Más allá de los acuerdos: la paz en Colombia y justicia para las víctimas de violencia
La ocasión coincidió con la visita a Medellín del profesor Antonio Carmona Báez, de la Universidad de Puerto Rico. Allí se encontró con los investigadores Darío Gómez e Ilhan Çan de la Fundación Forjando Futuros**, ONG que promueve los derechos humanos, políticas a favor de víctimas del conflicto armado y la reforma agraria y restitución de tierras a campesinos desplazados por la guerra. Darío Gómez es abogado y durante muchos años fue dirigente sindical en el sector financiero, laboró al mismo tiempo en una institución estatal del sector agropecuario. Ilhan Çan es sociólogo del Desarrollo Rural, graduado de la Universidad de Wageningen en Países Bajos. Çan trabajó por varios años como organizador sindical para la Federación Neerlandés de Sindicatos –FNV y desde 2013 vive en Medellín.
Antonio Carmona Báez (ACB): Después de 4 años de negociaciones en La Habana, las FARC-EP y el gobierno colombiano llegaron a un acuerdo de cese de acciones militares de ambos bandos, de desmovilización, entrega de armas, amnistía y reintegración civil de los guerrilleros. ¿Cuán significante es este logro para Colombia?
Darío Gómez: Para los colombianos y colombianas constituye la real posibilidad de pasar de tramitar los conflictos por medio de la violencia y de la guerra, a tramitarlos por diversas vías pacíficas. Se trata de desterrar las armas del conflicto político y social, y ello como pacto de la insurgencia con el Estado, cuyo cumplimiento obliga a ambas partes. Esto significa acabar con los paramilitares.
Significa además, que en este país sea posible protestar, organizarse y movilizarse, sin que por ello seas el blanco del exterminio militar o paramilitar. Los conflictos no desaparecerán, por el contrario aflorarán con mayor intensidad en la calle y en todos los espacios de la vida social, porque el conflicto armado sirvió siempre de pretexto para impedir la expresión democrática.
Se trata de asfixiar las extremas de derecha y de izquierda, para generar una opción de vida democrática en la que todas las tendencias políticas e ideológicas encuentren su manera de expresarse y desarrollarse, sin que por ello tengas que perder la vida. Si se puede ser activista político, si se puede organizar la protesta y se respeta el derecho a la vida, en solo ello ya habría un profundo cambio con inmensas consecuencias para generar oportunidades en el ejercicio de todos los Derechos Humanos.
ACB: ¿Debe el pueblo colombiano confiar en este acuerdo?
Darío Gómez: Es lo que más le conviene a este martiriado pueblo, luchar por la paz e irse llenando poco a poco de confianza en que es posible pasar de la guerra y la muerte a condiciones de respeto al derecho a la vida y a los demás derechos de todas y todos. Basta comparar el discurso de Oslo de Iván Márquez con el actual discurso de los negociadores por parte de las FARC-EP, para observar cuánto se ha avanzado en crear confianza en la mesa y en el proceso. La confianza hay que construirla, respondiendo con claridad y serenidad a las permanentes mentiras que esgrime la extrema derecha, como aquella que repite sin parar: “con esta negociación se le está entregando el país al castrochavismo”.
La confianza hay que afianzarla defendiendo las conquistas sociales y democráticas que se derivan del cumplimiento del acuerdo final, que está próximo a firmarse, pues ya se ha avanzado lo suficiente como para tener esta enorme esperanza.
ACB: ¿Habías imaginado que algún día las FARC y el gobierno colombiano llegarían a un cese de fuego?
Ilhan Çan: Cuando llegué a Medellín desde Ámsterdam hace un poco más de tres años, las negociaciones estaban obteniendo un carácter oficial. Contrario a las personas cercanas a mí, yo sí he tenido la convicción desde el inicio que este proceso se iba a resultar en un acuerdo exitoso. Eso no se debe a que yo tenía una noción más amplia frente al contexto colombiano. Al contario, es que yo no he sido testigo de los diez fracasos anteriores de acercamiento entre las FARC-EP y el gobierno.
Mi aprendizaje de Colombia fue por la lectura de las sentencias de la Ley 1448 de 2001, más conocida como la Ley de Víctimas de Restitución de Tierras. Leía cada línea y todos los casos de abandono de predios por el campesinado. Fue muy impactante y chocante aprender lo que estaba pasando en el campo. El paramilitarismo fue inventado por partes de la clase alta como medida anti-subversiva. En el paramilitarismo el sadismo contra la población no es un efecto secundario de la guerra, pero una estrategia consciente. Eso ha llevado a una degradación de la guerra, al final por todos los grupos armados.
Para entender por qué los dos partidos esta vez lograron llegar a un acuerdo, quisiera compartir las siguientes ideas. Tenemos que entender que cada guerrilla donde sea en el mundo prefiere hacer política de manera pacífica. Es la exclusión política que les hace tomar las armas, en Colombia antes eran los liberales y hasta ahora la izquierda. Las FARC-EP siempre han buscado la paz, pero yo creo que la degradación de la guerra ha sido una extra motivación esta vez. Además, los dos partidos entendieron que ninguno de los dos iba a ser capaz de vencer al otro militarmente. Y también, durante la guerra, las FARC fueron usadas fuertemente como chivo expiatorio por la élite. ¿Desigualdad? Sí, ¡pero las Farc! Corrupción? Sí, ¡pero las Farc! ¿Asesinatos a defensores de derechos humanos? Sí, ¡pero las Farc. Creo que otra fuerte motivación para dejar las armas es impedir poder ser usada de este manera para mantener la injusticia en este país.
Falta analizar la motivación del gobierno para tener un éxito esta vez. Gran parte de la explicación es un cálculo matemático frío, la guerra le cuesta más a la burguesía de que les hace ganar. En la crisis económico mundial las burguesías de los países nórdicos y la burguesía colombiana necesitan más que siempre posibilidades para hacer inversión en este país y por eso necesitan la paz.
ACB: ¿Qué impacto tendrá este proceso de paz sobre los campesinos en su región?
Darío Gómez: Si se cumplen los acuerdos, en primer lugar gozarán de un clima y ambiente en la vida cotidiana, en la que tendría que desaparecer su estigmatización de ser guerrilleros por el solo hecho de que en el campo haya sido más crudo el conflicto armado; de ello se deriva que sus vidas ya no correrán los riesgos que antes sufrieron, como exterminio por parte de grupos paramilitares. Además tendrán mayores posibilidades de acceso a la tierra y participar de una reforma agraria integral. Pero no es menos importante el hecho de que lograrían que se les reconozca como personas, sujetos sociales de derechos y responsabilidades; es decir, conquistar un espacio en donde se respete sus vidas y se generen políticas públicas que posibiliten el acceso y realización de sus derechos económicos y sociales pero también políticos.
El acuerdo no les regala nada, les abre la posibilidad de organizarse y movilizarse para vivir su dignidad.
ACB: ¿Por qué es tan clave la cuestión campesina en Colombia para un futuro de paz?
Ilhan Çan: El conflicto tiene su origen en la perversa concentración de tierras. La falta de acceso a tierra lleva a que Colombia sea uno de los países más urbanizados del mundo. Cualquier tema en la gigantesca crisis humanitaria que conoce este país se puede relacionar directamente a la falta del acceso a la tierra.
Los pequeños campesinos suelen cultivar su tierra intensivamente con productos destinados para el mercado interno. Los terratenientes tradicionales la usan para un cultivo muy extensivo. Las multinacionales por su parte cultivan intensivamente, pero con monocultivos destinados para la exportación. De este manera la concentración de la tierra destruye la seguridad alimentaria de los colombianos.
Una pequeña parte de los campesinos sin tierra encuentra trabajo en las plantaciones, donde laboran bajo condiciones medievales. La mayor parte no tiene otra opción que migrar hacia las ciudades. Se convierte en un inmenso ejército de reserva con ingresos más bajos de los que tienen trabajos formales. La gran mayoría tiene que sobrevivir en las condiciones indignantes de la informalidad.
La pobreza, los traumas y la ruptura del tejido social llevan a muchos de los nuevos habitantes de las lomas alrededor de las ciudades ser vulnerables para la tentación que les ofrece las estructuras del narcotráfico. Los monocultivos agotan la tierra. Cuando la tierra ya no les da, la multinacional simplemente empaca sus maletas y va a Ghana o Vietnam, dejando destruidas regiones enteras.
Con eso quiero mostrar que la destrucción de campesinado colombiano es algo que determina cada aspecto de la problemática de este país. Las entrevistas que hago con los desplazados muestran claramente que hay una gran parte de los desplazados a quienes les gustaría volver al campo para trabajar la tierra si tener la oportunidad de hacer lo mismo. La constitución colombiana no habla de campesinos, pero de “trabajadores rurales”. Una asociación de base de organizaciones campesinas tiene una campaña para cambiarlo a “campesinos” con una relación histórica, cultural y económica con la tierra como parte de su cosmovisión colectiva.
ACB: Según el sitio de internet de Forjando Futuros, 73% de los campesinos despojados de sus tierras están retornando, más 83% de ellos siguen sin techo. ¿A qué se debe esta situación?
Darío Gómez: Esto indica que la Restitución de Tierras y por lo tanto una reforma agraria integral, no se pueden quedar solo en la entrega, o en dar acceso a la propiedad de la tierra, pues esta solo se puede poner a producir en su función social, con salud, educación, vivienda, vías, mercadeo etc.
ACB: Sabiendo que la violencia no ha terminado: ¿Dónde están ubicados ahora los focos de violencia en Colombia?
Darío Gómez: Desde luego que la solución política del conflicto armado que pasa por el acuerdo con las FARC-EP, no termina con la violencia en el país, pero sí da un enorme paso en incorporar a la vida social e institucional, a un actor de enorme capacidad de desestabilización. Con el acuerdo y sobre todo con su cumplimiento, se deslegitiman otros actores que insistan en la guerra como opción para producir los cambios socioeconómicos y políticos que el país reclama; además el acuerdo permite que el Estado se centre en acabar con otros factores que originan violencia.
El acuerdo, pero esencialmente su cumplimiento, disminuye las vulnerabilidades sociales que sirven de trasfondo a toda la violencia social y delictiva. Acabar con los paramilitares es lo esencial para superar la violencia y el riesgo de repetición; son importantes sectores que se han escondido en la denominación de BACRINES (bandas de crimen organizado); estas son la expresión del paramilitarismo que hay que acabar para que la extrema derecha, si se va a pronunciar, lo haga por métodos democráticos y no fachistoides.
ACB: ¿Y qué faltaría para asegurar que las víctimas de la violencia sean tratadas con justicia?
Daría Gómez: Desde el punto de vista de justicia ante el martirio sufrido, el acuerdo pone en funcionamiento un sistema dirigido a que se conozca toda la verdad de lo que ocurrió durante el conflicto armado, las víctimas esperan toda la verdad, y medidas de reparación en la medida de las posibilidades de los victimarios y del Estado; además esperan que se haga todo lo necesario para que toda esta tragedia no se vuelva a repetir. El derecho a la no repetición es la respuesta más completa a las víctimas del pasado y para impedir que las haya en el futuro. Habrá tanta justicia como la que es posible para que haya máxima verdad y garantía efectiva de no repetición.
ACB: Ilhan, ¿cuál es el proyecto más importante en que haz participado desde que empezaste a trabajar con Forjando Futuros?
Ilhan Çan: Es el proyecto del monitoreo de la implementación del proceso de la restitución de tierras. Con un Gini de 0,88, Colombia tiene una concentración de tierra en manos pudientes que pertenece a las más altas del mundo. La falta de acceso a la tierra fue el origen del conflicto armado de las últimas décadas. En este tiempo y sobre todo durante los últimos 25 años, la tierra fue concentrada incluso más. Cientos de miles de familias de pequeños campesinos tuvieron que abandonar sus predios como consecuencia de la violencia generalizada o amenazas directas, sobre todo por parte de los paramilitares de la extrema derecha. Gran parte de esa tierra se cayó en manos de terratenientes o de las multinacionales.
En el año 2004 un grupo de campesinos despojados en la región de Urabá hizo una reclamación para la restitución de sus predios. Este grupo fue amenazado y algunos fueron asesinados, pero a pesar de estas condiciones el grupo creció en cantidad y calidad de organización hasta en un movimiento social. Juntos con este movimiento social nació nuestra fundación. El trabajo conjunto resultó en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras 1448 de 2011.
La ley es un instrumento para poder restituir los predios a sus legítimos dueños. Además la ley tiene un carácter transformador en el sentido que no busca regresar a las condiciones antes del abandono, pero mejorar las condiciones como contribución hacia una sociedad justa. En la Fundación yo me dedico al monitoreo de la implementación de esa ley. Somos los únicos en Colombia quienes hacen investigación a la totalidad del proceso. Eso implica leer todas las sentencias proferidas y trabajo de campo con las víctimas.
El proceso de restitución consiste de varios pasos: el campesino hace una solicitud; la solicitud entra la burocracia estatal; la solicitud es presentada frente los jueces; entidades deben de ofrecer al campesino restituido medidas como educación, y construcción de una vivienda para que pueda establecer una vida digna. Con el monitoreo del proceso completo, la fundación logra mostrar que aunque la ley sirve como instrumento de restitución, hay graves problemas en la aplicación. La ley ya lleva 5 años y solo han restituido el 1 % de la meta final. Entre las víctimas existe miedo y falta de confianza en el proceso, la burocracia gubernamental muchas veces parece un agujero negro y los pocos campesinos restituidos no reciben las condiciones para establecer una vida digna. La fundación difunde sus hallazgos por los medios de comunicación para generar conciencia y debate, y presionar a los responsables cumplir con su tarea. Hasta ahora la política de la restitución ha sido contracorriente; la esperanza es que eso va a cambiar con la implementación de los acuerdos de paz.
ACB: ¿Qué opinas sobre la situación en Colombia hoy día? ¿Se puede hablar de un país progresando hacia la paz y justicia?
Ilhan Çan: Los acuerdos van mucho más allá de lo que yo y la mayoría de los colombianos esperaban. El camino va a ser muy largo y difícil, pero yo sí creo que va por una buena dirección. Hay una propuesta y una oportunidad para verdaderamente cambiar la genética del país, aunque no haya ninguna garantía. Para tener una noción de lo que puede pasar, tenemos que identificar tres mayores fuerzas en el contexto colombiano del presente. Un corriente fuerte es la ultraderecha que se opone a la paz, con vínculos con el paramilitarismo e intereses económicos en la continuación de la guerra, en general llamado el Uribismo. Después del acuerdo se quedaron más aislados y como consecuencia se pueden debilitar. Otra posibilidad sin embargo, es que grupos paramilitares van a entrar las áreas ahora controladas por las FARC-EP, de cual manera se podrían fortalecer.
Otra fuerza es la derecha que apoya a la paz, a cual pertenece el presidente Santos. Ellos sueñan con un país pacificado y neoliberal, mandado no por grupos armados ilegales pero por los tratados de libre comercio (TLCs). Este corriente es muy fuerte, es el proyecto de la mayoría de la oligarquía profunda. Si entendemos la paz como la ausencia de violencia de grupos armados, sí con ellos Colombia llegaría a la paz, pero todavía no a la justicia. Lo interesante sin embargo es que este grupo en los acuerdos se comprometió a dar espacio y protección a la izquierda para hacer política de manera pacífica.
La izquierda es la tercera fuerza importante. Toda la izquierda apoya la paz. Lo que hay que destacar aquí es lo siguiente; los acuerdos no cambian el sistema económico de Colombia, pero supremamente importante es el capítulo “participación política”. En este capítulo organizan garantías para las FARC y cualquier otro grupo de la izquierda de poder hacer política electoral o no electoral de manera pacífica sin que temer por la vida.
La situación de Colombia es compleja y la injusticia de un tamaño que es difícil tener una posición de cual se puede analizar 360 grados alrededor y predecir lo que va a pasar. Por eso cualquier vista tiene un soporte ideológico, desde el mío yo veo los espacios que aparecen para la izquierda como una promesa muy importante. Las FARC son un movimiento que originó -y es muy arraigado, en el campesinado, juntos con una gran cantidad de otros movimiento sociales, con una visión clara, capacidad de movilización y líderes carismáticos son capaces de no solamente llevar la paz, pero también la justicia a Colombia en el largo plazo.
ACB: Recientemente, una delegación de la Unión Europea visitó a Colombia y se reunió con vuestra fundación y varias entidades del país que trabajan con el proceso de paz. ¿Crees que fue útil la presencia de ese organismo internacional en Colombia?
Daría Gómez: La delegación consiste de funcionarios quienes van a formar una veeduría a la implementación del capítulo de las víctimas en los acuerdos. Se estaban preparando para ir a la región de Urabá para allí hablar con solicitantes de tierra en el marco de la Ley 1448. Durante su preparación en junio, los paramilitares en esta zona atacaron a un grupo de campesinos desplazados quienes habían retornado a sus predios. Nuestra fundación buscó contacto con los funcionarios europeos para que hablaran con estas víctimas de nuevas agresiones. La institucionalidad local y regional en Colombia, sobre todo en regiones como Urabá, es en gran medida cooptada por el paramilitarismo. Por eso es importante la veeduría por extranjeros para llenar el vacío que deja el Estado colombiano.
ACB: ¿Qué lecciones presenta todo este proceso para América Latina en la actualidad?
Darío Gómez: Que hay que persistir en convertir el continente en un gran espacio para la realización de los derechos humanos, construyendo democracias que no se queden en la mera formulación de derechos, sino que estas pasen a convertirlos en verdadera realidad económica y social para todos los pueblos.
*Para más información sobre Fundación Forjando Futuros puedan ver: www.forjandofuturos.org