Hostos y la Teología de la Liberación: contra el canon de otro mito biensonante
A propósito de un libro de Samuel Silva Gotay
Contra lo que pueda prejuzgarse, conozco la Teología de la Liberación desde 1971 a través de Samuel Silva Gotay, uno de los más prestigiosos estudiosos de esa corriente religiosa, política y revolucionaria. No se aprovecha de este tema, pues, un neófito que se sirve de un libro reciente suyo (El pensamiento cristiano revolucionario en América Latina y El Caribe), ni de un conocedor que ha hecho una lectura célere y trasnochada del mismo. Silva fue mi maestro desde mis años de estudiante universitario, y compartió conmigo en los años en que él escribía en México la tesis que dio base a su libro La Teología de la Liberación: implicaciones para la Iglesia y para el Marxismo, y para el libro recién reeditado. De modo que, con ese conocimiento sólidamente convertido en acervo propio, acompañado del estudio de las obras de Eugenio María de Hostos que he mantenido de manera ininterrumpida durante cuarenta años, puedo señalar hoy, no sin un audacia acaso temeraria de la que estoy consciente, que podemos hallar en Hostos una cierta convergencia con esa teología revolucionaria capaz de cohabitar amable y fraternalmente, como sabemos, con propuestas del socialismo marxista.
Estas ideas que sostenemos contravienen una parte del canon sagrado que ha configurado otro tipo, muy diferente, del “mito biensonante” predicado por la escuela hostosiana mayagüezana que tanto hemos combatido desde que se articuló. Este otro canon es tan difundido, tenaz y sordo, que ni siquiera puede diferir con indiferencia contra nuestra tesis, porque no solo se niega a discutirla, sino incluso a oírla. La hemos expuesto oralmente ante un público discreto a lo largo de este 2019 en Cuba, República Dominicana y Mayagüez, y por escrito en las páginas de 80 Grados y ahora en Archipiélago, de México. Solo hemos recibido un muy limitado eco. Mas es importante establecer que no se trata de una breve intuición nuestra, como la hemos expuesto en los casos antes mencionados, sino el producto de un estudio y análisis amplio que esperamos publicar en un libro.
En cuanto a Hostos, pareciera que le ocurre aun aquello que lo persiguió, y de lo que se quejó, su vida entera: la incomprensión de sus contemporáneos, tantas veces plasmada en circunstancias muy diferentes, como cuando la encumbrada clase política puertorriqueña se negó a oírlo y discutirlo a su regreso a Puerto Rico en 1898. Todo el que se vuelve contra un canon se ve condenado al ostracismo. No obstante, reconocidos autores que gozan del aprecio de la élite intelectual sobre Hostos, han sostenido, por ejemplo, que se pueden señalar importantes aspectos de las ideas económicas de Hostos que no coinciden con el capitalismo (por ejemplo, J. C. López, y C. Rojas Osorio); o que Hostos compartió innegables puntos de vista con el socialismo anarquista de Proudhon (por ejemplo, W. Samot, Luisa Navarro); o que Hostos demostró a las claras sus simpatías con los revolucionarios franceses que defendieron sus posiciones de clase obrera, temprano en la década de 1870 (por ejemplo, C. Vázquez, F. Córdova Iturregui).
Nuestra tesis parte de la interpretación, que desde hace muchos años sostenemos, sobre la política desarrollada por el que hemos llamado “joven Hostos”, es decir, el de la época española. Hemos sostenido como parte de ese desarrollo, que no solo cabe apuntar, como lo hace Germán Delgado Pasapera, cuán diferente era para él –Delgado Pasapera– el mal alegado reformismo autonomista del joven Hostos, que, a su juicio, tenía “un tono distinto” y un “estilo” diferente al de los tímidos pronunciamientos de otras reformistas”, sino que esa etiqueta, afirmamos por nuestra cuenta, nunca le ciñó al punto, porque era parte del vestuario colonialista que a Hostos siempre le repugnó. Nada apartó a Hostos, y nunca se apartó, de sostener la necesidad de la libertad de Puerto Rico y Cuba. La libertad para todos los pueblos era una condición sine qua non de la misma existencia. Para ganar la independencia de Puerto Rico, Hostos reservaba su propia vida. Mas ese Hostos, antimonárquico y republicano, absorbió además, aquellas ideas claramente vinculadas con la revolución proletaria propuesta por la Primera Internacional de los Trabajadores, haciéndolas suyas desde su juventud, al menos desde 1868.
Esos prolegómenos no fueron ideas pasajeras como las del socialismo del joven Unamuno, pues nunca lo abandonaron. Aunque Hostos no llegó a extenderse en ellas en ningún texto o tratado, sí las introdujo como pieza de su visión de mundo, y se sirvió de ellas, de manera intermitente pero constante, hasta su muerte. Por eso pudo, repetidamente, buscar en bases materiales fundamentos de la libertad, y de una audaz vida democrática inopinadamente vinculada con los derechos inalienables del individuo que es la base social. Por eso también pudo aconsejarle a José M. Mestre en 1870 –representante de Cuba en Nueva York– fundar la aspiración a la independencia y a la libertad de Cuba, en las bases materiales que gestionó con ese fin durante su estadía en Colombia en 1870, centrando en ellas “el futuro de la independencia”. Así lo reconoce el historiador cubano Emilio Godínez Sosa.
El vínculo que atrevidamente establezco entre Hostos y la Teología de Liberación se basa en la naturaleza moral y materialista en que Hostos enraíza su doctrina revolucionaria para el proletariado y los oprimidos. Es decir, Hostos señala algunos fundamentos, al respecto de la necesidad de esa revolución, inferidos de una economía política que no le fue ajena. Empero, su fundamento más original, lo formula a partir de los corolarios ineludibles del profundo y complejo desarrollo que hizo de la “moral social”. Es eso lo que lo distingue y aparta de la teoría socialista –marxista-leninista– que conocemos. Y es, precisamente, por los imperativos inducidos de su moral social, no por los religiosos –de los que se mantuvo al margen, pero no ajeno–, que Hostos entronca con esa teología de la liberación que predicó la justicia y el socialismo humanista, en “el reino de este mundo”.
A fin de cuentas, la defensa de los oprimidos y explotados, los descamisados y pobres de la tierra, de “la mujer, de los indios, de los chinos, de los huasos, los rotos, los cholos y los gauchos, otros tantos esclavos de la desigualdad social” (Obras completas, II, p. 121), es parte fundamental de esa teología, como lo fue de Hostos. En la defensa de esas reivindicaciones, abnegada hasta el martirio, estriba en parte la actualidad y el valor revolucionario de Hostos. Mas esa agenda social de libertad, Hostos la reservó, como tenía que hacerlo, para activarla tras la independencia. Esa, precisamente, es la doctrina que predicó en el “Programa de los Independientes” de 1876.
El “mito biensonante” del Hostos autonomista, adherido al capitalismo clásico, tiene, temprano o tarde, que insertar y conciliar, en su lectura canónica, textos que no desaparecerán de sus Obras completas.