La política de la anti-política
Dos caras
Este sentimiento tiene dos caras. Por un lado, está más que justificado y es profundamente esperanzador y liberador. Por otro, puede frustrar las aspiraciones de cambio profundo que refleja. Puede ayudar a perpetuar la vieja política que el movimiento desea desmantelar.
Este sentimiento expresa el rechazo de la política puertorriqueña como la conocemos, el rechazo de sus instituciones más destacadas, como los partidos dominantes y sus líderes. Esto se expresa en un repudio de «la política», los políticos y los partidos. Para los que llevan años luchando contra el PPD y el PNP, esto tiene que ser motivo de profunda satisfacción: lo que antes era un sentimiento minoritario, ahora es un sentimiento mayoritario.
Protesten ¡pero no inscriban nada!
Sin embargo, algunos objetan que en ese contexto estemos inscribiendo una nueva alternativa política. A los que plantean esto les preguntamos ¿qué se proponen hacer cuando llegue el 2020? ¿Votar por el PPD? Está claro que sacar a Rosselló ahora es fundamental, pero si no organizamos nuevas opciones ahora, nos quedaremos en el bipartidismo de siempre. Y si no queremos quedarnos en el bipartidismo de siempre, tenemos que inscribir algo ahora.
La política de la antipolítica puede sonar muy radical, pero en la práctica nos deja en el mismo sitio. Los políticos tradicionales la abrazan felizmente. Dicen: «protesten, tumben a Ricky, pero no inscriban nada nuevo, no ‘politicen’ la lucha.» Saben qué, si hacemos eso, si no inscribimos nada, entonces ellos seguirán gobernando. Veamos con más cuidado esta idea de la antipolítica y sus problemas.
Aspectos de la anti-política
Esta idea se manifiesta de distintas maneras. Entre ellas están las ideas de que solo se traigan banderas de Puerto Rico a las actividades, que no se quieren insignias o banderas «políticas» o de partidos; que las marchas pidiendo la renuncia no son políticas, como dice el reportaje que mencionamos; que está mal recoger endosos para inscribir una opción electoral durante las protestas; que los partidos y «los colores» nos dividen; que la corrupción es el principal problema que enfrenta Puerto Rico (esto lo plantea El Nuevo Día constantemente).
¿Marcha apolítica o política distinta?
Decir que la marcha para exigir la renuncia de Rosselló es «apolítica» no tiene sentido. La política está compuesta por las actividades relacionadas con el Estado y con el gobierno. Pedir la destitución de un gobernante es un acto político por excelencia. Difícil pensar en algo que sea más intensamente político que la consigna «Ricky, renuncia». El movimiento para sacar a Rosselló es político. No tiene sentido pretender que «no se politice» algo cuya esencia es política. Cuando el Rey Charlie sale de gira normal con las motoras no se trata de un acto político. Pero cuando moviliza las motoras para exigir la renuncia del Gobernador se trata de un acto político. Todo el que sale a la calle a gritar «Ricky, renuncia» está haciendo política.
Lo nuevo y lo bueno es que el pueblo está haciendo una política distinta, política desde la calle, desde la movilización, sin esperar por partidos o instituciones que son parte del problema. Es una política contra los políticos y los partidos de siempre, pero es política, política distinta, y eso es lo bueno, pero política, al fin y al cabo.
El llamado a no «politizar» es en realidad un llamado a limitar esa política: con lo de no «politizar» lo que nos dicen realmente es «protesten, pero no construyan nuevas opciones políticas», «no inscriban nada». Así, cuando se vaya Rosselló, se quedarán los mismos en el gobierno.
¿Unidad o uniformidad? ¿Mera protesta o propuesta de cambio?
Sin darse cuenta, los que llaman a que solo se traigan banderas de Puerto Rico a las actividades abonan a esa política conservadora. Por un lado, confunden unidad con uniformidad. La unidad tiene que darse en la diversidad. Que venga todo el mundo con la bandera que desee: la puertorriqueña o la dominicana, la del arcoiris, la roja del socialismo o la negra del anarquismo, la del sindicato a que pertenece o la de su religión y también la del movimiento político que impulsa. La movilización no debe ser un espacio de silencio, sino de presentación y circulación de las propuestas para el país de todas las organizaciones que las tengan. No basta con sacar a Ricky: necesitamos propuestas para transformar a Puerto Rico política y económicamente. ¿Y qué mejor espacio para circularlas que en las protestas contra Rosselló? Eso no es «politizar» la lucha, la lucha es política; es asegurarnos de que va más allá de la protesta y eso es lo que no quieren nuestros gobernantes de siempre y los que se benefician de ellos.
¿Partidos que dividen o sociedad dividida?
No es cierto que los partidos «dividen al pueblo». Los partidos pueden desaparecer mañana y la sociedad puertorriqueña seguirá siendo una sociedad profundamente dividida. Puerto Rico es una sociedad capitalista, con uno de los índices de desigualdad económica más altos en el mundo. Es una sociedad de clases. Está dividida entre ricos y pobres, patronos y trabajadores, entre una clase que trabaja para vivir y otra clase que vive de nuestro trabajo, entre acaparadores y explotados. Los partidos no dividen al país. El país está dividido. El problema es que los partidos que nos han gobernado representan un lado de esa división: representan a las clases poseedoras y acaparadoras, y no a la gran mayoría desposeída. El problema no es que los partidos nos dividan: el problema es que los acaparadores tienen sus partidos y nosotros no tenemos quién nos represente. Por eso quieren que no se inscriba nada nuevo: no quieren que tengamos nuestras organizaciones que los reten.
¿La corrupción o el gobierno de una clase privilegiada?
Tampoco es cierto que la corrupción sea el obstáculo fundamental al desarrollo económico. La corrupción es un problema gravísimo. Pero decir eso es quedarse a mitad del camino. ¿De dónde surge la corrupción si no es de unas políticas económicas que privilegian el enriquecimiento privado sobre todo lo demás? Para que florezca la corrupción se necesita al político que se vende y al empresario y los intereses privados que lo compran.
El mayor obstáculo al desarrollo económico son las reglas del capitalismo colonial que nunca ha creado empleo suficiente en Puerto Rico, para no hablar de lograr un desarrollo económico estable y balanceado. Echarle la culpa a la corrupción y a los partidos es otra manera de evadir el problema fundamental. A la clase empresarial boricua, que emprende muy poco, le encanta decir que los «partidos» son el problema, cuando para ver el problema debieran mirarse en el espejo.
Recordemos cómo empezó la administración Rosselló: aprobando una reforma laboral con el aplauso de las organizaciones patronales, quitándole derechos a las y los trabajadores del sector privado y eliminando la Comisión que auditaría la deuda. Nuestro problema no es la «política» ni los partidos en general: son esos partidos patronales que nos han gobernado por décadas. Ahora los empresarios se unen al pueblo a pedir la renuncia de Rosselló. No tengamos ilusiones de unión con estos señores: son los que gobernaron hasta ayer a través de Rosselló y quieren seguir gobernando con alguna nueva cara.
¿Las mejores personas sin partidos?
Algunas personas con buenas intenciones dicen: no necesitamos partidos, solo poner a las mejores personas en los puestos en que mejor pueden desempeñarse, sin «divisiones de colores». La idea de las mejores personas para cada puesto es inobjetable. Pero no basta con eso. Las personas necesitan un programa, unas políticas que implantar. Puerto Rico tiene problemas fiscales, contributivos, económicos, ambientales, urbanísticos, etc. que exigen propuestas integradas y coherentes. Exigen, repetimos, un programa. Y ese programa tiene que plantear si favorece la propiedad pública o la privatización, las contribuciones regresivas o progresivas, las escuelas públicas o las chárter, pagar o cancelar la deuda, y muchas otras cosas.
No basta con escoger las «mejores personas». Incluso las mejores personas pueden tener ideas terribles. Necesitamos entonces un programa y gente organizada que lo apoye y candidatos que lo representen y endosos que permitan inscribir el movimiento: es decir hace falta un movimiento político. Si no se le quiere llamar partido para distinguirlo de la vieja política, perfecto. Pero necesitamos eso, con el nombre que sea. De otro modo, como dijimos, sacamos a Rosselló y nos quedamos en lo mismo.
La diferencia entonces no es que ellos hagan política y nosotros no; que ellos tengan partidos y organizaciones políticas y nosotros no; que ellos tengan banderas políticas y nosotros no. La diferencia es o debe ser que nosotros hacemos una política distinta, en las urnas y en las calles; que ellos hacen política para las clases poseedoras y nosotros políticas para los desposeídos, para el profesional asalariado o independiente, para el pequeño comerciante o pequeño productor, los trabajadores y trabajadoras, para las mujeres, estudiantes y el ambiente.
Acabemos de sacar a Rosselló y construyamos esa nueva alternativa política.
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[1]https://www.noticel.com/la-calle/el-pueblo-afirma-su-poder-en-marcha-historica-apolitica-y-multigeneracional/1098512652