Hannah Arendt
La película de Margarethe von Trotta examina la vida de la filósofa política durante el período en que asistió por unos días al juicio de Eichmann comisionada por William Shawn, editor del “New Yorker”, para reportar sobre el proceso, hasta su defensa de la controversia suscitada por sus escritos entre sus colegas, particularmente la comunidad judía. Estos acusaron a Arendt (Barbara Sukowa) de antisemita (ella era judía) y de subvertir la culpa del Holocausto dándole responsabilidad a los propios judíos por su suerte. Se han escrito innumerables artículos sobre este tema y no pretendo haberlos leído todos, pero vengo llevándoles la pista desde que leí los artículos originales en el magacín. El filme me ha lanzado a revisar algunos de los viejos y a sorprenderme ante algunos de los nuevos.1
La primera escena de la película demuestra el secuestro de Eichmann por fuerzas secretas de Israel en la Argentina. Es una escena breve y toma lugar en un paraje solitario y ensombrecido, y es una buena imagen sobre un argumento menor de quienes escriben sobre el tema de Eichmann o de Arendt: que, para comenzar, ese acto fue ilegal como lo fue también juzgarlo en un país donde no había cometido los crímenes. Pero von Trotta no languidece sobre esto sino que se mueve rápidamente a presentarnos a Arendt con sus amigos en una de esas tardes de conversación y discusión política del Nueva York de los años sesenta.
En esta secuencia conocemos a su marido Heinrich Blücher (Axel Milburg) y a algunos de sus amigos, incluyendo a Mary McCarthy (la formidable Janet McTeer) quién era su amiga y más tarde sería una de sus defensoras más articuladas y claras. Poco más tarde nos vamos en retrospección a una Hannah más joven (Freiderike Becht ) que está por caer en una aventura amorosa con el sortilegio intelectual de Martin Hidegger (Klaus Pohl). Por suerte la directora no elabora y las otras apariciones de Hidegger en la cinta es para que sepamos que San Agustín fue uno de los pensadores que influyeron en él (y en Arendt). Sin embargo, lo más importante para la película y su “trama” es que el maestro que la influyó se unió al partido Nazi entre 1933 y 1934, y no renunció su membresía hasta el ¡1945! Eso adobó sin duda las páginas de su famoso libro con la carnada del antisemitismo del que la habrían de acusar. Aunque en la cinta Hannah hace referencia directa al discurso de Heidegger (lo odió) al ser seleccionado rector de la Universidad de Freiburg a favor de los nazis, a menos que uno no sepa eso bien, tal vez se le escape el papel que la relación entre Arendt y su maestro jugó en las condenas de las tesis expuestas en “Eichmann…”
Es difícil representar en una película las ideas de alguien sobre cómo se piensa, cuáles son las cualidades que permiten que alguien analice un suceso o un escrito con la profundidad que merece. Aunque eso le falta al filme porque es imposible, este procede a buen ritmo y mantiene a uno involucrado en los argumentos que se suscitan. Para lograr esto, sin embargo, es necesario que haya una serie de escenas un tanto didácticas en que se leen párrafos del manuscrito para que la audiencia se entere de cuál es la controversia. Así también resultan ser los ataques (hay uno que en el filme se lee sin que se nos diga quién lo escribió, que es devastador) y las defensas que distintos personajes reales hacen a favor de Arendt.
Von Trotta, cuya magnífica biografía de la economista, filosofa y teórica marxista Rosa Luxemburgo (1989) se debe ver antes de este filme, no tiene para exhibir en esta cinta las pasiones que desplegó a su alrededor aquella agitadora ruso-judía en su día (fue asesinada en 1919 por grupos paramilitares derechistas). A pesar de eso hay cierta tensión generada por la intención de violar crasamente los derechos de Arendt por parte de sus colegas académicos y de las autoridades israelitas, y de cómo se defendió a pesar de situaciones familiares difíciles. Además está el uso efectivo de pietaje del juicio de Eichmann cuyos clichés se intercalan con las expresiones de Arendt. Sukowa consigue en todo momento trasmitir lo que suponemos que debe de haber sentido Hannah en esos instantes.
Gracias a Sukowa y al tema principal el filme es satisfaciente y, si nada más, un estímulo para volver al tema de la maldad. La maldad siempre es reprochable, pero cuando conlleva la muerte, particularmente del alcance que tuvo bajo el régimen Nazi, hay que pensarla y entenderla. Eso era lo que hacía Arendt, tratar de comprender. En un momento (son palabras de Arendt usadas por el guionista) dice: “La maldad no puede ser radical y banal simultáneamente, solo el bien puede serlo”. Muchos parecen no haber entendido ese planteamiento y se han alineado con un grupo de críticos que parecen agruparse más por su etnia que por su capacidad analítica.2
Este aspecto de la reacción al escrito de Arendt está magistralmente analizado por Dwight Macdonald en “Hannah Arendt and the Jewish Establishment” en su libro “Discriminations. Essays and Afterthoughts 1938-1974”3 que tiene la ventaja que fue escrito durante la ola de reacciones que suscitó “Eichmann…” al salir en el New Yorker en el 1963. Los “cargos” más importantes contra Arendt: minimizar la maldad de Eichmann e implicar a los líderes del Concilio Judío, han sido analizados más recientemente por Mark Lilla (motivado por la película de von Trotta y un documental sobre Benjamín Murmelstein, el judío mayor (“elder”) de Theresienstadt, que sobrevivió la guerra.4 El título nada más (La nueva verdad…) les dice algo de lo que el elegantemente escrito ensayo hace con Arendt. (En una oración se refiere al filme como “Hannah and her Friends”.)
Sugiero que vean el filme y lean el libro y piensen por sí mismos qué les parecen los argumentos de Arendt. Hay que adelantar que Arendt no es fácil y que, como han dicho otros, no sorprende que se mal entienda lo que quieren decir algunas de sus declaraciones. Nadie puede olvidarse ni debe reducir el significado del Holocausto para la humanidad. Ciertamente, aunque Arendt se equivocara sobre la naturaleza de la personalidad de Eichmann y, por eso, en la naturaleza de la maldad (en otras palabra,que la maldad de Eichmann no fue banal) lo que ella quería entender es por qué surge un movimiento tan fatídico como los exterminios nazis (o los estalinistas). No creo que ella pensara que la de ella era la última palabra, ni la verdad absoluta. Pero aquí nos tiene. Haciéndonos la pregunta. Pensando todavía.5
El filme fue proyectado en la Biblioteca de la UPR el 4 de diciembre de 2013. Pueden verla en Netflix. La ofrecen “gratis” en la red. No lo he explorado.
- El filme fue proyectado en la Biblioteca de la UPR el 4 de diciembre de 2013. Pueden verla en Netflix. La ofrecen “gratis” en la red según me dicen. [↩]
- Una excepción notable, por su agudeza y perspicacia ante la racha reciente que ha inducido la película, es Roger Berkowitz: “Misreading Eichmann in Jersualem”; The New York Times Opinionator, July 7, 2013 [↩]
- Gossman Publishers, A Division of The Viking Press, New York, 1974, p 308-317 [↩]
- Mark Lilla; Arendt & Eichmann: The New Truth; The New York Review of Books, Vol LX, Number 18, p35 [↩]
- Tal vez los interesados gusten de leer el firme, austero y bello memorial que le rinde Mary Macarthy a Arendt en “Ocasional Prose” Harcourt Bace Jovanovich, Publishers, Orlando, Florida 1985; p. 35-42 [↩]