Física social, Fisiología social, Sociología: los orígenes de una Ciencia Social
Un novedoso grupo de intelectuales emergió en Europa entre la última etapa del siglo 18 y las primeras décadas del siglo 19. Estos, algo apartados de los revolucionarios franceses y opuestos a los cambios rápidos y radicales, plantearon nuevos proyectos sociales. Fueron algunos de sus miembros los que inspirados por el método científico fundaron la sociología, una ciencia social que en gran medida fue producto de sus observaciones y respuestas a la Revolución Francesa, sus consecuencias políticas y sociales. Pero su nueva ciencia fue también producto de sus observaciones y respuestas al derrumbamiento del Antiguo Régimen y a los intentos por restaurarlo. No fue entonces pura casualidad que la sociología se originara en la Francia post-revolucionaria, donde a pesar del “triunfo” político del proyecto liberal, persistían numerosas contradicciones políticas y sociales. La sociología surgió en un momento en que los franceses enfrentaban diversos y complejos conflictos y cambios sociales, producto de la Revolución. Los primeros sociólogos, más bien físicos y fisiólogos sociales, intentaron comprender aquellos cambios y propusieron soluciones a las contradicciones del proyecto social liberal.
Los pioneros de la sociología no eran, a pesar de su relativa disyunción de la Revolución Francesa, reaccionarios. Estos, contrario a los últimos, no eran enemigo del cambio social ni de todos los principios revolucionarios. Tampoco pretendían restaurar el viejo orden social. Además, varios de ellos se oponían abiertamente a los privilegios de la aristocracia y el clérigo, y favorecieron reformas sociales, varias de corte liberal. Algunos como Henri de Saint Simon apoyaron la construcción de una “nueva sociedad” que sustituiría el sistema feudal, una utopía industrial. Estos intelectuales, muchos de los cuales se identificaban con la burguesía y los industriales, veían en los esfuerzos aristocráticos para un regreso al Ancien Régime una amenaza al orden institucional liberal que favorecía a esa clase social. Sin embargo, el liberalismo de esa nueva generación de intelectuales era de tendencia conservadora. Estos sociólogos originarios, como los liberales conservadores, favorecían cambios paulatinos sosegados, reformas dentro del marco del orden social establecido y guiadas por el método científico y cierto respeto a las tradiciones. En otras palabras, se oponían no al cambio, sino al cambio revolucionario, el que consideraban violento y apresurado. Estos intelectuales, muchos de ellos colectivistas, tampoco apoyaron las propuestas de los movimientos anti-sistémicos, la de los socialistas, comunistas y anarquistas. En fin, y como plantea Juan del Pino Artacho en La Teoría Sociológica: “Entre la reacción aristocrática y la utopía futurizante se sitúa el planteamiento positivista de la Sociología. La filosofía positivista es la filosofía como la reorganización racional de la sociedad científicamente dirigida”. Se trataba de una propuesta intelectual dirigida al “horizonte cultural” de la modernidad: la racionalización de la vida social.
Muchos de los primeros sociólogos, entre ellos Claude-Henri de Rouvroy, August Marie François-Xavier Comte, y Lambert Adolphe Jacques Quételet, eran tecnócratas, pues aferrados a la ciencia y la tecnología, patrocinaron el uso del método científico para solucionar diversos problemas políticos, económicos y sociales. De hecho, le dieron un giro científico y positivista al pensamiento ilustrado, un vuelco constructivo pero conservador. Los sociólogos pioneros, fieles devotos de la ciencia y fundamentados en el monismo filosófico, vieron en la síntesis de las ciencias las posibilidades de un nuevo orden social, de cambios sociales racionales, científicos y progresistas. Solo era necesario aplicar el método científico al estudio de la vida social, descubrir las leyes científicas de esa vida social, y organizarla de acuerdo a estas. Las ideas de los tres intelectuales contribuyeron a la realización de la “sociología”, la que primero imaginaron como una “física social”.
El socialista utópico Claude-Henri de Rouvroy (Conde de Saint-Simon), conocido comúnmente como Henri de Saint-Simon, propuso que la certeza en la moralidad y la política, preocupaciones fundamentales de la filosofía social, era posible aplicando el método científico al estudio del orden social. De hecho, encontró en la física newtoniana el modelo básico para tal esfuerzo. Afirmó que la Ley de la Gravedad poseía todas las respuestas sobre el universo y que sustituiría a Dios como la causa final de todos los fenómenos, incluyendo, por supuesto, los morales y políticos. El Conde pretendía derivar de aquella ley newtoniana principios morales absolutos. Se trataba de una visión materialista y monista de una ciencia social fundamentada en la física. Se trataba además de la primera proposición de una “física social,” la que sin embargo apareció en Le Produceur, publicado por sus estudiantes después de su muerte en 1825.
El Conde de Saint-Simon pretendía precisamente establecer las leyes científicas acerca de la vida social, leyes como la Ley de la Gravedad; su “ciencia del hombre” se fundamentaba en la premisa de que todo lo que existía era determinado por leyes naturales universales. Este positivismo descansaba además, y como ya expresé, sobre una concepción monista de la realidad, incluyendo la sociedad, como naturaleza observable mediante el método científico, el método compartido por todas las ciencias. Su positivismo era además empirista, enfatizando la observación sensorial. Pero fue Comte, su colaborador, quien de los dos elaboraría mejor el concepto de una “filosofía positiva”, la que rechazaba tanto la teología como la metafísica.
Más, tarde, Henri de Saint-Simon enfatizó la relevancia de otras ciencias, además de la física, incluyendo la fisiología, como fundamento de su “ciencia del hombre”. Fue en Essay on the Science of Man que el Conde propuso una ciencia social más imbuida por la fisiología que la física. El modelo subyacente de la “ciencia del hombre” sansimoniana era el organicismo, al que se aferrarían, con algunas diferencias, varios de los sociólogos clásicos, entre ellos Eugenio María de Hostos y Herbert Spencer. Para el Conde, la sociedad era un cuerpo organizado que expresaba su vitalidad en la agitación y el movimiento. La “ciencia del hombre» era para él parte de la ciencia de los cuerpos organizados, la que dividía en tres áreas: las fisiologías particulares enfocadas en el funcionamiento de los organismos de diferentes especies; la psicología, enfocada en la vida mental de los humanos, y la fisiología social, enfocada en la vida de las sociedades. A pesar del énfasis en la fisiología, Henri de Saint-Simon reconoció la importancia de la historia, la psicología y la predicción como otros elementos fundamentales de su “ciencia del hombre”. Esta y la fisiología social eran muy similares a la sociología comtiana, nombrada así por su más importante colaborador.
Es difícil separar a Comte de Henri de Saint-Simon, porque este último muchas veces hizo suyo, literalmente, los escritos de Comte. Pero tanto este como Comte, cuando aun colaboraban, propusieron una física social. Sin embargo, y mientras el Conde de Saint-Simon terminó hablando de una fisiología social, Comte prefirió, luego de haber usado el concepto de la física social por algún tiempo, el calificativo sociología.
Es muy común en los cursos y textos de introducción a la sociología que se señale a Comte como el que inventó la palabra sociología. Pero no fue así. La palabra fue usada por primera vez por Emmanuel-Joseph Sieyès, Conde Sieyès. Este en sus ensayos sobre el Tercer Estado intentó explicar la representación política en virtud del “cuerpo de asociados”, de las asociaciones humanas, lo que lo llevó a proponer una nueva ciencia de estas, la sociología. De hecho, Sieyès contempló escribir un tratado de sociología (De la Sociologie). Pero su sociologie operaba aun dentro del campo de la filosofía social y estaba más preocupada por las instituciones políticas—el Estado—que en las asociaciones más allá del campo de la política. En efecto, la sociologie era para aquel revolucionario la plataforma de un sistema de gobierno llamado sociocratie, légiocratie, natiocratie o homo-cratie. En su texto sobre el tercer estado usó también el concepto de science sociale y además propuso una ciencia del arte social (science de l’ art social).
En 1822, Comte introdujo el término ciencia social en su ensayo Systeme de Politique Positive, publicado como parte de Catechisme des Industriels de Henri de Saint-Simon. Para Comte la física social era la ciencia que se ocupaba de los fenómenos sociales, fenómenos comparables a los fenómenos astronómicos, físicos, químicos, y fisiológicos, es decir, sujetos a leyes naturales invariables. Se trataba de una ciencia social cónsona con sus ideas de la filosofía positiva y basada además en las ciencias mencionadas. Comte, como Henri de Saint-Simon, se aferró al monismo y unió a las ciencias en un orden jerárquico cuya ciencia más importante era la sociología. Más tarde colocaría la moral por encima de la sociología.
La nueva ciencia social propuesta por Comte debía estar fundamentada en las observaciones empíricas y tenía como propósito formular las leyes que gobernaban la organización social, que llamaría “estática social”, y los movimientos de la sociedad, que llamaría “dinámica social”. Esta idea de establecer las leyes que gobiernan el orden social y sus movimientos ya había sido propuesta de alguna forma por el Barón de Montesquieu, un importante predecesor de la sociología. Para Comte las leyes formuladas serían utilizadas para dirigir y ordenar la sociedad y promover el progreso, siendo una de ellas su famosa Ley de los Tres Estadios. Para este intelectual el pensamiento antiguo—no positivo—presuponía que el orden y el progreso eran irreconciliables. Pero su física social o sociología, era la reconciliación, la unidad de ambas cosas.
La sociología comtiana también era organicista. La idea básica era que el organismo social, como todo organismo tendía a auto-organizarse y auto-corregirse, moverse a la armonía. Las partes del cuerpo, incluyendo a los individuos, debían colaborar con esa meta, lo que no siempre ocurría. El gobierno también debía hacerlo. Su organicismo era de corte sociocrático, enfatizando un “gobierno de socios”. En la visión comtiana, como la sansimoniana, ese gobierno era jerárquico y elitista. Aunque algunos también le achacan a Comte el origen del término sociocracia el mismo fue propuesto primero por Sieyès. El organicismo sociocrático de Comte fue criticado y rechazado por Eugenio María de Hostos en su Tratado de Sociología.
Henri de Saint Simon y August Marie François-Xavier Comte no fueron los únicos intelectuales en proponer una física social. Otro proponente importante de la misma fue Lambert Adolphe Jacques Quételet. Este astrónomo y naturalista belga, también matemático, sociólogo y estadístico, fue uno de los primeros científicos sociales en aplicar los métodos estadísticos a las ciencias sociales. Dos de sus obras más importantes así lo confirman: Sobre el Hombre y el Desarrollo de las Facultades Humanas: Ensayo sobre Física Social, y La Antropometría, o Medida de las Diferentes Facultades del Hombre. Su “física social” era como la de Saint-Simon y la de Comte, positivista, interesada en establecer lo que él llamó las “leyes relativas al hombre”. Pero Quételet, reclutó las estadísticas como herramienta fundamental en la búsqueda de esas leyes.
Para Quételet, “las acciones del hombre moral e intelectual” estaban sometidas a leyes, estatutos que solo podían discernirse perdiendo de vista al “hombre tomado aisladamente para considerarlo como una fracción de la especie”. Para él, “No sólo en lo que se refiere a sus cualidades físicas, sino también en lo relacionado con sus acciones, el hombre se encuentra bajo la influencia de causas de las cuales la mayor parte son regulares y periódicas”. Y añadió: “Mediante el estudio se puede determinar estas causas y su modo de actuación, así como las leyes a las que dan nacimiento; pero para tener éxito se debe estudiar a las masas, con el fin de eliminar de las observaciones todo lo que no es sino fortuito o individual. A igualdad de condiciones, el cálculo de probabilidades muestra que uno se acerca tanto más a la verdad o a las leyes que se quieren captar cuanto mayor sea el número de individuos abarcados por las investigaciones”.
Para él, perder de vista al individuo significaba eliminar todo lo accidental y particular, lo que tenía poca o ninguna influencia sobre la “masa”. Solo así podían según él observarse los “hechos generales en virtud de los cuales la sociedad existe y se conserva.” Para Quételet las estadísticas facilitaban la observación de esos hechos generales o leyes. Y él, como el Conde Saint-Simon y Comte, pensaba que ese conocimiento debía ser utilizado para cambiar y ordenar la sociedad, contribuir a su progreso.
Rechazando lo que hoy llamaríamos un individualismo metodológico, Quételet, también organicista, proponía estudiar el “cuerpo social” y no los individuos que componían el mismo. Esto era según el famoso estadístico de interés para sociólogos, filósofos y legisladores aunque no para literatos y artistas, más interesados en las singularidades que “dan la fisonomía y el lado pintoresco de la sociedad”. Se trataba de uno de los primeros esfuerzos para separar la sociología, definida como ciencia, de las artes y las humanidades. Sin embargo, Quételet tampoco proponía una física social destinada a la mera observación y descripción. De hecho, crítico del empirismo, enfatizó los beneficios de “ofrecer medios de reconocer directamente las causas que influyen sobre la sociedad, y de medir la influencia que ejercen”. Destacaba además la “predicción” en el sentido en que el conocimiento del pasado permite juzgar lo futuro, en un periodo de varios años. Para Quételet, contrario a Comte y Saint Simon, las leyes del cuerpo social, las “leyes majestuosas”, no eran esencialmente invariables, pues reconocía la habilidad de los humanos para cambiar sus condiciones y circunstancias.
La física social de Quételet no era muy distinta entonces de la propuesta por Saint-Simon y Comte, excepto por el hecho de que Comte se mostraría renuente al uso de las estadísticas para el estudio de la sociedad, y que tanto Saint Simon como Comte destacaban leyes naturales invariables. Quételet fue uno de los primeros sociólogos cuantitativos, uno de los primeros en destacar la importancia de las estadísticas sociales, una tendencia que terminaría por dominar la sociología por mucho tiempo, particularmente en Estados Unidos.