Imagen de la mujer deportista
*Extractos del libro La imagen de la mujer deportista puertorriqueña, 1960-2014, que se presentará el próximo jueves 5 de marzo a las 7pm en la Casa Olímpica.
Delia Lizardi Ortiz
La mujer como objeto de estudio dentro de la historiografía puertorriqueña ha sido enfocada mayormente dentro de los análisis de participación política, económica y por último social. En los últimos años ha habido cambios en la forma de mirar el pasado, y por lo tanto el presente, dentro de lo que conocemos como estudios culturales. Esta nueva perspectiva ha logrado profundizar en el estudio de nuevos temas, los cuales se enfocaban tradicionalmente en la historia militar, política y económica de un país o un grupo. En la actualidad podemos observar diversos aspectos y ampliar nuestras investigaciones sin que ésto no sea visto totalmente como una irracionalidad. La sociedad es vista, analizada y estudiada como un conglomerado de componentes diferentes, no como un grupo unilineal y homogéneo.Las mujeres deportistas en Puerto Rico no han estado exentas de estos postulados hegemónicos masculinos que han obstaculizado y minimizado su participación dentro de la actividad deportiva local, regional e internacional. Han sido pocos los directivos e instituciones deportivas puertorriqueñas que han cuestionado y fomentado la posible participación de las mujeres en los deportes. Desde comienzos del siglo XX algunos de estos debates han girado en torno a la capacidad física de éstas para poder acceder a una práctica deportiva que por décadas ha sido dominada por el género masculino, tanto en su práctica como en su administración. Estas discusiones planteaban que la mujer debía participar en deportes, como señalaba Emilio Huyke que “no la obliguen a perder su femineidad en la práctica”. Dentro de esta “pérdida de femineidad” no se logra entender explícitamente cuales son estos significados, ya que éstos no están expuestos. Muchas deportistas de Puerto Rico han tenido que luchar con tenacidad para poder integrarse a una práctica deportiva -donde los cuestionamientos sobre su femineidad, su preferencia sexual y la exposición de su cuerpo son más explotados que su capacidad para realizar una faena deportiva- y sobresalir en él.
Por lo tanto es indispensable cuestionarnos ¿Qué es lo femenino? ¿Quién decide que es lo femenino? ¿Quién decide cuáles deportes pueden ser practicados por la mujer puertorriqueña? ¿Qué pasa cuando éstas desean realizar prácticas deportivas que no han sido “avaladas” ni fomentadas por las administraciones deportivas del país? ¿Qué opinan las mujeres sobre ésto? ¿Existe resistencia o se toma como mandato las posiciones y/o decisiones de algunos? ¿Qué tiene que decir la sociedad sobre ésto? ¿Qué elementos culturales apoyan, ignoran o entorpecen esta participación? ¿Qué es el deporte? ¿Existe sólo uno? ¿Es el deporte sólo una actividad física o hay elementos de la cultura que están impresos en esta práctica? ¿Qué es la cultura? ¿Cómo es la cultura puertorriqueña? ¿Es homogénea esta cultura o tiene diferentes vertientes? ¿Quién apoya cual? ¿Qué relación tiene el deporte con la cultura? ¿Cómo los medios de comunicación ayudan o entorpecen esta participación? ¿Cómo han resuelto, si han resuelto, las mujeres de otros países estos conflictos, si existieran? ¿Cuál(es) ideología(s) domina(n) el(los) discurso(s) sobre la mujer atleta en Puerto Rico? ¿Es la misma atleta la que compite o ha habido cambios en las percepciones de ésta?
El deporte no está exento dentro del concepto hegemónico masculino. Según Antonio Gramsci hegemonía significa “la forma en que grupos dominantes de una sociedad, buscan ganar el consentimiento de los grupos subordinados en una sociedad”.[2] Por lo tanto, las prácticas culturales deportivas concernientes a la sociedad son aplicadas bajo el poder y control del género masculino. Las políticas aplicadas, las prácticas de consumo, la prioridad y el apoyo tienen un fin masculino. La parte femenina se encuentra en una zona tumultuosa donde la mayoría de las políticas culturales se enfocan hacia el mundo de la belleza, el deporte no es entonces otra cosa que el medio para lograr un cuerpo no el fin mismo de su práctica.
Peter Burke plantea que la historia cultural busca darle visibilidad y sentido a la otredad. ¿Qué son entonces las mujeres deportistas en Puerto Rico sino ese “otro” elemento que no cuenta en la construcción de nuestra historia colectiva? Como ejemplo tenemos la trágica muerte de casi todo el equipo nacional de voleibol que falleció en un viaje aéreo de República Dominicana a Puerto Rico. ¿Conoce la gente sobre las jugadoras que perecieron o se recuerda más a su entrenador Juan Ramón Loubriel?
Mujer en el deporte puertorriqueño
El tema de la mujer en el deporte puertorriqueño ha sido estudiado de manera superficial, pero con más formalidad, a partir de finales de la década de los sesenta. Tovar[1] menciona algunos datos sobre la participación de algunas mujeres en el ámbito deportivo hasta comienzo de los años setenta, utilizando la figura de Rebekah Colberg como ejemplo. La Enciclopedia de Grandes Mujeres sólo le dedica una biografía a Rebekah Colberg Cabrera[2], mencionándose sus hazañas deportivas, pero no las luchas que tuvo que llevar contra el andamiaje gerencial deportivo en la Isla.
Entre los primeros trabajos donde se menciona la participación femenina de una forma más consistente es en el tomo “Los Deportes”[3] escrito por Emilio Huyke para la Enciclopedia Colecciones Puertorriqueñas de 1968. Este tomo enciclopédico se circunscribe a dos páginas escritas sobre la participación de la mujer, específicamente en deportes donde no se vean involucrados los conceptos de feminidad prevalecientes de la época. Se desglosa hasta la década de los sesenta un recuentos de medallas ganadas por puertorriqueñas, al igual de los deportes considerados aptos para éstas. Dentro de los relatos que se incluyen tanto en la sección de “Mujeres en el deporte” como alguna mención en otros capítulos, se exaltan las “características femeninas” que poseen las jugadoras puertorriqueñas mientras se cuestiona el género de deportistas de otras nacionalidades.[4] Las dos deportistas más exaltadas por el autor lo fueron Rebekah Colberg y la nadadora Anita Lallande.
El profesor Jalil Sued Badillo plantea en su libro sobre las mujeres taínas que ellas eran buenas nadadoras, guerreras, la práctica del juego de la pelota y el areyto. Expone el autor que estas actividades eran compartidas entre hombres y mujeres sin diferenciación por género. Las mujeres también podían fungir como maestras de ceremonia en los areytos, logrando ocupar el puesto más importante en dicho ritual.
En la década de los setenta varios periodistas deportivos, entre ellos Elliott Castro y Carlos Uriarte realizan una serie de trabajos periodísticos investigativos, específicamente en el semanario Claridad, sobre la mujer en el deporte puertorriqueño, específicamente en el caso de varias atletas que atravesaban problemas con directivos de diferentes federaciones deportivas puertorriqueñas por casos de discrimen de género.
Pasan más de veinte años para que realice el primer trabajo académico sobre la mujer deportista con enfoques en aspectos culturales, participativos, deportivos, educativos y de empleomanía. La autora, Francisca Concepción, trabaja su tesis doctoral “La mujer puertorriqueña en el Deporte” enfocada en lo que ella llama tres periodos claves de la participación femenina de las atletas puertorriqueñas y en las agencias encargadas de promover el deporte isleño. Además, recurre a la utilización de biografías de atletas puertorriqueñas de alto calibre según los deportes que han sido parte de la masificación en la Isla. Por otro lado, en momentos analiza la problemática surgida con las atletas puertorriqueñas y mantiene la información concerniente como un misterio en el cual no quiere abundar. Concepción, junto a la profesora Áurea Echevarría, parte de este trabajo de tesis, para publicar el libro Tres mujeres deportistas, un discurso patriarcal, donde se enfoca en las vidas deportivas de la maratonista Angelita Lind, la multideportista Rebekah Colberg y la tenista Beatriz “Gigi” Fernández. Este trabajo tampoco discute problemas que estas atletas tuvieron contra el andamiaje patriarcal administrativo. Dos tesis se han trabajado entre las décadas del 80 y 90 enfocados en aspectos psicológicos de las atletas universitarias y las atletas de alto rendimiento.
Por último el texto La mujer puertorriqueña en su contexto literario y social de la autora Ruth Amarilis Cotto que dedica una página a exponer sobre los comentarios de la prensa deportiva del país hacia la participación de las mujeres como una “paternalista y sexista”, las búsquedas de identidad sexual de atletas y la poca participación de mujeres en puestos administrativos.
A principios de este milenio surge la publicación del libro Deporte e Identidad, Puerto Rico y su presencia deportiva internacional (1930-1950)del Dr. Félix Huertas, donde resalta la figura de Rebekah Colberg en su ejecutoria deportiva, dejando fuera todos los problemas que tuvo Colberg como mujer deportista. Este trabajo presenta las aportaciones masculinas a la construcción de una identidad deportiva nacional y basa toda esta construcción bajo esa mirada.
En Puerto Rico estas investigaciones se encuentran aún en su etapa inicial, específicamente en un renglón donde es más importante resaltar las hazañas personales de unos cuantos atletas que profundizar en las desigualdades y conflictos que no promueven una participación más presente en términos de práctica deportiva activa, recreativa y de espectadora de las mujeres en la Isla. La investigación científica sobre la mujer atleta se ha supeditado en su mayoría a los aspectos fisiológicos que resultan de la práctica deportiva. En el 2004, bajo la incumbencia de la gobernadora Sila Calderón, se crea el Instituto del Tercer Milenio para el Desarrollo del Deporte Femenino Puertorriqueño bajo el Departamento de Recreación y Deportes donde se intenta promover, entre otras cosas, investigaciones dentro de otras corrientes de estudios. Este programa continuó bajo la gobernación de Aníbal Acevedo Vilá y desde el año 2008 se encuentra inactivo.
Dentro de estas nuevas corrientes de estudio relación mujer-deporte a nivel psicológico podemos citar el trabajo del Dr. Fernando Aybar Soltero “Conflicto de roles de la mujer atleta” donde se trabaja el perfil de la atleta y lo que socialmente se plantea como femenino dentro del deporte. Además, explora sobre las percepciones y conflictos de roles de las mujeres atletas puertorriqueñas tanto a nivel autoevaluativo como la percepción que generan en las demás personas. Como punto débil de la investigación está el hecho de que el cuestionario utilizado Role Conflict Perception. The female athlete and role conflict de Sage y Loudermilk, el cual fue traducido al español para este trabajo- es obsoleto en términos investigativos ya que este fue creado en 1979 y su contenido a perdido validez. Por último encontramos el trabajo en conjunto de las profesoras Enid Rodríguez y Diane Hill sobre las experiencias de un grupo de atletas puertorriqueñas de alto rendimiento en el artículo “Sexual Harassment perceptions among Puerto Rican female former athletes”.
Este trabajo busca analizar la imagen de la mujer atleta en la segunda mitad del siglo XX y comienzos del siglo XXI. Antes de la década de los sesenta la participación femenina dentro del deporte en Puerto Rico era una limitada, más aun, la participación se circunscribía a mujeres pertenecientes de una élite social. Los programas deportivos en escuelas y clubes estaban limitados al sector masculino. Por otro lado, a pesar de que las mujeres tomaban cursos obligatorios de educación física en las universidades existentes, estos cursos estaban enmarcados en las diferencias físicas y culturales entre hombres y mujeres: clases de calistenia, gimnasia rítmica, natación y deporte de no contacto como el voleibol y el tenis, que no fueran en contra de la feminidad y la docilidad de la mujer. A partir de la década de los setenta, con la implementación de la ley conocida como Título IX, el gobierno de los Estados Unidos obliga a todas las instituciones deportivas que reciben fondos federales, incluyendo las universidades en sus posesiones, a equiparar los recursos materiales y económicos en la creación, apoyo y seguimiento de la misma cantidad destinada a los equipos deportivos masculinos establecidos para los equipos femeninos.
Es a partir de este periodo de los setenta que surge un pequeño intento de masificación del deporte femenino. No podemos decir que esta masificación fue sólo el resultado de la implantación del Título IX, sino que hay que establecer la lucha de otros sectores no de constitución legal-jurídica, sino de componentes sociales, entre ellos las mujeres deportistas que lucharon contra los cánones culturales de la época posterior a la Segunda Guerra Mundial. Es además, a partir de este periodo, que una cantidad mayor de mujeres se incorporan a la vida deportiva de diferentes formas: en calidad de atleta, recreativo, salud, físico, de apoyo y espectadora. Esto ha creado fricción entre sectores de nuestra sociedad que sostienen la imagen de cierta feminidad en la mujer. Esta creación victoriana de la imagen de la fémina complaciente, trémula, enfermiza y sometida queda atrás cuando un grupo de atletas femeninas cuestionan a través de su ejecución deportiva estos cánones sociales y culturales. Deportes no masificados intencionalmente para el sector femenino como el baloncesto, softball, atletismo y judo toman auge en este periodo en algunas mujeres. Por otro lado grupos de deportistas son introducidos o prefieren mantenerse dentro de ciertos deportes calificados como “femeninos” por el poco contacto que tienen entre jugadoras: gimnasia, voleibol, tenis, nado sincronizado, entre otros. Lamentablemente al grupo de atletas de deportes de contacto se les tilda de poco femeninas y muchas veces de homosexuales, mientras que a las segundas se les clasifica como las bellezas del deporte.
Es muy poca la producción de textos que se enfoquen en el desarrollo del deporte femenino en Puerto Rico, por lo que el análisis profundo sobre las atletas y mujeres que se ejercitan en términos históricos e historiográficos es muy pobre. Muchos de los trabajos producidos enfatizan en la ejecución deportiva masculina sobre la práctica femenina. Lo que se ha publicado tiene una memoria biográfica de mujeres que han sobresalido en algún deporte. Otros mencionan someramente las participaciones femeninas enfocadas en la idealización de la mujer atleta femenina. Los reportajes periodísticos, que es la mayor producción con un enfoque a la mujer deportista, perpetúan los conceptos de la belleza, la feminidad, el cuerpo y la sexualización de la atleta.
El énfasis de este trabajo desemboca en presentar a las atletas fuera de clasificaciones de identidad de feminidad socialmente construidos y en un mundo de resistencia ante la hegemonía masculina. Se comparará como el cuerpo de las atletas ha cambiado de ser uno crítico a un objeto de consumo y como ella misma se ve dentro del mercado. Se indagará las razones culturales y de poder que llevan a las mujeres puertorriqueñas a practicar ciertos deportes sobre otros y como estos deportes responden a unas imágenes que culturalmente se reconocen como femeninas. De cómo ha pasado de ser una espectadora pasiva a tener una posición activa dentro del mundo deportivo y dentro del consumerismo que ello envuelve. Se trabajará la influencia de los deportes de otros países en la cultura del deporte nacional femenino. Se profundizará en las construcciones de lo femenino, las masculinidades, la homofobia y la heterosexualidad. Por último se elaborará la construcción de la imagen de la mujer deportista a través de la prensa escrita en Puerto Rico.