Manuel A. Domenech redescrubre el “Viaje a la Isla de Puerto Rico en 1797” de André Pierre Ledru
Vicisitudes de un viaje
En su viaje de regreso a Europa, luego de una travesía por China, las islas de la Sonda, la península de Indostán y el Cabo de Buena Esperanza, el capitán Nicolás Baudin de la Marina Francesa y su tripulación fueron azotados por una tempestad que los llevó a parar en las Antillas de América, en la isla de Trinidad. En esa isla el capitán depositó su botín de más de 100 especies de plantas vivas, conchas, madréporas, petrificaciones, minerales, peces, insectos, cuadrúpedos y aves disecadas.De vuelta en Francia, Baudin ofreció al gobierno los objetos guardados en Trinidad y éste aceptó la donación poniendo a su disposición el equipo y el personal necesario para volver a las Antillas a rescatar su colección. Fue entonces que el ministerio de la Marina encargó a los profesores de Historia Natural la elección de los colaboradores en la expedición.
«Tuve el honor entonces de ser miembro de esta expedición, en calidad de botánico», menciona con orgullo en su crónica Viaje a la Isla de Puerto Rico en el año 1797, el naturalista francés André Pierre Ledru, quien nació en Chatenai, fue miembro de la Sociedad de las Artes de Le Mans, de la Academia Celta de París, del Museo de Tours y profesor de legislación de la Escuela Central de La Sarthe.
Cuando la expedición comisionada para el rescate del botín de Baudin llegó a Trinidad luego de otro temporal que los arrojó a las islas Canarias, ya los ingleses se habían apoderado de la isla y no les permitieron pasar allí más de ocho días. Para no volver a Europa con las manos vacías, Baudin decidió recalar en las islas danesas y luego en Puerto Rico, donde tendrán otro encuentro con los ingleses cuando éstos intenten también hacerse con este territorio.
Ese evento queda plasmado en su Viaje de 1797, donde además de esbozar el paisaje natural de la Isla documenta las carreras de cabellos de paso fino en el Viejo San Juan, donde observa una multitud de campesinos, jinetes enmascarados y con trajes extraños, jóvenes disfrazados de mendigos y entre ellos franceses “despreocupados”. Ledru también escribió sobre la música que escuchó y vio bailar.
Es por eso que su crónica -traducida del francés por Julio L. de Vizcarrondo y publicada en español en 1863- contiene la fuente más antigua que testifica la existencia del baile de la bomba en Puerto Rico.
Una nueva edición del Viaje de 1797
Recientemente el profesor Manuel A. Domenech Ball, de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, decidió cotejar la cita que hace referencia a la bomba en la traducción de Vizcarrondo con la obra original francesa, de la que existe un ejemplar en la Colección Josefina del Toro Fulladosa, conocida como la Colección de Libros Raros de la biblioteca José M. Lázaro.
Allí descubrió que Ledru no utiliza la palabra bomba y que Vizcarrondo había omitido una extensa e importante nota al calce en torno al baile que Ledru dijo haber presenciado en una hacienda en Puerto Rico.
Ese primer descubrimiento fue lo qué llevó a Domenech a preguntarse qué otras diferencias habría entre el texto original y la versión de Vizcarrondo, y de esa manera emprendió la labor de revisar todo el texto para crear una nueva edición de Viaje a la Isla de Puerto Rico, la cual acaba de publicar la Biblioteca del Historiador Oficial de Puerto Rico junto a la Editorial Facsímil. El volumen de 561 páginas incluye una copia de la versión francesa.
En esta nueva edición de Viaje a la Isla de Puerto Rico Domenech Ball añade fragmentos omitidos por Vizcarrondo, hace correcciones, precisa datos y cuestiona las interpretaciones anteriores basándose en su comparación con el original, todo en las innumerables notas al calce que dan testimonio de una labor de revisión rigurosa que tomó alrededor de ocho años.
Para este trabajo Domenech contó con la colaboración de Hery Gadiel Rivera Flores y Luis Armando Rodríguez García, estudiantes del programa graduado de francés de la Facultad de Humanidades, y de la profesora Aura Díaz López, directora de la Colección Josefina del Toro Falludosa de la Biblioteca José M. Lázaro.
“La memoria de Ledru pertenece a una tradición centenaria de literatura de viajes, pero con las características de una época renovadora centrada en el coleccionismo y la investigación científica”, explica la doctora Libia M. González López en un análisis sobre esta obra incluido en la nueva edición.
El interés que despiertan estas crónicas en el viejo mundo de esa época, resaltó Domenech en entrevista con 80grados, se debe en parte a las coordenadas que ofrece sobre la localización de territorios que podrían ser blanco de la carrera imperialista del momento. De hecho, la crónica del viaje a Puerto Rico también fue traducida al Alemán y publicada en Weimer en el 1812.
Por su parte, Libia González explica que el gobierno metropolitano fomentó las expediciones científicas como parte de una nueva era de competencias en los mercados basada en la agricultura, la industria y el monopolio del comercio.
Pero al mismo tiempo, la vertiente que destaca las anotaciones de los científicos sobre “la diferencia, la identidad y características propias de los americanos, su geografía y riqueza natural, despertó el espíritu crítico de la población criolla ilustrada y alimentó sus ambiciones de progreso e independencia”, añade la profesora.
El mismo Ledru hace el siguiente comentario en la introducción a su crónica:
“El historiador imparcial no debe emplear jamás en los cuadros generales de un pueblo, colores que tan sólo convienen a algunos individuos: me consta que las colonias que fundaron los europeos no se hallan todas a la misma altura respecto a la ilustración, industrias, e ideas liberales. Las causas de estas diferencias dependen de la historia general de los progresos del espíritu humano y de la duración de ciertas instituciones favorables o dañinas al desarrollo de la razón”.
Domenech habló también de la “expresión de la nacionalidad” en la traducción de Vizcarrondo. En primer lugar, resaltó lo cercano de la fecha de publicación de la traducción (1863) con la fecha del Grito de Lares (1868), y mencionó que Vizcarrondo hizo alteraciones a la versión original en francés, como por ejemplo cambiar la palabra “española” usada por Ledru para referirse a las mujeres, por la palabra “puertorriqueña”.
En el siglo XXI, esta crónica se puede leer como una especie de mapa cultural que aborda desde la naturaleza botánica hasta los conflictos políticos de una época en la que la sociedad y las costumbres de los habitantes de este territorio comenzaban a tomar sus propias formas. Resaltan también los cambios geográficos, como por ejemplo la alusión al bosque de San Patricio y la hacienda, donde hoy en día tenemos un centro comercial. El Viaje podría leer además como una narración del otro europeo sobre los otros americanos, antillanos, caribeños y colonizados, sin contar que el texto es una fuente inmensa para historiadores, sociólogos, antropólogos, e incluso para literatos que quieran crear ficciones basadas en las anotaciones de Ledru.