Hammer: B de buena
Una película B es una en la que el set tiembla si un actor tira duro la puerta.
Anónimo
A estas alturas no le debe de sorprender a nadie que el séptimo arte es un negocio y que tiene que sobrevivir de acuerdo con las ganancias que genera. Cuando todo parecía ir bien para los estudios, en 1948, la corte suprema de EE. UU. declaró que la integración vertical (el estudio productor, era el distribuidor, dueño del lugar donde consumía el consumidor, y donde tenían que rendirse los otros productores, los B) era un monopolio. Consideren que, en 1949, 100 millones de personas iban al cine semanalmente y las ganancias podían ser (en dólares de la época) enormes.
Hoy día, los avances tecnológicos de cámaras digitales, grabadoras de sonido que luego se pueden editar, filmación donde quiera, de actores que tiene la libertad de escoger los filmes en los que han de participar, y el sueldo que han de aceptar, han logrado crear una especie de sistema alterno como fueron los estudios B en el pasado. De ahí que entidades como Amazon Studios, Netflix, BBC, HBO, PBS, y muchos otros pueden hacer películas de alta calidad técnica y de alto valor cinemático y crítico.
No hace mucho (12 de junio 2020) reseñé en estas páginas The Vast of Night un thriller de ciencia ficción que introduce a un joven director de gran promesa. Ahora llega a Netflix esta cinta que pertenece al estilo que, como la que acabo de mencionar, me gusta denominar neonoir campestre porque se desarrollan en pueblos pequeños donde la vida comunal es todavía muy distinta a la de la ciudad y la familia ha sobrevivido unida a pesar de sus tribulaciones. Sin embargo, la sensación que uno percibe según las ve es la del noir de los ’50.
Stephen Davis (Will Patton), un exmaestro de escuela está en su camión detenido en una luz de tránsito cuando ve a su hijo Chris (Mark O’Brian) pasar en una moto. Parece que huye y es cierto. Aunque Stephen no lo sabe aún, su hijo (evito más detalles) ha estado involucrado en un negocio de drogas que ha salido mal. Hay un problema adicional: Chris ha cumplido cárcel por asuntos de drogas y volver a chirona no es algo que le atrae. ¿Por qué, entonces, se ha metido en este lío? El guionista-director Christian Sparkes, no nos da un instante de sosiego, según la trama se va complicando y revelando asuntos personales entre padre e hijo. La acción es muchas veces de pensamiento: ¿por qué van a detenerse a plena vista en un maizal? ¿Quién es el individuo que desató la cadena de malos pasos que ahora apresa a toda la familia Davis?
Los conflictos entre padre e hijo son parte de las circunstancias que han llevado a Chris por mal camino, pero ahora, en lo que puede ser la última posibilidad de hacer las paces y perdonar, hay que echar el resto; hay que hacer lo que sea para salvar al hijo y la familia. La interacción entre padre, madre e hijos nunca recurre a sentimentalismos de ninguna clase, y, a pesar de su intensidad, no nos distrae de la tensión que desarrolla el filme que se mantiene centrado en su propósito principal: ser un thriller que sostiene tu atención en las situaciones que presenta. No hay pretensiones de convertir la película en competencia para los Hermanos Karamazov.
En la cinta los sets no tiemblan cuando alguien tira la puerta, ni vemos en una toma el micrófono sobre la cabeza de uno de los actores. Lo que vemos es que cada filme debe de concentrar en lo que es, en lo que pretende ser. Los famosos directores de los B, como Don Siegel, Edgard Ulmer, Jacques Tourneur y otros, lo sabían. Lo mejor del cine es arte genuino y lo peor pura basura; pero, como sea, una buena película es buena y ya. En el nuevo siglo el concepto no ha cambiado. Esta película lo demuestra: un thriller es un thriller es un thriller.