Las resonancias en La amante de Gardel de Mayra Santos-Febres
La disyuntiva de Micaela es sentir que debe elegir entre ambos mundos; por un lado, asumir su destino como curandera o por el otro, escapar de él y hacerse ginecóloga, para así ser la primera generación de la familia en obtener un grado académico: “Después de todo, ¿qué iba a saber una vieja curandera que no tenía título médico, que tan solo repetía lo que le habían enseñado otras viejas perdidas en el tiempo? ¿Cómo iba a creerle a alguien que no había estudiado medicina ni botánica? Ella no era Robert Brown. […] Mi abuela era una bruja de barrio, una curandera. No operaba con criterio científico. A gente como ella, el sueco Linneo y el alemán Von Humboldt les tomaron medidas de partes del cuerpo, dibujaron y detallaron las características de sus cabezas, piernas y pistilos. Las estudiaron como si fueran plantas” (34). Según nos va contando Micaela, lo que la ayudó a decidirse de una vez, fue su experiencia como amante y curandera de Gardel. El punto decisivo fue la traición de él, la cual provocaría que ella también incurriera en otra traición.
La historia principal de la novela se da mientras Micaela es amante de Gardel y lo acompaña en su gira musical por Puerto Rico y le sana temporeramente “el mal” que le corrompe su voz con el remedio preparado por su abuela. La enigmática planta de hoja azul, llamada corazón de viento, provoca en Gardel unos trances curativos que lo llevan a revisitar su pasado y contarle a Micaela la historia de cómo se hizo famoso. Descubrir el secreto de esa planta, corazón de viento, podría representar no solo la cura permanente del mal de Gardel sino el acceso añorado de Micaela al futuro dedicado a la ciencia.
Mientras acompaña al Morocho del Abasto se enamora de la resonancia de su voz, que habita el ámbito del corazón humano y se presenta como otro remedio que cura las almas de las personas: “Miel espesa. Densidad de almizcle. Las ondas de su voz me llegaron como un baño de ungüentos; una caricia untada con algo. Aquello no era el rayado distante de los discos que sonaban en las vitrolas de Campo Alegre, ni la voz de la radio que hacía que una se concentrara en mensajes y melodías. Aquella noche en el Paramount la voz de Gardel estaba viva. Era una reverberación robusta pero clara con dientes y con garras que no incitaba al desgarre ni a devoramiento, que convidaban a posar el pie, al cuerpo entero sobre el aire, para viajar lejos hacia adentro.[…] Se acrecentó esa extraña resonancia en mi pecho que era, el mismo pecho de Gardel, la garganta de Gardel, su aire. Poco a poco se fue tejiendo una complicidad” (64). Desde esa primera vez que Micaela escuchó su voz viva en el escenario del Paramount, comienza la complicidad de la resonancia entre ellos, el hallarse el uno en el eco del otro, en la vibración en común. Aunque son muy distintos, se podría afirmar que una de esas resonancias en común es que ambos sanan de formas distintas, él con su canto y ella con la combinación de las ciencias, en particular, la botánica, y su conocimiento heredado sobre las plantas. Además, los unen sus orígenes humildes, Gardel por su crianza como inmigrante, hijo de una lavandera francesa y su vaivén entre las gentes del Abasto en Buenos Aires; Micaela, mujer negra, hija de una costurera y nieta de una curandera, con quien comparte un cuarto en Campo Alegre, en un momento donde reinaba la pobreza, el racismo y el machismo. La narración está poblada de encuentros apasionados y de historias del pasado de Gardel que lo humanizan. En el proceso, descubrimos que la resonancia que más los hermana es la de esa soledad que acompaña a quienes están sin lugar en el mundo.
Conocer a la amante de Gardel es conocer a Gardel desde otro matiz claroscuro y, simultáneamente, es conocer otra parte de la historia de Puerto Rico, pocas veces tratada en nuestra literatura, que la autora inserta a la narración de forma sutil como una resonancia histórica. Mayra Santos-Febres hábilmente entreteje cada hebra del gran tapiz de su novela; la vida de Gardel, la historia de la medicina tropical, el racismo, discrimen e injusticia del puertorriqueño convertido en objeto de la ciencia bajo el pretexto del progreso de la medicina y la modernización. La investigación histórica nutre la novela con datos sobre la botánica, la medicina tropical en la Isla, e inserta como personajes a figuras históricas, tales como, el doctor Bailey K. Ashford y el doctor Cornelius Rhoads. En la novela Santos-Febres contextualiza la historia de la medicina tropical dentro del desarrollo del control de natalidad y la esterilización en masa de mujeres puertorriqueñas que ocurre en las subsiguientes décadas. Por ello, leer La amante de Gardel es una travesía dulce amarga y conmovedora que desde las resonancias de los personajes y del pasado de Puerto Rico, nos provoca reflexionar sobre el presente y sus nefastas continuidades coloniales.