Sobre cómo mejorar la democracia
Tanto es así, que el filósofo político español (vasco y nacido en Bilbao, por más señas), Daniel Innerarity, catedrático en la Universidad del País Vasco, publicó en España un libro reciente y lo tituló Política para perplejos (Galaxia-Gutenberg, S.L., Barcelona, 2018). Para Innerarity, el abandono de dos principios principales y medulares de la teoría democrática explica en buena parte la perplejidad sobre las luchas entre elites conservadoras y una nueva izquierda inclinada al populismo —luchas enquistadas y sin solución a la vista— en países europeos contemporáneos: (a) la inclusión en el sistema de decisiones de todos los actores, aún de las minorías políticas; y (b) el deber medular de negociar y pactar cuando aparecen polarizaciones que llevan solo a un juego político de “ganar-perder”. Fallar con este segundo principio no es sino desconocer o no atender el hecho de que las democracias son más efectivas cuando se negocia de buena fe y se pacta, aun cuando dicho método de amplio diálogo no deje a nadie complacido en el 100% de sus deseos. Según Innerarity, “Solo quien haya entendido que las instituciones democráticas tienen su justificación en la igualdad, y no en el mero orden, o en el mero cambio, será capaz de pensar la democracia fuera del marco mental que quieren imponernos”. En Puerto Rico el marco mental lo imponen unos cuantos, que no solo conforman una elite conservadora de sus propios privilegios a costa de todo un pueblo —refugiados ellos y ellas en los partidos tradicionales, en ciertos medios de comunicación y en el gobierno colonial— sino también los pro-cónsules de la metrópoli, quienes actúan siempre obedeciendo los reclamos y conveniencias de Estados Unidos, aún en contra del bienestar de los propios puertorriqueños. Esa es una verdad irrefutable, y las pruebas surgen a diario.
Esta situación tan negativa y limitante de la posibilidad democrática muestra muy pocos agentes de lucha por la democracia misma. Demasiada gente tiró la toalla con eso, o jamás creyeron de verdad en la democracia, porque heredaron realmente sentimientos autoritarios. Por otra parte, justo es reconocer que muchos puertorriqueños se han sobrepuesto a las perplejidades que nos legaron el huracán María, la crisis económica y la deuda, y a la Junta de Supervisión Fiscal y sus austeridades —austeridad para el Pueblo pero fiesta de ganancias para las élites y para los que dirigen la propia Junta. Esos boricuas son la esperanza de futuro y han recurrido a resolver sus problemas locales sin depender tanto de los gobiernos, por medio de la autogestión comunitaria. Igualmente, existen grupos de todas las edades comprometidos con el empresarismo y con lograr poco a poco hacer de la economía de Puerto Rico una que esté más en nuestras propias manos que lo que hemos tenido en el pasado. Y existen, además, varias iniciativas embrionarias para crear alianzas y coagular frentes de lucha política. No obstante, todavía dichas iniciativas no ha cuajado en un movimiento nacional democrático, que defienda y aplique los principios de la democracia y los demande con exigencia perentoria: algo que, sin embargo, nuestro país sí necesita con urgencia. Por el contrario, demasiada gente anda sumida en la perplejidad, en la pasividad y en la inacción, o peor, en el pesimismo. Ninguna de esas actitudes ha contribuido jamás a forjar un país que sea auténticamente democrático. Y auténtico en democracia significa, no lo olvidemos, igualitario, basado en la inclusión y en la construcción de los consensos mediante el diálogo, la tolerancia, la negociación cooperativa y la deliberación democrática solidaria. Conlleva también una conciencia creciente de que democracia significa igualmente, como señala Innerarity, “el deber de pactar” en lugar de rumiar interminablemente los mismos conflictos irresueltos.
Estas consideraciones teóricas debieran acompañarnos a todos para enfrentar los retos de esta hora, uno de los cuales es sumamente importante: el reto de repensar y establecer en la realidad una sociedad política democrática con un nuevo pacto social. Por lo tanto, dichos elementos indispensables para la vida democrática tendremos que tomarlos en consideración al analizar las respuestas de los puertorriqueños entrevistados en las entrevistas profundas, oleada del año 2015, cuando desde la UPR realizamos dicha investigación y preguntamos a los entrevistados sus ideas sobre cómo “mejorar” la democracia en Puerto Rico. Habrá quien diga, y algunos pocos entrevistados también lo dijeron, que en Puerto Rico no puede haber democracia mientras haya colonialismo. Eso es en realidad una verdad parcial, basada en el pensamiento absoluto. En realidad, hay múltiples ejemplos de pueblos que aprendieron a operar democracias crecientes y estables —permeables además al cambio político como algo que no debe verse como “anti-estabilidad”— incluso en nuestro propio entorno geográfico del Caribe, o al menos dieron sus primeros pasos en ello, siendo todavía colonia de una metrópoli. Esto sucedió principalmente en las ex colonias de Inglaterra en el Caribe. No dudamos de que el colonialismo es mal ambiente para construir verdadera democracia, pero tampoco dudamos de la capacidad de nuestra gente para luchar por ella aún dentro del marco tan limitante que nos hemos dado a vivir. Por lo menos de esa gente nuestra que de verdad superó sus herencias autoritarias y se convenció de la necesidad de la democracia en las sociedades políticas contemporáneas.
Por mal que hayan procedido nuestros gobiernos centrales —y los más locales en los municipios— durante la época más autónoma del gobierno con participación medular de puertorriqueños, bajo el acuerdo de 1952 mal llamado “estado libre asociado”, es indiscutible que algunas lecciones sobre qué hacer y qué no hacer para lograr un sistema realmente democrático habremos aprendido. Estamos colonizados, es cierto también, pero no somos tan torpes como para no percibir tales lecciones. Lo que nos hace falta todavía es una buena conversación nacional y una reflexión organizada sobre todo eso que propenda a la gesta de un movimiento nacional pro verdadera democracia en Puerto Rico.
En mi columna del mes pasado singularicé algunas de las confusiones y mitos sobre lo que es una democracia que se revelaron en los resultados de las entrevistas profundas de 2015, entre ciudadanos de diversas inclinaciones en cuanto al tema del estatus político. En esta columna, comparto con los lectores de 80grados los datos sobre qué pensaban en 2015 los puertorriqueños —de diversas ideas en torno al estatus político— sobre qué podría hacerse en nuestro país lograr una mejor democracia. Examinaré las respuestas válidas más frecuentes y comentaré también sobre los silencios más importantes entre los entrevistados y entrevistadas estadistas, estadolibristas conservadores del ELA territorial, libre asociacionistas o soberanistas, y los independentistas.
Lo primero que debe recordarse es que la pregunta formulada fue totalmente abierta. No quisimos —los investigadores— imponer ningún marco de referencia a los respondientes. Por lo tanto, las categorías de los Cuadros de Resumen que se presentarán en esta columna surgieron de las propias menciones espontáneas de los entrevistados y entrevistadas. De esta manera, en cada grupo de preferencia de estatus, podemos palpar las ideas principales o “prioridades” de las personas para mejorar la democracia en Puerto Rico, así como también examinaremos las ausencias, sus impresionantes silencios.
Lo segundo que hay que recordar es que cada entrevistado pudo ofrecer más de una respuesta, si ese era su deseo. Por lo tanto, los cuadros de frecuencias no se refieren a personas individuales sino al número y proporción porcentual de las respuestas múltiples recogidas de todos los respondientes de cada grupo de preferencia de estatus político. Las respuestas de cada entrevistado se afectaron, por supuesto, por sus preocupaciones individuales, por problemas que han escuchado de los líderes de sus respectivos partidos, en los medios de comunicación, o en las conversaciones con amigos y familiares. Lo importante es saber que quien habla es mayormente la base de los grupos de estatus, los ciudadanos comunes, ya que muy pocos entrevistados tenían cargos gubernamentales o en los partidos. Como veremos, las bases populares del estadoísmo, del estadolibrismo conservador, del libre asociacionismo soberanista y del independentismo tienen preocupaciones bastante diferentes a las que los líderes de esos grupos piensan que ellos tienen.
Los estadistas y sus propuestas principales para mejorar la democracia.
A partir del cuadro siguiente se observa que para los estadistas del PNP —muy pocos fueron No afiliados— su preocupación principal fue con enmiendas a las fallas o ausencias que quedan en nuestro proceso electoral, o en la CEE, como por ejemplo, el deseo del voto electrónico, de una mayor frecuencia en los referendos y consultas al Pueblo, la propuesta de la eliminación de los fondos públicos en las campañas, el proponer que haya una segunda vuelta en las elecciones, o querer separar las elecciones de Gobernador de las de legisladores y de las de los alcaldes. Este tipo de preocupaciones concretas con los procedimientos en las elecciones fue lo más mencionado con más del 26% de las 87 respuestas múltiples válidas ofrecidas por los 59 estadistas de la muestra. Veremos que este patrón valorativo, remitido solo a las elecciones, se reitera entre Populares conservadores del ELA territorial, soberanistas favorecedores de la libre asociación y hasta en los independentistas. Es un rasgo común que ya habíamos estudiado la Dra. Ana Irma Seijo y este servidor en el Estudio Sobre la Cultura Política de los Puertorriqueños de los años 1980: el electoralismo afectivo.
En un segundo lugar, en la frecuencia de preocupación para ellos, estuvo “resolver el estatus” con el fin de potenciar una verdadera democracia. El pensamiento de estos estadistas espera que con la estadidad venga el derecho al voto en las elecciones en Estados Unidos. Poco más del 17% de todas las respuestas múltiples aludió a este asunto que los entrevistados que lo mencionaron consideraron de la mayor importancia. En tercer lugar, con porcentajes bastante cercanos de las respuestas múltiples, estuvo la preocupación con la necesidad de mayor transparencia gubernamental y un mayor control contra la corrupción política, como factores que dificultan una mejor democracia o una que sea auténtica. La corrupción política fue de particular preocupación, no importa si esta provenía de gobiernos del PPD o del PNP, ya que muchos respondientes eran conscientes de que el bien colectivo —que el gobierno hiciera lo que beneficiaba al Pueblo— se veía a menudo impedido por este problema. Esta preocupación con la corrupción, por ser un problema medular ya por décadas en nuestro sistema político, es común a todos los agrupamientos por preferencia de estatus. La impunidad frecuente que sobre ello han propiciado muchos de los líderes del PPD y del PNP va, sin embargo, en la dirección contraria a los deseos y a las expectativas de las bases. Cerca de un 14% de las respuestas múltiples de los estadistas insistieron en superar este problema como requisito para lograr una mejor democracia. Luego, cerca de un 13% subrayó la necesidad de mayor educación política, tanto entre los ciudadanos como en los propios gobernantes y jefes de las agencias públicas. La falta de educación política se vio por muchos de los entrevistados como una de las causas para la no solución aún del problema del estatus y para la existencia de votos “fanáticos” que no aseguran un mejor resultado en términos de quiénes llegan al manejo de la cosa pública.
En otro tema muy importante, cerca del 12% de las respuestas múltiples de los estadistas, curiosamente, se expresó contraria a la falta de oportunidades para otros partidos, al bipartidismo cerrado, o a las leyes electorales que perjudican a los candidatos independientes. Aunque no es un problema que afecta al PNP, sí hubo conciencia por parte de estos estadistas de que no hay plena democracia con tantos obstáculos como existen hoy en las leyes electorales y en las prácticas de la CEE que dificultan la sobrevivencia política de los grupos pequeños y otras minorías, así como de los candidatos independientes. Se hizo evidente que la base de los diferentes grupos de estatus tiene preocupación con este asunto, incluso la del PNP. Nadie entre ellos habló, sin embargo, de un mayor respeto por las propuestas de las minorías. Esto, a pesar de que como sabemos, y como recalca Innerarity, la tolerancia y el respeto al derecho de las minorías a expresar sus opiniones —o hasta su derecho a contribuir en algo a las políticas públicas— es una parte esencial de toda democracia. El radar de percepciones de los estadistas, sin embargo, no llegó hasta allí.
Es de notar también que solo cerca de un 7% de las respuestas múltiples de los estadistas mostrara preocupación con la democracia participativa para los ciudadanos comunes o con la propuesta sobre que los legisladores y otros gobernantes “escuchen más al Pueblo”. Tanto la atención de los gobernantes a los deseos de ciudadanos comunes, como la participación activa de los ciudadanos fueron poco mencionadas por los respondientes estadistas. Esto refleja en parte otra realidad recalcada por Jorge Benítez Nazario en su estudio de cultura política: el limitado repertorio político de los puertorriqueños en general. (La Cultura Política en Puerto Rico, Instituto de Cultura Puertorriqueña) Es decir, la mayor parte de ellos —en la encuesta nacional de Cultura Política de los años 1980 descubrimos que más de un 72% de ellos y ellas— no hace nada más en la vida política que seguir algo la campaña por los medios de comunicación masiva y acudir a votar el día de las elecciones.
Una ausencia medular, que fue de total silencio entre los estadistas, fue la noción de igualdad, no dentro del sistema político de Estados Unidos que es de lo que habla sin cesar el PNP cuando se refiere al mito de la “igualdad de la estadidad”, sino entre puertorriqueños y dentro del sistema político propio de Puerto Rico. Es increíble cómo un pre-requisito tan medular de la concepción de lo que es potenciar la democracia en un país, haya pasado totalmente desapercibido por los respondientes estadistas. Ni se lo plantearon, aunque residen, como sabemos, en uno de los países con mayor desigualdad socioeconómica del mundo.
Finalmente, es bastante significativo que cerca de un 5% de los estadistas proclamara la no necesidad de acciones en pro de una mejor democracia en Puerto Rico, porque la democracia “está bien como está” y que 0% de las respuestas de los estadistas sugiriera siquiera la idea de que no existe la democracia en Puerto Rico.
Las propuestas de los Populares conservadores pro ELA territorial
Lo primero que resalta de este segundo Cuadro de Resumen es que entre los Populares conservadores del ELA como está y los estadistas son más las similitudes que las diferencias en cuanto a cómo piensan y a qué les preocupa principalmente al momento de pensar en intentar mejorar la democracia puertorriqueña. Al igual que los estadistas, los estadolibristas conservadores del PPD, dieron mayor prioridad a cambios en las leyes electorales o en la CEE, tales como el voto electrónico, más frecuencia en las consultas por referendo, regionalizar el país para no tener tantos municipios con problemas económicos, que haya dos vueltas en las elecciones para Gobernador, etc. Sorprendentemente, la segunda preocupación de estos Populares estadolibristas, conservadores del ELA como está, es con el propio bipartidismo y la falta de oportunidades para pequeños partidos y candidatos independientes. Recordemos que entre los 47 Populares conservadores de la muestra no había ninguna persona del ala soberanista de ese partido. Por lo tanto, que, aun entre ellos, cerca de un 17 % de sus respuestas múltiples tuviera la preocupación con la falta de oportunidades para los pequeños partidos y la falta de buena representatividad en nuestra legislatura (comparado con solo 11.5% de los estadistas) indica que la base del PPD, aún la más conservadora, no se corresponde con las representaciones públicas que de ella reclaman los dirigentes conservadores de ese partido. Este planteamiento de tener mejor democracia mediante el logro de
una legislatura más representativa, puede tener raíz, además, en un cierto descontento de la base del PPD por cómo unos pocos líderes de dicho partido habitúan a limitar el acceso democrático de todos a los cargos legislativos. Los partidos principales han establecido primarias para resolver la competición entre varias personas a un mismo cargo, pero sabemos que los manejos privados y públicos del alto liderazgo de esos mismos partidos principales, determina —más a menudo de lo que sería deseable en una verdadera democracia— quiénes tendrán la ventaja real para ganar en las elecciones primarias. Es interesante saber que entre los 59 estadistas de la muestra en este estudio un 45.7% de ellos dijo que estaba mal el bipartidismo cerrado que solo permite que ganen elecciones el PPD y el PNP y que entre los 47 Populares conservadores del ELA como está un 55.4% de ellos respondió en forma similar. Las dos razones más seleccionadas por ellos fueron “está mal porque en una democracia debe haber oportunidad para otros partidos” y “está mal porque el PPD y el PNP se recuestan de su monopolio y no tienen incentivo para gobernar bien, ya que ganan siempre aunque hayan gobernado mal”. Los porcentajes son más elevados entre los libre asociacionistas (el 72.5% de 69 entrevistados) y entre los independentistas (81.5% de los 87 entrevistados). Este es un dato que no debiera sorprender a nadie, en un país en el cual unas minorías kakistócratas , del PPD y del PNP, monopolizan los privilegios para sí —y para sus más allegados familiares y amigos— y benefician relativamente poco a la amplia base de votantes de esos partidos. Justamente por eso, no debe sorprender a nadie que en las elecciones de 2016 ocurriera una abstención electoral tan elevada entre los propios votantes consuetudinarios del PPD y del PNP y más de un 20% de votos para los candidatos independientes.
En tercer lugar, en la proporción de sus respuestas múltiples, quedaron dos propuestas empate, con exactamente 14.3% cada una de ellas. Una lo fue la necesidad de mayor transparencia gubernamental y rendición de cuentas al Pueblo unido al reclamo de que no haya tolerancia con la corrupción política. En este punto, tanto los estadistas como los estadolibristas conservadores, tuvieron frecuencias y porcentajes similares. En el segundo de los elementos empate para los estadolibristas conservadores, la mayor educación política, se notó una ligera más frecuente preocupación entre ellos que entre los estadistas entrevistados.
En cuarto lugar, los Populares conservadores del ELA como está dieron importancia a un tema menos mencionado entre los estadistas. Se trata de las oportunidades que provee el sistema político de Puerto Rico para mayores espacios de democracia participativa ciudadana. Mientras que para los Populares conservadores un 13% de las respuestas múltiples se refirieron a este asunto —como mejora posible en la democracia puertorriqueña— solo cerca de un 7% de las menciones de los estadistas se refirió a este punto.
Finalmente, vale notar que en la percepción sobre que en Puerto Rico la democracia no necesita mejorar, ya que es “casi perfecta”, según algunos, en ambos grupos, los Populares conservadores y los estadistas se encontraron minorías que insistieron en este criterio, con 3.9% y 4.6%, respectivamente, mientras en esos mismos grupos ninguna persona cuestionó la existencia misma de una democracia en Puerto Rico.
Vuelve a llamar la atención la ausencia total de consideración, por parte de los Populares conservadores del ELA como está, al igual que ocurrió con los estadistas, de asuntos medulares que deben estar presentes en toda democracia tales como mejores condiciones de igualdad socio-económica que propicien a su vez una mayor igualdad en el acceso a la educación y a la participación política más allá del voto; la necesidad del elemento “inclusión” y del respeto a las opiniones disidentes de las minorías y otro conjunto de temas que tienen que ver con las pre-condiciones socio-políticas para que exista una democracia más auténtica en cualquier país. Por ejemplo, vale la pena preguntarse cuáles son las precondiciones de libertades ciudadanas que están realmente accesibles en la práctica en nuestro país, y cómo se distribuye el disfrute de tales libertades, para ver si con ello se potencia o no la democracia. De eso nadie habló, dando por sentado condiciones óptimas de libertad, cuando en realidad la libertad para algunos es, si acaso, muy precaria, y no facilita el acceso a la participación política. Otro asunto totalmente ignorado por nuestros respondientes es el de la superación de las actitudes autoritarias en las personas que dirigen las diversas agencias públicas —o en el proceso institucional interno de las corporaciones públicas—entre ellas la Universidad de Puerto Rico, que ha sido criticada por la Middle States precisamente por su falta de gobernanza democrática interna. Más allá del enfoque personalista en lo que hacen las personas nadie entre estadistas ni estadolibristas conservadores habló sobre la necesidad de mejorar el marco institucional de procedimientos, de modo que se incluyan más salvaguardas contra la corrupción política o contra acciones perjudiciales al bien común en los procesos de administración pública, algo que según Innerarity es clave en toda democracia contemporánea.
Las propuestas para mejorar la democracia puertorriqueña entre los libre asociacionistas
Las diferencias en prioridades para mejorar la democracia se observan mayormente al comparar tanto a estadistas como Populares conservadores con los libre asociacionistas soberanistas (en su mayoría también Populares) y con los independentistas. Veamos primeramente los resultados obtenidos en el grupo de las 109 respuestas múltiples ofrecidas por las 69 personas que tuvieron como primera preferencia en esta muestra un “ELA soberano o libre asociación con soberanía plena puertorriqueña”.
Una vez más, la mención de propuestas muy concretas de reformas en las leyes electorales o en la CEE recibió la pluralidad de las menciones que en el caso de los libre asociacionistas fue de más del 27% de sus respuestas múltiples. Acá, sin embargo, entre los libre asociacionistas, una segunda preocupación quedó casi empatada con esa primera: casi el 27% de las respuestas múltiples de ellos se refirió al problema del bipartidismo y de las limitaciones legales y prácticas para los pequeños partidos y para nuevas opciones de candidaturas, como los candidatos independientes. Esta proporción es bastante más elevada que el 11.5% obtenido por este tema entre los estadistas y el 17% entre los Populares conservadores. Es una diferencia notable, y era de esperarse, ya que los libre asociacionistas son realmente en este estudio una amalgama entre Populares disidentes en su partido —bastante esquinados por la cúpula— como de ex independentistas convertidos a la libre asociación y libre asociacionistas independientes o sin partido. Su tendencia a la crítica del funcionamiento actual de la democracia en Puerto Rico es bastante más acusada que la que puede observarse en la base del PPD conservador y del PNP, evidentemente.
En tercer lugar, en el porcentaje de frecuencias (con 12.8%) se encuentran empate entre los libre asociacionistas dos propuestas para mejorar la democracia: que haya una mayor participación ciudadana y mayores y mejores espacios para influir en la política desde la sociedad civil no partidista, y una mejor educación política tanto para los ciudadanos como para las personas que se reclutan a los cargos públicos de modo que estas sean más eficientes y competentes. Entre muchos libre asociacionistas se percibió la educación política como un antídoto contra la ineptitud o la corrupción, lo cual, sin embargo, no necesariamente es correcto. Este asunto lo volveremos a ver planteado con prioridad entre los independentistas respondientes a nuestras entrevistas. En realidad, algunas de las personas más ineptas y corruptas en nuestros gobiernos de las últimas décadas provinieron de una elite educativa con profesiones de prestigio y estudios académicos posteriores al bachillerato. Por lo tanto, este tema de la educación en general, o de la educación política, como propiciatoria de una verdadera democracia y de una reducción en la corrupción gubernamental es necesario matizarlo muchísimo. En la oleada de 2016 añadimos la variable de “nivel más elevado de estudios que logró obtener cada entrevistado”, a sugerencia del colega Jorge Schmidt Nieto, del Recinto de Mayagüez de la UPR, algo que no se incluyó en 2015. Prometo analizar datos importantes de la oleada de 2016, cruzados por nivel educativo, para que se observe dónde hay correlación —y dónde no parece haberla— entre una mayor educación y las ideas o los comportamientos políticos de las personas.
La solución al estatus político mediante la libre asociación fue mencionada en cuarto lugar por los libre asociacionistas, con solo un 11% de las respuestas múltiples, algo que compara con la mayor prioridad en los estadistas, que la mencionaron en segundo lugar con poco más del 17%. El caso de los Populares conservadores del ELA territorial es muy sui generis, ya que para muchos de ellos es mejor que no se le dé importancia al estatus, de modo que los gobernantes puedan atender problemas “reales” de gobierno. No olvidemos que para los estadolibristas conservadores del ELA de 1952, el status debe dejarse tal como está debido a que los males del sistema político de Puerto Rico, según su pensar, no se han debido al estatus sino a los “malos gobiernos”, sobre todo, los del PNP. Esto no los incluye a todos ellos, por supuesto, pero si a un sector bastante palpable. Como dato corroborativo, entre los Populares conservadores cerca del 43% respondió a la pregunta sobre el procedimiento más útil para resolver el problema del estatus con la categoría de “ningún proceso, es mejor dejar quieto como está el estatus” comparado con 0% de los estadistas, 0% de los libre asociacionistas y un 2.3% de los independentistas.
Finalmente, en quinto lugar, hubo otro empate con 3.7% de las menciones correspondientes a que los gobernantes escuchen más las opiniones del Pueblo y que haya mayor transparencia gubernamental y menos corrupción como forma de mejorar nuestra democracia. Un 2% de los libre asociacionistas percibieron que la democracia puertorriqueña no necesita mejorar porque está muy bien. Y nadie entre ellos se planteó siquiera que pudiera pensarse que no existe democracia en Puerto Rico. La atención a la corrupción gubernamental como criterio para mejorar la democracia resultó más baja entre los libre asociacionistas no porque no la consideren importante, sino porque asociaron este problema más con el proceso cotidiano de gobierno en lugar de asociarlo con el marco democrático en general: 24% de sus respuestas múltiples sobre cómo tener un mejor gobierno se refirieron a ese asunto, que fue el segundo en orden de frecuencia para ese grupo.
Las Propuestas de los Independentistas para Mejorar Nuestra Democracia
Entre aquellos y aquellas que tuvieron como preferencia de estatus la independencia, que fueron 87 personas con 143 respuestas múltiples, encontramos, como se dijo anteriormente, el mismo patrón general: Cerca de un 24% de sus respuestas múltiples aludieron a reformas concretas en las leyes y en los procesos electorales, sobre todo en la propia CEE. Algunos de los independentistas propusieron eliminar la CEE y hasta realizar una reforma electoral total. Es decir, soluciones más “de raíz”. En segundo lugar, con cerca del 22% de sus respuestas, los independentistas mencionaron una mejor educación en general, y más y mejor educación política en particular, como modo de ampliar nuestra democracia. Entre muchos de ellos, sobre todo entre los miembros del PIP, el descalabro en los votos para ese partido se ha debido, además de a la represión histórica contra el independentismo y las carpetas, a una falta de educación política en el Pueblo mismo. Educación política que, sin embargo, un partido cansado y periclitado como el PIP, no ha sido capaz de difundir con una dinámica efectiva, adecuadamente, en los medios de comunicación masiva y en la era digital.
En tercer lugar y con un 17.5% de las respuestas múltiples de los independentistas estuvo la solución de eliminar las condiciones que reproducen el bipartidismo cerrado PPD-PNP y dar mayor flexibilidad y mejor trato legal y práctico a los partidos minoritarios y a los candidatos independientes. En este tema las respuestas de los independentistas tuvieron una frecuencia y prioridad similar a la de los Populares Conservadores y algo más baja que la de los libre asociacionistas, el grupo de preferencia de estatus más interesado en que se supere el bipartidismo y la falta de representatividad en la legislatura con casi 10 puntos porcentuales más que la mención por los independentistas. Esta diferencia es atribuible a la ausencia de un partido político como tal que actúe en defensa de la libre asociación y probablemente la importancia a la falta de representación legislativa tenga que ver con el malestar existente entre muchos de ellos por las traiciones de algunos legisladores Populares quienes, por un lado, se han pronunciado como que son “libre asociacionistas” pero luego, por otro lado que es el que más cuenta, el de las acciones, y con el fin de amoldarse a la cúpula conservadora del PPD y conservar así sus sillas legislativas, han dejado de luchar por la libre asociación soberana. En cuarto lugar, con 14% de sus respuestas múltiples, los independentistas señalaron la solución del estatus mediante la independencia política del país como una manera de abrir camino a un sistema puertorriqueño auténticamente democrático. No obstante, un 1.4% de los independentistas señaló que la democracia puertorriqueña “está bien” y no necesita mejoras. Otro 1.4%, por el contrario, señaló abiertamente que no existe democracia en Puerto Rico y que la pregunta estuvo mal planteada porque “no se mejora lo que no existe”. Es notable que un porcentaje tan bajo, aun entre los independentistas, haya reaccionado de esa manera.
Por último, cabe destacar que solo 12 menciones entre 143, o el 8.4% de las respuestas múltiples de los independentistas, se refirieron a mayor participación ciudadana desde la sociedad civil o mediante la democracia participativa. No fue un tema de alta prioridad para ninguno de los grupos de preferencias de estatus, lo cual probablemente tiene que ver con el electoralismo pasivo y afectivo característico de la cultura política de todos los puertorriqueños. En el caso de los independentistas en particular, su porcentaje más bajo en este tema que el de los libre asociacionistas (12.8%) y el de los Populares conservadores (13%) puede deberse al alto número de ellos, en comparación con los otros grupos de estatus, que tienen la abstención electoral como un comportamiento habitual, debido a su enajenación frente a un sistema político que nunca mide correctamente el verdadero peso específico de los independentistas. Es obviamente una especie de círculo vicioso: los independentistas tienen menor peso específico que su población real debido a la abstención electoral consuetudinaria en muchos de ellos, y prefieren abstenerse de votar porque no le ven sentido a participar en un sistema electoral en el cual no tienen oportunidad real de impactar de modo sensible al sistema político. Incluso una queja habitual de los legisladores del PIP ha sido la poca oportunidad de consideración seria y aprobación que se da a sus propuestas de política pública, no solo al interior de la legislatura, sino también en los medios de comunicación principales del país.
Los datos presentados en esta columna deben servir de acicate a una agenda pública nueva en nuestro país que privilegie la discusión en el debate público sobre la democracia en Puerto Rico, no solo sobre sus adelantos y atrasos ostensibles, sino también sobre las concepciones anticuadas que muchos tienen del concepto democracia. Uno de los temas más importantes, sobre todo central en cuanto a las consideraciones sobre el estatus político que es más conveniente para los puertorriqueños, es la evaluación de los procesos políticos en Estados Unidos y de si es o no posible la democracia en la “era de Trump”. El Estados Unidos actual parece tener graves problemas con su sistema político interno y su “democracia” y hay quien la ve tan en decadencia, comparado por ejemplo con la era de Franklyn Delano Roosevelt, que les parece una “especie en peligro de extinción”. Sea eso cierto o sea falso, es un tema que debiera tener prioridad en la discusión pública en Puerto Rico, sobre todo cuando se discute sobre nuestro estatus político futuro, si es que aspiramos realmente, no solo a superar el coloniaje, sino a tener también una mejor sociedad política, que sea auténticamente democrática.