La vida y obra de Fernando Picó: Un legado basado en la praxis
Su objetivo fue que todos sus estudiantes participaran; en especial, los más callados que se sentaban en la parte de atrás del salón. Siendo uno de esos estudiantes, evitaba mirarlo directamente a los ojos para que no me escogiera. No obstante, me escogía para participar frecuentemente y pensaba que mi nombre era Roberto.
El segundo curso que tomé fue Historia de la Grecia Clásica. En este curso yo estaba sumamente perdido porque leíamos textos históricos y tragedias griegas a la vez. Era una mezcla entre historia antigua y mitología que parecía no tener concordancia, pero poco a poco fui comprendiendo los elementos del curso hasta que fueron enlazándose. Probablemente, el momento más notorio para todos mis compañeros fue cuando teníamos asignada la lectura de Agamenón de Esquilo. Al haber poca participación durante la discusión, me preguntó a mí. Ya que no había leído, no sabía cómo contestar su pregunta. Procedió a darnos una prueba corta semanal que nos obligaba a leer meticulosamente. Luego de un tiempo, nuestra preocupación acabó cuando mencionó jocosamente que salir bien en las pruebas cortas solo daba un máximo de cinco puntos de bono.
Hace un año lo conocí de otra forma. Al finalizar la clase me preguntó si lo podía ayudar a buscar unos libros en la Librería Norberto González. Al llegar, le pregunté para qué necesitaba tantos libros y ahí me habló sobre el proyecto de educación universitaria en las cárceles. Pasados unos días, me dijo que quería que yo fuera con él a sus clases en el Complejo Correccional 292 de Bayamón y accedí sin pensarlo dos veces. Cuando aprobaron mi entrada, Picó me dio la bienvenida al reino de Kafka. Afortunadamente, lo acompañé en un sinnúmero de ocasiones al 292. Durante los primeros meses, él lideraba la discusión para el grupo completo. Recientemente, dividíamos el grupo en dos y yo tuve el honor de llevar a cabo la discusión con uno de esos grupos. Esto me ayudó a pensar más críticamente, a adquirir mayores destrezas comunicativas y a confiar más en mí. Por todo esto y más estaré eternamente agradecido hacia Picó y a esos estudiantes que aportaron grandemente a mi desarrollo.
A Fernando Picó le apasionaba enseñar. Durante su último día en la Universidad, todos los que estuvimos en el Centro de Investigaciones Históricas fuimos testigos de lo fuerte que era esta pasión. A pesar de las dificultades que confrontaba, necesitaba enseñar. Cerró con broche de oro su último día como profesor dando todas sus clases, leyendo documentación histórica y estando acompañado de personas muy queridas por él.
El 27 de junio de 2017 me enteré temprano en la mañana de que lamentablemente había fallecido. La noticia fue muy dolorosa ya que perdí a un excelente profesor, mentor y amigo. Ese mismo día, decidí que era mejor no asistir a mis últimas clases del día para poder ir a dar la noticia a nuestros estudiantes del 292. Éramos sus dos asistentes de cátedra y Edna Benítez Laborde, profesora que ha sido parte esencial del reinicio y de la continuidad del proyecto de rehabilitación carcelaria por medio de la educación universitaria. No había personas más vinculadas para informar lo sucedido a nuestros estudiantes. Esto, debido a que nosotros colaboramos, apoyamos y ayudamos directamente a Picó en la mayor medida posible durante esta travesía maravillosa.
Algunos estaban ya enterados, otros no. Las reacciones fueron variadas: unos pocos se mantuvieron calmados, varios no lo podían creer y otros estaban notablemente afligidos. Todos, aunque algunos no lo mostraran visiblemente, de alguna manera u otra sintieron esta pérdida desgarradora. Para muchos sería impensable que un complejo correccional de máxima seguridad estuviera lleno de dolor, cariño, apreciación, empatía y silencio.
Al conversar con este grupo de estudiantes se puede percibir la huella profunda que dejó la vida y obra de Fernando Picó. Más allá de las clases, fue su calidad de ser humano la que instauró en ellos. Los estudiantes del 292 están muy agradecidos de haber tenido a Picó como profesor, pero sobre todo, como amigo. Fueron su último grupo de estudiantes confinados luego de Picó haber trabajado gran parte de su vida en las cárceles con mucho esmero y esperanza. Tenía una manera muy especial de manejar un mundo sinsentido en donde el humor, el pensamiento y la vida son totalmente diferentes.
Él decía que los confinados tienen un humor muy particular, con el cual tratan de ver quién es realmente la persona y cuáles son sus intenciones. Utilizan preguntas, chistes y comentarios para reírse entre ellos y tratar de lidiar con el mundo en el que viven. Según sus historias innumerables, sus estudiantes le hicieron pruebas que lo incitaban a responder a ellas cómica e ingeniosamente. Siempre buscaba maneras de llegar a sus estudiantes por medio del respeto, la comprensión, el aprecio, el buen humor y el trato equitativo.
Todos nuestros estudiantes destacaron la importancia de que el proyecto de educación universitaria continúe. A pesar de haber perdido a la persona que les dio esperanzas y posibilidades nuevas de razonar, los estudiantes del 292 se sienten fortalecidos por un sentido de pertenencia, libertad y determinación. La educación para ellos ha sido un espacio distinto en el cual han crecido académicamente, pero más aún, como seres humanos. La educación es una herramienta que fomenta el pensamiento crítico y el mismo es una herramienta que les permite estar a la par con otros estudiantes universitarios, les provee nuevas maneras de pensar el mundo y les rehabilita.
Decir que este proyecto es un compromiso sería un simplismo porque es una obligación que el gobierno, la Universidad y la sociedad tienen. Debemos trabajar con estos seres humanos que se encuentran al margen. Es un proyecto que debe continuar creciendo constantemente para poder alcanzar más grupos de mujeres, hombres, jóvenes, niñas y niños que realmente lo necesitan. Las personas al margen merecen que sus voces sean escuchadas y no silenciadas, encerradas y olvidadas. Trabajar con estos grupos no se hace para adquirir fama, apreciación y halagos; es una obra que requiere sacrificio, voluntad y perseverancia. Una mejor sociedad no va a originarse en promesas, lemas y proyectos presuntuosos sin fundamento auténtico.
Fernando Picó nos ha dejado un legado que no obra desde la burocracia, sino que se basa en obrar desde la práctica y la acción concreta y tenemos la responsabilidad de continuarlo. Un legado en el que la Universidad se enfoca en las problemáticas sociales, trascendiendo entonces el dinero y los empleos. Los estudiantes del 292 merecen una educación de alta calidad que los haga libres. Cierro con las palabras firmes y emotivas de un gran estudiante confinado y amigo nuestro, Raúl Reyes Chalas: «No nos abandonen, ustedes tienen que volver.»