Las mujeres y las ansias de democracia
¿Cómo se siente alguien que se posiciona como mujer cuando abre hoy lunes 24 de octubre de 2011 los diarios del planeta? Algo así como un temor recorre el cuerpo, un pinchazo que avanza desde el corazón hasta la cabeza y que termina en un ceño fruncido que no es otra cosa más que la mueca de la duda. Se trata de la manifestación de la incomprensión. Otra vez imágenes, otra vez como tantas veces en esta nuestra modernidad, vemos aparecer el tema, que es más que un tema, las mujeres y la política en cuestión. Entre las fotos de la victoria de Cristina Fernández en Argentina y el anuncio de la declaración de aplicación de la ley islámica, la Charía, en Libia, que permite entre otras cosas la poligamia y declara la prohibición del divorcio, “la mujer” se encuentra una vez más en la historia, entre dos modelos. Por un lado, una sociedad con bríos como la Argentina que encuentra su mejor manera de avanzar un proyecto político y social en la persona de Cristina Mendoza, reelecta por el 50 por ciento de los votantes, y por otro Libia que acaba de poner punto a 42 años de dictadura deshaciéndose de Mouammar Kadhafi pero dejando pensar que entre los cambios que esperan a la nueva sociedad Libia se encuentra la vuelta a la aplicación de la ley de familia inscrita en la Charía. Se trata de una aplicación e interpretación que va en detrimento de los derechos de las mujeres.
¿Resulta que Kadhafi había prohibido la poligamia y había permitido el divorcio? ¿Cómo es posible que el porvenir de un país y el de las mujeres se vean confiscados por un puñado de hombres que temen a las mujeres, que las temen y las tratan como esclavas? Sí, esclavas, pues se trata de una sujeción de las mujeres a la potestad de los hombres.
Cada vez que me encuentro en un debate sobre el uso del velo que vela muchas otras cosas más (en Arabia Saudita, por ejemplo, hasta hace un mes las mujeres no podían conducir un carro, todavía no votan…), y que se esgrime el argumento de la defensa de la diversidad cultural, me pregunto por qué es la libertad y la belleza de las mujeres las que sirven de garante a esa diversidad cultural. ¿Por qué hay que seguir incurriendo en prácticas culturales que ocasionan detrimento a personas? ¿Qué alma o esencia cultural se pretende defender privando personas, en este caso a las mujeres, de sus posibilidades de vivir, de desplazarse y de amar? Después de todo la cultura debe mantenerse viva lo que supone mutaciones constantes. No veo por qué la esencia del mundo árabe se centra en una percepción del Islam anquilosada. Es como si Occidente que es cristiano como sabemos, continuara amparando su existencia en unas leyes y prácticas que no concuerdan con la transformación de lo político. Si el principio de la diferencia cultural que se reclama atenta contra las mejores y más amplias posibilidades de un sujeto, en este caso las mujeres, resulta sospechoso.
El espacio que más ha mutado en el mundo contemporáneo y moderno es justamente la familia. El Islam conservador y el fundamentalismo católico o protestante comparten las mismas aspiraciones en ese sentido: una preservación del núcleo familiar en su estado más perjudicial, no sólo para las mujeres, sino para todos sus miembros. Estos conservadurismos defienden la heterosexualidad y el patriarcado. Nos parece que la democracia, siempre por venir, pasa necesariamente por una deconstrucción de la familia. Toda sociedad con aspiraciones democráticas debe incidir en ese ámbito. ¿Qué diferencia cultural se puede legítimamente reclamar desde la negación de la diferencia sexual? ¿Por qué la diferencia sexual es velada, negada, percibida como amenaza y transformada en la cabeza de medusa que hay que cortar? La escena de la negación de la feminidad es demasiado conocida. Ha sido demasiado leída por el feminismo y el post-feminismo del siglo XX. El miedo a la feminidad es siempre el miedo de lo que desborda, en otras palabras, miedo al deseo de vida.
¿Qué podemos esperar de las revoluciones en le mundo árabe en ese aspecto? Libia comienza a través de uno de sus líderes, Moustapha Abdeljalil, declarando la ley islámica y en Túnez el partido islámico salió victorioso. No basta que los especialistas del mundo árabe nos expliquen que todos los países del mundo árabe, con excepción de Marruecos y de Túnez, basan su práctica del derecho en la Charía. Se trataría pues de un uso y costumbre histórico. La mayor parte de los países, Egipto, Siria, Arabia Saudita o Sudan concede a la interpretación de la Charía y su aplicación un rol central. No obstante, el renglón en el que prevalece la aplicación estricta de la ley islámica en todos estos países es en el derecho de familia. Que la aspiración democrática de los líderes libios se concentre sólo en el reclamo de la pluralidad de partidos, inspira muchas dudas en cuanto al futuro de estas revoluciones. ¿Quizá una nueva revolución comenzaría justamente por el derecho de familia?
Con una mujer ocupando la presidencia, la Argentina tiene hoy un 8% de crecimiento económico. ¿Por qué temer entonces a las mujeres?
(El rostro de una niña me mira: ¿si tuviera que escoger? ¿dónde las posibilidades de su devenir se acrecientan? Le respondo, sin duda, en Argentina.)