciales, y el trauma del abandono, singular y familiar, sino en cómo su autor formula estas ideas desde un imaginario de “tradiciones” generadas precisamente por las condiciones de vida que recrea el drama que, a su vez, son resultado de la situación del empobrecido.
Troy Maxson (Denzel Washington) vive la vida que su puesto de recogedor de basura puede darle a su mujer Rose (Viola Davis) y a su hijo Cory (Jovan Adepo). Desesperado por el abandono que sufrió como adolescente, participó en un robo, accidentalmente mató un hombre y terminó en la cárcel. Demostró talento para el beisbol y jugó en las ligas negras, pero aún existía la barrera de color para jugar en las grandes ligas y el tiempo lo traicionó: cuando se podía, ya estaba muy viejo para hacerlo. Tenemos, sin embargo, una de las referencias del título: la verja que determina si un batazo es o no un jonrón. Es el sueño de todo bateador, uno que se ha truncado en el caso de Troy. No lo ha logrado y siente que vive con dos “strikes” en su contra.
Hay en relación al beisbol una serie de referencias que se le escaparán a los que no saben del juego, y mucho más a los que no saben de las ligas de color. Muchos tal vez sepan que fue Jackie Robinson el primer hombre de color en jugar en las grandes ligas, pero no que, según Troy, él (Troy) jugó “en equipos que no hubieran tenido a Robinson” en su alineación. Es un gran chiste, ya que Robinson es unos de los grandes de todos los tiempos, pero los que sepan algo de Joshua Gibson y Satchel Paige (a quienes también nombra Troy) sabrán que el primero, que se dice que es el bateador más grande de la historia, no jugo pelota de grandes ligas por su color; y, el segundo, uno de los grandes lanzadores de la historia, no lo hizo por la misma razón hasta que tuvo ¡42 años!
Troy tiene un hermano, Gabriel (Mykelti Williamson), minusválido a causa de una lesión del cerebro que sufrió en la guerra, y vemos cómo es atormentado por la muchachería del vecindario y abandonado por el sistema médico de veteranos por que es negro. Además, Troy tiene un hijo de otra mujer que es músico y le pide prestado. Ambos, junto a Corey, representan una especie de carga económica y emocional para el expelotero. Sus momentos de alegría los comparte con su mejor amigo (a quien conoció en la cárcel) Jim Bono (Stephen Henderson). Con él también comparte el recogido de basura y los tragos que se da de una caneca de ginebra que parece no tener fondo.
Gabriel tiene una trompeta que no sabe tocar, pero que dice que usará para convencer a San Pablo que les abra las puertas a su familia cuando llegue su momento. Es un ser que ha regresado a una infancia suspendida, pero que todos los de la familia comprenden y quieren entrañablemente. En el papel del personaje, Mykelti Williamson es simplemente una de las revelaciones del elenco superlativo que participa en la cinta. Bono, por su parte, sabe un secreto de Troy que no he de revelar. Representando al personaje, Stephen Henderson es un paradigma del comportamiento que se espera de un verdadero buen amigo.
Troy es un hombre atemorizado por la vida y por su suerte, ha recibido los embates del prejuicio racial en carne propia y tiene en sus entrañas una rabia y un deseo de venganza que lo han hecho intransigente con ciertas cosas y obsesionado con otras, en particular con su idea que el trabajo solo proviene del uso de destrezas manuales y de trabajo físico. Sufre también la frustración de no haber llenado su capacidad atlética, que entiende fue tronchada porque era negro. Ahora desdeña el hecho que no lo dejan ser conductor del camión de basura por el color de su piel. Sus miedos impiden que reconozca los ideales y talentos de sus dos hijos, y su temor por la posibilidad que la pobreza reduzca su familia a nada es la fuerza que lo impulsa a acciones que resultan ser contrarias a la aglutinación familiar que desea. Es curioso, en la simbología de la obra que es Rose la que le pide que construya la verja. Ella, más que nadie, entiende que él necesita protección de las cosas exteriores, y ese detalle nos debe preparar para las revelaciones que van apareciendo según progresa la historia.
Denzel Washington, el actor, es uno de los interpretes más carismáticos del cinema. Las complejas emociones de Troy están captadas por este gran actor de tal forma que rechazamos muchas veces sus puntos de vista mientras simultáneamente apreciamos y entendemos su posición porque entendemos, a través de su exposición, a qué responde. Es una actuación genial que conforma un ambiente de tensión emocional y física que es central a las pugnas que propulsan la historia. Washington también dirigió el filme y lo hace con gracia, y logra que fluya sin los límites que una obra de teatro a veces le impone al cine.
Entonces está Viola Davis como Rose. Tal parece que esta actriz superlativa no tiene límites es su capacidad interpretativa y esta actuación la confirma como la gran diva negra del cine. Majestuosa, con una sonrisa bellísima que muestra dientes perfectos y la armonía que existe entre sus labios y la nariz que se alza para revelar pómulos perfectos, hace que cada palabra, cada gesto, sea pertinente (y sorprendente) al diálogo y a la etapa del drama. Aunque no está en escena tanto como Washington, ella hace sentir su presencia de una forma sutil y profunda, como es rutinario con las grandes actrices.
Para los que no lo sepan, vuelvo a repetir que “Fences” es una obra de teatro profunda. Toda la acción está en el diálogo. No hay bombas ni tiros, ni tomas innecesarias. Nadie puede perderse lo que se está diciendo si quiere entender y apreciar la obra. Para esta gran obra se requiere atención absoluta y pensamiento. Si se cumplen esos dos requerimientos verán una de las grandes obras de teatro, y del cine, de los últimos cincuenta años.