Fronteras, contradicciones y mucho más
Difíciles devenires del sujeto
Estoy muy orgullosa de mi colega por sus logros y también por la intervención tan importante que sus investigaciones hacen en los estudios caribeños y dominicanos. En mi discusión de este libro quiero imitar el método del texto, que usualmente toma como punto de partida un caso, una imagen, un testimonio de alguien, para elaborar el pensamiento que se desarrolla en el libro. Por ello, empezaré por compartir la historia de Lorgia García Peña, específicamente su trayectoria profesional, para pensar en el tipo de intelectual y académicx que surge cuando un sujeto se posiciona como una dominicanyork de Jersey, que un día descubrió su pasión por el análisis de los procesos de representación de quienes han sido invisibilizados por las historias oficiales. Aclaro que aunque me referiré por momentos a instituciones específicas, mi interés no es criticar a un programa o universidad en particular, sino pensar este problema desde una perspectiva sistémica. Me interesa más bien meditar, para aprender, sobre los modos en que muchos de nosotros batallamos con los espacios que nos ofrecen las instituciones y departamentos universitarios.
The Borders of Dominicanidad ejemplifica la importancia de encontrar una pregunta que guíe el pensamiento crítico, en vez de plantearse el conocimiento como la identificación de un corpus, o un aparato teórico, o método disciplinario, que nos ofrezca todas las respuestas. En su ensayo “Thinking at the Limits of Philosophy and Doing Philosophy Elsewhere: From Philosophy to Decolonial Thinking”, Nelson Maldonado Torres comparte su trayectoria intelectual e institucional, y nos invita a orientar nuestro pensamiento a partir de preguntas, en vez de a partir de disciplinas o métodos que en su mayoría se encuentran subordinados a esquemas eurocéntricos, occidentalistas e imperiales. Lorgia García Peña y Nelson Maldonado Torres nos demuestran con su trabajo que cuando uno encuentra o define la pregunta (o preguntas) que van a orientar (o desorientar) el pensamiento, esa pregunta se convierte en una pasión que nos permite trazar el camino para analizar nuestras inquietudes de frente, con denuedo y persistencia.
El trabajo de Lorgia García Peña ocupa un lugar liminar que interroga constructivamente los límites entre departamentos y programas de estudios literarios, estudios étnicos y estudios de área. En los departamentos de literatura, por ejemplo, muchas de las preguntas que se plantean en The Borders of Dominicanidad resultan ilegibles, incómodas o a veces simplemente incomprensibles. La escritura de García Peña está fundamentada en su entrenamiento como periodista y crítica cultural. Su libro estudia los entrecruces y articulaciones de la dominicanidad en los límites entre los estudios caribeños y latinos. Como intelectual que se entrenó primero como periodista, García Peña escribe desde el supuesto déficit de lo que en departamentos literarios se puede malentender como una escritura indisciplinada, porque vincula la producción cultural con sus contextos históricos y sociológicos. En Estados Unidos, como bien ha observado Idelber Avelar (2003, 2005), el “ensayo académico” se ha diferenciado notablemente del ensayo culturalista latinoamericano. El énfasis del ensayo académico en los estudios literarios es el de conocer y manejar la jerga literaria y académica, casi siempre producida en los Estados Unidos y en inglés, y con poco diálogo real con la contraparte producida en circuitos académicos latinoamericanos. Parte central del entrenamiento de nuestros alumnos en la academia estadounidense se enfoca en citar apropiadamente referencias previas (el rito de pasaje de reconocer a los maestros y autoridades del campo) en vez de ofrecer evidencia (que es un móvil más importante en el buen periodismo investigativo) o de compartir la información necesaria para que otros puedan saber de dónde se derivan las ideas que proponemos. La “explicación de texto” (que en inglés se denomina “close-reading”) y que desde la década del 1980 se ha redefinido como “análisis discursivo”, es el método privilegiado de investigación en los departamentos de literatura. Este ejercicio de lectura y análisis presupone el texto como objeto de estudio autónomo, que se puede esclarecer por medio del ejercicio meticuloso de exégesis donde el autor está… muerto (Barthes), y el lector ocupa el lugar privilegiado en el ejercicio de interpretación. A pesar de que el análisis discursivo, en principio, permite abordar textos que van mucho más allá de la literatura impresa y escrita, todavía en muchos departamentos de literatura no era bien visto en la década del 1990 (ni hoy) que un alumno dedicara su tesis al estudio de la oralidad, el folklore, las tradiciones populares, la música y el performance. Algunas de estas ideas persisten en el modo en que enseñamos nuestra disciplina a otros. Tiene que haber un corpus, un canon… uno tiene que poder enseñar un buen curso panorámico de literatura peninsular o latinoamericana… y todavía sigue siendo tema irresuelto el encarar el eurocentrismo de la mayoría de los departamentos de español y lenguas romances, que siguen equiparando la literatura de España con las literaturas de todos los países latinoamericanos, o la literatura francesa con las literaturas de todos los países de habla francesa (ver el iluminador estudio de Herlihy-Mera sobre la urgencia de democratizar el proyecto del Hispanismo).
El proyecto de García Peña también surge en un momento en que había literalmente dos dominicanistas reconocidos en el campo de los estudios literarios en Estados Unidos Daisy Cocco De Filippis y Silvio Torres Saillant. En un contexto como ese, interesarse por la cultura dominicana implicaba la dificultad adicional de que no existía un grupo de académicos que estudiaran el tema en Estados Unidos, y con ello resultaba casi imposible convertirse en dominicanista en este país. Y si no existían los estudios dominicanos, más difícil resultaba conceptualizar un proyecto desde el marco de los estudios latinos, campo “nuevo”, que no se acomodaba sin conflictos en los departamentos de español o inglés, porque además de trabajar con textos en Spanglish, era un espacio interdisciplinario en el que predominaba el trabajo de los científicos sociales. La ironía de esta situación era aún mayor en Rutgers, donde existe uno de los pocos Departamentos de Estudios Puertorriqueños hoy Departamento de Estudios Latinos y Caribeños que surgió como resultado de las luchas de los estudiantes latinos y de primera generación en New Jersey Equal Opportunity Fund. Este departamento no tendría profesores que enseñaran literatura latina, ni mucho menos dominicanistas trabajando como profesores con plaza hasta principios de este siglo. Tampoco había en la década del 1990 profesores trabajando con literatura dominicana o diaspo-dominicana ni en el departamento de español ni en el de inglés.
El proyecto de García Peña surgió, sin embargo, del diálogo que esta pensadora estableció con algunos de los nuevos profesores que estaban llegando a Rutgers en la década del 1990, aunque como en muchas instituciones en los Estados Unidos, el consejo que recibió fue que trabajara con profesores con posiciones permanentes y nombres establecidos en el campo, aunque tuviese que cambiar su tema y proyecto de investigación. Y he aquí la importancia de que las preguntas guíen la investigación, porque García Peña insistió en plantear sus preguntas y le pidió a su departamento que le permitiera desarrollar un proyecto en el que primaran sus intereses de investigación. Esta pasión por el estudio de la literatura y cultura dominicanas llevó a García Peña a hacer algo que muchos considerarían como impensable (en la acepción que le diera Michel-Rolph Trouillot a este término) cuando empezó a escribir ensayos sobre literatura dominicana y latina en sus clases de literatura latinoamericana, y cuando decidió irse de Rutgers a la Universidad de Michigan—Ann Arbor, para continuar la colaboración intelectual con un profesor en aquel entonces sin posiciones permanentes, quien para el momento en que García Peña se graduó, se había convertido en uno de los académicos más reconocidos en el campo de los estudios latinos en Estados Unidos. Al mismo tiempo, la mudanza de García Peña al “midwest” la llevó también a completar su entrenamiento en uno de los mejores programas de estudios étnicos en los Estados Unidos. Es en ese lugar donde ocurre la escena con la que abre el libro, cuando un profesor vuelve a cuestionar la validez de un proyecto de investigación sobre la cultura dominicana, escena que inspira todo el proyecto de The Borders of Dominicanidad. Todo eso ocurrió mientras García Peña estaba haciendo lo impensable, lo que otros considerarían que era un terrible error. Y hoy su libro sobre estudios dominicanos ha sido publicado por Duke University Press (una de las prensas más canónicas en los estudios literarios y culturales en los Estados Unidos), y ha sido galardonado con el Premio Duarte de 2016 a un libro sobre estudios dominicanos y haitianos de la sección de Haití y la República Dominicana de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), el premio de Latino Studies de LASA del 2016 y el Premio Gloria E. Anzaldúa del 2017, otorgado por la National Women’s Studies Association. García Peña es hoy una de las pensadoras de una generación de casi una docena de dominicanistas que está creando un nuevo campo de estudio dentro de los estudios caribeños, latinoamericanos y latinos. Se puede decir que en el 2018 los estudios dominicanos finalmente existen como campo reconocido y reconocible en los Estados Unidos, y que García Peña ha sido instrumental en el desarrollo de ese campo.
Me he tomado el tiempo de describir esta trayectoria antes de hablar del libro de García Peña, porque sé que en estos momentos hay otros estudiantes pensando en preguntas que son importantes para ellos, y el ejemplo de García Peña ilustra la importancia de guiarse por las inquietudes y preguntas que uno tiene y no dejar NUNCA que las limitaciones de las disciplinas, departamentos, instituciones, y rangos de colegas en la profesión nos dicten qué es lo que podemos aspirar a saber. También quiero pensar que para aquellos de nosotros que ya formamos parte de lo que sería la vieja guardia o los profesores establecidos en la academia, esta historia debería servir de invitación a recordar los muchos modos en que nuestras preguntas y deseos de saber han batallado con las instituciones, estructuras y voces predominantes en nuestras disciplinas. Usemos esas memorias para revitalizar un diálogo sobre la necesidad de transformar nuestras disciplinas e instituciones, para que nos permitan seguir haciendo las preguntas que nos gustan y nos da la gana de hacer (como dice a menudo Efraín Barradas en su versión de Facebook friend).
La dominicanidad desde la frontera
Ofreceré primero un resumen muy breve del contenido del libro, para luego enfocarme en las contribuciones que hace García Peña a los estudios de literatura y cultura, así como a los estudios dominicanos, caribeños, latinoamericanos, latinos y étnicos. La primera parte del libro se centra en tres muertes violentas: la de las Vírgenes de Galindo, tres hermanas de la familia Andújar que fueron asesinadas justo durante la unificación de la Hispaniola bajo el dominio haitiano en 1822[1]; la de Olivorio Mateo (papá Liborio), el líder religioso y revolucionario dominicano asesinado durante la ocupación estadounidense de 1916 a 1924; y la masacre de haitianos, haitianos étnicos y dominicanos por el régimen de Rafael Leónidas Trujillo en la frontera entre Haití y Dominicana en 1937. La segunda parte del libro se enfoca en las representaciones de la dominicanidad que emergen de la conciencia rayana,[2] la crisis del terremoto del 2010 y las poéticas alternativas creadas por dominicanos fronterizos y diaspóricos.
La primera parte del volumen se enfoca en las contradicciones entre la historia oficial y los recuerdos locales y populares en estos tres actos de violencia que resultan cruciales en la definición de la dominicanidad, en tensión e interacción con los intereses imperiales/coloniales mediados por acciones de haitianos y estadounidenses. García Peña nombra en estos tres capítulos lo innombrable: los actos de violencia de los dominicanos contra sí mismos en la lucha por la definición de la identidad y nación criolla, hispánica y blanca que se convertiría en hegemónica en el siglo veinte, y que se repetiría a expensas de las otras identidades dominicanas afro-caribeñas y coloniales. La autora analiza archivos históricos, transcripciones de casos legales, y textos literarios para reconstruir el complejo imaginario de la dominicanidad en el contexto más amplio de la Hispaniola, en tensión con el imperialismo europeo y estadounidense.
La segunda parte del libro se ubica en dos fronteras: la que separa a la República Dominicana de la afro-caribeñidad invocada por Haití, y la que diferencia al dominicano de la isla del dominicano diaspórico. En los capítulos cuatro y cinco del libro, García-Peña traza la emergencia del discurso y conciencia del rayano y del dominicano ausente en un ejercicio de análisis que incluye noticias sobre eventos locales, así como la interpretación históricamente contextualizada de textos literarios, visuales, musicales y performances de escritores dominicanos de la isla y de la diáspora. El libro cierra con un análisis de la Sentencia No. 168-13, que declara a los haitianos como “personas en tránsito” y con ello les niega a los hijos de haitianos nacidos en suelo dominicano el derecho a adquirir la ciudadanía. El resultado de este caso legal reinterpreta de forma retroactiva (a 1929) el proceso para adquirir la ciudadanía, creando una excepción en un país cuya ciudadanía se rige por el jus soli (i.e., en que la ciudadanía se adquiere al nacer en la República Dominicana). Al concluir con un caso legal reciente, el libro cierra con una reflexión sobre la relación entre investigación y ciudadanía, y nos invita a identificar preguntas de investigación que surjan de urgencias sociales y no solamente de cogitaciones abstractas.
The Borders of Dominicanidad propone varias intervenciones cruciales en términos del lenguaje teórico que pone a la disponibilidad de lxs lectorxs. Primero, García-Peña desarrolla la noción de la contra-dicción (que se basa en decir lo contrario y en un modo de expresarse que va a contracorriente). Usando la contradicción como punto de partida, García-Peña analiza una serie de interrupciones cognitivas que están implicadas en la articulación del lenguaje como actividad corporal. El trabajo que se propone en este libro trasciende una noción que fue muy útil para los estudiosos de mi generación: el análisis de los silencios o lagunas en el archivo, estrategia central para los estudios subalternos y postcoloniales (Spivak, Guha). Este libro nos revela que no solo hay silencios y vacíos en los archivos, sino que la memoria e historia humanas contienen eventos que contra-dicen las versiones oficiales, o que van en contra de los que se consideran saberes consensuales. Con frecuencia, esas contradicciones a la memoria oficial resultan ilegibles, o se perciben como ruido, como una instancia aislada que no interrumpe el patrón predominante de la historia, como algo que se puede ignorar para mantener las versiones oficiales. The Borders of Dominicanidad se fija en esas contradicciones a menudo incómodas: dominicanos matando a dominicanos en 1937, el español como lengua opresiva que se usa para negar la dominicanidad (y la vida) de haitianos, o para desautorizar comentarios críticos de algunos dominicanos ausentes que hablan español con acento anglo, o que se expresan en espanglés. Para García Peña el lenguaje nativo, el idioma materno, es un lugar de pertenencia, de represión, o una trampa (como en el caso insidioso de la palabra “perejil”, que se utilizó para identificar quién era o no haitiano en la masacre de 1937) así como un espacio de ternura y posibilidad (como en las obras de Manuel Rueda, Josefina Báez, Rita Indiana Hernández o Pedro Vergés que encuentran en el español, inglés o espanglés dominicano un lugar de pertenencia). El lenguaje es el bueno y el malo de la película al mismo tiempo. Es el lugar de una práctica encarnada, no es una metáfora separada de los cuerpos que lo escriben y lo pronuncian bien o mal. El lenguaje es un performance, una articulación concreta en la cual cuerpo, conocimiento, pensamiento, imaginación y deseo colisionan.
La segunda contribución de The Borders of Dominicanidad es la incorporación del giro espacial en la teorización de la conciencia rayana y del Nié. Aquí, García Peña continúa uno de los gestos centrales del pensamiento feminista: no inventar su propio término, evitando así agregar otro vocablo más a la jerga académica, pues por lo general estas adiciones reflejan más el egocentrismo intelectual del pensador que el deseo de analizar un contexto. García Peña utiliza e incorpora en su trabajo términos que surgen de los textos primarios y de las experiencias que ella estudia. El rayano surge concretamente de la historia y literatura dominicanas, de las expresiones populares en las comunidades que habitan la frontera entre Haití y Dominicana. En el análisis experto y cuidadoso de García Peña, el concepto de rayano gana profundidad crítica al nutrirse de las teorizaciones que surgen de experiencias dominicanas y haitianas, y dialoga con términos importantes del pensamiento chicano y caribeño como “los borderlands/la frontera” de Gloria Anzaldúa, nuestra hermana chicana, y el concepto de la “relación” de Edouard Glissant.
El rayano es y no es como el sujeto en la frontera de los Estados Unidos y México. Por ejemplo, algunos rayanos y mexicanos eran y son nativos de la zona donde la frontera fue desplazada o está localizada, pero algunos mexicanos y rayanos cruzan la frontera hoy, y en ambos casos ha surgido una cultura fronteriza donde las personas se relacionan, coexisten, pelean y se enamoran, y se vuelven una melcocha complicada, difícil de definir. Al mismo tiempo, el rayanx tiene una historia que difiere de la del chicanx… una historia que confronta los límites incómodos entre la negritud, la identidad francesa e hispánica, las intervenciones estadounidenses y su perenne dominio colonial en el Caribe, la otra lucha contra los anglos y los “Native Americans”, mientras se negocia con dificultad la relación con la indigeneidad y la negritud.
El segundo término es aún más complejo, porque no se refiere tan sólo a un no-lugar, sino que se fundamenta en un no-lugar que está localizado en un cuerpo sexualizado: el nié. García Peña adopta esta noción a partir de la muy compleja teorización de Josefina Báez sobre el exilio dominicano como un no-lugar vis-à-vis la República Dominicana y los Estados Unidos. Pero en realidad, García Peña abre el nié (doble sentido completamente implicado aquí) y lo hace referirse a algo que va más allá del famoso “tercer espacio” de Homi Bhabha y los borderlands de Anzaldúa. Recordemos que tanto el tercer espacio como las fronteras, a fin de cuentas, quedan en algún lugar… El nié es ese lugar que no es ni la parte de al frente ni la de atrás de los órganos sexuales, ese espacio que separa el deseo normativo del perverso, y ahí es donde Báez localiza la dominicanidad diaspórica, demasiado anglo y prieta pa’ ser dominicana en la isla y demasiado prieta pa’ ser anglo en los Estados Unidos… y demasiado NO cubana ni puertorriqueña para registrarse en los estudios del Caribe hispánico que tratan de pasar por estudios caribeños. Y con el rayano y con el nié, The Borders of Dominicanidad le mete mano a los estudios comparados sobre la frontera, sobre negritud y sobre indigeneidad, cuando se propone una lectura de la representación controversial de Rita Indiana de la virgen negra MÁS ALLÁ del debate del “blackface”, que tiene una larga historia en los Estados Unidos. García Peña propone en vez explorar la representación contestataria de la piel “brown” en el contexto de una República Dominicana, dialogando con las dimensiones afro-caribeñas de la deidad mulata Mambo Ezili Freda, luá de amor y discordia en el vudú haitiano, una deidad que es una rayana de la Hispaniola que se sincretiza con la Virgen de las Mercedes. Sin embargo, en la encarnación de Rita Indiana la virgen negra es una virgen cadenúa y en drag que baila con un cuerpo en el que podemos identificar una energía sensual. Con paciencia y amor, en manos de García Peña, el video de Rita Indiana “Da pa los dó” se refiere a las relaciones dominico-haitianas en el contexto post y neocolonial después de que España, Francia y los Estados Unidos han ocupado a la Hispaniola y han dejado allí sus legados divisorios… Pero el video es también el recinto en el que surge un nuevo legado, construido por poblaciones diaspóricas y translocales que transforman y redefinen el alcance transnacional de esa negrura desplazada a la fuerza al Caribe desde la era colonial temprana, pero que no ha dejado de imaginar, de crear, de reinventarse. Esta tíguera/levente… no sabe ná.
Devenir del método
Me gustaría ahora meditar sobre algunas de las implicaciones metodológicas de estas intervenciones y contribuciones de The Borders of Dominicanidad. Este libro nos invita a otro gran tabú en las humanidades: la reflexión sobre los métodos y metodologías sobre los que se fundamenta el trabajo que hacemos. Es casi un lugar común pensar que las ciencias sociales y las ciencias naturales tienen un método — el método científico — que se manifiesta y es complementado por medio del desarrollo de métodos cuantitativos y cualitativos. En las humanidades sabemos que los historiadores tienen su archivo y los lingüistas su trabajo de campo, y el producto de sus investigaciones presenta evidencia constatable por medio de métodos muy específicos, a través de los cuales se obtiene información que se traduce en conocimiento. Pero los críticos literarios y culturales somos medio tímidos cuando se habla de métodos… El resultado es que la explicación de texto o el análisis discursivo se ha convertido en el método de investigación central, sin que hayamos hecho un ejercicio crítico sobre su origen y reclamos epistémicos. Este método, que se deriva de un entendimiento muy descontextualizado de la exégesis bíblica, a partir del New Criticism se ha vinculado con ideas sobre un canon artístico que representa valores universales y que se fundamenta en la idea de que la obra de arte o de literatura es un objeto estético auto-referencial, autónomo, que contiene en sí mismo las pistas para su interpretación. Esta resistencia a discutir los métodos que animan nuestro ejercicio de análisis abiertamente, ha terminado entronizando la aspiración a un conocimiento universal e incorpóreo que se puede interpretar autónoma y objetivamente como el objetivo final del análisis literario y cultural. En este sentido, la oposición entre formalistas y críticos culturales — que se ha traducido simplistamente como un enfrentamiento de la teoría vs. los “identity politics” — es un debate en que se dirime quién produce arte y quién tiene derecho a participar en los debates sobre estética y cultura.
García Peña cuestiona todas estas presuposiciones al desarrollar una metodología trans-discipinaria, es decir, al elaborar una metodología que va más allá de la simple colaboración entre múltiples disciplinas, o la inter-disciplina. Primero, su trabajo redefine los límites entre el archivo histórico y el corpus cultural, para explorar una amplia gama de materiales primarios que incluyen documentos de archivo, textos literarios menos conocidos o no canónicos, los salves y otras canciones populares de la República Dominicana, fotografías, performances, entrevistas e historias orales, películas, etc. Segundo, su trabajo cuestiona las definiciones existentes de los géneros literarios para abrirle espacio de análisis a nuevas textualidades que configuran un nuevo corpus. Entonces, García Peña lee, contextualiza e interpreta “passive voice interference in literary and historical narration of violent events, which often materializes through allegorical and metaphorical language” [la interferencia de la voz pasiva en la narración histórica y literaria de eventos violentos, que a menudo se materializa por medio de un lenguaje alegórico y metafórico] (13) en poemas, novelas canciones, ASÍ COMO en documentos de los archivos históricos. Con este tipo de intervención filológica, gramatical, histórica y social, García Peña examina la complicidad de la performatividad con la represión, al referirse al silenciamiento de historias y narrativas alternativas, por medio de la repetición de las narrativas institucionales y oficiales que reiteran el silenciamiento de las voces excluidas. De esta manera, en este libro la autora estudia la discursividad de la dominicanidad como ese diálogo tenso pero necesario de dominicanos con haitianos y diaspo-dominicanos. García-Peña aprende con Josefina Báez a interrogar las dimensiones del Caribe indio y asiático, tanto en la isla como en las comunidades dominicanas que viven en los Estados Unidos. También, este libro incorpora los estudios históricos y sociológicos acerca de la migración haitiana y dominicana en la Hispaniola y en los Estados Unidos, hace trabajo de campo en las humanidades (tema que Shalini Puri ha explorado también), entrevista, cuida y conoce a autores y artistas (los autores de este libro no están muertos a menos de que ESTÉN DEFINITIVAMENTE MUERTOS (against Barthes), le habla a la audiencia que asiste a los performances, y comparte sus propias percepciones, reservas y momentos de dificultad y contradicción ante sus archivos y textos como parte de la información primaria que su lector virtual quiere conocer. También el libro explora las fronteras complejas entre literatura y política (otro no-no en los estudios de alta teoría en las humanidades en la academia estadounidense), el trabajo académico y el activismo, presentándose como la intelectual pública y mentora que ella no tuvo cuando empezó su entrenamiento de posgrado.
Las contribuciones de este libro para los estudios caribeños y dominicanos son también significativas. Primero, García Peña nos recuerda a los caribeñistas que la República Dominicana ES parte del caribe, y que no podemos entender el Caribe, ni mucho menos el Caribe español, si ignoramos a la República Dominicana, Haití, o la Hispaniola. Segundo, este libro interroga los estudios indígenas en el contexto de los estudios caribeños, al explorar las sinuosidades complejas, y a veces perversas, de la indigeneidad en el Caribe… porque en el Caribe a veces reclamamos ser taínos pa’ no ser negros… pero también porque en el Caribe nuestros no-indios están solos, y por ello no debemos olvidar que existen conexiones importantes entre los Native American studies en los Estados Unidos y el indigenismo en Suramérica. De modo que en el Caribe tenemos que ampliar y transformar los marcos de referencia que utilizamos para conceptualizar y entender la indigeneidad en la zona… incluyendo analizar la relación de indigeneidad con mulataje, e indigeneidad con coolitude en la región.
Pero García Peña también le hala las orejitas a los dominicanistas, cuando los conmina a abandonar los lugares comunes en los debates sobre el país, tales como la prevalencia del anti-haitianismo como la versión local del racismo dominicano, al demostrar la importancia de entender la colonialidad del racismo en la Hispaniola, para comprender los legados de las tensiones raciales en la región. Al mismo tiempo, este libro insiste en explorar las contradicciones persistentes en la relacionalidad, coexistencia y el amor decolonial que informa las interacciones entre haitianos y dominicanos desde tiempos inmemoriales, porque la frontera no es una realidad orgánica sino una (mala) invención de la humanidad. Este estudio también invita a los dominicanistas a dialogar con los estudios del Caribe inglés y francés, y los estudios sobre los West Indies, porque la República Dominicana también es parte de todo el Caribe. Finalmente, la contribución de The Borders of Dominicanidad a los estudios latinos reside en la imposibilidad de separar los estudios sobre chicanos de los estudios de la diáspora caribeña. García Peña recurre a contribuciones de Anzaldúa y otros pensadorxs latinxs, pero también invita a los chicanistas a aprender sobre el rayano para entender cómo la frontera se sincretiza cuando los dominicanos coexisten con otros latinos. Este libro también incursiona en el campo emergente de los estudios Afro-Latinos al explorar la compleja genealogía de la negrura[3] en la Hispaniola como una variable crucial para entender las formaciones raciales históricas y contemporáneas en el Caribe, y en debates en los Estados Unidos. Este libro analiza la inmigración ilegal desde una perspectiva mexicana y dominicana, haitiana, caribeña y americana en el sentido continental y expansivo del término. Y el nuevo proyecto de García Peña va más allá de los confines del Caribe y de los Estados Unidos en su estudio de migraciones dominicanas, pero ya me desvío a otros temas…
Los invito a leer The Borders of Dominicanidad por muchas razones… Este libro se fundamenta en una contextualización histórica muy sólida sobre la dominicanidad. Nos ofrece también la historia del viaje intelectual y de las intervenciones metodológicas de la autora, sobre las que podemos aprender mucho también. Me gustaría cerrar regresando a la historia intelectual e institucional con la que empecé esta intervención, para regresar al argumento de Maldonado Torres sobre la investigación que se guía por las preguntas e inquietudes que tenemos, en vez de por las disciplinas o métodos que existen actualmente para supuestamente producir conocimiento. The Borders of Dominicanidad ejemplifica el tipo de proceso que tiene lugar cuando una mente inquisitiva permite que su imaginación, su pasión por el conocimiento y su devoción por abrir espacios y crear plataformas para que otros no solo hablen, sino que aprendan por sí mismos lo que quieren saber, para que entonces lo puedan compartir (es decir, enseñar) con otros. Este es un libro de una intelectual que no teme hacer preguntas difíciles o incómodas, de una pensadora que no tiene miedo de expresar su esperanza ante los modos en que lo que aprendemos puede transformarnos, cambiarnos… y he aquí una última contribución de este libro que es difícil de cuantificar…
Las disciplinas y métodos son invenciones humanas que tratan de lograr la difícil tarea de producir conocimiento sobre el mundo complejo en el que vivimos. Existen, pues, razones de peso para tratar de encontrar o diseñar métodos y disciplinas que nos ayuden a producir y compartir conocimientos que incluyan la mayor diversidad de experiencias. Después de todo, si el conocimiento no se puede compartir más allá de la anécdota o de la experiencia individual, entonces no existe una posibilidad real de entender y vivir nuestras diferencias y dejar que esas diferencias transformen las maneras en que aspiramos a constituir el conocimiento. Pero cuando el conocimiento se estanca, cuando los métodos son ciegos a las preguntas que queremos hacerles, entonces, es importante recordar que estas herramientas se pueden transformar. Del mismo modo, las preguntas que nos hacemos o imaginamos, que nos resultan pensables, también necesitan evolucionar, crecer, respirar, cambiar. Cuando uno se convierte en experto de una sola pregunta, o de un solo modo de pensar o preguntar, uno corre el riesgo de convertirse en irrelevante… porque uno deja de aprender. El trabajo de García Peña es muy consciente de los límites de su alcance, por eso la autora nos invita constantemente a preguntar cosas nuevas, a diseñar métodos distintos, a explorar ángulos y dimensiones diferentes de la dominicanidad. Esta visión del conocimiento como una experiencia compartida, como proceso en curso que debe transformar nuestras mentes, pero también nuestros cuerpos y los espacios que habitamos es, para mí, la lección más importante que he aprendido de este último libro de Lorgia. Felicidades nena…
Bibliografía:
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Avelar, Idelber. “Xenophobia and Diasporic Latin Americanism: Mapping Antagonisms Around ‘the Foreign’”. Ideologies of Hispanism, edited by Mabel Moraña, Vanderbilt University Press, 2005, pp. 269–84.
____. “Xenofobia, lengua ‘extranjera’ y latinoamericanismo diaspórico a la luz del 11 de septiembre.” Revista de Estudios Hispánicos, Vol. 37, No. 1, 2003, pp. 127-143.
Barthes, Roland. “The Death of the Author.” Image, Music, Text. Fontana Press, 1977, pp. 142-148.
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Herlihy-Mera, Jeffrey. “After Hispanic Studies: On the Democratization of Spanish-Language Cultural Study.” Comparative American Studies Vol 13, No. 3, September 2015, pp. 177–193. https://blogs.uprm.edu/migracion/files/2015/05/After-Hispanic-Studies.pdf
Maldonado-Torres, Nelson. “Thinking at the Limits of Philosophy and Doing Philosophy Elsewhere: From Philosophy to Decolonial Thinking.” Reframing the Practice of Philosophy: Bodies of Color, Bodies of Knowledge, edited by George Yancy, State University of New York, 2012, pp. 251-270.
Puri, Shalini. The Grenada Revolution in the Caribbean Present. Operation Urgent Memory. Palgrave, 2014.
Spivak, Gayatri C. “Subaltern Studies: Deconstructing Historiography.” Selected Subaltern Studies, edited by Ranajit Guha y Gayatri C. Spivak. Oxford University Press, 1988, pp. 3–34.
Trouillot, Michel-Rolph. Silencing the Past: Power and the Production of History. Beacon Press, 1995.
[1] La literatura dominicana tradicionalmente ha representado estos asesinatos como un crimen cometido por soldados haitianos, pero la investigación de archivo demuestra que, en efecto, el asesinato no fue cometido por haitianos.
[2] Rayano es el nombre que se le da a una persona que habita en la frontera entre República Dominicana y Haití. Según el diccionario de la Real Academia española: “1. adj. Que confina o linda con algo. 2. adj. Que está en la raya que divide dos territorios. 3. adj. Cercano, con semejanza que se aproxima a igualdad.” (http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=rayano)
[3] Así es como Lydia Cabrera traduce négritude en su edición del Cuaderno de retorno al país natal de Aimé Césaire. Agradezco esta referencia a María Rodríguez Beltrán (embed–http://complit.rutgers.edu/people/graduate-students-mainmenu-147/227-third-year), quien trabaja con este concepto en su estudio comparado de los conceptos de raza en el Caribe, Latinoamérica y Estados Unidos.