Hora y media con Werner Herzog
NUEVA YORK– Con motivo del Festival de documentales de Nueva York (DOC NYC), curado por el Independet Film Channel (IFC, por sus siglas en inglés), el cineasta alemán Werner Herzog visitó la ciudad los días 3 y 4 de noviembre de 2010 para presentar su nuevo trabajo documental acerca de las cavernas de Chauvet: Caves of Forgotten Dream 3D. La película abrió el festival en una gala que tuve que perderme por su alto costo. Sin embargo, como parte de las actividades se realizó una entrevista con público, a la cual logré asistir con mucha satisfacción.
Una vez iniciada la entrevista, Herzog discutió su nuevo proyecto en proceso: un documental acerca de varios condenados a muerte en Estados Unidos. Con este tema oscuro como pocos, Herzog parece querer presentar la visión de vida de los condenados así como los detalles de su existencia tras los barrotes. Interesante y valioso resulta que al documentalista no le interesa abordar el aspecto terrible y amarillista de sus crímenes, sino su “modus vivendi”. En otras palabras, el motor de vida de los que ya conocen la fecha de su deceso. Al indagar el entrevistador en qué tipo de interrogatorio espera realizar con los condenados (ya que los encuentros todavía no han sido filmados), Herzog explicó que las preguntas las planteará en su momento, que no planea entrevistas, se prepara e investiga, sí, pero no intenta estructurar sus conversaciones (así las llamó). Este método de trabajo permite ser fiel a la relación particular de intimidad que se puede generar entre dos personas interesadas la una en la otra en determinado momento en el tiempo. Herzog busca documentar relaciones vivas en vez de estructuras predeterminadas de comunicación. Este acercamiento está muy presente en toda su carrera como documentalista.
El documental también contará, según explicó, con una imaginería relacionada a la limitada visión espacial que un preso puede tener, sobretodo los de alta seguridad. Así, la mirada momentánea a un pájaro sobrevolando, un carro a la distancia o una vaca pastando puede volverse, según sus palabras, en un “evento” trascendente de la vida de un condenado. Creo que sin temor podemos llamar a Herzog un filósofo ontológico de la imagen; toda su trayectoria lo confirma y este nuevo documental probablemente alcance, en cuanto a sus cuestionamientos y planteamientos, unas cimas altísimas de profundidad e intensidad.
Siguiendo esta línea, recuerdo que en la conversación el adjetivo «intenso» fue repetido varias veces por el director. Herzog abundó acerca de cómo para él la búsqueda de intensidad representa el interés por capturar un momento extático de verdad a través de la imagen. Es muy difícil explicar este concepto entre medio del éxtasis religioso y la filosofía dura alemana. Resulta un motivo gnóstico (el conocimiento innombrable, lo inefable, lo real de la poesía), pero es que sin duda proviene del cineasta que más cerca trabaja de esta intención. Sus visitas cinematográficas a la selva amazónica profunda, a un volcán, a la Antártica o al territorio de los osos Grizzly tratan acerca del intento de sobrevivir en territorios donde el humano pierde el control de los factores exteriores y se enfrenta con los embates y el poder de la naturaleza. Sus vivencias como documentalista no son la del turista común, sino la de los exploradores primigenios que se adentraron en los misterios de los rincones recónditos del planeta.
Herzog cree en la Experiencia (con mayúscula) y en el poder del artista para comunicar estados extremos de realidad. Estos estados, defiende el director, no los consigue el género documental, como se debatió, con un objetivismo a lo “cinema verité” (en este estilo la cámara intenta invisibilizarse ante el sujeto retratado), sino asumiendo la subjetividad más lúcida posible. Por eso él cree en la intervención total del director. Desde esta perspectiva la misión del cineasta es develar la experiencia con todas las herramientas discursivas y artísticas que tiene a su alcance.
Ante ciertos comentarios del entrevistador que sugerían que él intentaba presentarse como un cineasta en búsqueda de emociones fuertes, como un vicioso de la adrenalina o un famoso modelo de la radicalidad, Herzog recalcó varias veces que «I’m not in that business». Afirmó que no conoce la fama ni la busca y que lleva viviendo de la misma manera y con las mismas inquietudes desde antes de filmar nada.
Se tocaron otros temas, entre ellos sus dos libros, los cuales considera su trabajo más importante por encima de sus películas; se extendió acerca de su documental Land Of Silence And Darkness, al cual se refiere como su obra maestra (este documental poco conocido trata de una señora ciega y sorda que se comunica a partir del tacto); refirió algo de Klaus Kinski, «la bestia genial»; del tape de audio con la muerte registrada en Grizzly Man (“luego de oírlo fue imposible hacerlo público”); y de cómo pasar el barco por encima de la montaña en Fitzcarraldo era algo «que tenía que hacerse y filmarse por encima de sus consecuencias».
El encuentro duró hora y media en la cual la conversación nunca decayó o dejó de estar llena de sabiduría y lecciones del arte cinematográfico, y por qué no, del arte del vivir. La inmediatez y el candor de Herzog dominaron la velada. Estos foros hacen de un festival un espacio de aprendizaje directo y no solamente un espacio alterno de consumo visual. Este detalle siempre debe tomarse en cuenta, no importa el país o la ciudad anfitriona de estos eventos.
Conversación con Werner Herzog con motivo del Festival de documentales de Nueva York
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(El autor es dramaturgo y escritor puertorriqueño que reside actualmente en la ciudad de Nueva York).