La Ceiba de la Playa
“El cielo está sostenido por los árboles.
Si el bosque desaparece, el techo del cielo del mundo se derrumbará.
La naturaleza y el hombre perecerán juntos…”
–Pensamiento taíno
A la entrada del Campamento Playas pal Pueblo, en el terreno donde se pretendía privatizar para construir un condo-hotel con cientos de estacionamientos, nos recibe una joven Ceiba, de apenas diez años, que se levanta libre y majestuosa en resistencia, desafío y unidad con los ciudadanos que defienden la playa y su entorno.
Esta joven Ceiba, de la familia Pendantra, fue sembrada en abril de 2005 en los días que comenzaba la lucha para salvar cinco millas de playa en el área de Isla Verde. Su siembra, protagonizada por un grupo de jóvenes defensores de los recursos naturales, marcó y patentizó la resistencia y el desafio contra los desarrollistas y los funcionarios que pretenden sembrar asfalto y cemento en el último espacio libre de ese litoral. Hoy, diez largos años después, esa resistencia y desafío sigue presente e incólume.
La Ceiba es símbolo de resistencia. Su gran tamaño, denso follaje, enormes raíces y tronco y ramas espinosas, asi lo determina. Es un árbol de dimensiones majestuosas; alcanza los setenta metros de altura y su tronco grueso puede llegar a medir mas de tres metros de diámetro con contrafuertes. Produce frutos en forma de cápsulas leñosas que al abrirse dejan salir doscientos o más pequeñas semillas, de cuatro a ocho milímetros de largo, adheridas a finas fibras algodoneras blancas y muy suaves (como algodón) que popularmente se conoce como “pochote” o “kapok” y que se usaban como material de relleno para almohadas, colchones, salvavidas y otros objetos; así como material aislante en hieleras. Sus semillas pueden ser facilmente transportadas por el viento hasta grandes distancias y son lo bastante ligeras para flotar en el agua. Pueden conservar su capacidad de germinación haste seis meses si se les conservan almacenadas y protegidas.
En Puerto Rico, la Ceiba es hábitat de aves nativas como el Pitirre, la Tórtola Cardosantera y otras, que construyen sus nidos libres de depredadores terrestres. Sus flores abren de noche, por lo que son una fuente importante de alimento para los murciélagos y las alevillas. En los bosques y planicies no sólo proporcionan sombra y riego a la flora que crece debajo, sino que también es hábitat para muchos animales.
Para los mayas la Ceiba o Yaxché, era un árbol sagrado, cósmico, centro o eje del mundo y además, hermano. Era el acoplamiento de cielo y tierra. Creían que sus ramas soportaban a los cielos, mientras que sus raíces eran los medios de comunicación entre el mundo de los vivos y el inframundo. De esa manera, la Ceiba o árbol hermano, no podía ser destruido, ni derribado, dado su origen sagrado. Además, era ubicado en el centro de los lugares públicos ceremoniales.
La Ceiba proviene de América, aunque con la división de los continentes hace millones de años, se propagó al África, especialmente a la zona (oeste) más próxima a America del Sur.
Según una de nuestras leyendas, los cuerpos de la taína Guanina y el español Sotomayor fueron enterrados, juntos, al lado de una enorme Ceiba y desde entonces se dice que cuando el viento agita de noche las ramas del frondoso árbol y se ven dos luces muy blancas de luciérnagas o cucubanos, son los espíritus de Guanina y Sotomayor que flotan, danzan y se funden, cantando la dicha de estar unidos para siempre.
La Ceiba de la Playa resistirá y permanecerá con la ayuda e integración de todos y todas. Resistirá como las Ceibas de Vieques, Quebradillas, San Germán, Río Piedras y Ponce, entre otras. Resistirá como lo hizo Agueybaná el Bravo, Betances, Hostos, Albizu, Lolita, Rafael, Filiberto y Oscar…