Murder on the Orient Express: Análisis y lógica
No cabe duda que lo ocurrido en el Orient Express es uno de los casos más difíciles y paradigmáticos de Poirot. Si algo distinguía a Agatha Christie de muchos otros escritores de misterios era su inventiva para tramas que desafiaban al lector. Hay que recordar que ella fue innovadora del género desde muchos puntos de vista, y que algunas de las “reglas” que permiten que el lector vaya junto al detective recibiendo la misma información y experimentando las mismas claves y mentiras que él, no aplican en muchas novelas de Poirot. Esas reglas que forman el vínculo investigativo que se desarrolla entre detective y lector pueden ser violadas y eso es parte del juego deductivo que Christie nos plantea.
Poirot acaba de resolver un caso en Jerusalén y quiere descansar, pero un caso en Londres que requiere su atención hace que se desvíe a Estambul. Allí se topa con Bouc (Tom Bateman) un viejo amigo que es ahora el director del lujoso y afamado Orient Express quien le ofrece llevarlo en unos días a Calais para su viaje de regreso a Inglaterra. Los compartimentos en primera clase están todos ocupados, pero Bouc se las agencia para conseguirle lugar en primera donde comienzan a ocurrir cosas extrañas.
La más peculiar es que un hombre siniestro llamado Samuel Ratchett (Johnny Depp) aborda a Poirot con un proposición deshonesta (no, no de esas), para que lo proteja de alguien que le ha enviado notas amenazantes que intiman lo peor: que lo quiere matar. El hombre tiene un revolver y con él amenaza a Poirot, quien oye las razones por las cuales gente de la Mafia pueden ser los amenazadores, pero a pesar de la oferta —$10,000 por una semana de protección—declina. Esa noche, luego de una serie de sucesos extraños que incluyen ruidos especiosos, una misteriosa voz en el compartimiento de Ratchett, y una mujer que corre de espaladas a Poirot en un kimono rojo que tiene un dragón blanco bordado, alguien asesina a Ratchett.
Simultáneamente algo inesperado sucede: una avalancha hace que la máquina del tren se descarrile y que los pasajeros estén varados en las montañas de Yugoslavia. Bouc convence a Poirot que trate de resolver el caso antes de que llegue la policía y vayan a acusar y sumariamente juzgar a al doctor Arbuthnot (Leslie Odom, Jr.) por ser negro o a Binamino Márquez (Manuel García-Rulfo) por ser latino.
La investigación comienza y vemos cómo se despliega el método de Poirot en la solución del problema.
El filme tiene la desventaja que una versión (1974) de primer orden con Albert Finney haciendo el papel de Poirot la antecedió y que los guionistas se han tomado una libertades con el personaje de Poirot que para mi son inaceptables. ¿Poirot sentimental sobre una novia que tuvo? No lo creo. ¿Poirot persiguiendo un sospechoso por las intricadas estructuras que representan el puente sobre el cuál esta varado el tren? No, por favor. ¿Poirot luchado mano a mano con un sospechoso? Jamás. Esta última responde a tener acción física en el filme (al principio de la película también hay una escena de acción, pero más digna de Poirot).
Por suerte están los actores para mitigar estos pecados. Se distinguen, además de los que ya he mencionado, Michelle Pfiffer como Caroline Hubbard y Judi Dench como la princesa Dragomiroff. El mise-en-scene es espectacular, y la recreación de la elegancia del Orient Express impecable. Son cosas que son parte de un mundo que dejó de existir hace tiempo. Es curioso que el mundo de Poirot continúa vivo en los libros, y en la excelente serie de TV con David Suchet en el papel principal. No que Branagh lo hace mal, pero es muy alto. Cuando Finney lo fue, lo rodearon de mujeres y hombres altos para que fuera más cercano a la descripción que aquellos que lo hemos seguido en los libros tenemos de él. De todos modos, el que no conoce a Poirot disfrutará el filme si sigue con cuidado y atención lo que se va descubriendo en la trama.