La paz, según el Nobel
La denuncia estadounidense era explícita. El ejército de Bashar Al Assad había utilizado armas químicas contra su pueblo (claramente en violación de la Convención sobre Armas Químicas) y al cruzar la “línea roja” impuesta por el presidente Barack Obama, una represalia urgente era necesaria para legitimar la autoridad de la administración.
Esta medida de carácter abrupto fue considerada sin que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) hubiera finalizado su investigación. Una columna de opinión de Putin, publicada en la fecha simbólica del 11 de septiembre, dio revés a la situación y extendió el brazo de diplomacia rusa que asombró a muchos. Putin acordó con Assad destruir todo el arsenal químico con el fin de frenar un mayor conflicto.
Según declaró a la prensa Gueorgui Trapéznikov, presidente de la AIUNM, «Vladimir Putin hizo todo lo posible para el arreglo pacífico del conflicto sirio. Con su ejemplo demuestra su apego a la paz en el mundo, pero no de palabra, sino en los hechos”.
Bastaría enfatizar en esa última frase para cuestionarse cuán fiable es el Premio Nobel de la Paz en la actualidad. Aquí vemos una organización, aprobada por el Comité Noruego para hacer la nominación, que establece la prevención de una intervención militar como un factor determinante en el reconocimiento de este líder.
No quisiera entrar en el debate de si fue o no muy pronta su nominación sino en la sospecha que ésta difunde: “promover” la paz (sea o no el término adecuado) en la arena internacional es más importante que suscitarla en el propio espacio nacional. Probablemente, una intervención militar estadounidense en Siria hubiera provocado una guerra de mayores proporciones en la región tras la misiva de Irán de defender a este Estado, y de Israel atacar si, por consiguiente, éste lo hacía. Sin embargo, estos escenarios hipotéticos quedaron descartados con la negociación y en los días posteriores a la publicación de Putin, la discusión pública se inclinaba en si debían quitarle el Nobel de la Paz 2009 a Obama y otorgarle el lauro a su homólogo.
En el ímpetu de la situación, la prensa internacional que dio voz a estas inquietudes fallaba en mencionar el contexto doméstico ruso. En él se puede encontrar una amplia gama de violaciones a derechos humanos que, desde la llegada de Putin al poder a partir del 1999, varían en intensidad: la represión a activistas de la comunidad LGBTQ, el deterioro de la libertad de expresión y prensa que recientemente cobró notoriedad por el enjuiciamiento de las Pussy Riots y en el pasado, no podemos obviar, cobró la vida de las periodistas Anna Politkovskaya y Natalia Estemirova; y la segunda guerra en Chechenia que reforzó la autoridad de la administración regente en materias de seguridad e identidad nacional.
¿Se pueden ignorar estas realidades? Podría esta nominación no ser la selección oficial del Nobel de la Paz 2014, este 11 de octubre, pero lo que sí concierne es el patrón de nominar a políticos por actos no concretados.
Resulta que nominar a Putin al Premio es una respuesta al idealismo de su figura más que a los intereses pacíficos detrás de su acción. Hasta el momento, la ONU prevé que el arsenal de armas químicas sea destruido para junio 2014, dejando en vilo las miles de víctimas de una guerra civil sin final cercano y ahora menos, luego de que la comunidad internacional desistiera cualquier intervención como resultado de la negociación “ilustre”.
A este punto, ¿qué clase de paz defiende el Nobel? El Premio es dedicado a la “persona que haya hecho el mayor o el mejor esfuerzo por la fraternidad entre naciones, haya luchado por la abolición o reducción de los ejércitos existentes y haya celebrado y promovido la paz entre congresos”. Claramente, esta definición sustraída del testamento de Alfred Nobel el 27 de noviembre de 1895, ha tenido que ser reinterpretada para atender las necesidades de nuestros tiempos pero en teoría, la mediación de Putin cumple con los criterios anteriormente expuestos, así como su homólogo estadounidense cuya retórica principalmente le concedió el galardón en el 2009.
No obstante, ¿cuán creíble es el Nobel de la Paz en la práctica? ¿Cuán “útil” es referirse a él cada vez que se busca emular a un líder por su temple y sus acciones? ¿Cómo reconocer a un líder por una “paz” condicionada, a medias, que no se ha cumplido y que en esta ocasión, no se ejerce en “casa”?
Simplemente, ¿cómo? Si en el plano real, de promesas, no vive el hombre.