La responsabilidad rectora y la UPR
Luego de leer la columna de Jorge Giovanetti en torno a la rectoría de la UPR (El Nuevo Día, 18 de abril de 2014), nos parece importante destacar que, más que la cuestión en torno al consenso de un candidato, lo más elemental es acentuar las cualidades que se requieren para asumir la responsabilidad de nuestro más importante centro docente.
Nadie puede negar que asumir dicha responsabilidad exige disponer de capacidades intelectuales y administrativas. Pero dado que se trata de una posición de poder, que incide sobre la vida de toda una comunidad universitaria, son las cualidades personales las que deberían ponderarse con particular cuidado. Recordemos –y es importante salir de la desmemoria para no caer en la impunidad y la impudicia– que la historia reciente del Recinto de Río Piedras ha hecho claro los estragos de la Rectora Ana Guadalupe, quien usó y abusó del cargo que se le había confiado, concentrando en su escritorio la fuerza decisional de los destinos de todo el Recinto.
Bastan dos ejemplos entre muchos: por un lado, la decisión de la entonces rectora Ana Guadalupe de cerrar en el 2011 el Instituto de Estudios Hostosianos, desconociendo con ello el legado de uno de los más ilustres pensadores y educadores de este país e ignorando también el esfuerzo de quienes allí trabajaban. Por otro lado, su rechazo a la persona recomendada por el comité de consulta de la Facultad de Ciencias Sociales para la posición del Decanato; además del trastoque del proceso académico que se llevó a cabo en ese momento con tal de imponer a una persona de su confianza (2012), que es actualmente candidata a la rectoría, pone en evidencia la actual delicada situación del Recinto de Río Piedras.
Independientemente de la validez que al día de hoy se le otorgue a los procesos de consultas de la Universidad, es preocupante pensar que el estilo autoritario, al cual se intentó poner un alto con el cambio de dirección en Rectoría en 2013, pueda volver para perpetuarse o incluso exacerbarse en nuestro atribulado Recinto.
Más que el asunto del consenso, sea quien fuera el candidato, su persona no debería estar avalada por llanas consideraciones políticas ni fáciles exposiciones mediáticas. Pensamos que habría de ser alguien de reconocida integridad, temperancia y respeto para con sus pares, pues la ética de un sujeto no se sostiene solamente por las palabras sino también por los actos que la acompañan. Estas son cualidades indispensables con las que debe contar aquel o aquella que venga a ocupar la posición de rectoría del primer centro docente de nuestro país.