La espiritualidad en la gesta histórica de José Martí
“Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y deshacen”.
–José Martí (1853-1895)
El amor, como energía revolucionaria en Martí, fue desarrollado originalmente por la intelectual cubana Fina García Marruz en el libro que lleva ese mismo título. Se escribió originalmente en el 1973 y 1974, pero se imprimió en una revista estudiantil de poca circulación veinte años después (1992). Posteriormente, en el 2004, fue por fin publicado masivamente por el Centro de Estudios Martianos de La Habana. El atraso en el estudio e investigación de la vertiente espiritual del pensamiento martiano se debe a que se ha preferido privilegiar sus otros roles de político, poeta, periodista, educador, maestro, crítico de arte, entre otros.
Algunos sectores ideológicos en el pasado han entendido que el amor martiano está reñido con el prototipo del combatiente feroz y aguerrido. Cada vez son menos los que aún no comprenden que es el amor lo que inspira y caracteriza al verdadero revolucionario. En este contexto histórico, el objetivo de mi investigación es analizar la visión espiritual del prócer, de manera integral, como parte de su ideario. De esa forma se podrá entender mejor su monumental obra, como un todo y no de manera fragmentada.
En esencia “El Apóstol de Cuba” defendió con extraordinaria lucidez y pasión que el ser humano tiene dos dimensiones esenciales: la material y la espiritual. De ahí su célebre frase: El hombre no es lo que se ve, sino lo que no se ve. Esta línea de pensamiento martiano de la dualidad del ser humano es su hilo conductor espiritual, desde su desgarrador escrito “El Presidio Político en Cuba”, publicado durante su primer destierro en España en 1871 hasta “El Manifiesto de Montecristi”, realizado dos meses antes de morir en combate en Dos Ríos, Cuba, en 1895.
A lo largo de su evolución y maduración intelectual y espiritual, Martí fue desarrollando una cosmovisión original que no se puede enmarcar exclusivamente en ninguna filosofía o dogma religioso particular. Como parte de mi investigación, he concluido que las influencias espirituales más evidentes –a lo largo de su corta vida de cuarenta y dos años– fueron: el cristianismo, la masonería, el espiritismo, las culturas originarias de nuestra América, las filosofías orientales y las ciencias espirituales o metafísicas.
Su modelo de hombre fue Jesucristo, de quien aprendió a través de la lectura y el estudio profundo de la Biblia en Isla de Pinos, en las postrimerías de su encarcelamiento en Cuba y antes de ser desterrado por primera vez a Madrid. El Padre José de la Luz Caballero fue su intelectual preferido por su vocación en la educación de los niños y su sensibilidad espiritual.
Sus estudios exhaustivos sobre la espiritualidad se hacen más abarcadores e integrales por el impacto de sus diversas estancias y vivencias en Cuba (1853-1870 y 1878-1879), España (1871-1874), México (1875-1878), Guatemala (1876-1877), Nueva York (1880-1881 y 1882-1895) y Venezuela (1881-1882).
También desarrolló su pensamiento espiritual, conspirando y organizando la revolución a través de Estados Unidos, sobre todo con la emigración de tabaqueros cubanos y puertorriqueños de Tampa y Cayo Hueso del estado de la Florida. En todos esos países y ciudades bebió de todas las religiones, mitos ancestrales y filosofías para llegar a sus propias conclusiones. En el fondo de su profunda espiritualidad habita esa energía del bien y del amor a la que refieren el insigne intelectual cubano Cintio Vitier y el filósofo japonés Diatsu Ikaeda en el creativo libro a dos manos, “Diálogo sobre José Martí, el Apóstol de Cuba”.
Al indagar sobre su concepto de Dios y el alma, Martí se inspira a través de su hermosa y conmovedora poesía:
“Dios existe en la idea del bien, que vela el nacimiento de cada ser y deja en el alma que se encarna una lágrima pura. El bien es Dios, la lágrima pura es la fuente del sentimiento eterno”.
Para Martí, la verdad es el amor y por eso dice con claridad deslumbrante: “La única verdad de esta vida y la única fuerza es el amor. En el está la salvación, y en el está el mando. El patriotismo no es más que amor”… “El amor es el lazo de los hombres: el modo de enseñar, el centro del mundo”.
La finalidad de toda la vida y obra de El Apóstol es que el ser humano desarrolle relaciones de amor con sus semejantes y con la naturaleza, creando un equilibrio. Esa es la cosmovisión o filosofía martiana, que trasciende su compromiso político y evoluciona hacia la dimensión más sublime de la espiritualidad.
Para Martí la Revolución no es solo un proceso para transformar las formas legales del gobierno, la conquista de la independencia y la justicia social. Su coherente filosofía del amor, la moderación y el equilibrio del mundo lo encaminan hacia el objetivo esencial de la creación de un “hombre nuevo y superior”, que sobrepasa el enfoque estrictamente material.
Ese florecimiento espiritual en Martí se produce, inicialmente, a los dieciséis años, en su dolorosa y tortuosa experiencia carcelaria trabajando doce horas diarias debajo del sol con un grillete, durante seis meses, en Las Canteras de San Lázaro en La Habana. La acusación y condena llamada “infidencia” se origina en una carta enviada a un condiscípulo que se había enlistado en el ejercito invasor español.
La Revolución para Martí es, pues, un medio para lograr el fin, que él mismo llama “la elevación espiritual”. Esta se logra a través de hacer el bien a los demás sin importar su clase social, color de piel y raza, pero sobre todo sin odios, ni venganza.
De ahí, su concepción de “La Guerra necesaria” y la “Guerra sin odios”, donde a pesar de utilizar el método de la lucha armada, promueve los valores espirituales de la solidaridad, la ética, la compasión, la bondad y el perdón. Contrario a como se ha difundido por décadas, estos son esencialmente valores espirituales, no solo humanos. Lamentablemente todavía hay sectores que se resisten a estudiar y divulgar la hermosa vertiente espiritual en Martí.
Veamos cómo visualiza la música al aconsejar a su hija de crianza María Mantilla. La música, expresa; “es la forma más bella de lo bello”. Constituía uno de sus más anhelados momentos de relajación y meditación: “La música que expresa y sienta, no hueca y aparatosa: música en que se vea un pueblo o todo un hombre, hombre nuevo y superior”.
De lo anterior surge mi crítica a la proliferación del reggaetón en su expresión más vulgar en Cuba y el resto del mundo. Pues promueve la subcultura de la exaltación de los bienes materiales y de la mujer como objeto sexual. Esta es la antesala de la corrupción y el egoísmo rampante –promovido por el gran capital– que se originó en Puerto Rico, subsidiada por el narcotrafico.
Pero Martí profundiza mucho más y explica genialmente cómo se expresan ambas dimensiones, la material y la espiritual, desde su original pensamiento dialéctico y a la vez científico:
“Que cada gramo de materia traiga en sí un gramo de espíritu, quiere decir que lo trae, mas no que la materia produjo al espíritu: quiere decir que co-existen, no que un elemento de este ser compuesto creó el otro elemento. Y ese si es el magnífico fenómeno repetido en todas las obras de la naturaleza: la co-existencia, la interdependencia, la interrelacion de la materia y el espíritu”.
Por todo lo anterior, invito a reflexionar sobre el preámbulo de la nueva Carta Magna de la República de Cuba, desde el pensamiento integral y espiritual de El Apóstol. Seámosle fieles a Martí, un ser iluminado, en su aspiración principal: cultivar el amor, como la inspiración y energía fundamental de la Revolución Cubana y del equilibrio del mundo. El socialismo, la dignidad plena y la justicia social solo se construyen y fundan desde el amor, según el más universal de todos los cubanos. Así debe rezar en el preámbulo de la nueva constitución cubana.
“Con todos y para el bien de todos” y “no son en vano la verdad y la ternura”, son frases de Martí para aplicar a nuestra vida diaria, no solo para declamarse o aprenderse de memoria. El amor martiano es la medicina para el egoísmo, la terrible enfermedad del espíritu humano en estos tiempos. Ese cáncer nos está llevando hacia la hecatombe de nuestra civilización en respuesta de la madre naturaleza a nuestra avaricia.
“Se ha de ser abundante, por la ley del equilibrio, en aquello que los demás son escasos”, recomienda José Martí.
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Referencias Bibliográficas:
“El amor como energía revolucionaria”. Fina García Marruz. Centro de Estudios Martianos (CEM), 2004.
“Lo ético-cristiano en la obra de José Martí”. Rafael Cepeda. Comisión de Estudios de Historia de la Iglesia en Latinoamerica, CEHILA-Cuba, 1992.
“Ese Sol del mundo moral”. Cintio Vitier, Editorial Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2015.
“Diálogo sobre Martí, el Apóstol de Cuba. Daisaku Ikaeda y Cintio Vitier. CEM, La Habana, 2015.
“Vida y Obra del Apóstol”. Cintio Vitier. Fondo Cultural del Alba, La Habana, 2006.
“Diccionario Pensamiento Martiano”. Ramiro Valdés Galarraga. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007.
“De todas partes, perfiles de José Martí. Pedro Pablo Rodríguez. CEM, La Habana, 2017.
“Martí El Apóstol”. Jorge Mañach. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2015.
“De las dos Américas”. Pedro Pablo Rodríguez. CEM, La Habana, 2010.
“Dolor Infinito”. Raul Rodríguez La O. Ediciones Abril, La Habana, 2007.