La espantosa complicidad
Fea y enorme, espantosa, es la complicidad que los profesores por contrato de los sistemas universitarios del país hemos ondeado desde siempre. Soy una de ellas, lo he sido desde hace muchos años. He alzado la voz, sí, y lo que más hemos logrado, algunos de nosotros, han sido reuniones que siempre (ese siempre de siempre) acaban con la alegación de no hay fondos y de pasar la bola de cancha en cancha. Así pues, hemos estado jugando con ese balón, en el buen sentido del juego/trabajo, desde hace mucho tiempo y si no movemos el botecito, para calcar la expresión anglo, o si no levantamos la voz una y otra vez, escribimos, y hablamos, parecería que nada ocurrirá.
Constituimos cerca del 85 % del cuerpo de profesores de varias instituciones; la Middle States Association (MSA), entidad reguladora con siglas en inglés, lo dice una y otra vez, llama la atención a los administradores, y a los regidores de las instituciones, algunas de ellas operando como negocios con fines de lucro. Es de conocimiento general, no hay que citar las fuentes. La complicidad, a veces, se extiende extramuros universitarios y nos percatamos de que es así porque cuando conversamos en torno al tema, el/la interlocutor/a asiente, consiente en definir la situación como “explotación, “abuso”, hay algunos que hablan hasta de “afrenta” (como la afrenta de Corpes en el Poema de Mio Cid), y algunos la llaman “oprobio”.
Sin embargo, desde siempre, también, los profesores por contrato sacamos a la luz las razones por las que no alzamos la voz con mayor fuerza, las razones por las que no nos convertimos en eslabones (enlaces, juntes) que configuren un collar para así, unidos, –las y los profesores por contrato de todas las universidades del país-, alzar la voz y abrazar la acción de manera organizada, propia y que solicite al unísono la equidad. Sí, equidad, de eso se trata. De igualdad, justicia, aún de equilibrio, tres nociones que deben adornar los sistemas universitarios, deben adornar la praxis pedagógica universitaria. Los profesores por contrato, muchos de nosotros, somos también los que tenemos las evaluaciones estudiantiles y de pares más altas; somos los que no faltamos a las clases; los que corregimos trabajo tras trabajo y no buscamos la vía corta de exámenes y pruebas de “Escoge” y clases de Power Point, a veces en cargas descomunales que requieren del profesor una carga de trabajo que cansa el cuerpo y el ánimo; los que tenemos como norte contribuir a que el estudiante entienda, haga suyo y relacione la materia trabajada con su vida; somos los que entendemos que la calificación es parte del “sistema” y que hay que ofrecerlas, pero que sabemos que más allá (y más acá) de la calificación hay un espacio, a veces intangible, que es el que decide si hemos logrado nuestro cometido de comunicar bien la materia que enseñamos y haberlo hecho permitiendo a los estudiantes formularse preguntas y llegar a sus propias conclusiones luego de sacar de sí mismos sus respuestas.
Las razones que enunciamos para “justificar” nuestros silencios y nuestras inacciones son: nuestra vocación; nuestra urgencia económica; nuestro compromiso con la educación; nuestra responsabilidad y deuda con Puerto Rico; nuestra convicción que en el aula se ayuda a salvar una patria; nuestra convicción de que, como dijo el poeta Fernando de Herrera: “La Lengua es el arma del imperio”; nuestro gusto por compartir el conocimiento; nuestra esperanza de que algún día (y eso lo pensamos siempre) a los administradores del momento, -que en algún tiempo de su pasado fueron profesores por contrato-, se les active la solidaridad y la empatía y no adjudiquen su hacerse la vista larga, su inacción y desentendimiento responsabilizando al “sistema’, la subestimación más punzante que alguien desde una “silla de poder” (efímero como el arte de moda) puede esgrimir de alguna manera “ninguneando” al ser humano/categoría universitaria: “profesor por contrato”. Nos olvidamos, a veces, del Ubi Sunt.
Ahora bien, ¿qué hacemos? Aquí, en este texto, “busco…”, como buscó la voz poética “en lo cerrado salida”, en la novela “El curioso impertinente”, intercalada por Cervantes en el Quijote, con una diferencia: diferente al texto poético, no creemos (porque escribo yo pero somos más) que lo que gestionamos sea imposible, más aún: sabemos que es probable, que es una categoría que implica más que “lo posible”.
Hoy elijo compartir con ustedes estos pensamientos y ayer elegí abrir un blog, espacio en el que publicaré este escrito que reproduciré en las redes sociales. Al elegir: opto, prefiero y voto, -son sus sinónimos-,y hablando de votos, me parece una gran oportunidad que nuestros candidatos a la gobernación del PNP, PPD, PIP, PPT, MUS y PPR se recuerden, con vigor y palabra, -escrita y oral-, de ese 85% de la población académica del país en varias instituciones universitarias e incorporen en sus respectivos parlamentos de programas su compromiso con la equidad a quien tiene el compromiso de hacer un mejor Puerto Rico, compartiendo el conocimiento desde el aula y, a veces, desde la escritura. Ese porciento de nuestra población tiene trabajo, sí, pero, -agradeciendo los servicios de los plomeros que hacen que nuestra agua circule y fluya por los conductos-, un compañero trabajador/perito plomero gana más que un profesor universitario a veces con un doctorado de una universidad Ivy League y dos o tres maestrías de otras buenas universidades de aquí y acullá. ¿Que los grados académicos no importan? ¿Que un autodidacta puede enseñar mejor que alguien con grados académicos? Pues cambiemos el sistema, el universitario, digo. Eso, sabemos, es otro cantar. Ojalá llegue el día en que logremos “eso”, de seguro que muchas arcas se devaluarían; quizás ese “eso” se encuentre a una distancia media en el espacio y en el tiempo. Mientras tanto, seguimos en el “esto” de hoy, en lo que he llamado la espantosa complicidad. Cómplices somos si no alzamos la voz y actuamos. Tenemos trabajo, sí, pero no se nos trata con equidad. Nosotros, los profesores por contrato, no tenemos derecho a: desempleo, plan médico, vacaciones, ni tenemos seguridad de empleo.
Se trata, pues, de equidad. ¿Verdad?
Publicado originalmente en el blog de la autora: Barandilla y Banderilla