La naturaleza en la sociología de Hostos: aproximación desde la sociología ambiental
Desde la perspectiva de esa cosmovisión, los seres humanos son cardinalmente diferentes de otros organismos vivos y superiores a estos, estando esos otros organismos sujetos al dominio humano. En esa cosmovisión el ser humano es la medida y centro del cosmos y supone también una separación rígida y absoluta entre lo humano y lo natural. La misma también presupone que los humanos son dueños de su destino, que pueden escoger sus fines y aprender lo necesario para producir los medios para realizarlos. La historia humana es, desde esa perspectiva, un progreso continuo. En la cosmovisión occidental la naturaleza es exuberante, poseedora de una enorme riqueza que le provee a los humanos oportunidades ilimitadas. Por supuesto, esa cosmovisión justifica el dominio, control y explotación incesante de la naturaleza.
Según los fundadores de la sociología ambiental esa cosmovisión se configuró en todo un paradigma sociológico, el Paradigma de la Excepción Humana, renombrado más tarde como el Paradigma de los Humanos Exceptuados. Una de sus premisas básicas es que los humanos poseen una herencia cultural, aparte de su herencia genética, que los hace distintos de cualquier otra especie animal. Otra de sus suposiciones es que los elementos sociales y culturales, incluyendo la tecnología, son los determinantes definitivos de los asuntos humanos. El ambiente biofísico es consecuentemente secundario o irrelevante. Finalmente, el paradigma de los humanos exceptuados supone que la cultura es cumulativa, lo que facilita el progreso humano. Este paradigma manifiesta una enorme confianza en la ciencia y la tecnología, en que los avances en ambos campos hacen posible solucionar cualquier problema social o ambiental. Igual que la cosmovisión occidental, este paradigma es antropocentrista, optimista y evidentemente indiferente a los procesos biofísicos y ecológicos. Se trata de una concepción sociológica de los humanos como organismos exentos de las influencias ambientales, como seres independientes de los procesos ecológicos y de sus circunstancias biofísicas. Para Catton y Dunlap, las corrientes principales de la sociología, incluyendo las corrientes clásicas, estaban inmersas en ese paradigma, así como en la cosmovisión occidental.
Algunos sociólogos, como Frederick A. Buttel, criticaron las ideas de Catton y Dunlap con respecto al paradigma de los humanos exceptuados. Este último señaló que el paradigma no representaba un dominio coherente de presuposiciones, que estas no eran internamente estables y tampoco exclusivas. Para él, Catton y Dunlap aglutinaron en un mismo paradigma una gran variedad de perspectivas que eran muchas veces disímiles en su apego a cada una de las suposiciones del paradigma de los humanos exceptuados. Buttel también afirmó que el paradigma no había sido tan determinante de la práctica sociológica como señalaron Catton y Dunlap. Después de la crítica de Buttel, las evaluaciones de la sociología clásica con respecto a las relaciones humanas con la naturaleza se multiplicaron. Muchas de estas evaluaciones plantean que la idea de los humanos como una excepción puede haber sido en realidad más característica de la sociología posterior a la segunda guerra mundial, cuando el énfasis en la tecnología y el dominio sobre la naturaleza fueron muy populares. Estas evaluaciones aclaran que la obra de Emile Durkheim, Karl Marx, Max Weber, entre otros de los primeros sociólogos, fueron más interdisciplinarios y atentos a las interacciones humanas con lo no humano de lo que se había pensado anteriormente. Sin embargo, los estudiosos estadounidenses y europeos de la obra de los primeros sociólogos raras veces trascienden las fronteras geopolíticas de Europa y Estados Unidos para examinar otras sociologías de aquella época. Su negligencia, intencionada o no, continúa reproduciendo el eurocentrismo.
La sociología de Eugenio María de Hostos, uno de los fundadores de la sociología latinoamericana, ha sido una de las inexploradas por los estudiosos estadounidenses y europeos de las primeras sociologías. Si la sociología de Hostos le prestó o no atención al medioambiente tampoco ha sido estudiado por los sociólogos ambientales en esa región del mundo. Pero ese descuido no se ha limitado a los sociólogos europeos y estadounidenses. En Puerto Rico y América Latina, los estudiosos de la obra de Hostos tampoco han examinado su sociología con respecto a las relaciones humanas con la naturaleza. Esto se debe en parte a que en muchos aspectos el estudio de la sociología de Hostos permanece rezagado en comparación con otras dimensiones de su obra intelectual. Uno de los estudios más reciente de la sociología de Hostos aparece en Eugenio María de Hostos y su época: categorías sociales y fundamentación filosófica, de Adriana Arpini. La autora subraya en su libro la importancia del concepto de la naturaleza en la obra sociológica de Hostos. Más recientemente, Mario Cancel Sepúlveda, en una serie de artículos para 80grados, establece los lazos entre la obra sociológica de Hostos y su narrativa creativa. Por otra parte, el número de sociólogos ambientales en Puerto Rico es minúsculo. La mayoría de estos están mucho más interesados en el análisis de los problemas ambientales contemporáneos que en los fundamentos teóricos y filosóficos de su especialidad sociológica. Además, la sociología de Hostos, aunque con un alto valor histórico, no es una sociología a la que recurren los sociólogos contemporáneos. Su sociología no es un modelo que haya sido adoptado, adaptado y aplicado por los sociólogos de hoy, ni siquiera en Puerto Rico, lo que todavía ocurre con la obra de Durkheim, Weber, o Marx.
¿Estuvo Hostos atento de las relaciones humanas con la naturaleza al formular su sociología? Hostos no discurrió nuestro impacto en el ambiente biofísico, los procesos ecológicos en los que estamos involucrados, las condiciones físicas de nuestro entorno social, la degradación ambiental, y mucho menos nuestras relaciones con otros organismos. Hostos tampoco consideró sistemáticamente la influencia del ambiente físico en la sociedad, excepto en su sociopatía y su sociografía, y esto reiterando el determinismo climático o geográfico del barón de Montesquieu. Sin embargo, su sociología no presupuso una disociación absoluta entre la naturaleza y la sociedad. Hostos más bien afirmó la necesidad de que la sociedad, un fenómeno natural, se acomodara al orden natural y sus leyes. Su naturalismo, su evolucionismo cosmológico y sus reflexiones en torno a la geografía y el clima revelan que Hostos, aunque muy lejos de proponer una sociología ambiental o ecológica, si reconoció nuestros vínculos con la naturaleza, al menos en términos filosóficos, virtualmente metafísicos. Como notó Arpini, la naturaleza se manifiesta en la obra de Hostos como un principio constituyente de la sociedad, uno mucho más allá de la historia.
Hostos fue evidentemente un sociólogo naturalista, tanto en términos metodológicos como epistemológicos. Para él, los métodos aceptables de explicación y justificación sociológica eran los mismos de las ciencias naturales. Más aún, el método mismo era natural. Refiriéndose a los procedimientos metodológicos señaló que: “Si se tiene en cuenta que esos procedimientos son, en realidad, y no pueden ser otros que los mismos procederes de la razón en sus funciones, se vendrá en cuenta de que esos procedimientos son llanamente las operaciones naturales de la razón”. Hostos añadió que cualquier método científico correspondía a una o algunas de las funciones de la razón, que estos métodos operaban de la misma forma que la razón, aunque fuesen métodos explícitamente aplicados, encauzados y conducentes a producir conocimientos. Producir esos conocimientos mediante la razón, que requería del uso encaminado de la intuición, la inducción y la deducción, hacía posible ir de la realidad social al orden social y de este a las leyes naturales de la sociedad.
El naturalismo ontológico presupone que todo en el cosmos, incluyendo sus propiedades particulares, está constituido por entidades naturales. Hostos, como otros positivistas, incluyó la sociedad como una de esas entidades naturales. La sociología era según él la “ciencia de la sociedad,” la que “tiene por objeto el estudio de las leyes de la sociedad, con el fin de facilitar el conocimiento de las bases naturales de la organización social” y de lograr “la mayor felicidad posible.” Era una ciencia porque se dedicaba al estudio de uno de los órdenes de la naturaleza, el orden social, con el fin de conocer sus leyes naturales. Para Hostos, todo lo cognoscible podía reducirse a la naturaleza física, la naturaleza moral y la naturaleza social. Estas tres constituían para él la naturaleza en general. La sociología se enfocaba entonces en “un aspecto completo de la naturaleza”. Esa disciplina no podía sino ser una ciencia natural. La posición de Hostos era similar a la de Henri de Saint Simon y Auguste Comte, quienes inclusive se refirieron a la sociología como fisiología social y física social. Para Hostos, las ciencias podían agruparse en tres grupos: ciencias cosmológicas, ciencias biológicas o antropológicas, y ciencias sociológicas. La sociología era desde esta perspectiva el “conocimiento de la sociedad como aspecto integrante de la naturaleza universal”.
Desde la perspectiva de Hostos, la naturaleza social estaba vinculada a un orden natural de la sociedad derivado de lo que llamó las “leyes naturales de la sociedad”. Hostos identificó seis leyes naturales de la sociedad que aparte de estar interrelacionadas eran todas condiciones necesarias para la vida y orden social. Estas leyes están incluidas en la figura 1, citadas directamente del Tratado de sociología. Hostos definió el orden como una regularidad o normalidad positiva, infalible, o incontestable. Según el sociólogo mayagüezano, el orden era el mismo en la sociedad que en la naturaleza, pues la sociedad no era más que una particularidad de la naturaleza universal. Comprender ese orden requería comprender las leyes naturales, de donde se derivaba el orden: “Así, tanto mejor comprenderemos el orden, en la naturaleza y en la sociedad, cuanto mejor conozcamos las leyes en que se funda ese orden. O en otros términos más exactos: cuanto mejor conozcamos que no hay orden si no hay ley de que se derive, tanto mejor comprenderemos que el orden social tiene que resultar de leyes naturales de la sociedad.” Las seis leyes eran para Hostos independientes del “arbitrio del hombre”. Fue probablemente el haber afirmado esa independencia de la naturaleza frente a lo humano lo que no le permitió a Hostos reconocer nuestra participación constitutiva en la transformación de esta.
Como ilustra el mapa visual, Hostos pensaba que, si existía una correspondencia entre la vida social y las seis leyes naturales de la sociedad, entonces se producía el orden natural o social. Pero, si no existía esa correspondencia se producía consecuentemente un orden social artificial, un desorden para Hostos. Sobre esa correspondencia declaró:
De este examen de correspondencia entre todas las leyes naturales de la sociedad y el orden social, resulta que este orden está en la naturaleza misma de las sociedades; que les es connatural; que se desarrolla en razón de la continuidad e influencia con que se aplican las leyes naturales, que se puede promover o favorecer, en un modo fecundo y eficaz, valiéndose de esas mismas leyes naturales y aplicándolas con reflexión, constancia y conciencia, a su objeto natural, que es la producción del orden social.
Hostos insistió asiduamente en que era necesario someter la sociedad a ese orden natural, a lo que debía contribuir la sociología: “Claro y evidente es que la sociedad debe someterse a ese orden natural, puesto que es el único en el cual le seíia dado desarrollar todas las fuerzas naturales y cumplir todos los fines efectivos de la vida social”. La sociología, una ciencia tanto teórica como práctica, debía contribuir a ese sometimiento social a las leyes naturales, a la reproducción del orden social y natural. Si la sociología teórica debía dedicarse al estudio de las circunstancias naturales en que se debía de situar la sociedad, la sociología práctica era la encargada de identificar y estudiar los medios para ajustar o acomodar la sociedad al orden natural.
En fin, para Hostos, aunque lejos de ser un sociólogo ambiental o de proponer una sociología ecológica, existía una relación esencial entre los fenómenos sociales y los naturales, siendo los primeros una particularidad de los fenómenos generales de la naturaleza. Hostos se aferró entonces a una ideología universalista de la naturaleza; todo —físico, moral o social— tenía en la sociología de Hostos, una esencia, la naturaleza, universal en ese sentido. Pero, esa naturaleza universal y esencial, aparte de ahistórica y guiada por leyes infalibles, cumplía funciones ideológicas. Hostos movilizó su ideología de la naturaleza para demostrar y justificar la necesidad de cambios sociales sustanciales, estos a favor de las nuevas clases del Caribe de su época. Pero concuerdo con Arpini en que esa ideología podía fácilmente convertirse, en el contexto del nuevo orden liberal que proponía Hostos, en una herramienta ideológica para legitimar nuevas formas de dominio y control social. De hecho, la sociología de Herbert Spencer, también naturalista y liberal, y que Hostos conocía, terminó nutriendo el darwinismo social de varios liberales estadounidenses, entre ellos William Graham Sumner. Como afirmó Neil Smith, el efecto de la función ideológica de la concepción universalista de la naturaleza ha sido precisamente la conquista, el control de la conducta humana y de la acción social, aparte del dominio sobre la naturaleza.