Los secretos ocultos de una familia puertorriqueña en «Sobre mi cadáver» de Marta Aponte Alsina
Desde niña, la narradora Marta Aponte Alsina se sintió atraída por la carretera que conecta a Guayama con Cayey. Su abuelo era el chófer de la guagua que comunicaba ambos pueblos y muchas veces viajó con él.
En 2010 Lolita Bosch y el Colectivo Fu, la invitaron a Barcelona a participar en el encuentro 18 Escritores Latinoamericanos Conversan sobre la Novela Contemporánea Escrita en América. Allí visitó el Museu Nacional d’Art, donde quedó impactada por el cuadro de 1893 Primero pasarás sobre mi cadáver. Al volver a Puerto Rico, fundió esa experiencia con su deslumbramiento ante la Carretera 15 de su infancia y las casonas que la flanquean, la colección de libros eróticos del guayamés Genaro Cautiño y el deseo de incursionar en el género gótico y policial.
Resultado de ello es la fascinante novela Sobre mi cadáver, ambientada en Guayama, publicada en la colección La Secta de los Perros en 2012 y pulcramente diseñada por Marcos Pastrana. Esta encomiable iniciativa de Rafael Acevedo –que ya cuenta con más de media docena de títulos– publica textos breves en ediciones muy cuidadas, fenómeno poco común en el mercado editorial. De hecho Sobre mi cadáver, cuya portada reproduce el cuadro que la autora vio en el museo de Barcelona, es un libro elegante y a la vez perturbador que contiene bellas y sugerentes fotos al inicio de sus capítulos, a la manera de algunas publicaciones decimonónicas.
La obra agarra al lector desde sus primeros párrafos. A pesar de que linda con el género del terror, Aponte Alsina incorpora abundantes dosis de humor que la vuelven hipnótica y no permiten que uno cierre el libro ni deje de leer.
Sobre mi cadáver es una novela extraordinariamente bien trabada y llena de guiños al lector. En sus páginas se busca una explicación a la misteriosa muerte de Josefina Tremols Casalduc, a fin de descubrir quién fue su asesino y a quién legó su herencia. Esta indagación produce escalofriantes sorpresas a la vez que desvela la cadena de crímenes y abusos de poder que ha marcado la historia de la familia.
El narrador, y sobrino favorito de Josefina, se llama William James Tremols y es un siquiatra que apareció anteriormente en la novela Fúgate de la misma autora. Ante la incertidumbre por las causas de la muerte de Josefina, contrata a un antiguo paciente suyo, Gabriel Marte, para que desentrañe el enigma pues, como médico de la familia y posible beneficiario de su fortuna, también es sospechoso de su asesinato.
La historia se inicia en el jardín de la casita heredada por el detective, espacio humilde que constituye las antípodas de la grandiosa quinta de las montañas que el narrador solía visitar los fines de semana cuando era niño y donde encuentran el cadáver de la tía. “El jardín de Gabriel Marte es una torta de cemento, menos un residuo de arena sofocada por las raíces de un flamboyán de escasa altura y copa efervescente. Entre ajustes y desniveles alguien encajó en esas raíces una mesa redonda”.
Por su parte, Josefina Tremols Casalduc, la matrona de la familia, vivía en una espectacular casona que se nos propone como un mundo al revés. La mandó a construir su hermano Alberto, quien era “soltero de vocación” al igual que ella. Allí viven juntos hasta que él muere, de forma misteriosa, a los sesenta y pico de años.
En la casa todo está invertido: “Con su fachada orientada hacia el mar, la casa –nido de halcón rodeado de precipicios ahogado en infiernos de neblina—domina una carretera imposible […] se construyó paralelo a la pendiente. En lugar de subir, baja. Upside down. Los dormitorios se encuentran en la planta baja y el piso más alto, donde están la sala, el comedor y la cocina, constituye el nivel de la entrada principal”. En los últimos años en sus predios habita gran cantidad de gatos que van a morir al sótano, donde se amontonan sus esqueletos. Josefina tenía prohibido sacarlos de allí.
La inversión que domina el espacio de la quinta no solo se anuncia en las flores que cultiva el narrador y descendiente de la tía –“Mi Stamhopea no es hermosa, es más que hermosa. Las flores le cuelgan, upside down”—sino que también se filtra en su peripecia. Al salir de su primera cita con el detective, el siquiatra toma la dirección contraria: “En el segundo semáforo me di cuenta de que iba al revés. South instead of North”.
Dominada por las arañas y cucarachas que carcomen los muebles de la decadente casona, destaca la biblioteca donde se guardan las múltiples colecciones del tío Alberto. Los cuadros de su insólita colección desbordan ese espacio, que se describe como maldito, y ocupan toda la casa: “En las demás habitaciones y en la sala nos espiaban los cuerpos de niñas rígidas como muñecas o sensuales como gitanas de ópera […] En una caja de zapatos marca Hush Puppies colocada sobre una ménsula guardaba daguerrotipos y postales antiguas. Eran efigies de niños muertos”. La colección de libros incluye además tratados sobre la ninfomanía, el incesto, la magia sexual y abundante pornografía infantil victoriana: “Melenitas rubias, falditas airosas, enaguas de crinolina, pantaloncitos hasta los tobillos, boquitas hambrientas. Con qué fórmulas las llevarían a meterse de cabecita en los genitales de aquellos cuerpos viejos, hinchados como cadáveres a punto de reventar”.
Temprano en la novela se presentan las descendientes de la familia: las primas Geraldine y Gwen, “dos casos impresionantes de narcisismo terminal”. Más tarde aparece Hilda, la dama de compañía de la tía. Los tres herederos tienen en común el primer fonema de su nombre: /G/. William, forma inglesa de Guillermo, comparte ese atributo que quizás aluda a la gloria y la grandeza perdidas. Las descripciones resultan magistrales: “Tía Eugenia, era una racista frígida […] Les daba limosna a los pordioseros con los guantes puestos”.
La estructura triple se repite en múltiples ocasiones y prefigura el triángulo incestuoso que esconde la casa. En un principio, los herederos son tres. Además, la madre del narrador es la tercera de seis hermanos. Y al exponer los hechos ante el detective, el siquiatra explica irónico: “Los ansiolíticos, los bloqueadores, los vasodilatadores son la sagrada familia de los viejos”.
Contra todas las previsiones, el detective Gabriel Marte logra descubrir el testamento, el heredero y el porqué de la muerte de la tía Josefina. Esto se da hacia el final de la narración y no he de abundar en ello porque los finales no se cuentan.
En esta novela, Aponte Alsina no solo explora los géneros detectivesco y gótico, sino que también establece un juego impactante entre el lenguaje narrativo y el pictórico. De hecho, en Sobre mi cadáver entran dos de los cuadros coleccionados por el tío Alberto que comparten las situaciones vitales de sus personajes, creando una hibridación de lenguajes artísticos, donde el cuadro de Ramón Casas Primero pasarás sobre mi cadáver se articula dentro de la acción y duplica, de forma especular, el momento en que se evita un nuevo giro hacia la abyección.
Marta Aponte Alsina es una autora imprescindible que ha publicado más de media docena de novelas y relatos, y lleva el blog angelicafuriosa.blogspot.com. Para ella ser escritora no solo consiste en narrar historias, sino en sacarle a la propia vida el destello de un texto.
Sobre mi cadáver enriquece y amplía el panorama de las letras puertorriqueñas. Es una pequeña joya donde Marta Aponte Alsina combina su pasión por las tierras bajas de Guayama y las alturas de Jájome, su amor por los libros y su indómito deseo de desentrañar los secretos más oscuros de la familia y el poder.