“Marca España”: del purismo a la lengua mestiza
El monarca francófono Felipe V,1 nacido en París de una princesa austríaca, firmó en 1713 el decreto de creación de la Real Academia Española con el objetivo de planificar la estandarización de las variedades de la Península, un logro que no se había alcanzado mediante la mera unificación política ocurrida dos siglos antes con la boda de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.
El lingüista Juan Ramón Lodares (2001:89) describía así la situación lingüística de España hacia fines del siglo XVI:
En aquellos años cundían las confusiones a la hora de escribir y pronunciar: los impresores seguían cada cual su gusto; los maestros enseñaban a la antigua o a la moderna, según; algunos gramáticos se ofendían ante la arrolladora presión del habla norteña».2
En el primer cuarto de siglo de su existencia, la Academia Española produjo el diccionario conocido como Autoridades, con el cual se granjeó un sólido prestigio, hasta el punto de que se instaló la idea de que le cabía legislar en materia de lengua, una representación que, a través de la enseñanza, se irradió desde los centros de poder hacia toda el área hispanohablante. Otro ideologema que se difundió debido a ese prestigio, mucho antes de que los neogramáticos se ocuparan del cambio lingüístico, fue el de que la lengua española había llegado a un punto culminante:
Los contertulios de don Juan Manuel3 tenían la idea fija de que el español había llegado en esos años a la cúspide. Desde Cervantes y Calderón en adelante no le esperaba sino declinación y enflaquecimiento. Por si acaso, ustedes no crean que las lenguas tienen cúspides visibles. A Nebrija le sucedió lo mismo que a los académicos, solo que dos siglos antes. (Lodares 2001:85)
Esta obra, así como otra no menos importante, la Gramática, dada a conocer en 1780, le valió a la Academia una autoridad incuestionable, mucho mayor que la que cupo a instituciones similares, como la Crusca italiana o la propia Academia Francesa, que le había servido de modelo.4La planificación lingüística llevada a cabo desde Madrid se extendió, con algunos cuestionamientos aislados y temporarios, a las jóvenes repúblicas americanas nacidas de las cenizas de la Colonia.
Hasta la segunda mitad del siglo pasado, prevalecía en toda el área hispanohablante la concepción purista: una lengua central, la que se hablaba en el centro de España, católica, conservadora y estandarizada. Como ejemplo de la impronta católica del DRAE, valga como ejemplo el vocablo ‘oración’, que es definido hasta hoy como Súplica, deprecación, ruego que se hace a Dios o a los santos y también Elevación de la mente a Dios para alabarlo o pedirle mercedes. Se trata de definiciones muy diferentes de la de ‘teúrgia’, que significa lo mismo, pero referido a creencias paganas: Especie de magia de los antiguos gentiles, mediante la cual pretendían tener comunicación con sus divinidades y operar prodigios.
Por aquella época, la pureza de la lengua se apreciaba tanto como la de la sangre, de modo que la fidelidad a la norma de Castilla era ensalzada, en contraste con el «mestizaje» practicado en América. En los primeros años del siglo XX, el político y académico español Antonio Maura (1853-1925) elogiaba la pureza del castellano, que no se había corrompido por el contacto con otras lenguas gracias a
aquellos españoles que en vez de descastar y corromper el idioma hereditario, repudiándole innoblemente por causa de pobreza; en vez de trocarle por una lengua mestiza […], se mantuvieron fidelísimos al habla de Castilla […]. (Citado por Mauro Fernández [2007:60])
Para consolidar esa planificación centralista, se fueron creando en los siglos XIX y XX las diferentes academias nacionales de la lengua, con mayor o menor dependencia de la central madrileña, pero todas ellas concebidas a su imagen y semejanza. La Academia Chilena, por ejemplo, presenta en su página web aún hoy, en pleno siglo XXI, una serie de «consejos lingüísticos» apoyados en repetidas referencias a las decisiones de la Real Academia Española, considerada como dueña de la última palabra en temas de lengua.5
El abandono del discurso purista se fue gestando a lo largo del siglo pasado, cuando los hallazgos de la lingüística histórica lo iban convirtiendo en una creencia anacrónica y no demasiado respetable, pero en el ámbito institucional las cosas solo empezaron a cambiar hacia fines del siglo XX, cuando el Estado español percibió la conveniencia de respaldar a las trasnacionales con casas matrices en la Península mediante la imposición de una política lingüística unificada, lo que se iba haciendo cada vez más difícil en el variopinto abanico dialectal del español. Con ese fin, se fortaleció la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale)6, que actúa paralelamente a la «docta Casa», a la que considera como modelo y marco de referencia, por detrás de una igualdad meramente discursiva, como se verá más adelante.
La «marca España» y el comercio exterior
En documentos del Estado español como el Plan Estratégico 2006-2010, se proyecta la promoción una marca identitaria nacional con fines comerciales, estableciendo «una relación importante entre esta marca y el concepto globalizador de la lengua española, como uno de los principales atributos de la marca España».7 Es decir, la lengua de 440 millones se convierte enatributo identitario de los productos ofrecidos por las empresas peninsulares en ese vasto mercado.8
Esta nueva realidad generó la necesidad de mitigar el autoritarismo de la tradición purista y promover una nueva representación, caracterizada por los ideologemas del español como «lengua mestiza» y «lengua de encuentro», así como por la promoción de una norma panhispánica que apuntara hacia una unidad en medio de la multitud de las variedades. El propio lema de la RAE cambió a «Unidad en la diversidad» e incluso el paradigma voseante, otrora denostado, se abrió camino en el diccionario.
El lema «Unidad en la diversidad» sintetiza la actual política lingüística española hacia sus excolonias. El objetivo tradicional de mantener la unidad de la lengua española y de la comunidad hispanohablante se complementa actualmente con el tópico (políticamente correcto) de la diversidad.9
Al mismo tiempo, se tiende a suavizar el tono imperativo de la normativa: en el prólogo del Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD), se declara explícitamente que esta obra evita conscientemente, en la mayoría de los casos, el uso de calificativos como correcto o incorrecto, que tienden a ser interpretados10 en forma categórica. Son más las veces en que se emplean expresiones matizadas, como Se desaconseja por desusado; No es propio del habla culta; Esta es la forma mayoritaria y preferible».
En el discurso inaugural del Congreso Internacional de la Lengua Española de Rosario (2004), el rey Juan Carlos I admitió un hecho lingüístico que la Academia había desconocido hasta poco tiempo antes:
Todas las lenguas son, en mayor o menor grado, mestizas, y el castellano, que lo fue desde su configuración inicial, se hizo español precisamente ensanchando su mestizaje. Primero en la Península y más tarde, y de modo decisivo, al desarrollarse en América.((http://elpais.com/diario/2004/11/18/cultura/1100732405_850215.html))
El entonces director de la academia, Víctor García de la Concha, acuñó entre las supuestas virtudes del español panhispánico el ideologema de «patria común»: «Es realmente emocionante cómo la lengua está sirviendo de lugar de encuentro y no solo como canal de comunicación. La lengua nos hace patria común en una concordia superior».11 Es interesante observar cuál es la verdadera correlación de fuerzas que se esconde detrás del lema-ideologema «unidad en la diversidad» y constatar cómo, más allá del discurso, la RAE acumula más poder y prestigio que todas sus «iguales» sumadas. Esto se percibe ya en la tapa del mencionado Diccionario panhispánico de dudas. Por tratarse de una obra de todas las academias, hubiera bastado con indicar la autoría de Asale, a la que la RAE pertenece. Pero ya antes de abrirlo, vemos que el sello de la casa madrileña aparece en la tapa en lugar de privilegio (a la izquierda del observador) junto con el de Asale, que figura modestamente a su lado. En el lomo, el logotipo con el antiguo lema Limpia, fija y da esplendor es presentado encima del de la asociación que reúne a todas las academias. La Presentación se inicia con la afirmación de que «centenares de hispanohablantes se dirigen a diario a la Real Academia Española o a cualquier otra12 de las que con ella integran la Asociación de Academias de la Lengua Española, exponiendo sus dudas […]»
Esta mal disimulada jerarquización de la RAE por encima de sus veintiuna asociadas se puede percibir también en el texto «La política lingüística panhispánica», en la web de la Academia, que se inicia así: «En los últimos años, la Real Academia Española y las veintiuna academias de América y Filipinas, que con ella integran la Asociación de Academias de la Lengua española […].((Observado por Barrios (2011).))
En la página XVI del DPD se afirma:
[…] se reconocen, cuando existen, las divergencias entre la norma española y la norma americana,13 o la norma de un país o conjunto de países y la que rige en el resto del ámbito hispánico, considerando en pie de igualdad y plenamente legítimos los diferentes usos regionales, a condición de que estén generalizados entre los hablantes de su área y no supongan una ruptura del sistema que ponga en peligro su unidad […].
Juan Carlos Moreno Cabrera (2011:282) ve en este párrafo una «actitud manipuladora: se menciona que las diversas normas o variedades y usos regionales están en pie de igualdad con la condición de que estén generalizados entre los hablantes cultos», lo que «no supone que estén generalizados en la población total, puesto que ese grupo de hablantes forma una minoría». Según este lingüista, catedrático de Lingüística General de la Universidad Autónoma de Madrid, el peso que se otorga a determinados usos cultos, «estén o no generalizados en el total de la población, abunda en los aspectos impositivos y coercitivos de las normas de las academias, que parecen seguir siendo tan estrictas como siempre».
Conclusión. Los cambios vertiginosos operados en el mundo en las últimas décadas, el reposicionamiento económico y político de España ante la comunidad hispanohablante y los avances de la lingüística durante los siglos XIX y XX, han obligado a la Academia Española a abandonar su dieciochesca postura purista y prescriptivista y situarse en una actitud de apariencia más igualitaria, menos imperativa y menos distante de la ciencia, reconociendo al español el carácter de lengua «mestiza» y policéntrica. Sin embargo, este cambio, meramente discursivo, parece estar dirigido a justificar la legitimidad de sus tres siglos de hegemonía, mientras el prescriptivismo campea por sus fueros y la nueva situación está lejos de representar un empoderamiento de las academias americanas, que tienen muy escaso poder de decisión, limitándose a transferir el conocimiento generado a Madrid, que es donde en definitiva se toman las decisiones sobre planificación lingüística. Como siempre ocurrió.
Publicado originalmente www.elcastellano.org/ns/edicion/2013/febrero/purismo.html
Ricardo Soca y la RAE, entrevista
Bibliografía
Barrios, Graciela. «La regulación política de la diversidad: academias de lenguas y prescripción idiomática», en El dardo en la Academia. T. I. Barcelona: Melusina (2011).
Del Valle, José. La lengua, ¿:patria común? Madrid: Vervuert-Iberoamericana (2007)
Espósito, Gianluigi. «Accademia della Crusca, Académie Française y Real Academia Española: paralelismos y Divergencias», en El dardo en la Academia. T. I. Barcelona: Melusina (2011).
Fernández, Mauro. «De la lengua del mestizaje al mestizaje de la lengua: reflexiones sobre los límites de una nueva estrategia discursiva», en La lengua, ¿patria común? Madrid: Vervuert-Iberoamericana (2007).
García Delgado, José Luis et alii. Economía del español. Una introducción. Madrid: Ariel. Colección Fundación Telefónica (2008).
Lodares, Juan R. Gente de Cervantes. Historia humana del idioma español. Madrid: Taurus. (2001).
Moreno Cabrera, Juan Carlos. «‘Unifica, limpia y fija». La RAE y los mitos del nacionalismo lingüístico español’, en El dardo en la Academia. T. I. Barcelona: Melusina (2011). Real Academia Española – Asociación de las Academias de la Lengua. Diccionario Panhispánico de Dudas. Madrid: Santillana (2005).
- Galicismo adoptado por la RAE para significar francohablante. [↩]
- Se refiere al habla de Castilla. [↩]
- Se refiere a Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, inspirador y miembro fundador de la Academia Española. [↩]
- Gianluigi Espósito (2011) expone una comparación entre estas tres academias. [↩]
- http://www.institutodechile.cl/lengua/notas/junio2007.pdf [↩]
- Creada en 1951. [↩]
- Citado por Jorge Fondebrider. en http://www.elcastellano.org/ns/edicion/ 2011/ septiembre/ castellano.htm [↩]
- «Un buen argumento a favor del español europeo es presentarse como la frontera occidental del español en Europa y como la única lengua europea que verdaderamente interesa como extranjera en EE. UU. y, con el inglés, en Brasil» (García Delgado et alii. Fundación Telefónica, 2008:233-234). [↩]
- (Barrios 2011: 612). [↩]
- Nótese cómo la responsabilidad por «tender a interpretar en forma categórica» se atribuye a los lectores, no a las prácticas de la autoridad lingüística. [↩]
- El País, 9/7/2000, citado por José del Valle (2007). [↩]
- El subrayado es mío. [↩]
- 15 [↩]