Omar Obdulio Peña Forty recorta a Francisco Manuel Oller y Cestero
Para mi hijo.
Para el fomento de la más pura ética, por la naturaleza de nuestro pueblo, el camino más corto es el de la estética.–Antonio S. Pedreira
Don Frasquito sale a hacerse un recorte de pelo. Llega a casa de su barbero, Omar Obdulio, quien lo recibe afectuosamente, cuelga su chaqueta y sombrero, lo acomoda en la silla, le ajusta una capa roja al cuello y respetuosamente le pregunta cómo le gustaría esta vez su recorte. Don Frasquito le contesta que le haga algo que sea de la época en que vive, que sea de su país, de su legión, si quiere ser verídico. Añade que el barbero, como el literato, tiene la obligación de servir para algo, que instruya, que sirva para mejorar la condición humana, que fustigue el mal, que ensalce el bien. Omar Obdulio escucha con mucha atención, guardando esas palabras; tras meditarlo un momento, prepara la navaja, se ajusta los espejuelos, y comienza su trabajo.
Don Frasquito le comenta a Omar Obdulio que acaba de terminar un autorretrato. Como sabe que a Omar Obdulio le gustan sus pinturas, lo invita a que pase a verlo cuando desee. Omar Obdulio, concentrado en el recorte que le hace al Maestro, no lo escucha y le pide que suba la cabeza. Don Frasquito le advierte que no le toque la barba ni el bigote. Omar Obdulio sonríe y asiente. Concienzudamente va marcando el cerquillo con la navaja que maneja con la desenvoltura que ha visto en el pincel del Maestro, aquella vez que fue a la exposición en el Palacio de Santurce donde don Frasquito presentó La escuela del Maestro Rafael. A Omar Obdulio le emocionó mucho esa pintura de un artesano que también dedica gustosamente su vida a un primordial arte, la educación.
Omar Obdulio va dibujando con gran precisión líneas y formas en el cabello del Maestro. Cuida rigurosamente las gradaciones que van desde la piel descubierta hasta la cabellera espesa. Examina ambos lados de la cabeza para asegurar una simetría perfecta. En su proceso creativo, Omar Obdulio va abstrayendo paisajes, movimientos, impresiones de luz y de color, imitando lo que ha observado en las pinturas del Maestro.
Satisfecho, Omar Obdulio termina su obra y levanta el espejo para que el Maestro se vea. Ante su imagen, don Frasquito exclama, “¡excelente, el caco style!”. Omar Obdulio escucha atentamente mientras el Maestro lo felicita por su atinada selección de estilo, porque dice don Frasquito que nada le va mejor a un artista puertorriqueño que verse como un caco, pues en efecto lo es, porque en la colonia el arte debe representar, o criticar, mejor dicho, nuestros propios actos para que su fin sea provechoso, que es deber de todo artista que se precie de serlo el hacer obras que representen nuestras costumbres, que corrijan nuestros defectos y exalten nuestras buenas acciones, todo lo cual es imposible sin que el poder colonial se vea en la obligación de marginar e invisibilizar la expresión artística.
(Tiempo después, ya muerto el Maestro, Omar Obdulio recordó esas luminosas palabras el día en que visitó el Museo de la Universidad de Puerto Rico para conocer el autorretrato que don Frasquito le mencionó cuando lo recortaba pero que no pudo ver en aquel entonces. El Autorretrato de Oller lleva años en el depósito de obras, pues ni la Universidad ni el Gobierno ni el Tren Urbano han separado fondos para reparar las grietas en la Sala Francisco Oller causadas por la construcción de la estación subterránea del tren; el que podamos conocer las obras del Maestro Oller no es prioridad para las autoridades. Estremecido ante la nobleza del autorretrato, Omar Obdulio decide hacer su propio retrato, para que, por encima y a pesar de la mezquindad colonial, todos podamos tener a don Frasquito, bien brillosito, junto a nosotros.)
Omar Obdulio le pasa una brocha con talco al Maestro por la frente, el cuello y las orejas. Para pagar el recorte, don Frasquito le ofrece de su poco dinero. Omar Obdulio le pide que no le pague, que en cambio le permita fotografiarlo. Don Frasquito sorprendido accede. Omar Obdulio le peina cuidadosamente la barba y el bigote. Cámara sobre trípode, se asegura de que el rostro esté bien iluminado y encuadrado. El Maestro, a tenor con su edad y experiencia, posa disciplinadamente con el rostro muy serio. Omar Obdulio, conmovido por la gravedad de esa expresión, concluye rápidamente la sesión de fotos.
Omar Obdulio le quita la capa al Maestro, y mientras éste se pone su chaqueta y su sombrero, conecta la cámara a la computadora, baja la foto y la pone en pantalla. Mostrándosela al Maestro, le comenta que de todas sus fotos, ésta es la única que definitivamente merece un lustroso marco dorado. Don Frasquito ríe a carcajadas, “ay mi’jo, qué ocurrencia”; le da un abrazo y se despide, “Dios me lo bendiga siempre”.
*Nota: Los textos en cursivas son citas del Discurso de Francisco Oller en la Escuela Normal, 1904.