George Lucas en la edad de oro
No soy de los que saben todo sobre la saga de Star Wars ni me visto de Luke Skywalker en el aniversario de la primera película, hoy día conocida como: Star Wars episode IV: A New Hope (1977). Pero entiendo que George Lucas, el creador de la saga, ha sido uno de los personajes más originales en la historia del cinema. No que sea un gran director. De hecho, fuera de la película a la que he hecho referencia, su producción como cineasta es escasa y pasaron 22 años antes de que regresara a dirigir las “precuelas” de su máximo logro, los capítulos I al III. Como era de esperarse tuvieron mucho éxito taquillero, pero me parecieron, como a muchos, inferiores a las primeras tres. De todos modos, “Star Wars” es una de las maravillas del cine.
Lucas, quien cumplió 70 años ayer, me deslumbró con su extraña y original THX 1138, su primera película que vio la oscuridad de las salas de proyección en 1971. Confieso que tengo una debilidad especial por las películas que presentan una distopía. Acababa de releer “1984” y Vietnam y la guerra me parecían parte de un ensayo para endrogar la mente de los que vivían en suelo norteamericano en aquel instante. En la película el gobierno obliga a usar drogas para controlar las mentes y acciones de los ciudadanos. Hay una especie de “Big Brother” que mezcla la religión y el trabajo en una simple oración propagandista similar a la que se encontraba con profundo sarcasmo a la entrada de Auschwitz: “El trabajo te hará libre”. La ironía en la similitud entre la película y Vietnam (y los campos de concentración) era que estaban regresando los reductos humanos de la guerra: hombres de menos de 22 años sin brazos o sin piernas, parapléjicos o cuadripléjicos, o con cuerpos llenos de metralla que, como si fueran parásitos despiadados, estaban necesitados de heroína para poder sobrevivir los horrores que habían visto y vivido. Encima de eso vinieron a un ambiente hostil en que el odio a la guerra los tocaba como nunca antes lo había hecho a veteranos de las guerra triunfales conducidas por los Estados Unidos.
Entretanto, la administración de Nixon y las malas movidas de los generales del Pentágono incrementaban el número de tropas en la Cochinchina. Quemaban los bosques, rociaban agente naranja y napalm por doquier como si fueran a rebautizar el país con un nuevo nombre. Entonces, Lucas nos dio “American Graffiti” (1973), que considero su mejor película. Toma lugar en 1962 y tiene un tiempo y un perímetro de acción que se circunscribe a una noche en la calle principal de Modesto, California, y nos familiariza con las peripecias de cuatro adolescentes, sus novias o amigas, y una elusiva y misteriosa rubia que guía un Thunderbird blanco. El filme es una especie de recordatorio de que los años cincuenta y sesenta habían terminado. Esas décadas de posguerra, que marcaron el punto más alto de la economía estadounidense de las que todos se beneficiaron, sufrieron su decapitación con Watergate, la renuncia de Nixon y la derrota desastrosa en Vietnam. Al final del filme nos enteramos que uno de los personajes, el más vulnerable de todos, está desaparecido en Vietnam. Lucas nos recuerda que la nostalgia y la felicidad que pudo existir con el fin de la Segunda Guerra Mundial y que fue transitoriamente trastocada por Corea, llegó a su fin con los disparates cometidos en el Asia sudoriental. Sobre todo nos conciencia de que muchos de los muertos en Vietnam eran desventajados.
Hay una relación bastante obvia entre la distopía de “THX” y la persecución de los años setenta como resultado de los papeles del Pentágono y Watergate. Me parece que, a pesar del barniz de serie de acción, “Star Wars” (1977) también se relaciona con esos sucesos que llevaron a la renuncia de Nixon en 1974. En ella el “Imperio” que antes fue una república, persigue a los rebeldes para aniquilarlos. Su comandante supremo tiene un consejero, Darth Vader, que planifica los ataques y presiente la presencia de sus enemigos porque ha sido entrenado como un Jedi, personas dedicadas a hacer el bien a menos que, como él, se hayan rendido a las fuerzas del mal. El “rendimiento a las fuerzas del mal” podría verse tanto en Nixon como en Kissinger, sin dejar fuera a Westmoreland y otros generales, quienes escalaron la guerra y causaron estragos en Laos y Camboya. Además, el presidente y su secretario (que es judío) rezaban juntos cuando la ocasión requería la ayuda de un ser más poderoso y divino que ellos dos. De hecho, la comunicación con el dios de Casa Blanca parce impulsar la guerra, como ocurrió cuando George W. Bush le preguntó que si debía invadir Iraq o no, y le dijo que lo hiciera. Los aspectos religiosos de “Star Wars” son tan evidentes que solo alguien que haya vivido en una galaxia bien lejana no los percibiría. Incluyen “La Fuerza” que es una energía creada por todo lo vivo que mantiene la galaxia unida y que puede ser aprovechada para hacer el bien o, como en el caso de Vader, para el mal. Hay múltiples referencias a creencias judeocristianas y es casi imposible ignorar las que remiten al automatismo de clones y robots que subvierten la humanidad al mismo tiempo que la ayudan. Estos no son muy distintos a los esclavos de “THX” ni a los ciudadanos de “Oceania” en “1984” que sirven tanto al Imperio como a los corruptos de la galaxia. Lucas previó también los drones de la administración Obama y las batallas en el desierto con un enemigo como Saddam Hussein llamado Jabba de Hutt, básicamente un gánster.
Para celebrar el año de su cumpleaños viene en diciembre “Star Wars: Episode VII – The Force Awakens”. No me interesan mucho los múltiples chismes que giran alrededor de una película que no dirigirá ni producirá Lucas. Aunque este ha sido “consultor artístico” de la cinta, que será una especie de homenaje a la serie y su creador, la iré a ver, pero estaré pensando más en su papel como fundador de la compañía “Industrial Light and Magic”, que tanto placer nos ha brindado con sus efectos especiales. Recordaré, además, que Lucas produjo “Kagemusha” (1980) de Akira Kurosawa y que podemos ver en ella la magistral representación de la batalla de Takatenjin (1574), destellos de la cual invaden “Star Wars Episode II: Attack of the Clones”.
Lo que más admiro de este maestro es que ha dado parte de su fortuna para varios proyectos de gran valor, incluyendo el Memorial Nacional a Martin Luther King. Dice además, que donará mucha si no toda su fortuna a causas filantrópicas. Me parece perfecto. Después de todo la edad de oro de Lucas es de $5 billones. ¡Que viva Obi-Wan Kenobi!