Los GMO y los enemigos de la Ciencia: una crítica al capitalismo
…es un ser vivo creado artificialmente con una técnica que permite insertar a una planta o a un animal genes de virus, bacterias, vegetales, animales e incluso de humanos. Por ejemplo, los biotecnólogos pueden tomar el gen de una bacteria e insertarla en el maíz, creando un organismo vivo completamente nuevo, esto con el fin de producir una sustancia insecticida; o, bien, insertarle un gen para darle resistencia a herbicidas.
[…] El objetivo de la biotecnología aplicada a la agricultura es controlar la producción de alimentos, a fin de lograr mayores ganancias para empresas como Monsanto, Bayer, Syngenta, Pioneer y Dow Agroscience, que al desarrollar estos organismos tratan de controlar los granos básicos que alimentan a la humanidad como maíz, soya, canola, algodón, sorgo, arroz y trigo. (Ver más aquí)
Pero claro, ¿quién en su sano juicio considera como una autoridad a esos “hippies de Greenpeace”? Así que mejor veamos lo que dice el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA):
Agricultural biotechnology is a range of tools, including traditional breeding techniques, that alter living organisms, or parts of organisms, to make or modify products; improve plants or animals; or develop microorganisms for specific agricultural uses. Modern biotechnology today includes the tools of genetic engineering (USDA).
Lo primero que hay que decir sería que ambas definiciones son ciertas, se diferencian quizás en el tono y la especificidad, pero ambas son válidas. Greenpeace se dedica a explicar con más detalles las formas en que se privatiza y se modifica una semilla como parte de un negocio, mientras la USDA no considera eso relevante. La USDA evade el detalle de cómo los organismos modificados genéticamente están subordinados a los intereses corporativos en su definición oficial, y convierte la acción de crear “transgénicos” en algo convenientemente descontextualizado y simple, dejando materias económicas, sociales y políticas muy importantes, fuera de su definición.
El Departamento de Agricultura de EE.UU. en su página oficial, pasada la disquisición inicial, se concentra por ejemplo, en el caso de la Papaya Hawaiana Rainbow como prueba de la bondad de los transgénicos, pero evita mencionar entre las cualidades de su paradigma que esa variedad transgénica se consiguió alterando la local y que han creado un nuevo organismo privatizado. Esto no hace la caracterización falsa, pero considero un problema serio que la expresión “oficial” no considere importante mencionar que todo organismo modificado es resultado de un proceso caro, privado y que cobra regalías, entre otros detalles impuestos por el sistema económico capitalista.
En la definición de Greenpeace, de otro lado, lo que parecería ser una conclusión gratuita si se compara con la de la USDA, cuando dice que el objetivo de los transgénicos es “…controlar la producción de alimentos…” para generar más riquezas, no lo es; y todo lo que leerá de aquí en adelante tiene el fin de demostrarlo.
Por el principio
Capitalism is the extraordinary belief
that the nastiest of men for the nastiest of motives
will somehow work for the benefit of all.
–John Maynard Keynes
La Rainbow Papaya, la variedad transgénica y privatizada de Hawái, controla tres cuartos de la producción total de papaya Hawaiana con 1,000 acres. Sin lugar a dudas, haber podido salvar a las papayas del ataque del “ringspot virus” permite que esta se pueda producir a gran escala y que sea muy rentable. La historia se vende popularmente como un acto de filantropía del “Dr. Dennis Gonsalves, [a] retired Professor Emeritus of Plant Pathology at Cornell”, que según cuenta la leyenda regaló semillas transgénicas a unos agricultores hawaianos a manera de experimento. Una vez se consideró como un éxito la prueba de liberar las semillas en la flora y fauna hawaiana tras el “regalo” del Dr. Gonzalves, enseguida se empezó a vender. Muchos insisten en ver este ejemplo como uno que exalta los logros de los transgénicos pero es solo una farsa: una burda manipulación de los hechos.
Más que un regalo generoso de semillas la acción de “liberarlas” en el 1998, fue un riesgo que se tomó con los Hawaianos. Si bien es cierto que la variedad demostró ser exitosa combatiendo el virus ya ha empezado a mezclarse con variedades libres y como las corporaciones reclaman propiedad intelectual sobre ella, pueden demandar legalmente a los agricultores que se afectan con el cruce natural. La variedad no ha podido ser adaptada con éxito en otros lugares en donde se ha seguido el mismo “método” de regar semillas experimentales sin tomar en cuenta las consecuencias en la flora y fauna de los ecosistemas en donde se introducen. En Puerto Rico este tipo de empresas lleva años experimentando con transgénicos de igual forma. Según el propio Dr. Gonzalves se ha tratado además en Tailandia, Taiwán y China, entre otros.
Así que, si bien es cierto que se introduce en Hawái la papaya Rainbow con semillas que se “regalaron”, porque estaban haciendo un experimento, la variedad Rainbow es propiedad exclusiva de Monsanto. Toda semilla de Rainbow papaya se vende, como aclara en una entrevista el propio Dr. Gonzalves:
The seeds were initially distributed free to the growers because I believe the industry (Papaya Administrative Committee) got some grant funds from the state to produce the seeds. Now, the industry produces the seeds and sells them at cost to the growers. (ver más aquí.)
Siendo optimistas podríamos celebrar que le vendan semillas al costo a los agricultores hawaianos; sin embargo, eso no es lo que está pasando exactamente, pues la corporación que las vende paga una licencia a Monsanto y ese dinero como señala Gonzalves, proviene en parte de fondos federales. En términos generales, los impuestos estadounidense financian el experimento de Monsanto y los agricultores pagan las semillas al precio que la corporación en Hawái llama “al costo”.
Monsanto issued the license of these technologies to the Hawaiian papaya industry (Papaya Administrative Committee […] and later transferred to the HPIA (Hawaii papaya industry association). Thus, organic papaya farmers’ crops hybridizing with GE varieties will not result in lawsuit from Monsanto since they licensed the technology to the above organizations to commercialize the papaya in Hawaii. (ver más aquí)
En el caso de un cruce de la variedad libre con la de Monsanto esta no demandaría a los agricultores porque la demanda la tendría que hacer la PAC y/o la HPIA. De igual forma hay que enfatizar en que es una licencia lo que adquieren y no un derecho de propiedad sobre el producto. El dueño de la patente y quien cobra por la semilla cuando vende licencias es Monsanto. Otras papayas orgánicas se producen en menor escala en Hawái y su pérdida de influencia en el mercado no ha sido porque su papaya sea inferior a la modificada, sino que los pequeños productores se ven obligados a competir contra una multinacional. Es como si un colmado luchara por clientes contra Walmart. El beneficio de partida no es para la humanidad, sino para el bolsillo de unos pocos monopolistas que insisten en el modelo de producción a escalas masivas para poder ganar dinero masivamente, nosotros solo podemos tener el derecho a comprarles la papaya. Fíjese que aquí ya ni me parece importante señalar que la papaya es modificada genéticamente, y no es ni relevante para el punto, si no fuera por el hecho de que se hace propiedad privada por la capacidad que adquiere tras la modificación genética y tras la introducción ilegal y arbitraria del organismo a un ecosistema ajeno previo a su comercialización.
Quien patentiza un organismo es propietario de este y es ilegal comprar una papaya privatizada y reproducirla sin permiso. No es descabellado pensar que con el entrecruzamiento en algún momento podría desaparecer la papaya como organismo libre en Hawái y domine indiscutiblemente la variedad de Monsanto. En adición a esto, un organismo modificado se puede seguir “mejorando” y reintroduciendo al mercado cada vez que venza una patente. Esto es así porque los mercados de transgénicos funcionan dentro de la cultura económica del consumismo y la obsolescencia programada como todo lo que hace el capitalismo. Es el mercado quien dicta esa ley y es la base de un negocio “sostenible”.
Probablemente usted ni yo necesitábamos un teléfono nuevo desde el 2000, sin embargo, a casi todos nos han hecho comprar 20 diferentes modelos en menos de 15 años. Igual pasa con los sistemas de computadora, con las drogas de farmacéuticas y con todo lo que produce el capital. Ese es su fin porque no producen para perder. Igual usted quizás dirá que se vencen sus patentes y no pasa nada, pero no es así de fácil.
Primero, una patente dura 20 años, y por ejemplo, el maíz y la soja modificada tardó menos de 5 años en dominar alrededor del 90% del mercado estadounidense y el Algodón Bt consiguió el 99% del mercado algodonero de la India en 6 años. En el tiempo en que ejecutan su exclusividad están diseñando semillas que sustituirán las actuales como nos hacen cambiar de teléfono cada 10 o 12 meses. Pero igual, cuando una multinacional controla un mercado a ese nivel, para quitárselo se necesita invertir inmensas cantidades de dinero y esfuerzo, así que aún cuando caduquen sus patentes dudo mucho que pierdan compradores.
Como si fuera poco la abrumadora e inmensa mayoría de las patentes comercializadas están atadas a otros productos, como es el caso del Roundup, un herbicida que elimina todo lo que tenga vida menos el organismo modificado para resistirlo, que se denomina entonces “Roundup ready”. Así que si usted tuviera el dinero para poseer la cantidad de semillas de Monsanto necesarias para hacer el negocio de sembrarlas por la libre, usted todavía tendría que comprar un herbicida con glifosato para sacarle provecho y el más vendido es el Roundup de Monsanto.
El glifosato
El glifosato es el principal ingrediente de los herbicidas más populares del mundo. Estos contaminan la tierra, el agua y todo lo que tocan, incluyendo a las personas.
Critics have argued for decades that glyphosate, the active ingredient in Roundup and other herbicides used around the globe, posses a serious threat to public health. Industry regulators, however, appear to have consistently overlooked their concerns. (ver más aquí: www.huffingtonpost.com)
En su página, visitada el 1ro de agosto de 2015, arguye Monsanto:
Glyphosate-based herbicides are supported by one of the most extensive worldwide human health, safety and environmental databases ever compiled for a pesticide product. Comprehensive toxicological studies repeated over the last 40 years have time and again demonstrated that glyphosate posswes no unreasonable risk to people, the environment, or pets when used as directed on the label. (Ver más aquí)
El 20 de marzo de 2015, la Organización Mundial de la Salud presentó un informe anunciando públicamente el peligro del glifosato. En él se menciona incluso, que la Food and Drug Administration (FDA) había descubierto el daño que causaba el glifosato en la década de 1980 y aún así lo autorizó. El documento oficial de la Organización Mundial de la Salud dice sobre el glifosato:
The IARC Working Group [International Agency for Research on Cancer / Organización Mundial de la Salud] that conducted the evaluation considered the significant findings from the US EPA report and several more recent positive results in concluding that there is sufficient evidence of carcinogenicity in experimental animals. Glyphosate also caused DNA and chromosomal damage in human cells, although it gave negative results in tests using bacteria. One study in community residents reported increases in blood markers of chromosomal damage (micronuclei) after glyphosate formulations were sprayed nearby. (ver más aquí)
Las compañías que producen y venden glifosato demandaron y paralizaron cualquier acción en su contra con solo decir que no era cierto y en algunos casos contrademandar. El juego legal les permite mantenerse en operación mientras desfila prueba y se llevan casos por años. Lo mismo pasó con el Agente Naranja, la Hormona de Crecimiento Bovino, el PCB, la Sacarina, el DDT, etc.
Cuando el cigarrillo se empezó a asociar con el cáncer las defensas de las tabacaleras eran idénticas. Se decía que no existía ninguna prueba científica significativa que vinculara el humo del cigarrillo con el cáncer. El argumento se aceptaba como válido porque faltaban experimentos con humanos. Fue una gesta conseguir que se le imprimiera una advertencia de cáncer a los paquetes de cigarrillos, igual de difícil fue prohibir sus anuncios en TV y el cine.
El glifosato está actualmente colocado dentro del grupo 2-A, una categoría que entre los expertos en cáncer significa que: “…the agent is probably carcinogenic to humans. This category is used when there is limited evidence of carcinogenicity in humans and sufficient evidence of carcinogenicity in experimental animals”. Más adelante añade: “This category is also used when there is limited evidence of carcinogenicity in humans and strong data on how the agent causes cancer” (ver más aquí). Una respuesta apologista tradicional, a los métodos científicos usados para clasificar estos carcinógenos, es que se basan en “estudios de caso y control” (“case control”).
All three of the studies in this figure [los que al parecer llevaron a las conclusions de la Organización Mundial de la Salud] are “case control” studies. This type of study takes a large number of ‘cases’ of the disease of interest, finds a similar group of people without the disease, and then tries to find differences in risk factors between the groups. Any factors that are more prevalent in the ‘case’ group (the group with the disease) are viewed as possible risk factors for the disease. (ver más aquí)
Se defienden las corporaciones diciendo que las correlaciones obtenidas de ese tipo de prueba son débiles. Lo que esto significa es que los agricultores y los vecinos de plantaciones que usan glifosato por el mundo y están enfermos con cáncer no se podrían considerar realmente como parte de la evidencia científica dura. Sugieren con eso que los resultados no se obtuvieron, por dar un ejemplo, tras la experimentación controlada con humanos. En otras palabras, parecen decir que no se puede confiar a ciegas en los cientos de casos de cáncer en el personal que maneja el glifosato porque esa data no es la conclusión de un método científico aplicado bajo condiciones verificables; entiéndase, que no se estableció un grupo control mientras se le administraba glifosato a otro grupo experimental de personas, etc. Como dato paralelo es importante decir que en los países pobres, miles de agricultores, incluyendo niños, utilizan glifosato hasta descalzos, mientras que en EE.UU. se suele regar con traje de seguridad y mayormente desde aviones. Al parecer, la única forma en que se aceptará sin lugar a dudas que es carcinógeno para los humanos el glifosato será cuando se pueda experimentar con gente.
Esto no es prueba de culpabilidad, claro está, pero seríamos unos tontos si pensáramos que el modus operandi de las organizaciones capitalistas cambiaría. Esto nos hace preguntarnos también, ¿exactamente qué tipo de investigación conduce la FDA y a merced de qué fuerzas está tomando decisiones para aprobar productos y autorizarlos para el consumo?
De todas formas, algunos defensores ciegos de las corporaciones dicen que el glifosato está clasificado en la misma lista de carcinógenos en la que están algunos tipos de té y algunos productos de belleza, y dirán eso como si fuera un atenuante. Otros incluso se atreverán a decir que de algo se tiene uno que morir, pero la cosa es que lo malo es vivir con cáncer.
El propósito de los transgénicos es acumular riquezas. Una empresa capitalista por definición busca crecer cueste lo que cueste y nunca está de más repetirlo. Las empresas de transgénicos producen semillas para ganar dinero, ese es su negocio.
Monsanto seeks intellectual property protection, including patents and often plant breeders’ rights, to cover many of the traits and seed varieties we develop. These protections help to ensure we are paid for our products and for the investments we put into developing them. (monsanto.com)
Arguyen que venden lo que les costó producir, pero el punto es que, como veremos adelante, los transgénicos son una necesidad creada artificialmente. Nadie necesitaba los transgénicos porque no hay escasez de producción alimentaria y según la ONU la población decrece; segundo, porque existen variedades libres que satisfacen mucho mejor las necesidades regionales y ecológicas dentro de un paradigma de cultivo a pequeña escala, que es mucho más racional; y tercero, porque las semillas que los capitalistas de los transgénicos usaron para modificar, fueron a su vez modificaciones históricas, culturales y milenarias que otras culturas crearon.
La privatización de la semilla
When a new edition of Microsoft Office hits the market, it’s copyrighted. You can’t buy a copy, burn it and sell it to your friends—or else it’s called piracy. It’s the same with Monsanto’s patented seeds. Patents, like copyrights, are a form of intellectual property protection that legally prohibits unauthorized duplication of a product.
The first time growers purchase Monsanto seed, they sign a stewardship agreement and contract agreeing not to save and replant seeds produced from the crops they grow from Monsanto seed (monsanto.com).
Me sorprendió de salida, en lo citado arriba, el ejemplo escogido para demostrar el concepto de propiedad intelectual, porque Bill Gates (Microsoft) es (junto a Carlos Slim) la persona más rica del mundo y es al mismo tiempo un dueño importante de Monsanto:
The Bill and Melinda Gates Foundation […] is being heavily criticized in Africa and the US for getting into bed not just with notorious GM company Monsanto, but also with agribusiness commodity giant Cargill.
Trouble began when a US financial website published the foundation’s annual investment portfolio, which showed it had bought 500,000 Monsanto shares worth around $23m. (theguardian.com)
Además, Bill Gates es monopolista precisamente por su software:
With settlement talks having broken down, the judge overseeing the government’s antitrust case against Microsoft issued a stinging ruling yesterday that Microsoft had violated antitrust laws by abusing its monopoly position over Windows, the operating system that controls the vast majority of personal computers (Ver más aquí).
No es poca cosa observar que en el 2014, según el Departamento de Agricultura de EE.UU., ya el 94% del maíz sembrado en EE.UU. era genéticamente modificado. No todo es de Monsanto, claro está, pero esta corporación maneja una parte importantísima. Esto no significa que sea más o menos mala que otras, sino que representa muy bien el perfil de crecimiento de una empresa exitosa y es un excelente ejemplo de cómo una costosa operación corporativa afecta nuestros hábitos alimentarios. Monsanto en estos momentos se encuentra buscando absorber a Syngenta y a Bayer CropScience, ambas empresas son parte de su competencia, describiendo claramente su trayectoria hacia el monopolio. Puede conseguirlo o no, pero sin lugar a dudas está buscando a conciencia acaparar el mercado. Este año reportó: “Net sales in the Seeds and Genomics segment for the third quarter were $3.2 billion versus $3.0 billion the same period last year”.
“Side line”: La PAPA
El 8 de noviembre del 2014 anunció la USDA:
Boise, Idaho-based J.R. Simplot Co. developed the potato, and it was approved by the USDA Friday. Simplot is a major supplier of french fries, hash browns and other potato products for restaurant chains like McDonald’s Corp.
The company altered the potato’s DNA so it produces less acrylamide (ah-KRIL’-ah-myd), which is suspected to be a human carcinogen. Potatoes naturally produce the chemical when they’re cooked at high temperatures.
The potato is also engineered to resist bruising, which can cause black spots in the potatoes, making them less desirable to buyers.
Este caso ilustra muy bien las prioridades de la costosa tecnología genética. Se invierte dinero en lo que dejará dinero, así que se diseña una papa para que se vea bonita y que cuando se fría en aceite bien caliente en un punto de McDonald’s, no produzca el carcinógeno que llevan produciendo por años todas las papas fritas de restaurantes de comida chatarra.
Los transgénicos no benefician a los pobres
Si bien dominan sin lugar a dudas el mercado estadounidense, alrededor del 84 por ciento del aumento en la producción de transgénico mundial en los últimos 10 años se da en países pobres (ver además: Greenpeace, USDA). Muchos creerán que eso es una cosa buena, pero no lo es, porque los países pobres no tienen leyes de protección ambiental, ni leyes laborales en contra del apetito irracional de las empresas, lo que redunda en contaminación ambiental severa, explotación al punto de la esclavitud y enfermedades graves entre los agricultores y sus comunidades; y segundo, las variedades que se siembran, cuando funcionan, están explotando a las naciones y no haciéndole un favor. Se explotan los pueblos y casi todo lo que producen es para la exportación. Según los expertos africanos:
In the UK, Africa is often talked about as a failing continent where the hungry apparently wait around for northern benefactors to save us. Talk of Africa seems to imply that we have little or no food production, that our farmers are clueless, our seed unproductive. We won’t go into how patronising and insulting this attitude is. Instead, we will focus on how this failure to acknowledge African farming systems and seed is being used to wipe them out.
Traditional African farming systems have developed an incredible diversity of seed varieties, which are able to deal with the multiple challenges of farming. Seed breeding is a complex art, and scientists who really listen and engage will realize that African farmers have a vast amount of ecological knowledge. Having many different types of seed – bred for their flavours and better nutrition, and which have evolved with local pests and diseases and are adapted to different soils and weather patterns – is a far better strategy of resilience than developing a single crop that is bound to fail in the face of climate change. (The Guardian)
Las multinacionales en sus esquemas neo-imperialistas usan los transgénicos en los estados empobrecidos de hoy para explotar tierras y recursos de ultramar como lo hicieron las empresas fruteras en América Latina en la primera mitad del siglo 20. Las corporaciones van controlando la ley para imponer su modelo de producción que básicamente consiste en la implementación de una semilla privada para el monocultivo desde acuerdos con los estados y que necesita los productos agrícolas (fertilizantes, pesticidas, etc.) que también venden las corporaciones.
Esto consigue una relación de subordinación al plan de producción de la empresa extranjera porque crea deuda y dependencia dentro de un ciclo difícil de evadir. Con la deuda, entre otros métodos de explotación, llegan indirectamente a controlar y dominar los recursos productivos de otros países subordinando la producción local a los intereses de sus mercados primermundistas exactamente como se hace con una colonia.
Con el tiempo las multinacionales no le dejan más opción a los agricultores que asumir el proyecto agrícola que les imponen como demuestra el caso del algodón Bt en la India. El algodón Bt se modifica genéticamente para que contenga la “…proteína insecticida (y el gen involucrado en su expresión) presente en las esporas de una bacteria del suelo, Bacillus thuringiensis [nótese, Bt]”. El algodón modificado genéticamente llega en el 2002 a la India y de salida consigue un sorprendente 38% del mercado. Para el 2008 el 99% de los agricultores algodoneros estaban sembrando la variedad privada y transgénica. Lo que esto significa es que unas pocas empresas extranjeras que compran, distribuyen y venden algodón, acapararon en 6 años la totalidad de su producción en la India. Significa que casi todos los pobladores de esas regiones están obligados a participar directa o indirectamente de la economía del algodón. Significa que siembran una sola semilla, propiedad de una multinacional que se lleva el capital, en condiciones de monocultivos tóxicos, y predican la imposición de ese sistema como una razón para celebrar. La India se beneficia tanto de ese esquema, como nosotros los puertorriqueños nos beneficiamos del esquema de emisión de bonos del gobierno.
Muchos le llaman éxito, mayormente los dueños de las semillas y los productores de textiles en el primer mundo, pero otros le llamamos catástrofe ecológica, imperialismo, monocultivo de colonia y esclavitud moderna. Con los esquemas imperialistas contemporáneos se fomenta el control extranjero de la producción local porque la ley se compra para que no presente resistencia y la gente no tiene información. En la India más del 90 por ciento de la economía de algodón depende de comprarle semillas y pesticidas a las multinacionales. La india produjo una cuarta parte del algodón mundial en el 2014 por la presión política y legal que hicieron las multinacionales para poner la economía agrícola del país a su servicio (vea más aquí).
El monocultivo es fruto de una relación en la tradición de la explotación colonial y aunque se trate de justificar argumentando que ha habido un aumento de ingresos entre algunos agricultores, el ingreso que definen los apologistas no calcula las consecuencias de la contaminación, las consecuencias del monocultivo, las del colonialismo, ni la falta de libertad entre los agricultores, esto pasa igual y con diferentes productos en cientos de ciudades por el mundo.
Las corporaciones dicen que los agricultores ganan más pero no dicen que virtualmente todo el dinero que se genera de vender el algodón Bt a las multinacionales se usa para comprarle semillas, fertilizantes y/o pesticidas. Dicen que ganan hasta 100% más que los que siembran los agricultores tradicionales pero la ganancia neta no es dinero que les sobra, sino dinero que se tiene que reinvertir en comprar productos y pagar intereses de préstamos. Cuando dicen que: “Los 26 millones de acres que se cultivan actualmente con algodón transgénico en [la] India generen casi 10 mil millones de dólares al año en ganancias netas”, se refieren en ganancias para las corporaciones.
Un comunicado de una oficina pública del gobierno de la India describe muy bien las condiciones de precios que imponen las compañías de semillas. Es importante saber que las compañías una vez consiguen dominar todo el mercado pueden imponer los precios porque no tienen competencia. En mayo de este año (2015) decía el India Times:
In the light of rural distress caused by the drought and unseasonal rains, Maharashtra government has appealed to the seed companies to reduce price of Bt cotton seeds by Rs 100 per bag from Rs 930 per bag of 450 gram seeds to Rs 830 per bag.
However, the state government intends to convert this into a legal decision with provision for punishment in case of violation, if the seed companies do not follow voluntarily. The seed companies have already informed the state government about their inhability to do so… (Ver más aquí).
Separar la paja
La USDA presenta los organismos modificados genéticamente como una herramienta para la humanidad y en el fondo podrían serlo, no debatimos eso, pero que tengan ese potencial allá en el futuro utópico no puede ponerse en una discusión por encima de la forma en que se usan ahora mismo. Decir que los transgénicos tienen la posibilidad de salvar la humanidad es solo una afirmación desiderativa y no una descripción de la realidad en que vivimos. De seguro, si le dedico tiempo, descubro también algo bueno para hacer con una ametralladora, pero solo a cierto tipo de personas se le ocurre dedicar su vida a encontrar formas eficientes de matar a muchas personas de golpe. Podría incluso atreverme a decir que las armas no son “malas”, porque si lo piensan lo “malo” es el sistema que nos hace necesitarlas. Igual pasa con los transgénicos.
En la página de la USDA se alaba la tecnología y se enumeran muchos planes de semilla en experimentación, se habla de investigaciones que han conseguido plantas con mejoras nutritivas, con capacidad de evitar el uso de plaguicidas y hasta de plantas que pueden limpiar de tóxicos la tierra. Sin embargo, y luego de llevarnos por ese viaje de la fantasía biotecnológica y de lo que podría ser capaz de darle a la humanidad esa rama de la ciencia si se usa desde el interés del bien común, pasa a hablar de la realidad, y la realidad no se parece en nada al cuento. Las prioridades del sistema están claras: se corre tras el dinero.
Las semillas que dominan el mercado de producción biotecnológica son casi en su totalidad de transgénicos con modificaciones atadas al uso de fertilizantes y plaguicidas, y obviamente, al pago de regalías (ver más aquí). Repito, si bien es cierto que se podrían hacer plantas milagrosas con la biotecnología, eso no es lo que está pasando y no parece ser algo que las empresas capaces de invertir en esa carísima tecnología estén interesados en explotar en un futuro cercano, mucho menos cuando ya dominan el mercado con esquemas de monocultivos. Las semillas que se comercializan y todas las que se extienden por EE.UU. son productos diseñados con el único propósito de acaparar el mercado.
Según USDA, en el 2014 en EE.UU. alrededor del 94 por ciento del maíz que se sembró fue modificado genéticamente y en el 83 por ciento de los casos fueron sóoo plantas modificadas para resistir herbicidas (Ht) y repeler algunas plagas (Bt). Apenas dos años antes el maíz modificado tenía el 88% del mercado:
According to the USDA’s National Agricultural Statistics Service (NASS), biotechnology plantings as a percentage of total crop plantings in the United States in 2012 were about 88 percent for corn, 94 percent for cotton, and 93 percent for soybeans. (Ver más aquí)
Si la primera comercialización de transgénicos se dio en el 1996, ¿qué esperan para comercializar una de esas semillas filantrópicas que tanto promocionan? ¿En 20 años han sido capaces de controlar virtualmente toda la producción agrícola de los alimentos más importantes en la dieta estadounidense y no han sido capaces de comercializar esos otros productos?
Qué defiendes cuando defiendes un transgénico
Todos los «chearleaders» de los transgénicos repiten el mismo guión y distraen de la misma forma los debates. Uno va a las páginas web de las multinacionales que investigan con semillas modificadas y todos sus argumentos son los que dan los defensores de los transgénicos por ahí, letra por letra. Nos arrastran a debatir el tema de la privatización de organismos modificados y el monopolio alimentario que implica desde un nicho irrelevante saltándose lo más obvio: que son capitalistas en busca de riquezas y que el capital no piensa como nosotros.
Muchas corporaciones productoras de transgénicos aseguran que su rol es producir alimento para una población cada vez mayor. Según Hugh Grant, CEO de Monsanto, su corporación se distingue por “actively pursuing a more sustainable approach to doing business and helping to feed the world’s growing population…”. Referirse al término de sustentabilidad no es accidental, usted creería que se refiere al medio ambiente, pero no, se refiere a la sostenibilidad de su modelo de negocio. Es una reflexión en sintonía con su perfil histórico y económico. Monsanto es el producto de una larga cadena de corporaciones que consistentemente se reinventa tras chocar con las consecuencias de sus actos. Su perfil no es único en nada, y esto no es un ataque a una sola empresa sino una crítica al capitalismo en general. El ejemplo de Monsanto es emblemático porque ayuda a ilustrar muy bien cómo actúan todas las corporaciones exitosas políticamente:
Though Mitt Romney has been campaigning for president since 2006, it’s alarming how little is known about critical chapters of his business biography. Nothing spells that out more clearly than his ties to Monsanto—the current target of a mid-September Occupy nationwide action—whose dark history features scandals involving PCBs, Agent Orange, bovine growth hormone, NutraSweet, IUD, genetically modified (GM) seed and herbicides, reaching back to the 1970s and ’80s. That’s when Monsanto was the largest consulting client of Romney’s employer, Bain & Company, and when Romney helped move Monsanto from chemical colossus to genetic giant, trading one set of environmental controversies for another. (ver más aquí)
El reclamo de sustentabilidad o incluso el de sostenibilidad que hacen empresas como Monsanto es todavía debatible aunque no se dedicaran a producir herbicidas tóxicos y transgénicos inocuos, porque el capitalismo, con el apetito insaciable que lo caracteriza, predica la búsqueda de riquezas finitas en un mundo finito.
En lo que respecta a la idea de salvarnos de una escasez alimentaria ante una población creciente, cuando probablemente sean las corporaciones de semillas las que provocarán la crisis alimentaria con su “modelo de negocio”, llamamos la atención sobre las investigaciones de la Food and Agriculture Organization (FAO), un organismo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Según la FAO hay comida para todos en el mundo y lo que tenemos es una clara y deficiente distribución de las riquezas. Nos dicen que ya estábamos viviendo en la “abundancia” mucho antes de que se popularizaran los transgénicos. El primer producto transgénico autorizado para la venta sale alrededor del 1996, y no es hasta entrada la primera década del 2000 que empiezan a tomar el mercado. Ya el consumo, o será mejor decir la demanda de productos agrícolas, estaba disminuyendo a principios de la década de 1990 según la FAO.
La producción de organismos modificados se impulsa no con intereses filantrópicos o con ganas de salvar a la humanidad, pues nada en el capitalismo se produce o se producirá con esos fines, sino que solo se busca con la privatización de semillas especular con la comida porque conocen el poder que representa. Si los hombres más ricos y monopolistas del planeta invierten en semillas no es porque ahora son buenos, es que buscan nuevos espacios para crecer.
Visto así, no me parece muy fácil poder separar la producción de transgénicos de la agenda capitalista, como no se puede despegar la luz de la sombra para ver. Me pregunto si otro sistema que no se rija de la plusvalía y la explotación irracional de recursos necesitaría producir comida masiva e irracionalmente, obviando la biodiversidad y la relación que tiene la supervivencia humana con la del resto del planeta.
En un sistema que estuviera consciente de como funciona la vida y tenga como principio preservarla, no sería necesario un mercado de explotación monopolística y a gran escala para garantizar la supervivencia. No serviría la administración de recursos a escalas irracionales porque mejor funcionaría un modelo regionalizado, organizado desde abajo, adaptado a las circunstancias y no tratando de imponer un modelo único de producción en todo el planeta y desde arriba, rechazando la diversidad cultural, ambiental y biológica.
Los transgénicos encarnan la cultura consumista del capitalismo: producción de cosas absurdas en cantidades absurdas, la gratificación inmediata, el monocultivo, el derroche, la propiedad privada de recursos vitales, la explotación por plusvalía, la masificación, la obsolescencia programada, la contaminación y la violencia. De esa infraestructura y desde esos intereses es que nacen las semillas que comemos y que, de hecho, no se necesitan. Yo no estoy en contra de manipular genéticamente nada, pero pienso que nos están creando una necesidad artificial para explotarnos a niveles inimaginables.
Pero lean lo que dicen los expertos:
Aunque la demanda mundial de productos agrícolas ha seguido aumentando, lo ha hecho con menor rapidez en los últimos decenios. Entre 1969 y 1989 el crecimiento anual medio de la demanda fue del 2.4 por ciento, pero se redujo a solo el 2 por ciento en los diez años siguientes a 1989 (fao.org).
Además;
La tasa de crecimiento de la demanda mundial de productos agropecuarios ha disminuido, ya que el crecimiento de la población también se ha hecho más lento y en muchos países se han alcanzado niveles bastante altos de consumo de alimentos. El crecimiento de la demanda se hará todavía más lento en el futuro. El mundo en su conjunto tiene potencial de producción suficiente para satisfacer la demanda.
El problema es la distribución de las riquezas:
Sin embargo, los países en desarrollo dependerán más de las importaciones agrícolas y la seguridad alimentaria en muchas zonas pobres no mejorará sin incrementos sustanciales de la producción local.
Entiéndase con «producción local», capital local invertido en intereses locales, pues como vimos, India produce enormes cantidades de algodón y eso no redunda en riquezas locales o seguridad alimentaria. Ya la tecnología y las semillas para sembrar en África y en Haití existen hace tiempo. Lo que no hay es capital de inversión para sembrar cosas que necesiten los países pobres, porque la intensión es todo lo opuesto: endeudar a los pobres del “tercer mundo” para que produzcan lo que necesita el “primer mundo”.
Además;
A la luz de estos cambios en la población y los ingresos, se espera que continúe el progreso en la mejora de la nutrición, aunque a un ritmo más lento que en el pasado. Se ha previsto que el consumo medio de alimentos per cápita de los países en desarrollo aumentará el 6,3 por ciento pasando de 2 680 kcal en 1997-99 a 2 850 kcal en 2015. Esto constituye la tercera parte del aumento conseguido entre 1974-76 y 1997-99 [antes de la comercialización del primer organismo modificado].
La reducción no se produce a causa de límites de la producción, sino debido a que muchos países ya han alcanzado niveles entre medios y altos, más allá de los cuales hay menos margen para incrementos ulteriores que en el pasado. Países con grandes poblaciones como China, donde el consumo aumentó de 2 050 kcal/cápita/día a mediados de los años setenta hasta más de 3 000 kcal en la actualidad, ya han pasado la fase de crecimiento rápido. Cada vez más países alcanzarán dichos niveles a lo largo del período de las previsiones. (ver más aquí).
Con algunos amigos de la ciencia quién necesita enemigos
Según se desprende de la data obtenida por la ONU, el consumo y la población mundial decrece. Así que todo el argumento de alimentar la creciente población del planeta que usan como pretexto las corporaciones multinacionales de transgénicos estaría, para empezar, basado en premisas falsas. Por lo tanto, debería entenderse como una gran mentira hacer pasar a corporaciones capitalistas como instituciones filantrópicas o como defensoras de la Ciencia.
Quizás dirán que se tiene que separar los transgénicos del sistema capitalista, pero ¿en dónde no hay capitalismo para hacer ese experimento? ¿Cómo se pueden separar? Quizás todavía más importante sería decir que autoridades en materia de economía y medio ambiente, agrupados en Trade and Environment Review de 2013, una publicación endosada por las Naciones Unidas, advierten que las cosechas orgánicas a menor escala son una mejor forma de alimentar al mundo, que el sistema que se está generalizando con los monocultivos corporativos. Arguyen que la forma en que se produce alimento garantizará la inestabilidad social y política tras la apropiación unilateral de tierras, agua y comida, y que el hambre no es ni será por escasez de alimento, sino que la gente pasa y pasará hambre porque no tiene dinero para comprar comida ni tierras para producirla. Vea la publicación de la United Nations Conference On Trade And Development (UNCTAD) aquí.
Experimentar con transgénicos es caro y de salida puede ser conseguido solo con Capital y el Capital responde a unas leyes básicas de economía que son fijas e irreductibles, y entre ellas no está ni remotamente regalar o buscar el bienestar de las mayorías o la distribución justa de riquezas desde la defensa del quehacer científico. El problema de los transgénicos es que no sirven precisamente por no respetar el conocimiento científico, porque homogeneizar y extender la producción de solo algunos tipos de alimento (casi todo producto procesado en el mercado es trigo, maíz o soja con azúcar, sal y colorantes) lleva inevitablemente al monocultivo y el monocultivo es un sistema de producción opresivo para la tierra, los animales y los humanos.
Alimentarnos con la oferta comercial en la que estamos presos nos matará tarde o temprano, eso es importante decirlo también, pero lo terrible es que nos enferman y nuestra calidad de vida decrece y nos hacemos más brutos, más lentos y siempre andamos cansados o enfermos cuando comemos regularmente lo que se produce en masa y barato. Y no es que los transgénicos envenenen o la comida deba ser cara, sino que lo que destruye entre otras cosas, es lo que se hace con ellos.
«…for the 12 months from August 2011 to 2012, the U.S. biofuels industry used more corn for fuel than domestic farmers did for livestock feed…»
«This significant milestone in the shifting balance between crops for food versus fuel shows the impact of government subsidies for the biofuels industry. And, it could represent a tipping point in the conflict between food and fuel demand in the future…» (Ver más aquí).
El 80% del maíz producido en EE.UU. se usa para engordar vacas, y las vacas no deben comer maíz porque son herbívoras, el resto del maíz es producido para ser parte de alimentos chatarras y para combustible. Cuando se acaparan las tierras para sembrar materia prima de combustible y comida chatarra, por ejemplo, se contaminan y se explotan tierras que pudieran ser usadas para producir alimento (ver más aquí).
Los transgénicos que están en el mercado provocan relaciones que afectan el equilibrio natural entre más de una especie de organismos a su alrededor. Matan con sus cultivos “Roundup ready” a mariposas, abejas, gusanos, entre otros seres atados a nuestro ciclo de vida. Los métodos de cultivo, con fertilizantes y plaguicidas, afectan negativamente el ambiente creando relaciones que impiden el desarrollo sustentable de los sistemas vivos.
Aquí me anticipo al ejemplo del arroz transgénico que contiene beta caroteno en su etapa experimental y que lanzan los apologistas de transgénicos a cada rato como prueba de bondad, porque ese experimento todavía sin comercializar, tiene más años de experimentación que otros productos transgénicos ya comerciales y no se puede hacer nada con él, salvo esperar que nos lo vendan. Así que no me parece un contra ejemplo razonable ante el perfil de toda la producción transgénica que sí se está haciendo. La inmensa mayoría de los transgénicos que sí se producen comercialmente son materia prima de comida chatarra, combustible o alimento de ganado y están atados al uso de fertilizantes dañinos al ambiente.
Los transgénicos afectan el balance de poder social así como la disponibilidad de tierras para el cultivo no corporativo, creando inestabilidad en los países que pisan. Como ejemplo, debería bastar decir que toda empresa multimillonaria de transgénicos en P.R. tiene exenciones contributivas y subsidios, toman las mejores tierras y Monsanto precisamente, tiene el triple de la cantidad de tierras permitida por la Constitución y en ella produce experimentos en un país que se ve obligado a importar el 85% de lo que consume. Las semillas corporativas se imponen a través del engaño, la manipulación y hasta la coerción y la corrupción, atenta contra la seguridad alimentaria de los Estados.
Nos quitan semillas modificadas por culturas milenarias desde una mentalidad ecológica, para que dependamos de la infraestructura de una multinacional al producir y consumir alimento. Se apropian, por dar un ejemplo, de una semilla de maíz que es producto de la herencia americana entera, negando el valor del trabajo humano hasta ese punto. Se roban tras una modificación innecesaria, que solo beneficia sus ventas, toda la trayectoria histórica impresa en la semilla para imponer desde su mollero económico un producto en el mercado. Se apropian del trabajo ancestral para vendernos con lucro individual lo que hizo la humanidad por siglos.
Dicen que la semilla modificada es suficientemente nueva como para patentizarla, pero también dicen que es el mismo maíz que adaptaron nuestros antepasados a sus necesidades y no quieren rotular los productos hechos con organismos transgénicos. Si es el mismo maíz de siempre entonces están robando el fruto de cientos de generaciones amerindias al privatizarlo, si es diferente, entonces debe ser tratado como tal.
Los transgénicos son contraproducentes por el propósito tras la «necesidad» artificial creada por corporaciones multinacionales; son perjudiciales por la lógica económica que los crea y los defiende, no por la forma en que se hacen. Los transgénicos son contraproducentes por su origen, justificación y objetivos, como es contraproducente la energía nuclear cuando se usa para hacer bombas, pero también cuando un generador nuclear sufre un accidente como en Chernobil o un terremoto como el de Japón, y la contaminación que causa no compensa nunca lo que alguna vez se produjo en energía.