La imagen que encendió la pradera…
Cuaderno de la peste
Ciudad de Nueva York, 14. 7. 2020
PASIÓN Y MUERTE DE GEORGE FLOYD
“Ah, I can’t breathe, man.” GGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGG(Bajo arresto policial)
GG“Please, please let me stand.”
GGGGG“Please, the knee in my neck.”
GGGGGGGG“I can’t move.”
GGGGGGGGGGG“Mama! Mama!”
GGGGGGGGGGGGGGGGG“My stomach hurts, my neck hurts, everything hurts.
GGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGG“Just some water or something, please.”
GGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGG“You’re gonna kill me man.”
GGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGG“I cannot breathe”
El cine nos educa en su reconstrucción histórica del pasado, o la realidad inmediata de la vida contemporánea al convertirnos en testigos de la violencia ya sea en ejecuciones extrajudiciales, sumarias y arbitrarias. Lo hemos comprobado en las imágenes realistas sobre la esclavitud en las Antillas Hispánicas en las cintas cubanas La última cena –1976, de Tomás Gutiérrez Alea y Plácido – 1986, de Sergio Giral. Ambas nos instruyen sobre el grillete: arco de hierro con una cadena asida al pie; el cepo: esclavo encorvado, cabeza y extremidades insertas en cinco boquetes circulares conformados en dos tablas rectangulares engarzadas entre sí; el carimbo: tenaza de hierro candente “al rojo vivo” para estampar las señas del amo sobre la piel. El látigo; la crucifixión: cabeza del esclavo enganchada en rústica cruz; la escalera: víctima va atada a la estructura para infligirle tortura corporal durante el interrogatorio. Todas, escenas necesarias en el contexto narrativo específico del celuloide de exposición y denuncia de los abusos del pasado durante cuatro siglos de esclavitud institucionalizada como modo de producción en las Américas.
Otro referente contundente aparece en el drama histórico El Santo Oficio – director Arturo Ripstein, guión de José Emilio Pacheco, México 1974. La película revela la persecución inquisitorial y represión contra los cristianos nuevos o judeoconversos, acusados de criptojudaísmo. La iglesia católica utilizó el garrote vil como instrumento represivo de Estado (pena capital impuesta en España y sus colonias, 1820 a 1978). La muerte ocurre por estrangulamiento mecánico: el cuello del condenado agarrado dentro de una argolla o gargantilla de hierro que el verdugo irá torciendo hasta hacerlo expirar. Esta técnica nos va acercando, nos catapulta por su parecido al modelo en discusión que ha estado siendo utilizado últimamente por un número de agentes del orden en los Estados Unidos. Habíamos visto por televisión en 2014 el estrangulamiento arbitrario del ciudadano negro Eric Garner durante su arresto policial. Tal acción nos condujo simultáneamente hacia un objetivo visual específico colocándonos de cara a la tortura y a la muerte como deporte. El drama histórico 12 Years a Slave – 2013- USA, por Steve McQueen es un excelente ejemplo del pasado. Nos preguntamos si nos estarán obligando a dar un salto retrógrado a la barbarie, para repetir el repugnante, bestial e inmoral linchamiento del esclavo ahorcado y ardiendo colgando de un árbol, siendo quemado ante una “plebe” que observa embelesada el doble ajusticiamiento. Resulta inevitable la reminiscencia del circo romano de una época pretérita pre cristiana, y la película Espartaco – 1960, de Stanley Kubrick, guión de Dalton Trumbo, con Kirk Douglas de protagonista. Me parece pertinente recordar y escuchar la balada “Fruto extraño”, cargada de profundo peso histórico, estrenada en 1939, por la inmortal cantante Billie Holiday.
Strange Fruit – autor Abel Meeropol
Southern trees bear a strange fruit
Blood on the leaves and blood at the root
Black bodies swinging in the Southern breeze
Strange fruit hanging from the poplar trees…
Pastoral scene of the gallant South
The bulging eyes and the twisted mouth
Scent of magnolia, sweet and fresh
Then the sudden smell of burning flesh
Here is a fruit for the crows to pluck
For the rain to gather, for the wind to suck
For the sun to rot, for the tree to drop
Here is a strange and bitter crop
Comenzamos a sospechar que algo nos está despojando de la sensibilidad, y la compasión entrenándonos para el “new normal” en materia de ajusticiamiento público. Hemos visto otros incidentes en la pantalla pequeña: un joven negro sale a trotar al parque; dos vigilantes blancos “lo confunden”. Le disparan. Termina siendo cadáver. El 26 de septiembre, 2014, 43 jóvenes mexicanos estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, México, fueron secuestrados por el camino, quedando su imagen borrada de la faz de la tierra. El 2 de octubre, 2018, nos enteramos por los medios de difusión de otro acontecimiento escandaloso para añadirlo a nuestra educación sentimental. El periodista saudí del Washington Post Jamal Khashoggi, quien se había expresado contra la represión autocrática en Arabia Saudita, entra al consulado de su país en Estambul a tramitar documentos de divorcio. No vuelve a salir a la luz, dejando a la novia plantada frente al portón de la calle. Convertido en el cordero sacrificial: cercenado su cuerpo, y colocado en bolsas de desperdicio por un equipo de operativos transportado en vuelo fletado hasta Turquía – país anfitrión– que recuperó una grabación (violando los acuerdos protocolarios) con la huella de su voz durante la tortura. En las altas esferas de Washington, se manejó este crimen de manera light, con la hipocresía de los poderosos. Luego nos enteramos que los norteamericanos habían estado negociando una venta de armas con el gobierno saudí para someter al abatido Yemen. Así continuamos siendo testigos forzados de una realidad que parece ficción por lo absurda y enajenante. Las imágenes trastocadas constituyen el modelo de una distopía o sea, el mundo proyectado en su forma más represiva, alienante y perversa en pleno desacato moral. Para coda un incidente liviano: un hombre pasea por el Parque Central de Nueva York intentando captar en su cámara imágenes de pájaros visitantes… Coincide por casualidad con una mujer blanca que pasea con un perro que anda suelto. Después de un tenso intercambio de palabras con el desconocido, ella alerta a las autoridades policiales ofreciendo un dato sensitivo al identificarlo como “hombre negro”: la vieja clave de la maldad. Al parecer se nos requiere continuar aplaudiendo cortésmente hasta la saciedad o dislocarnos y callar, porque “la muerte verdadera” vuela transmutada en virus letal transmitido por un murciélago diabólico exterminador. Ocurrió esta vez sin ser milagro, que no contaron con el entorno social objetivo ni el factor humano doliente del planeta Tierra y sus habitantes que han estado en peligro de ir cayendo uno a uno, para sumirse en el silencio y las tinieblas por causas de la pandemia ¿bíblica o ecológica? El mundo entero preso y desorientado por las acciones de gobernantes mediocres y sus fanfarrones destilando codicia.
Esta humanidad paralizada con el creciente terror a la muerte, despertó del letargo surgiendo enfurecida al verse una vez más invadida y agredida por una imagen real de la tortura y muerte obscena del ciudadano negro George Floyd. Esposado e inhabilitado, su estrangulamiento se da ante testigos que filmaban implorando a los policías que no le quitaran la vida… La potente imagen recorrió en cuestión de segundos nuestro universo terrenal como “la chispa que encendió la pradera” según la famosa frase, quedando inscrita en tinta de oro. El clamor de las voces se extendió con más fuerza y rapidez que la maldita pandemia. Al sistema policial norteamericano se le está saliendo el refajo y nos está mostrando algo peor. Los afrodescendientes comenzaron a soltar sus relatos de toda una vida sufriendo abusos de poder, violación de derechos civiles, ensañamiento brutal y malicioso de las fuerzas del orden contra mujeres y hombres negros, encarcelamiento masivo por delitos menores dentro de un sistema judicial y carcelario convertido en auténtico negocio comercial que paga impuestos al gobierno. La pobreza, la explotación y el racismo se han estado paseando del brazo como denominador común desde hace siglos, siendo resultante de la duplicidad racial sistemática. La doblez del ser humano reflejada en micro agresiones de carácter cotidiano: el lenguaje cargado de insultos, burlas, insinuaciones, omisiones, chistes bobos. “Ay perdona, olvidé que estabas ahí…” Actos de mala fe en el trabajo disimulados, como el “tira la piedra y esconde la mano…” Según un refrán popular racista “el mejor lugar para un hombre negro es estar muerto, o tras las rejas”.
En estos días se les ha visto llorar de impotencia y dolor ante las cámaras en imágenes catárticas: mujeres y hombres negros, mestizos, bi raciales, agotados por la humillación, ofreciendo su desgarrado testimonio, mientras se lanzan a las calles sin armas, resistiendo, y sin temor al arresto. Para culminar, la protesta espontánea arrastra la furia popular de ciudadanos blancos con alto grado de conciencia cívica y formación política. Al remolino se integraron infinidad de representantes directos de las tribus indígenas de todas las Américas, gente que lleva años batallando y organizándose, “bad hombres” incluidos. Una significativa cantidad de asiáticos made in América, se fueron añadiendo unidos al tropel de boricuas y quisqueyanos curtidos en la protesta, y el día a día de la lucha por la existencia. La indignación justa se ha convertido en grito de carácter universal desde las capitales europeas, y el continente africano, hasta las ciudades de América latina de naciones que han sufrido un fascismo militarista local.
Al alzamiento cívico del pueblo liberal, se une todo aquel que aspire o ejerza un ideal igualitario, sin faltar al llamado la militancia feminista, y los abanderados del derecho a la identidad sexual particular, culminando con los que luchan por la defensa del medio ambiente que de por sí es el proyecto humano universal. Todos por igual exigiendo justicia, derechos y reivindicaciones. “¡Queremos un cambio!”. Un cambio social y económico que favorezca a toda la humanidad, que trascienda los límites nacionales. Arriando las banderas de la nefasta Confederación, derrumbando estatuas y monumentos históricos de muy ilustres esclavistas. De momento en Democracy Now, por (CUNY-TV), canal de la Universidad de la ciudad con su anfitriona Amy Goodman aparece la digna figura de Angela Davis, centrada en su propósito de reforma penal radical, proponiendo la inmediata liberación de los encarcelados, para ofrecerles un programa de educación dirigida hacia la responsabilidad cívica y el trabajo constructivo. Mientras, el periodista boricua Juan González haciendo uso a su derecho constitucional a la libre expresión inserta una denuncia compilada en torno a la represión histórica de los puertorriqueños que han defendido el derecho a la descolonización de la Isla desde el siglo 19. Todo se conjuga con las imágenes de protesta que aumentan día a día porque la violencia del sistema policial continúa siendo abiertamente represiva. No se esconden para ajusticiar al pueblo en llamas, ni han contenido la agresividad de elementos portadores de ideologías supremacistas histórica y jurídicamente proscritas. Nos anuncian que llegó la hora de desalambrar… ¡Buen despertar para una nueva era!