Ineke Cunningham, in memoriam
Recuerdo haberle compartido mi plan de estudio, el cual Ineke leyó detenidamente y me invitó a su casa a discutir. A lo largo de una grata tarde en su hermosa residencia llena de lindas plantas, perritos y obras de arte que compartía con su amado esposo Larry, me planteó una serie de preguntas que me ayudaron a definir y refinar esa investigación que comencé en el 2005 y que aún continúa siendo parte central de mi trabajo académico.
No fue hasta años más tarde que caí en cuenta que Ineke había sido colega de mi madre María Milagros (Mili) López. Puede parecer ingenuo, pero entre el trauma y la distancia las piezas no me habían caído en su lugar. Luego, cuando volvimos a hablar, Ineke me contó sus recuerdos de mi madre, quien murió en el 1997. Hablamos de su suicidio (el de mami) y del cáncer que acechaba a Ineke ya para entonces durante un almuerzo en el Mall of San Juan. Yo nunca había ido al dichoso Mall e Ineke insistió en que era un ejercicio etnográfico el ir allí a ver cómo se creaba un espacio para un mercado de lujo del cual pocos boricuas podrían participar excepto como empleados y me invitó a almorzar. Le gustaba reírse de las tiendas vacías y los locales sin alquilar, con esa risa sarcástica que hay que usar para no morir de rabia en Puerto Rico. Ineke no parecía tener miedo a su muerte. Ella estaba muy clara y convencida de que iba a vivir con la mayor felicidad y gusto posible mientras pudiera. Me dijo que cuando ella quisiera irse lo haría. Yo le aseguré que la comprendía, la apoyaba y más que nada la quería y apreciaba mucho.
Ineke siempre fue muy generosa conmigo, inclusive cuando me encontraba ignorante sobre algo en particular o cuando estábamos en desacuerdo. Siempre fue una presencia muy ecuánime en mi vida; su casa un lugar donde se podía esperar recibir honestidad intelectual y también cariño. En el 2012 cuando me denegaron un trabajo en la UPR-Río Piedras después de haberme entrevistado, Ineke me aseguró que ella estaba indignada y que la plaza debió haber sido mía. Me permitió llorar mi desilusión en sus brazos y me ofreció su mejor consuelo. Desde ese entonces siempre me preguntaba que cuándo yo iba a regresar a Puerto Rico y yo me quedaba sin saber qué decir, llorosa, añorando el regreso y sin saber cómo lograrlo, ni qué contestar. Algún día espero poder encontrar la manera de hacerlo y cuando así sea me acordaré de Ineke.
A través de los años, Ineke continuó siendo un apoyo moral e intelectual para mí hasta su muerte el 16 de noviembre de 2017. Una mujer poco pretenciosa pero alegre, con una sensibilidad práctica tan característica de su origen holandés, y un gran amor por nuestra gente, Ineke dedicó su vida al servicio de Puerto Rico. Por Facebook continuó compartiendo sus experiencias médicas y de tratamiento para que otros aprendieran de ellas. Además, su análisis político y cultural siempre se enfocaba sobre la colaboración, la autonomía para Puerto Rico y la importancia de la solidaridad.
En uno de sus últimos comentarios en Facebook justo antes del paso del huracán María, escribió: “Esta noche cierren sus ojos y traten de mantener la calma y la paz. En la lucha del Hombre y la Naturaleza, la Naturaleza es la más poderosa. Obviamente, vamos a ver mucha destrucción. Pero también podemos descubrir que dar la mano y compartir lo que hay nos provee serenidad y un sentido de propósito.
Es tiempo que pensemos cómo nuestros estilos de vida están afectando el clima. Muchas personas piensan que sus acciones individuales no tienen mucho impacto. Difiero; muchos granitos individuales hacen una playa. Pon tu ego al lado y mira qué podemos hacer para que las corporaciones y gobiernos cambien sus políticas. Un abrazo y mucha paz. Ineke.” La vida de Ineke Cunningham pone en evidencia este último punto, toda vez que sus aportaciones a nuestra comunidad no se han limitado a la academia, sino que demuestran su compromiso con el conocimiento como proyecto colectivo y de liberación.
Maestra, colega, científica, feminista, aliada de las comunidades LGBTQ+ y VIH positivas, luchadora por la justicia social; una mujer imprescindible y ejemplar. Una boricua honorífica que a su vez nos honró con la magnitud de su intelecto y su amor, y nos refugió en el calor de su amistad a muchos y muchas que aprendimos tanto de ella. Gracias, Ineke, por ser ejemplo de vida. Que descanses en paz. Te recordaremos siempre.