Greta: locuras
Las dos amigas que viven juntas son acomodadas. Erica es tan rica que su papá le ha regalado un apartamento en Manhattan, para que vaya allí a buscar qué hacer con su vida. Es evidente que Frances es menos afortunada en ese sentido y trabaja como mesera en un restaurante lujoso. Un día se encuentra una cartera en el metro. Trata de devolverla, pero, como suelen ser las cosas en la Gran Manzana, no hay nadie presente para recibirla. Busca y encuentra en el bolso la dirección de la dueña, y la va a devolver personalmente.
Se nos trata de hacer ver con este gesto de honradez que la joven, recién graduada de ¡Smith College!, desconoce cómo son las cosas en Nueva York. ¡La muy inocente! Cuando llega a la puerta de Greta Hideg (Isabelle Huppert), la dueña de la cartera, esta no solo le agradece su acción cívica, sino que le pide que entre, y le ofrece café. No transcurre mucho tiempo antes de que la mujer comience a llamar a Frances a todas horas, e insistentemente. Su amiga le advierte que no continúe su relación, pero Frances, presa del sentimiento por su madre recién muerta, no le hace caso.
Las cosas van escalando, pero no puedo divulgar lo que son secretos de la película. Lo que sí les puedo decir es que el filme me convenció de que Frances fue aceptada en Smith por alguna influencia familiar, porque, en realidad, es más densa que el cemento de los rascacielos. No sabemos cómo consiguió su empleo pero, sus superiores, son más densos que ella y, por cómo la tratan, nos convencen de que ser mesero o mesera en Nueva York es como trabajar con el Marqués de Sade en sus momentos menos tiernos.
Una vez que descubre los trucos y la obsesión de Greta, por más que trata de evadirla, se le hace imposible. Primero, que todas las ventanas del restaurante en que trabaja parecen dar a la calle y, aún después que cae el sol, se ve Greta a través de ellas. La policía no puede hacer nada, porque la loca tiene derechos. Encima de eso, conseguir una orden de acoso contra la mujer toma demasiado tiempo. Segundo, que la mujer tiene el teléfono y su dirección. Sin embargo, la graduada de Smith no sabe cómo bloquear las llamadas y los mensajes de Greta. La loca, sin embrago, logra entrar al edificio donde viven Frances y Erica cuando le da la gana, y, ninguna de las dos, parece decírselo al súper para que la vele y llame a la policía para acusarle de entrada ilegal.
Muy temprano en la película, las dos amigas están en el cine viendo una película para la que se necesitan espejuelos: ¿tres dimensiones? ¿IMAX? No sabemos. Pero una le recuerda a la otra que antes se divertían cuando veían películas malas.
¿Qué hace un director cuando escribe un guión cuyas circunstancias no se las cree él mismo y hace una película mala? Pues, para rescatar y aprovechar el tiempo perdido en ese trabajo, va y emplea a Isabelle Huppert como la villana. Si recuerdan, esta actriz sin par, personificó en Elle (2106; reseñada en estas páginas el 20 de enero de 2017) una mujer ultrajada que se venga de su violador. Su actuación en ese filme estupendo mantuvo la audiencia al borde de sus butacas, como lo hace en esta. Fue una de las mejores interpretaciones de la gran carrera de esta actriz. En la presente cinta, si no fuera por ella, habría que ir a dejar en el sanatorio, no a Greta, sino a los guionistas.