Lo Nuyorican como conmoción*
Sé, sin embargo, que la marginación, la desmemoria, la invisibilización de nuestros ancestros literarios es imposible de justificar. Por ellos, con ellos, estamos aquí y ahora ante ustedes en Caracas. De la fuerza y el testimonio de su obra y del dolor de su ninguneo, nace la nuestra. Por nuestros muertos estamos aquí y somos felices al comprobar al fin que sus palabras son leídas sin prejuicios. Por fin se aquilata lo que nuestra palabra tiene de empecinamiento, de voluntad, de dureza. Por fin se percibe la humanidad honda y trágica que contiene la literatura de una isla doblemente conquistada.
Durante su charla con estudiantes y facultad, Perdomo, cuyos predecesores Nuyorican [Pietri, Piñero, Thomas, Esteves, Brandon] no figuran en el inventario de ancestros literarios al que se refería Lalo, dijo algo así como: “I’m a New York poet, and a Puerto Rican poet, a caribbean poet, a Black poet, a pan-African poet”. Esto en respuesta a una pregunta de un miembro del público que indagaba, con cierto tono de incredulidad, si él verdaderamente se consideraba un poeta de la ciudad de Nueva York o de la isla. Sobre la isla, Lalo, en una ponencia titulada “Puerto Rico como condición”2 ofrecida en octubre pasado en el marco de la conferencia de la Puerto Rican Studies Association en Denver, postuló lo siguiente:
El Puerto Rico de comienzos del siglo XXI ha quedado marcado por un fenómeno poco común: por primera vez en su historia demográfica la población se ha reducido y todos los indicadores apuntan a que esta tendencia continuará. Desde hace unos años, según los censos, vivirían en Estados Unidos más personas que se identifican como puertorriqueños que en su territorio de origen. Puerto Rico es un país dividido.
Perdomo, quien vive en New Hampshire y se crió en East Harlem, dijo sobre Puerto Rico: “You don’t know how happy I am to be here these 48 hours. It’s cold up there”. Todos y todas reímos. Luego las y los estudiantes presentes compartieron sus poemas con el escritor visitante. Fue un rato híper-agradable. En cambio, cuando Lalo pronunció su discurso en Denver, el público—en su mayoría profesores y profesoras puertorriqueñas radicadas en los Estados Unidos—permanecieron breve e incómodamente en silencio. Según Lalo:
Un puertorriqueño es un sistema de divisiones y distancias, de ahí su comodidad para lo tribal político, para lo tribal de clase. Divide, distánciate, excluye para ser, es su máxima cartesiana. Achica, vacía para ser menos y así individualmente destacarse más. La emigración participa también de estas fuerzas: el puertorriqueño lleva su estructura de divisiones a su nuevo espacio y la reubica. A diferencia de otros grupos migratorios, apenas se organiza para unirse y ser o parecer más fuerte. La división lo llevó al exilio, bajo ésta vivirá en él, a ésta regresará si un día vuelve a la isla.
Cuando el público en Denver rompió su silencio, relataron y resaltaron las luchas de grupos y comunidades puertorriqueñas dentro y fuera de la academia para asegurar mayores derechos, recursos, visibilidad y reconocimiento tanto para sus prácticas culturales como su producción de conocimiento. Hablaron de estos eventos, a la Dworkin, como “tarjetas de triunfo”. De más está decir que el intercambio entre Lalo y el público fue en extremo tenso y extraño. Nadie se rió. En Denver, además, hacía frio. Como, intuyo, lo hará en New Hampshire y en Nueva York. Por lo que me atrevería a decir que, sin duda, el clima nos divide como puertorriqueños en la isla y en la diáspora. La pregunta es quién nos representa. La contestación, sin duda, es que Lalo no nos representa. Esto porque es nuestro escritor menos Nuyorican. No me refiero a su trasfondo personal como migrante, ni a la promoción literaria de la que forma parte, sino a la mirada que posa sobre ese sujeto puertorriqueño. Me explicaré. Prometido.
Urayoán Noel en In Visible Movement: Nuyorican Poetry from the Sixties to Slam (University of Iowa Press, 2014)hace una cronología y cartografía comentadas de la poesía Nuyorican desde sus inicios hasta la pasada década. Se trata de un inventario alterno, si se quiere, de nuestros ancestros y ancestras literarias—repleto de anécdotas de forajidos, como Pedro Pietri y Adal Maldonado, quienes en nombre de El Spirit Republic de Puerto Rico, emitieron pasaportes falsos. Maravillosamente inútiles e invisibles fuera de los contornos difusos de una comunidad poética, imaginada a partir de las particularidades y condiciones de vida de una comunidad en extremo real de puertorriqueños y puertorriqueñas trasplantadas a lo largo del siglo veinte. Noel ágil y astutamente echa mano [de la mano de Juan Flores, a quien homenajeamos hoy] de un rico registro [literario, histórico, político y afectivo] de performances dentro y fuera de los márgenes del papel donde quedaron plasmadas, según arguye, las voces y los cuerpos de los poetas, así como el cuerpo [imaginado y real] de la comunidad que ha hecho las veces de interlocutora fiel a lo largo de estas últimas seis décadas. Noel escribe:
As members of a community that had historically been by turns invisible (inadequately represented in mainstream institutionalized spaces) and visible in all the wrong ways (racialized, stereotyped, depicted as an ethnographic other), Nuyorican poets took it upon themselves to create poems and performances that would avoid easy answers to question of visibility and representation, from the punch lines of Pedro Pietri to the abject raps of Miguel Piñero.
What I am proposing is partly an understanding of poetry as revisionism: operating across page and stage, Nuyorican poets question conventional ways of reading and relating and the institutional forces through which these are normalized. (xxii-xxiii)
Lo maravillosamente esperanzador de la propuesta Nuyorican, según leída por Urayoán, es que la invisibilidad, en el sentido histórico-político a la que ha sido sometida la comunidad puertorriqueña en Nueva York, mirada desde el mainstream estadounidense como desde el isleño, y la invisibilidad relativa de lo Nuyorican como producto cultural en la industria del libro aquí y allá, no ha sido abordada por sus productores como dictamen o diagnosis, sino como punto de partida para la enunciación y la invención. Aquí conviene traer a memoria no solo a Juan, Miguel, Milagros, Olga, Manuel que seguirán muriendo por siempre en el “Puerto Rican Obituary” de Pietri, desconocidos y derrotados por la ciudad; sino que también conviene recordar [o imaginar de la mano de Noel en este libro] a Pietri repartiendo condones en las calles de Manhattan mientras el Sida causaba estragos entre la población. Es tan trágico todo. O tan cómico, sobre todo cuando traemos a memoria la letra de “El Spanglish National Anthem” de Pedro: “En mi Viejo San Juan/ they raise the price of pan/ so I fly to Manhattan”. Pedro lo escribió en el 1993. Si estuviera vivo hoy día para hacer el remix sería “so I fly to Kissimmee”. Es tan cómico todo. Y tan trágico. Y paradójicamente, tan esperanzador, ¡carajo! Escribe Noel sobre Pietri:
…to say (as many do) that you had to see Pietri live (alive) to get a full sense of his poetics is to emphasize the way his performances stressed the value of the irreproducible. In addition, his insistence on self-publishing, on disseminating his work in person via homemade limited editions, and in noncirculating forms such as object poems, performances, and installations, also point to this commitment to irreproducibility. (25)
Se me ocurre que esto es lo que se le escapa a Lalo. Ni Puerto Rico, ni Nueva York, ni la migración son una condición a ser diagnosticada en la literatura. No son más que los espacios y las travesías a las que sometemos y/o son sometidos nuestros cuerpos conmocionados. Como tales, son irreproducibles. Se pueden narrar, cómo no. Y poetizar. De forma trágica, cómica y/o disparatada. Y en cada performance, según detalla Urayoán en su libro, tanto el sujeto que poetiza, como la comunidad que hace las veces de su interlocutora, cambian. Un puertorriqueño jamás podría ser un sistema de divisiones o distancias, puesto que un puertorriqueño no es más que el sujeto que en ocasiones escapa del frío, y en otras del calor. Ahora bien, ni el frío ni el calor son condiciones definitorias en su vida ni en su poesía. Es más complicado y difuso que eso, por supuesto. Y si leemos a Urayoán cuidadosamente, tendríamos que decir que la poesía Nuyorican ha abordado (jugado con) esa complicación mejor que ninguna otra promoción literaria en Puerto Rico. Esto, quizá, porque contrario a Lalo, no diagnostica ni al individuo ni al colectivo. Más bien posa su mirada sobre su(s) cuerpo(s) en solidaridad. Se preocupa por ellos. De nuevo, pensemos en el Pietri de la vida real repartiendo condones en las calles de Manhattan. También pensemos en el Pietri del poema “Spotlight at the Nuyorican Poets Café” de Perdomo entregándole un condón al autor justo antes de que éste se trepara en tarima a leer: “Practice safe poetry tonight./ You never know what you might/ Catch up there”. ¿Habrá un momento más Nuyorican que éste? Nos dice Urayoán:
Nuyorican poetry is less a programmatic movement—hence my avoidance of the term the Nuyorican movement—than a multiplicity of voices speaking in one breath, joined by a decolonial sensibility and a commitment to a public (counter)culture of poetry. (xxvi)
Lo que es decir que los y las poetas Nuyorican tampoco nos representan. Eso nunca ha sido parte de su propuesta. Pero sí nos ven mejor, y nos leen mejor, y nos entienden mejor. Pues la suya es una poética— para citar a Urayoán citando a Clemente Soto Vélez—de la “kreatibidad de la ingobernabilidad”. Hablemos pues de nuevas y lúdicas formas de evitar hacer diagnósticos de otros/de nosotros en lo que escribimos y en lo que leemos. Hablemos mejor de nuestros cuerpos—bajo el frío, bajo el sol—que no se están quietos. Al fin y al cabo, no se trata de una enfermedad, sino de complejos y confusos movimientos a través de la historia. Hablemos también de los libros que ya no se consiguen [los de Pietri, los de Lima] ni en Nueva York, ni en Río Piedras, ni en Kissimmee. Se trata aquí de “mercancías” malamente repartidas entre cercanías difíciles, incómodas y disparatadas, más que de divisiones y distancias. Hablemos, seriamente, de la insistencia en un discurso sobre la invisibilidad de la literatura de un país que a su vez invisibiliza toda una tradición literaria. Llamémosle a ese país Puerto Rico sin condición. Identifiquemos a la poesía Nuyorican como un punto ciego en el mapa de nuestras letras. Y juguemos a trazar las líneas de contacto, afecto y conflicto entre las comunidades allá y las de acá. En esas líneas coloquemos nuestros cuerpos [reales, textuales]. Y de la mano de Juan Flores, de la mano de Urayoán falsifiquemos los documentos necesarios, para probar que sí, que existen ancestros y ancestras de nombres Juan, Miguel, Milagros, Olga, Manuel. Como existimos nosotros y nosotras, sus herederos y herederas. Es quizás esta maravillosa y esperanzadora verdad lo único que nos representa.
* Texto leído como antesala a la conferencia “El archivo elusivo: Pedro Pietri y la poesía Nuyorican” de Urayoán Noel, como parte de la IV Jornada Humanidades es Arte y Cultura: Sonido, imagen, cuerpo y letra, el 26 de marzo de 2015 en la UPR.