Las seducciones de los MOOCs
La gran promesa
A un creciente número de colegas profesores universitarios llama la atención poder enseñar a cientos o miles de alumnos simultáneamente, y claro, lo afirmamos en sentido inclusivo. Siempre queda el encanto de la conversación en la cercanía, conversación en cierta medida impredecible, y más que sincrónica, abierta, anclada en el contexto sicosocial de un grupo de treinta personas que pueden interpretar y comentar una teoría, una fórmula, un texto, entre las cuatro paredes de una tradicional sala de clases ubicada en algún lugar particular. Y siempre queda el encanto de aquel alumno prometedor con quien llegamos a intercambiar más allá de lo planteado en clase hasta entablar una relación de enseñanza-aprendizaje que sobrepasa las relaciones usuales con el alumnado. El reto que llama la atención, sin embargo, es enseñar a cientos, a miles, y quizás a “millones,” como expresara recientemente el colega Rafael Irizarry Quintero en un artículo publicado en 80grados. Después de todo, al parecer, no tienen por qué agotarse los encantos de la modalidad tradicional. Presuntamente, solo estamos añadiendo una nueva gran capacidad a esta antiquísima profesión de profesar.Más aún, parecería que si pudiéramos enseñar a aquellas personas que no han tenido el privilegio de una educación universitaria, estaríamos decididamente haciendo realidad la añorada democratización de la educación superior. Desde los tiempos de la radio y la televisión en el siglo pasado hasta la excitante interactividad virtual basada en las poderosas comunicaciones y en la ágil computadora personal de hoy, las tecnologías emergentes han sido un foco de esperanza. Esta vez, como siempre, parece que sí se puede lograr.
Massive open online courses es el nombre que ha venido a tomar una nueva generación de esfuerzos en educación en línea. Todavía no contamos con la inmersión virtual total a cualquier hora y en cualquier lugar. Pero por ahora, los MOOCs –por sus siglas en inglés– se configuran como una gran promesa que se vierte sobre un sistema de educación que, como bien sabemos, está plagado de deficiencias. Si los MOOCs por fin hacen posible llegar con nuestros cursos a cientos, miles y millones de personas ¿cómo no vamos a darles la bienvenida? ¿Cómo vamos a oponernos a la democratización de la educación?
En estos momentos, entre las iniciativas de educación en línea que ofrecen alguna variedad de MOOCs se destacan Khan Academy, edX, y Coursera, por ejemplo. El consorcio Coursera ofrece cursos a nivel global. Esta empresa se propone reclutar los mejores conferenciantes y formar los mejores equipos con el fin de eventualmente lograr la acreditación de sus cursos en instituciones de educación superior alrededor del globo. EdX, por su parte, es una iniciativa sin fines de lucro de la Universidad de Harvard y de la Massachusetts Institute of Technology para hacer llegar algunos de sus cursos gratis al mundo entero. Khan Academy, una organización también sin fines de lucro, tiene como meta proveer una educación de alta calidad a cualquier persona y en cualquier lugar. En su portal de internet nos informan que sobre un millón de estudiantes universitarios y de escuela primaria y secundaria se aprovechan de las, sin duda, excelentes tutorías que proveen una creciente colección de videos almacenados en YouTube.
La configuración tecnológica en su contexto político
Las iniciativas no son tan problemáticas como las confusiones que tienden a producir. Uno no debe confundir la educación como tal con los recursos que ahora pueden y deben estar a la disposición de la humanidad. La educación es una cosa, los recursos son otra. Y las cantidades de personas a las que un número de colegas pueden llegar pudiera ser más una señal de un creciente autoritarismo en la academia que de la democratización de la educación. Iniciativas como las mencionadas deben analizarse desde una óptica más amplia que la del entusiasmo que un profesor u otro muy legítimamente llegan a sentir explorando posibilidades profesionales sin precedentes más allá de la sala de clases tradicional y teniendo cierto modo de éxito medible en ello. Pongámoslo de otra manera. Un árbol, por frondoso que sea, no te informa de lo que el bosque puede estar sufriendo como efecto de ese tipo de frondosidad. Si quieres saber lo que está pasando en el bosque, tienes que ubicarte en un punto desde donde puedas divisar el bosque, desde donde puedas formar un juicio de conjunto. Desde el ángulo puramente individual, fácilmente nos hacemos presa de aquello a lo que quizás hay que poner más resistencia. Sobre todo, claro, una vez estemos en posesión de la perspectiva más amplia, corresponde, en nuestro caso, a lo menos, esbozar lo que pudiera ser una alternativa de genuino progreso en democracia en educación superior. Eso es lo que nos proponemos en este breve escrito.
Mirando ya desde una perspectiva más amplia, desde principios de siglo, universidades firmemente establecidas en los países más ricos han venido comprando y construyendo recintos, vendiendo franquicias, estableciendo programas de educación a distancia alrededor del mundo, y desarrollando consorcios de investigación y servicio con instituciones locales. Esto ha venido ocurriendo como nunca en la historia de la educación superior. No tenemos por qué dudar que gran parte del esfuerzo es genuino, que la idea que tienen la gran mayoría de las personas que colaboran en estos esfuerzos es llevar los recursos a donde se necesitan, hacer más accesible lo mejor de la educación superior.
Pero tampoco debemos perder de vista que, por razones obvias, las acciones están tomando la forma de exportación e importación de cierto tipo de mercancía. Universidades como Yale, Carnegie Mellon, Duke y la Universidad de California en Berkeley, entre otras, más allá de contribuir con innovadores cursos interactivos en línea como Harvard y MIT, están estableciendo recintos alrededor del globo. Otras instituciones prácticamente carecen de una localidad específica desde donde exportan su producto, como es el caso de la Universidad de Phoenix. En lo que va del siglo, esta universidad ha crecido vertiginosamente hoy sirviendo a 373,000 estudiantes en cuarenta estados de la unión americana, el Distrito de Columbia y Puerto Rico. Los MOOCs no son otra cosa que avanzadas exploratorias indicadoras del éxito de este amplio e histórico proceso de exportación de la educación superior de unos países a otros. Desde el punto de vista del Caribe que habitamos, Coursera y edX dan testimonio de cómo algunas de las más prestigiosas instituciones de los Estados Unidos han tomado el liderazgo. La pieza central de estos cursos abiertos al mundo son precisamente los conferenciantes estrellas de algunas de estas instituciones, aunque, por supuesto, todos los esfuerzos están abiertos a que la procedencia de las estrellas sea de cualquier lugar en el mundo.
Para resumir el entusiasmo que reina desde la perspectiva de la exportación, citemos a Al Bloom, pasado presidente de Swarthmore College y ahora vice rector del Recinto de Abu Dhabi de la New York University, cumplidos los dos años de establecido dicho campus:
“En lo que NYU Abu Dhabi desarrolla un programa excepcional de artes y ciencias; construye, en conexión con dicho programa, un avanzado centro de investigación, erudición, y actividad artística, y alimenta conexiones robustas con NYU en Nueva York y con la extensión de lugares que NYU tiene alrededor del mundo en lo que es la primera red universitaria verdaderamente global, estoy persuadido que lo que saldrá de esto será un extraordinario modelo multi niveles de como la educación superior puede adelantar una visión global.”1
Podemos captar esta visión global que gerentes académicos como Al Bloom quieren avanzar en revistas de la academia como The Chronicle of Higher Education. Esta revista de corte liberal destaca una genuina preocupación entre los docentes continentales con garantizar la libertad académica y la libertad de expresión que se requieren para generar genuinos ambientes de aprendizaje a nivel global, lo que ya es un problema en los recintos satélites instalados ya en los Emiratos Árabes y en algunos países de África y Latinoamérica. Entre las preocupaciones más generalizadas también podemos notar la necesidad de superar indebidas intervenciones gubernamentales en cuestiones de currículo, cómo también la necesidad de asegurar que la gerencia universitaria en el exterior cumpla con criterios de justicia, o al menos con los estándares de la metrópoli, en cuestiones de contratación y permanencia y en cuestiones como costos de matrícula y ayuda financiera para los nativos. Algunos informes y discusiones enfocan en las dificultades de promover igualdad de género en algunos países. En Singapur, por ejemplo, la homosexualidad es simplemente ilegal. ¿Qué ha de hacer una institución como Yale que se quiere establecer allí y cuya política en los Estados Unidos de América es de no discrimen? Estos tipos de preocupaciones y discusiones, importantes como son para demarcar los contornos más llamativos de la visión global que se quiere adelantar, sin embargo, distraen en lo que respecta al meollo del acontecimiento.
Debe estar claro que los Estados Unidos de América no están solos en esta aventura. Precisamente porque la competencia pone a todos los participantes, sean ricos o sean pobres, a hacer el mismo tipo de cosas en la forma más eficiente posible para llevarse el premio que probablemente sólo los más ricos entre los ricos alcanzarán, que no es lo mismo que poner a todos a hacer las cosas en la forma más pensada posible, la globalización de la educación superior puede estar haciendo gran daño a nivel global. Como lo pusiera el profesor de NYU, Andrew Ross, miembro del Comité de Libertad Académica de la Asociación Americana de Profesores Universitarios, una responsabilidad primordial de las instituciones de educación superior de hoy es responder apropiadamente a la globalización, pero esto no necesariamente implica que haya que globalizar la educación superior.2
Aunque es evidente que el potencial de bien seduce a algunos de los profesores nativos, la carrera no responde responsablemente a la globalización. También, tarde o temprano, la competencia se llevará en volanda a los entusiasmados nativos. Uno no debe tener que transportarse a Abu Dhabi, donde se ha establecido NYU, a la ciudad de Kunshan en la China, donde Duke debe estar a punto de inaugurar una escuela de administración de empresas, o a la nación de Rwanda, donde Carnegie Mellon pretende establecer un segundo recinto lejos de su ciudad natal de Pittsburgh, para preguntarse qué pensarán las profesoras y los profesores locales en quienes la seducción no se deja sentir. ¿Qué pensarán estos y estas cuando al cruzar la ciudad se encuentran esos relucientes recintos universitarios brotando de la nada, listos para florecer, con los mejores banquitos para sentarse a la sombra de un árbol, con los más bellos jardines perfectamente trasplantados, y con las salas de clase mejor equipadas de todo el país? ¿Qué pensarán cuando pronto vean a sus instituciones compitiendo con estos recintos y sus ofrecimientos?
¿A alguien de aquellos que quieren llegar a cientos, a miles y a millones con sus cursos le importan los efectos del mercadeo que usualmente acompaña la gran apertura de estos programas foráneos en países, en su gran mayoría, por siglos cultivados en colonialismo? ¿Alguien aquí se pregunta cómo la anunciada conveniencia y las comodidades de programas en línea y programas híbridos llamativamente empaquetados y anclados en algún reluciente campus puede jugar con las mentes de los jóvenes del mundo de hoy?
¿Alguien inmerso en esta carrera se preguntará lo que estos otros colegas nativos pensamos, y me incluyo, particularmente en los países donde los esfuerzos por desarrollar una tradición universitaria diferente y arraigada en una región o localidad, en el mejor de los casos, no han sido apoyados por el estado y, en el peor de los casos, han implicado una lucha campal entre instituciones presuntamente autónomas y gobiernos que regularmente intervienen en los asuntos universitarios? ¿Recuerda esto un poco la historia de la Universidad de Puerto Rico?
No se trata de algo a temer; se trata de algo a enfrentar, resistir y sobreponer. Para las universidades prestigiosas en los países ricos hay mejores formas de involucrarse en la causa de la democratización de la educación, incluyendo mejores formas de enfrentar sociedades iliberales, que trasplantándose a esos países con las bendiciones de los mismos gobiernos que tienden a bloquear todo florecimiento de instituciones locales. Si algo, la presencia de esas instituciones foráneas, inclusive, en su forma exploratoria de avanzada a través de los MOOCs, sirve a estos gobiernos de excusa adicional para reducir el apoyo público a las instituciones locales forzándolas a disminuir el número de plazas permanentes y en algunos casos forzándolas a cerrar. No solo en Puerto Rico, sino en gran parte del mundo, la educación superior con distinción y carácter local pudiera estar destinada a los márgenes, y en algunos casos a la desaparición. Poco nos damos cuenta de lo mucho que la historia de la educación superior puede eventualmente venir a parecerse a la de las farmacias, las ferreterías y todo tipo de negocios locales en el caso de Puerto Rico, o lo mucho que puede venir a parecerse a la fascinante historia de las ciudades de principios del siglo veinte cuando el automóvil todavía parecía que siempre sería opcional, que no se haría obligatorio. El automóvil hoy monopoliza nuestra transportación. Las tecnologías se configuran políticamente. No nos llegan neutrales en sentido político y económico.
La filosofía de la educación
El asunto es complejo, claro, y tiene peculiaridades diferentes a los casos análogos. En el contexto de una política pública bien pensada, la llamada educación abierta no puede ser otra cosa que una bendición. En ese caso, no obstante, lo que debemos querer decir con educación abierta es la disposición total y pública de los recursos. Los MOOCs, por ejemplo, son como los libros, los manuales universitarios y los equipos de laboratorio: recursos. Por valiosos que puedan llegar a ser, no deben ser acreditables. Por sí mismos, constituyen alguna forma de educación solo en el contexto de una filosofía muy pobre y reduccionista de la educación. Los libros, los manuales, los laboratorios y las computadoras y sus programados ayudan a educar solo en ciertos contextos. Los contextos son lo importante, es decir, los vínculos, el arraigo que se establece con un específico lugar, las personas con quienes te educas, y los propósitos a los que ha de servir dicha educación. Uno puede inferir del espectáculo mediático de las universidades extranjeras que vienen estableciéndose que son muchos los fondos disponibles, no solo para prevalecer publicitariamente, sino para prevalecer con la substancia de una muy pobre filosofía de la educación, una filosofía cuya pieza central es la experiencia universitaria como un asunto puramente individual, desvinculado del contexto. Te preparamos para tu éxito. Ese es el mensaje.
El problema es profundamente político en ese y en otros sentidos. De cara a una futura generación de MOOCs mejorados, el destino de las instituciones locales alrededor del mundo no puede ser muy diferente al de instituciones de menor rango en los Estados Unidos.3 La para algunos seductora, agigantada y virtual sala de clases va a venir, como hemos indicado, a la medida de una versión hiper individualista de la educación superior; pero también, su acreditación va a requerir una profundización de las relaciones jerárquicas en la academia. Las instituciones locales alrededor del mundo y las instituciones de menor rango en los Estados Unidos continental no tienen una verdadera oportunidad de competir, no a largo plazo, no si no hay un cambio en las políticas públicas de los países exportadores y de los países importadores, y no si no hay un cambio en la forma general en que las instituciones universitarias, sean pequeñas o grandes, emergentes o bien establecidas, interpretan y configuran las tecnologías de educación. De no haber estos cambios, en ese largo plazo, la gran mayoría del profesorado ahora trabajando en instituciones locales vendrán obligados a servir de asistentes de aquellos conferenciantes estrellas que mencionábamos al principio, aquellos profesores súper efectivos según criterios del mercado, y aquellos profesores probablemente retenidos por las más prestigiosas universidades. Estudiantes potenciales alrededor del mundo eventualmente cederán al espectáculo y al llamado al individuo, lo que ya está presente en las tecnologías con que juegan desde niños. Entre estos, muchos ya tienden a haber concluido ingenuamente que detrás de las apariencias está la substancia del mejor posible futuro para una humanidad global, lo que es un grave error, sobre todo en ausencia de alternativas.
El ‘extraordinario modelo multi niveles’ para una visión global de educación superior ya citado en el texto del vice rector de NYU Abu Dhabi, Al Bloom, puede resultar atractivo solo desde una perspectiva muy limitada. La alternativa democrática a la globalización como exportación/importación de la educación superior son las asociaciones orientadas a fortalecer el crecimiento y la autonomía de cientos de instituciones alrededor del mundo, incluyendo algunos de los acuerdos según los cuales estudiantes de las instituciones más jóvenes vienen a terminar sus grados en universidades de investigación mejor establecidas y equipadas (feeder relationships).
Algunas formas de colaboración mutua deben perdurar, sin duda, pero deben estar fundadas en la igualdad, como cuando estudiantes tomando cursos relacionados en diferentes universidades alrededor del globo y sus profesores se reúnen en línea o en algún lugar particular, para compartir y construir lo que sea que gente libre y diversa puedan querer compartir y construir juntos. Colaboraciones como estas han venido ocurriendo desde mediados del siglo pasado, pero representan una gestión menor en comparación a las fuerzas de exportación que se están desplegando en estos tiempos. En su forma extrema, el establecimiento de recintos satélites alrededor del globo y el incipiente desarrollo de instituciones dedicadas mayormente a la exportación de cursos y currículos califica como una forma sutil de apartheid. La educación a distancia destinada a quienes no puedan pagar la educación presencial en los países con las instituciones más prestigiosas también.
No podemos desligar la misión de la educación superior de los problemas reales del mundo y los problemas reales del mundo son en todo caso locales, hasta en el caso de los llamados problemas globales, como el que discutimos aquí. Si las instituciones prestigiosas del mundo quieren hacer bien, deben ayudar a fortalecer las instituciones locales donde quiera que estas estén. Eso quiere decir colaborar con ellas en su crecimiento, apoyarlas frente a gobiernos represivos, y dejarlas hacer frente a los gobiernos y las sociedades a las que se deben, lo que nadie debe querer hacer por ellas. No es traer a NYU, a Yale, a Carnegie Mellon y a los mejores cursos de las más prestigiosas universidades del mundo al mal denominado mundo en vías de desarrollo; es dejar que el mundo pueda producir y pueda reconocer otras grandes universidades.
En un interesante artículo titulado The University Unbound: Transforming Higher Education, los académicos Ida Kubiszewski, Robert Costanza y Tom Kompas proponen una distinción que debemos aprovechar. Una cosa es un curso interactivo acerca de matemática pura, acerca de ecología básica o acerca de literatura caribeña; otra cosa es enseñar y aprender matemática pura, ecología básica o literatura caribeña. Las asociaciones entre universidades son asociaciones entre iguales si los primeros tipos de cursos, lo que estos autores denominan cursos de análisis, como la gran mayoría de los que ofrece Khan Academy y las otras organizaciones que mencionamos, se suscriben a ser textos altamente interactivos, cursos de apoyo, por así llamarlos, y no a pretender sustituir cursos de genuinos currículos arraigados en una localidad. Por llamativos y seductores que sean, los programados no deben pretender ser otra cosa que textos interactivos en torno al conocimiento existente. Los mismos deben permanecer al servicio de lo que estos autores denominan cursos de síntesis, los cursos que, hasta en el caso de la matemática pura y la ecología, giran alrededor de preguntas que no tienen una sola posible contestación, los cursos que requieren del juicio compartido y de la discusión abierta y profunda, y que por ello deben impartirse “cara a cara, en la cercanía y orientados a resolver problemas reales del mundo”, los que en todo caso son locales.4 Estos cursos logran sus propósitos siempre que estén arraigados en interacciones abiertas, en contextos específicos, y en instituciones autónomas y diversas alrededor del mundo. Los otros cursos de análisis deben servir al profesorado y al estudiantado como herramientas interactivas que simplemente explican material más o menos universal en formas noveles.
En juego no solo está llevar la educación al mundo, sino que también está el carácter diverso de ese mundo. Por muchas y muy buenas razones, la protección, el respeto y la exposición a la diversidad prácticamente se han convertido en principios universales de la educación superior a nivel global, aunque aún sea, en alguna medida, como decimos en Puerto Rico, de la boca para fuera. Si tomamos una perspectiva amplia de lo que acontece a nivel global, no parece incluirse, tan siquiera en el discurso, la protección, el respeto y la exposición a la diversidad que vendría con cultivar y promover el florecimiento de mil diferentes tradiciones universitarias alrededor del mundo. Lo que ocurre es exactamente lo contrario. En la práctica altamente competitiva, algunas de las más prestigiosas instituciones de educación superior con la capacidad de invertir alrededor del mundo, junto con empresas y consorcios dedicados a la exportación de cursos, han venido seduciéndonos con el fin de presidir uniformemente, MOOCs incluidos, como si sus configuraciones tecnológicas fueran neutrales en lo referente a filosofía educativa, como si sus acciones en el exterior permanecieran calladas ante las urgentes preguntas políticas de las universitarias y los universitarios en esas localidades, y como si solo sus cacareados modos de florecimiento individualista fueran no solo lo que debiera prevalecer globalmente, sino lo que debiéramos todos entender por democracia.
- Al Bloom. Advancing a Global Vision. The Chronicle Review, sección B del Chronicle of Higher Education 58, 16, B14 (2011). Impreso. [↩]
- Andrew Ross. Not Just Another Profit-Seeking Venture. The Chronicle Review, sección B del Chronicle of Higher Education 58, 16, B10-B11 (2011). Impreso. [↩]
- Para el análisis de los efectos de los MOOCs en las instituciones de segundo y tercer rango en los Estados Unidos continentales, véase Partrick J. Deneen, “We’re All to Blame for MOOCs”, The Chronicle Review, sección B del Chronicle of Higher Education, 7 de junio, 2013, y Albert J. Sumell, “I Don’t Want to Be Mooc’d” The Chronicle Review, sección B del Chronicle of Higher Education, 2 de noviembre, 2012. [↩]
- Ida Kubiszewski, Robert Costanza and Tom Kompas. The University Unbound: Transforming Higher Education. The Solutions Journal 4, 2, 4 pages (2013). [↩]