María Montez, la película
Montez, cuyo verdadero nombre era María África Gracia Vidal, era una mujer extremadamente seductora. De un exotismo curiosamente oriental, aparente resultado de su mezcla de sangres, su sensualidad atravesaba la pantalla y afectaba a todos por igual. Además, sus personajes: princesas árabes, gitanas, mujeres extranjeras, intrigantes y misteriosas, justificaban su pesado acento y su pobre pronunciación del inglés. La gran Pauline Kael en una de sus deslumbrantes cápsulas críticas citó una línea de “Cobra Woman” (si mal no recuerdo) que Montez pronunció: “Giff mi de joowls”. A pesar de eso y de que tendía a ser acartonada en sus actuaciones, la dominicana más famosa que jamás pisó tierra estadounidense, se hizo famosa en un tipo de películas filmadas en tecnicolor y que tuvieron gran éxito, lo suficiente para hacerla merecedora del título “La reina del tecnicolor”. (Tuvo dos sucesoras que luego llevaron esa corona: Maureen O’Hara e Ivonne de Carlo.)
Jon Hall, actor estadounidense, la acompañó como el personaje principal en seis de sus películas más famosas, pero también compartió en cuatro con Turhan Bey conocido por las mujeres de la época como “The Turkish Delight”. Bey, cuyo padre era turco y sus madre una judía checa, había nacido en Viena y era tan exótico como Montez, pero su carrera desapareció cuando el tipo de películas que hacía dejaron de gustar. Murió hace cuatro años a la edad de 90.
Sobreponiéndose a la oposición inicial de su padre Isidoro (Ginés García Millán) Montez (Celines Toribio) se casó con un rico estadounidense a los 17 años, pero su matrimonio no duró mucho. Ya a los 28 estaba en Hollywood y camino al estrellato gracias a su agente y manejador Louis Schurr (Cuquín Victoria). Esto a pesar de los muchos rechazos de que fue objeto en sus audiciones para obras de teatro. Allá en California eventualmente conoció a Jean Pierre Aumont (Lionel Auguste, que se circunscribe en el filme a dar besos y decir adiós con los dedos), un sofisticado y competente actor francés con quien se casó y vivió hasta el fin de su corta vida.
Con un guión pobre, escrito por Alejandro Andujar y Marcela Fuentes-Berain, y una dirección peor de Vicente Peñarrocha, la película nos cuenta sin ninguna gracia cosas triviales de la niñez de Montez: era voluntariosa, arriesgada, exhibicionista, supersticiosa y cabecidura. Nada importante pasa en la primera mitad del filme, que está confeccionado como si fuera un video casero mezclado con novela de TV venezolana con ribetes de las mexicanas y de las peores locales. Lo que sucede lo hemos visto antes en muchos “biopics”. Hay más tiempo de filmación para saber que a Montez no le gustaba el café que para enterarnos cómo exactamente fue que logró llamar la atención y hacerse estrella. Lo que nos cuenta la película es este sentido me pareció más ficticio que todas las películas juntas que filmó la actriz.
Lo que vemos de su vida en Hollywood es poco interesante y no tiene fuerza dramática. Las actuaciones, particularmente la de Toribio, son pésimas o lo suficientemente buenas, como es el caso de García Millán, para parecer que el actor está en otra película. Los personajes están mal desarrollados y su presencia en la trama parece ser necesaria para llenar las lagunas de los escritores.
Montez no era una actriz; era más bien un fenómeno que se puede ver hoy día como “camp”. Aunque sus películas eran divertidas para un niño como yo, y mis amigos y amigas, y para muchos adultos apenados por la guerra, no sé si sus filmes serían soportables hoy día. Sí hizo dos películas que todavía se pueden ver: “The Mystery of Marie Roget” (1942), basada en el cuento de Edgard Allan Poe, y “The Exile” (1947), dirigida nada menos que por Max Ophüls. Esa puede ser objeto para un debate de “trivia” ya que Montez tomó ese nombre por la admiración que sentía por Lola Montes, a quien Ophüls inmortalizó mucho después en una de sus mejores películas. En la cinta Montez hizo el papel de la condesa Anabella de Courteuil junto al estupendo y carismático Douglas Fairbanks, Jr. en el papel del rey Carlos II de Inglaterra durante su destierro en Flandes. Es una película agradable y entretenida. La proyectaron no hace mucho en TCM. Tuvo la distinción que por motivos de presupuesto se filmó en sepia, un método de coloración de películas que fue popular entre los 30 y 50 del siglo pasado. Porque el estudio no le dio suficiente importancia a la presencia de Montez en el reparto, ella demandó a sus ejecutivos. Ahora que se los cuento saben por qué se habla algo de eso en la película.
Montez murió de un ataque al corazón que causó, según dicen, que se ahogara en la bañera en su casa en Francia. Esto, que pudo haber sido explorado con interés, ya que el filme no pretende ser una biografía exacta ni totalmente verídica, se da como un hecho y punto. Velen a ver si dan algunos de sus filmes en TV o Netflix. Si les gustan me lo cuentan.