Neruda
¿Cómo contar el episodio más tenebroso de la vida de Pablo Neruda? Hago la pregunta porque, a pesar de su fama como poeta, Neruda no es exactamente una figura que se presta a la intriga internacional. Las circunstancias de la huida de Neruda de Chile a la Argentina son parte de la historia del poeta y del país de la poesía. En 1948, en plena guerra fría y con el cono sur crujiendo bajo los pasos de nazis huidos tratando de esconderse de los juicios de Núremberg, criticar la represión de comunistas no era un acto juicioso.
Senador en ese momento, eso fue lo que hizo Neruda ante el congreso chileno para lograr desatar en su contra la ira del presidente fascista Videla. No contento con eso, desplegó su crítica ante el público y usó su poesía para enfatizar la falta de respeto del gobierno hacia el pueblo. Mas los intríngulis políticos del Chile de los cuarenta no son el foco del brillante guión onírico de Guillermo Calderón que sirve de guía a la estupenda dirección de Pablo Larraín quien, ayudado por la edición de Hervè Schneid y la cinematografía de Sergio Armstrong, nos da la respuesta a la pregunta que abre este breve ensayo.
El filme se cuenta como una novela o poema épico soñado que quiebra la noción del tiempo y la cronología para adentrarnos en la psique del poeta Neruda (Luis Gnecco) y de un magnífico personaje semificticio Oscar Peluchonneau (Gael García Bernal), un detective que lo persigue. No sabemos a ciencia cierta si a veces el policía solo vive en la imaginación del poeta. Si ese es el caso, resulta ser una de las manifestaciones del ego nerudiano tan dado muchas veces al auto-engrandecimiento, algo que el guión indica con gran maestría y con respeto. Le encanta la idea que haya “300 policías buscándolo”, algo que repite con orgullo, aunque sabemos que su ego preferiría que fueran 1000. Vemos en varias escenas extraordinarias el ingenio de Neruda manifestarse imprudentemente (como lo hizo el ego de Oscar Wilde durante su juicio) en situaciones que lo hundirán. La visita de Neruda al expresidente de la república, Arturo Alessandri (Jaime Vadell), es sobrecogedora e hilarante a la vez porque en ella vemos que para Neruda, nadie era su superior.
Los que no están familiarizados con la vida de Neruda también podrán ver plasmada en la pantalla su generosidad y amistad, que muchas veces trasmutaba a insultos, olvido y chabacanería (claramente expuesta en el filme el “El cartero de Neruda”, 1994). No sé las fuentes del guión pero creí ver algunas cosas que ha contado Volodia Teitelboim en su excelente biografía de Neruda de 1984. Una de ellas es la insistencia de muchos de que Neruda recitara el mismo poema donde quiera que iba. En el filme es el poema número 20, pero creo recordar que dice Teitelboim (o el mismo Neruda en “Confieso que he vivido”) que era el “Farewell”. Aunque es un detalle mínimo, es uno interesante porque muestra que aún los más grandes poetas puede que se reduzcan a un solo poema.
También conocemos su inclinación a las orgías y las prostitutas. Su esposa Delia del Carril (Mercedes Morán) dice en un instante que lo único que le interesa a su marido es la poesía, la diversión y el sexo, y no exactamente en ese orden. Sin embargo, es impotente con ella, un detalle crítico para entender por qué, a pesar de venerar a su “hormiguita”, como le llamaba, no podía esperar para llegar a los prostíbulos. Como sabemos, eventualmente la dejó por Matilde Urrutia.
Hay muchas escenas de gran valor artístico en la cinta. Una de las más impresionantes ocurre como resultado de la visita de Neruda a un prostíbulo donde un travesti canta y se amiga con él. Arrestado por el detective, el travesti (el magnífico actor Roberto Farías) relata su encuentro con el poeta y casi se roba la película con una actuación en la que el sentimiento, el orgullo, la sexualidad y la rebeldía se mezclan como pocas veces se ve en la pantalla. Es el punto medio de la fantasía que ha de expandirse según la búsqueda del poeta escondido se magnifica y se mitifica.
También hay que señalar la intervención destacada de Amparo Noguera como una camarada comunista que busca, no solo el autógrafo del poeta, sino un beso. Esto último se prolonga más allá de lo esperado y lo termina la impaciencia de Matilde. Como resultado la mujer reta a Neruda sobre qué tipo de persona habrá de predominar después de la “lucha”. El toma y dame es genial, pero se queda ella con la escena recordándonos que sin la mujer las revoluciones no triunfan.
El guión presenta a Peluchonneau tan obsesionado con su presa que seduce a María (Maryka) Hagenaar, la exesposa de Neruda. Es como si al hacerlo comulgara directamente con el enemigo, que poetiza sus encuentros sexuales. El policía que declara que lee poesía muy poco, ahora quiere vivir la sexualidad poética que se presenta en las páginas que lee. En el papel de Peluchonneau, García Bernal manifiesta las características del empecinado policía que cumplirá las órdenes que vienen directamente desde el presidente de la república. Es el punto culminante de su vida, una asignación que lo hará ascender hasta poder hablarle directamente al primer mandatario. En su imaginario Neruda es un perverso comunista y agitador, un traidor de la patria y un peligro a la “libertad”. El detective es un hombre siniestro, es la sombra de Neruda y quiere suprimir a quien la proyecta. Se comporta como lo hace porque se siente que vino de mal sitio (hijo de una prostituta) a ocupar el puesto nacional de más poder, y ¿qué le puede otorgar más autoridad que atrapar a Neruda? Al mismo tiempo sabe que el padre del poeta era un trabajador ferroviario sin ninguna importancia. Es otro lazo que los une irremediablemente.
Según nos vamos acercando a la huida a través del paso de Lilpela a la Argentina, el filme se acerca más a un “thriller” que pone de manifiesto la fantasía que han concretado el guionista Calderón y el director Larraín para llevarnos a lo que equivale a una odisea moderna. Con Peluchonneau en los talones, el poeta va a caballo protegido por muchos que lo único que sabían sobre él es que era poeta. En una escena de gran belleza, Neruda grita su esperada libertad al aire límpido que acaricia los picos del sur desde un terreno cubierto de nieve y Peluchonneau responde aullando su nombre. Es el deseo máximo de un poeta: que se grite su nombre en alto y que llegue al cielo.
Larraín, quien alcanzó una cúspide con “No” (reseñada aquí 10 de mayo de 2013), hizo un gran trabajo con la reciente “Jackie” (reseñada aquí el 23 de diciembre de 2016), muestra que el género, la película biográfica, puede ser usado con efectividad si se subvierte un poco la “historia” y se concentra en las reacciones emocionales y personales de la figura de interés. “Neruda” revela un director que en pleno siglo XXI es capaz de hacer arte. Los que tengan el más mínimo interés en Neruda, el poeta que podía ser sublime o panfletario, no se pierdan esta joya. Espero con ansias el próximo proyecto del director.