La importancia de no llamarse
A todxs lxs patas, patos y trans anónimxs que han luchado y llorado porque estemos aquí…
¿Qué es ser marica? Sigo sin responder. Ni falta que hace. Algo que ha cuajado ya irremisiblemente es que no hay más identidades que la identidad política, que la identidad estratégica […]. No hay más identidad que la que nos hace estar en contra de la homofobia y la transfobia. -Paco Vidarte, Ética marica
“Sentido común”
Durante las pasadas semanas, y en especial el jueves 16, pensaba como si no fuera de este mundo, como si no viviera en Puerto Rico, como si no fuera de aquí. Desde ese otro lao, resultaba insólito que se estuviera votando, siquiera, por un proyecto que tipificaba la discriminación por orientación sexual. En pleno siglo XXI, en un país que hace alarde de democracia secular, resulta inexplicable que pasemos lo que pasamos muchxs ese día. Los argumentos de la minoría fueron precarios, ignorantes y profundamente ofensivos. Los argumentos de lxs simpatizantes de la medida nos arrancaron lágrimas a algunxs. Pero también nos crisparon los pelos por la insistencia en fundamentar su posición en la Biblia o en ciertas máximas cristianas. ¡Qué miedo más atroz les reportan las amenazas de lxs fundamentalistas! ¡Qué temidas son sus posiciones recalcitrantes! ¡Qué triste es reconocer que así son las cosas en este archipiélago caribeño!Sin embargo, en medio de tanta decadencia, y como suele ocurrir en Puerto Rico, hubo chispas iluminadas e inteligentes. Hubo comicidad y risa. Circuló la esperanza. Se asomó la promesa de un país justo, y eso fue bueno, y nada ni nadie nos lo quita.
El presidente del Senado tuvo un acierto incuestionable: el proyecto 238 es un “asunto de sentido común”. ¿Cómo puede pensarse una Constitución basada en los derechos fundamentales e inalienables si se discrimina abiertamente contra personas diferentes? ¿Cómo puede hablarse de derechos civiles en un país en el que cierto sector religioso, que más bien parece no serlo, vota y cabildea por la discriminación de un sector de la sociedad? Peor aún, ¿cómo los fundamentalistas osan recurrir a dios para justificar la ignominia contra otros seres humanos? Desde luego, qué triste debe estar su dios ante tamaña mezquindad y confusión. Sin duda alguna, este es un asunto de sentido común. Pero cuánta falta nos hace tener un poco más de ese sentido común que nos habría economizado tanta desdicha.
“Lésbicos”
El disparate también hizo su agosto en la casa de las leyes. El senador PNP, José “Joíto” Pérez, se llevó el primer lugar. El muy buen señor tiene amigos lésbicos y los quiere mucho. Imagino que con dicha declaración esperaba la ovación de todxs. En su defecto, se convirtió en el hazmerreír del hemiciclo y de todxs los que seguíamos el debate senatorial.
No obstante, el desatino de tener “amigos lésbicos” tiene el potencial de convertirse en frase lapidaria para destruir las identidades por decreto, las clasificaciones disciplinarias y las exclusiones que traen consigo. Como mi querida amiga Rima, afirmemos, al amparo de la risa y la ironía: todxs somos lesbianxs.
Si algo luminoso nos dejará este proceso, que apenas comienza, es la movilización ciudadana, el concierto de diversos sectores, la identificación solidaria. La lucha por la aprobación de un proyecto contra la discriminación por orientación sexual e identidad de género ha hecho patente la afirmación de identidades políticas y estratégicas que desarticulan las otras: las impuestas, las esenciales, las inventadas para destruir la diferencia, la ambigüedad y la otredad que se resiste a llamarse y a ser.
“Otras nominaciones sexuales”
Otra querida amiga, Ángela Figueroa, suele preferir la afirmación “estoy lesbiana” a “soy lesbiana”. Con ello resume una de las tesis de Foucault en su Historia de la sexualidad. Antes de que llovieran las “nominaciones” –o sea, las designaciones, los actos del nombrar y crear identidades y (a)normalidades– todo lo que había eran acciones, actos, deseos manifiestos de una forma u otra. Todo lo que había era estar.
Cuando el mismo disparatero senador habló de “otras nominaciones sexuales”, no sabía lo que decía y mucho menos lo que ignoraba. No sabía que en su disparate estaba enredada la perversión de las identidades. Esas palabras con que nos han nominado, esas identidades con las que nos han pretendido marcar, son la hechura y la invención de la lógica heteronormativa. Más aún, la una se ha definido por la otra, ignorando, eclipsando y aplastando el amplio espectro de deseos y sexualidades en las que se manifiestan tanto la humanidad como las otras especies.
“No hay más identidad que la que nos hace estar en contra de la homofobia y la transfobia”, refuta Paco Vidarte con sobradas razones. Que esta lucha no se quede en las palabras. Que, en verdad, nos apuntemos en el día a día, en cada ocasión, a combatir la discriminación por orientación sexual y por todas las otras causas. No habrá equidad y no habrá justicia hasta que erradiquemos toda forma de discriminación. ¿Qué es ser lesbianx? Sigo sin responder. Ni falta que hace.