José Carrión III y el Trumpismo
Si Carrión apoya el trumpismo es evidente que él es un promotor de una economía política donde el poder económico/político está monopolizado por la “Nueva Aristocracia,” que son eficaces practicantes del arte de consolidar sus privilegios, pero en el trumpismo la economía es un juego que suma cero, y ese acaparamiento de la riqueza se logra en contra de los intereses materiales de la clase media y la clase baja (Matthew Stewart 2018). En el trumpismo, hay una estructura social con tres clases sociales: el 0.1% más rico en EE.UU. es dueño del 22% de la riqueza, el 9.9% más rico que le sigue tiene cerca del 58% de la riqueza, y está el resto de la sociedad. Mientras tanto, aquellos con ingresos de menos de $35,000 en EE.UU. sufren mucho más de enfermedades tales como la diabetes, del corazón, obesidad crónica, del hígado, y de los riñones, etc. (Stewart 2018).
La nueva aristocracia que promueven trumpistas como José Carrión III es ese 10% más rico, y me parece absurdo que en una isla tan empobrecida como la nuestra, resulta que el que más manda es alguien que apoya políticas públicas que están en contra de la gran mayoría aquí.
Pero, es peor que eso. El trumpismo no es cualquier fenómeno dentro del desarrollo político estadounidense. En el pasado, el Partido Republicano de gente como George Bush padre era un partido de derechas, pero aceptaba las premisas de la democracia liberal.
El trumpismo es un fenómeno muy distinto. Trump es un nacional-populista de extrema derecha, aunque claramente todavía no es ni Mussolini ni Franco. Pero, sin embargo, su modus operandi (igual que el de otros líderes como Viktor Orbán) exhibe rasgos reminiscentes del autoritarismo de derechas del siglo 20. El trumpismo tiene en común con ese autoritarismo la añoranza por un pasado mítico: la “nación” gloriosa, lo cual se ha perdido debido al liberalismo cosmopolita y el universalismo igualitario (Jason Stanley 2018: 4). Otro rasgo en común del trumpismo y el autoritarismo del siglo 20 es al anti-intelectualismo. El debate inteligente es imposible sin una educación de calidad, sin centros de investigaciones académicas, sin una cultura de respeto y valoración del conocimiento, y sin atención a la riqueza del lenguaje (Stanley 2018). La hostilidad de Carrión III y la JCF contra la Universidad de Puerto Rico demuestra su anti-intelectualismo trumpista.