Las modas de la espiritualidad fashionista
Por muchos años vi con desdén a los fashionistas. Pensaba que inspiraban en las masas el deseo de admirar y hasta imitar los estilos de la burguesía en lugar de denunciar y combatir sus excesos. Así pensaba hasta que las razones azarosas del destino -llámese Juan Carlos–pusieron en mis manos una taquilla para ir al San Juan Fashion Week hace un par de años. Con mucha energía y perspicacia esgrimí lo mejor de mi repertorio de argumentos sociológicos para negarme a participar de dicha actividad. Confié en la persuasión del análisis de clase y expuse la pertinencia del concepto de fetichismo de la mercancía, totalmente aderezados con salpicón de feminismo liberal. También me opuse exponiendo motivos colonialistas y racistas, esa idea de resaltar la estética sumamente atractiva de aquellas razas exóticas, quienes resultan ser siempre personas inferiores a la vista del ojo europeizado de quienes dictan la moda de la temporada. También hice alusión a Oscar Wilde, quien en 1887 se refería a la moda afirmando que
“desde un punto de vista artístico, es usualmente una forma de fealdad tan insoportable, que tenemos que alterarla cada seis meses. Desde el punto de vista de la ciencia, no es poco frecuente que viole todos los principios de salud e incluso los principios de la higiene”. (Literary and Other Notes – I)
Wilde enunciaba que “la superficialidad es el vicio supremo”. (De Profundis) Tomé su pensamiento y afirmé que él veía un desvarío hacia la trivialidad en quienes seguían ciegamente los dictámenes de la moda. ¡Qué error! Me dijeron que si había alguien que se vestía de forma llamativa y extravagante y adoraba ser el centro de atención, era dicho escritor. Admito que además de argumentar, me esforcé para que en todo momento la retórica utilizada fuese apropiada y en esta ocasión no fue combativa, ni ofensiva, ni inflamatoria, ni abrasiva, ni insurgente. Pero no sirvió de mucho.
Juan Carlos me recordó que en uno de mis prontuarios de un curso universitario incluí en la primera página una imagen de la top model libanesa, Nathaly Fadlallah, razón por la cual carecía de fuerza moral para criticar a los fashionistas. Enseguida argumenté que la foto respondía a razones políticas ya que provenía del Arab Fashion Festival 2002 de Beirut que estaba dedicado a las luchas palestinas y que la modelo llevaba en el vestido un dibujo de un tanque israelí, que contenía imitaciones de manchas de sangre y en el fondo una ciudad en llamas. Expliqué que aquella pasarela era un podio para la denuncia del atropello contra todo el pueblo palestino y un grito de repudio al militarismo. Pero no fui muy convincente, ningún argumento parecía válido, por más ilustrado que fuese. Así es que decidí ir bajo protesta, confiado en que la actividad fuese absolutamente predecible, vana, vacía y banal, y por lo tanto, nada memorable. Para mi sorpresa, el San Juan Fashion Week cambió mi perspectiva del mundo de la moda. Hoy reconozco en este mundo un verdadero arte, una empresa creativa y práctica y una posible industria que, bien enfocada, pudiera contribuir grandemente al desarrollo socioeconómico de Puerto Rico. Más aún, vi en los fashionistas locales una constante reafirmación de la nacionalidad a fuerza de hilo y aguja.
¿Espiritualidad fashionista?
Con todo el respeto que hoy le tengo al mundo de la moda y a sus diseñadores, quedé totalmente desconcertado al leer una inscripción sobre una ventana de cristal en una tienda de nuestra ciudad capital que leía “… Collection: Fashion for Spiritual People”. Reservándome el nombre y apellido de quien diseñara la colección, admito que tal vez mi falta de conocimiento sobre la industria de la moda pueda ser la razón por la cual pensé que dicho anuncio constituía una total contradicción. Aunque está absolutamente claro que la espiritualidad no implica necesariamente ascetismo, y mucho menos abandono, en mi mente no encajaba la idea de que personas profundamente espirituales acudan a una tienda exclusiva en la cual toda una línea, o collection, seguramente elaborada con telas producto de la burda explotación tercermundista, fuera diseñada y etiquetadas por fashionistas. Es que no me imagino a un reverendo fashion, ni a una ministra sumamente compasiva en su actuar y sumamente asertiva en sus fashion statements. No puedo imaginarme a un profeta que después de seguir el último grito de la moda, todavía pueda tener oído para escuchar el tenue y persistente gemido de los pobres.
Admito que mis amistades fueron más originales en sus interpretaciones. Al comentarles de la tienda de “fashion for spiritual people”, me dijeron que los dependientes estaban adiestrados para negarse a vender piezas de ropa si el potencial cliente no era lo suficientemente espiritual. Me dijeron que si el letrero estaba en inglés, la tienda estaba dirigida a angloparlantes, por lo cual quienes pueden captar mejor el sentido de una espiritualidad fashion deben ser personas de otras latitudes y que en los trópicos algo dificulta tal tipo de espiritualidad. Me dijeron que la tal vez la clientela espiritual podía leer un letrero en la tienda que advertía que el 10% de las ganancias se destinaría a un proyecto para niños en el país cuyas últimas vicisitudes se habrían convertido en la tragedia de moda favorecida por la burguesía para esa temporada.
La idea de espiritualidad fashion se mantuvo en mi mente como un ejemplo de incompatibilidad, pero con el tiempo, supongo que algún ángel, santo, indio, espíritu, bendición, milagro, onda, energía o novena hizo su efecto en mí y pude ver la luz del entendimiento. Mi turbación mental pudo eventualmente resolverse, no como consecuencia de una epifanía teológica, mística o esotérica, sino como resultado de la utilización de un simple concepto numérico. Ofuscado por el glamour de la moda estilística, no se me ocurrió recurrir al simple concepto de moda estadística.
En esta columna me propongo explicar cómo las teorías relacionadas con la moda estadística me ayudaron a entender el anuncio de fashion for spiritual people.
La moda estadística
El uso más común del término moda se refiere al patrón repetitivo de una sociedad en sus códigos de vestimenta, y en un sentido más abarcador, en sus estilos de vida. De esta forma, podríamos decir que en Puerto Rico diferentes estilos de guayaberas están siempre de moda pues se observan con mucha frecuencia en diferentes ambientes. En la última década se ha puesto de moda estilos de vidas tercermundistas, al tener que comprar una cisterna de agua para el techo y una planta eléctrica para el patio de las casas. Durante mi niñez la moda era tener velas blancas, quinqués y una estufita de gas de dos quemadores que nos resolvía sin tormento alguno por los dos o tres días post-tormenta.
El término moda en estadística se refiere al número o a la categoría que se observa con mayor frecuencia en una muestra de la población. Los nombres tomados del santoral del Almanaque Bristol ya no son la moda pues no son los más frecuentes. Según observo entre mis estudiantes, la moda estadística actual en ese grupo consiste de nombre no hispanos, como por ejemplo Christian, Cristian y Kristian y Yamilette, Yamilet y Jamilette.
En términos numéricos, aunque no parezca ser muy fashion, la moda en Puerto Rico es estar gordito. El sobrepeso y la obesidad son las categorías de medidas corporales de mayor frecuencia en nuestro país pues ocupan cerca de un 65% de la población adulta, según datos del Departamento de Salud. Estadísticamente hablando, las enjutas y escuálidas modelos de pasarela, a fuerza de insuficiencia de frituras, déficits de fastfoods y deprivación de sandwichitos de mezcla, están estadísticamente fuera de la moda. Las candidatas a Mrs. Puerto Rico Queen Size, Vivian, Marilyn y Lymarie, y su productora, Frances, son las que verdaderamente encarnan la moda estadística de los boricuas.
Poblaciones Bimodales
Pero la moda estadística varía según la muestra que se observe. Entre la clase obrera, la moda al vestir puede ser exhibir una longaniza de cadenas de oro alrededor del cuello. Entre la clase profesional, la moda puede ser estar con el agua al cuello, manteniendo una longaniza de cuentas de tarjetas de crédito pagando el mínimo mensual. En pleno mes de julio playero observé una moda muy particular: un domingo por la noche en el poblado de Boquerón el dato más frecuente eran los chicos con bufandas en el cuello, estilo El Principito.
Alrededor de la moda estadística puede concentrarse la mayor parte de la población, siendo este el caso de una población unimodal. Pero también puede darse la situación de una población bimodal, en la cual los individuos se conglomeran alrededor de dos modas. El peso de los pescados en un cargamento recién llegado a la Pescadería Soltero en Puerto Real (¡mi pescadería favorita!) puede ser bimodal si la mayoría de los pescados pertenecen a dos especies de peces diferentes, digamos chapines y dorados. Los pesos de los pescados se amontonarían alrededor de las 2 libras de un chapín y alrededor de las 10 libras de un dorado.
¿Cuándo se dan las condiciones para tener una población bimodal? Varios textos de estadística han afirmado que la altura de la población humana es bimodal ya que está compuesta de mujeres y hombres cuyas alturas promedios son diferentes. En el artículo publicado en el 2002 en la revista American Statistician, «Is human height bimodal?», sus autores, Schilling, Watkins y Watkins, demuestran que la altura en la población estadounidense no es bimodal. Aunque en promedio, las mujeres tienen menor estatura que los hombres, al reunir a ambos grupos no se produce un patrón bimodal ya que las alturas de muchos individuos de un grupo están parcialmente superpuestas sobre gran parte de las alturas de los individuos del otro grupo. Esto es, hay muchas mujeres que son más altas que el promedio de los hombres, al igual que hay muchos hombres que son más bajitos que el promedio de las mujeres. Para que se observe una población bimodal, los promedios de cada grupo tienen que estar lo suficientemente alejados uno del otro como para que haya muy poca superposición entre individuos de cada grupo.1 Esta idea de la bimodalidad fue la clave que me llevó a entender la espiritualidad fashion.
Espiritualidad bimodal
Tomando en consideración el epítome de la espiritualidad como aquellas personas que dedican su vida al trabajo espiritual –ya sean ministros, chamanes, monjas, monjes, médiums, sacerdotes, babalawos, frailes o imanes– cometí el error de pensar que estos observan un patrón unimodal. Pensé, equivocadamente, que la mayoría de ellos se conglomera alrededor de una categoría más común: la de verdaderos místicos y contemplativos quienes irradian una profunda paz interior.
Según expone Richard Rohr en Everything Belongs, estas personas tienden a ser verdaderamente radicales pues no responden a ninguna ideología en particular: “…tanto la iglesia como el estado, están honestamente amenazados por los verdaderos místicos. A ellos no se les puede comprar, porque sus recompensas se encuentran en otros lugares”. Pensé en la reverenda Eunice Santana y en el Monseñor Antulio Parrilla Bonilla como representativos de estos líderes espirituales, así como en los muchos ministros, monjas y reverendos que apoyaron abiertamente y sin sutilezas la causa viequense en contra de la Marina de Guerra de Estados Unidos. Pensé también en las profundas convicciones espirituales de Lolita Lebrón y en los apacibles ademanes y en la serenidad de las palabras del también expreso político Juan Segarra Palmer, los cuales evocan ciertos aires franciscanos.
Pero la realidad en el Puerto Rico de hoy es que ha surgido una nueva moda de ministros, alrededor de los cuales se congregan otros, y que pueden catalogarse como una camada de ministros y apóstoles fashion. Entre estos se encuentra Wanda Rolón, a quien en un caso válido de vox populi, vox Dei, se le ha apodado Wanda Rolex. Esta ministra, al ofrecer una conferencia de prensa para reiterar su perorata homofóbica contra Ricky Martin, fue descrita con estas palabras: “Llegó espléndida, con el pelo exacto, un collar de perlas y custodiada por un puñado de personas”. (Primera Hora, 25 de marzo de 2011). La recompensa por su labor espiritual se facilita a través de su página en internet, en la cual en la primera línea de texto aparece un botón de PayPal para ofrecer electrónicamente el consagrado diezmo.
En esta moda también se encuentra el pastor Aníbal Heredia, quien estuvo cabildeando en la legislatura para que no se aprobara un proyecto de ley para asegurar que las protecciones de la ley de violencia doméstica cobijaran también a parejas fuera del matrimonio. Su alegórica colección de corbatas color azul silicato de cobre, de diferentes texturas pero siempre tres tonos más chillón que el azul PNP (una de las cuales puede observarse en el portal amen-amen.net) es todo un fashion statement de proselitismo político. Con un contrato de $120,000 anuales con el Departamento de la Familia, más de lo que ganan muchos jefes de agencias gubernamentales, queda claro quién ofrece su recompensa.
Esta nueva moda de ministros se encuentra a una distancia tan marcada de los anteriores mencionados que podríamos pensar que pertenecen a una especie diferente. Su número de seguidores es cada vez mayor en la medida en que se le ha sumado toda una clase profesional cautivada por la idea calvinista del progreso económico material como signo de salvación. A estos ministros fashion les debemos nuestra bimodalidad espiritual.
Puerto Rico bimodal
En todos los tiempos, en momentos de graves crisis sociales surgen líderes de profunda dimensión espiritual, quienes trascienden su época y son todavía respetados e incluso venerados por varias generaciones posteriores. Para algunos, la recompensa por llevar una vida ejemplar, por sostener un insoslayable compromiso moral y por levantar con estridente voz la denuncia social, ha sido experimentar años de sacrificio y persecución, e incluso de martirio. ¿Quién puede negar el espíritu de justicia y compasión que movía a Don Pedro Albizu Campos y a Filiberto Ojeda Ríos? ¿Cómo sobrellevar años de cárcel y tortura, o la vida de clausura y privación típica del clandestinaje, si no es sosteniendo profundas convicciones espirituales?
No hay que ser profeta para entender que los tiempos actuales auguran un futuro poco alentador. Cuando más escasos estamos de líderes de profunda dimensión espiritual, se levanta ante nosotros una nueva moda de ministros fashion. Su afinidad por el lujo, el confort y los atuendos de fashionista ha inculcado en toda una feligresía la admiración e incluso la imitación de esos estilos de vida. Embelesados por un ficticio éxito individual se pierde la sensibilidad para percatarse de nuestro desesperante fracaso social. La bimodalidad de nuestros líderes espirituales nos convierte en un camello de dos jorobas. Con este liderato, tendremos que abastecernos de agua; lo que nos espera es un irremediable desierto muy largo, muy duro y terriblemente angustioso.
- Una afirmación más estadísticamente correcta es la siguiente: La mezcla de dos poblaciones normales diferentes, con varianzas similares, no puede ser bimodal, a menos que la diferencia de sus promedios sea mayor que la suma de sus distribuciones estándares [↩]