La futurología y el resurgimiento del “Peligro Amarillo”
La espinosa crisis económica ha provocado incertidumbres y ansiedades entre los estadounidenses, muchos están muy preocupados por el desempleo creciente y una economía débil. El nativismo xenofóbico ha sido la reacción de muchos de ellos, particularmente de los blancos, lo que es típico de los tiempos de crisis económica. Los inmigrantes, específicamente los inmigrados ilegales del tercer mundo, son los chivos expiatorios de esa fobia ultranacionalista. Estos son responsabilizados por la situación económica del país y por el desempleo entre los nativos, y por ello son desvalorizados, rechazados y atacados. También lo son las naciones que compiten con Estados Unidos en la economía mundial. Pero, la devaluación de esos muchos otros foráneos es simultáneamente la afirmación de la identidad estadounidense. No es entonces extraño que las campañas políticas de los demócratas y los republicanos proveyeran la ocasión para que estos, incluyendo a los candidatos presidenciales, reafirmaran la identidad nacional. Mientras que uno de los candidatos afirmaba una identidad nacional que apelaba a la clase media, el otro exaltaba el capital nacional. Ambos candidatos presidenciales, Obama y Romney, aprovecharon sus campañas para reafirmar la identidad nacional, de paso reciclando la vieja noción del excepcionalismo estadounidense. Barack Obama, desplegando la inmodestia de aquel que toma por cierto la excepcionalidad americana, figuró al país que preside como la única nación indispensable del mundo, lo que equivale a decir que el resto de las naciones son simplemente prescindibles. Mitt Romney, por su parte, prometió que lucharía para que Estados Unidos siguiera existiendo como el “mejor país de la tierra,” al que también figuró como la “esperanza de la Tierra”.
Aparte de los candidatos presidenciales varias organizaciones, en su mayoría conservadoras, contribuyeron a la reafirmación de la identidad nacional estadounidense durante la campaña. Algunas de estas, incluyendo el Tea Party, invocaron las aprensiones y temores del público con respecto al futuro de la nación. Algunas incitaron la mencionada xenofobia recóndita de muchos estadounidenses blancos valiéndose de la llamada “amenaza amarilla” Estas organizaciones revivieron la idea de que la expansión del poder y la influencia oriental-asiática representan una amenaza inminente para los Estados Unidos. Efectivamente, durante la campaña política las referencias al alegado poder de la República Popular China sobre los Estados Unidos fueron frecuentes, todas representando a ese país asiático como una amenaza real y grave al bienestar económico de Estados Unidos. Para Romney, como me recordara un colega y amigo, Mario R. Cancel, China representaba una amenaza al trabajador común americano y cuestionaba por ello los esfuerzos de Obama para estrechar relaciones con la República Popular China. Obama constantemente atacó las políticas económicas de esa república a la vez que su administración se esforzaba por mejorar las relaciones políticas y económicas entre ambas naciones.
La cuestión china abundó en los anuncios políticos pagados y popularizados por las mencionadas organizaciones. Un ejemplo de esa tendencia es el anuncio Chinese Professor divulgado en conjunto por dos organizaciones conservadoras Citizens Against Government Waste (CAGW) y Americans for Prosperity Foundation (AFP Foundation) en la televisión y el Internet. El anuncio, una crítica a las políticas económicas del Presidente Obama, invocaba lo que para muchos nativistas sería un escalofriante y potencial escenario futuro, la caída del imperio estadounidense y su subordinación a la República Popular China. En el anuncio, que toma lugar en el 2030, un profesor chino ofrece una conferencia a sus estudiantes sobre la caída de los grandes imperios a lo largo de la historia. El profesor explica, refiriéndose a esos imperios, que estos cayeron porque cometieron el mismo error: darles la espalda a sus principios. Usando como ejemplo a Estados Unidos este les revela a sus estudiantes que el gobierno de ese país, abandonando sus ideales, trató de salir de una recesión mediante paquetes de estímulo, más impuestos, cambios a las políticas de salud, la nacionalización de industrias, y el aumento de la deuda pública. Al final, el profesor, con una sonrisa sarcástica, les dice a sus estudiantes que, puesto que la República Popular China era dueña de una gran parte de la deuda estadounidense, los americanos terminaron trabajando para los chinos.
El anuncio es indudablemente xenofóbico y anti-Chino, aparte de anti-Obama. En adición, el anuncio no solo admite que Estados Unidos es un imperio sino que además promueve la xenofobia. Pero, lo que muchos estadounidenses considerarían un escenario ulterior alarmante, que la República Popular China se convierta el único poder hegemónico mundial, es improbable. Ciertamente, no existe un plan chino para destruir el imperio estadounidense. Tampoco existe un Fu Manchú, el genio criminal de las novelas de SaxRhomer, obrando la hecatombe del imperio. Y los estadounidenses no terminarán subordinados políticamente a la República Popular China. Lo que sí es probable es que en las próximas décadas Estados Unidos tenga que compartir, como nunca antes, su mando del sistema mundo. Y no solo con la Unión Europea y Japón sino con la República Popular China y otras potencias emergentes como India y Brasil.
Aunque no sea el único escenario posible la eventualidad de un mundo multipolar es evidente. Esa contingencia, aunque inadvertida por muchos ya ha sido anunciada no solo por los estudiosos del sistema mundo y otros marxianos, sino inclusive por los propios futurólogos de los cuerpos oficiales estadounidenses. Para todos estos si bien Estados Unidos continuará siendo un actor político y económico poderoso su dominio desmedido sobre el orden mundial disminuirá. Chinese Profesor va más lejos y sugiere que la República Popular China sustituiría a los Estados Unidos como centro hegemónico. Pero, y repito, la eventualidad de un globo multipolar donde Estados Unidos sea uno de varios polos (el más poderoso) ydonde algunas potencias emergentes (China, India y Brasil) sean cabos importantes, esto a medida que aumentan su poder e influencia en los asuntos políticos y económicos mundiales, es mucho mas probable. Esa es precisamente la eventualidad descrita por el National Intelligence Council (2004) en su reporte Mappingthe Global Future:
At no time since the formation of the Western alliance system in 1949 have the shape and nature of international alignments been in such a state of flux. The end of the Cold War shifted the tectonic plates, but the repercussions from these momentous events are still unfolding. Emerging powers in Asia, retrenchment in Eurasia, a roiling Middle East, and transatlantic divisions are among the issues that have only come to a head in recent years. The very magnitude and speed of change resulting from a globalizing world—apart from its precise character—will be a defining feature of the world out to 2020. Other significant characteristics include: the rise of new powers, new challenges to governance, and a more pervasive sense of insecurity, including terrorism. As we map the future, the prospects for increasing global prosperity and the limited likelihood of great power conflict provide an overall favorable environment for coping with what are otherwise daunting challenges. The role of the United States will be an important variable in how the world is shaped, influencing the path that states and nonstate actors choose to follow. (9)
Y añaden:
The likely emergence of China and India, as well as others, as new major global players—similar to the advent of a united Germany in the 19th century and a powerful United States in the early 20th century—will transform the geopolitical landscape, with impacts potentially as dramatic as those in the previous two centuries. In the same way that commentators refer to the 1900s as the “American Century,” the 21st century may be seen as the time when Asia, led by China and India, comes into its own. A combination of sustained high economic growth, expanding military capabilities, and large populations will be at the root of the expected rapid rise in economic and political power for both countries. (9)
En ese estado de fluidez mundial China es uno de, y el más importante, competidor de los Estados Unidos, uno al que Estados Unidos le debe mucho dinero. Es en ese contexto que debemos entender el resurgimiento de la amenaza amarilla.
En la próxima columna continuaré discutiendo la futurología oficial estadounidense y lo improbable de que China, al menos por el momento, se convierta en el próximo centro del sistema mundo actual. Discutiré también la falta de atención entre los puertorriqueños al futuro económico y político de los Estados Unidos.