Orfeón San Juan Bautista: sujeto y objeto
Una propuesta estética del artista Abdiel D. Segarra Ríos
El proyecto como dinámica de comunidad
Para hablar de la propuesta Orfeón San Juan Bautista: sujeto y objeto, es indispensable hablar del entorno en que se desarrolló: el programa Taller Vivo del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico. Este programa es una muestra de compromiso institucional que propicia una oferta de avanzada artística y educativa con la misión de promover la expresión del arte actual en Puerto Rico. Su implantación señala hacia la apertura y elasticidad en los procesos de reconocer y validar el arte puertorriqueño de hoy. En la rigurosa selección de artistas se toma en cuenta la visibilidad ganada por aquellos que han demostrado en sus obras una voluntad de innovación, renovación y aportación al variado panorama de la creación plástica en la isla y en las ciudades continentales donde circulan y viven. Taller Vivo tiene su referente y precedente en la figura del taller experimental, en el programa que invita a ejercicios conceptuales y estéticos alternos a los dogmas y a toda derivación del canon académico. Además, con Taller Vivo el MAC recupera la razón primordial de su antiguo edificio (originalmente la Escuela Rafael M. Labra) como casa de estudios y de formación mediante la educación. En esos viejos salones, muchos ciudadanos adquirieron conocimiento además de valiosas experiencias, insertados en el pleno bullicio de la vida cultural de la ciudad que surgía como parte del proyecto económico y social del ELA a partir de mediados del siglo XX.Abdiel Segarra es un activista cultural y de seguro consideró, antes de entrar de lleno en su rol de artista plástico en la escena del Taller Vivo, que un museo se activa y demuestra estar vigente mediante las dinámicas hacia y desde la comunidad en comunión con su oferta programática. Sabiendo que el Orfeón San Juan Bautista se acercaba a una fecha conmemorativa con la voluntad de compartir la riqueza de su repertorio coral con sus amigos y otros miembros de la comunidad, Segarra acomodó al Orfeón como asunto primordial de su propuesta, con lo cual se solidarizaba con esta agrupación y reconocía su valiosa trayectoria. Como estratega museológico, Segarra vio en la sala de exposiciones un espacio idóneo para incorporar la música coral a su proyecto de estética y arte visual. Y para lograr la activación de un público, insertó al Orfeón como elemento seductor, como imán del proyecto.
El Orfeón San Juan Bautista es un coro de 45 voces, un pianista y dos directores, dedicado al santo patrono de la ciudad capital. Su inserción dio al proyecto una doble dimensión de dinámica comunitaria, pues como núcleo de trabajo artístico, el Orfeón también representa una comunidad en sí. Los directores del coro, Guarionex Morales y Daniel Alejandro Tapia, llevan con rigor esa estructura social que incluye a los coralistas y un pianista, Jorge Eduardo Ramos, manteniendo una función creativa armoniosa desde su inherente diversidad. Es decir, que en el proyecto Sujeto y objeto se trabaja con una comunidad que llamaremos “interna” —el Orfeón y los artistas plásticos— y una comunidad “externa” —el público que participa en los talleres o recibe exaltado la belleza visual y sonora del acto artístico—.
Si en las prácticas de administración de museos se habla de hacer públicos, desde la nueva museología se prefiere hablar de servir y ser parte de la comunidad. Abdiel Segarra demuestra esa posibilidad con su ejemplo y modelo de acción, reconociendo este proyecto en el MAC como una oportunidad para poner en práctica su visión y posición respecto al valor del museo como institución contemporánea al servicio de la comunidad.
Encuentro de plástica y música
Desde siempre, los escultores africanos tallan cantando.
Y no paran de cantar hasta que concluyen sus obras,
para que la música se meta en ellas y en ellas siga sonando.
Eduardo Galeano, Espejos: una historia casi universal
En la cita de epígrafe, Galeano se refiere a una de las más importantes fuentes del arte moderno europeo en las primeras décadas del siglo XX: la escultura de máscaras y fetiches de distintas etnias y pueblos de África. Esas formas, como fórmulas estéticas primarias, inspiraron cambios en la producción del arte occidental. Pero Galeano también enfatiza el papel del canto como medio de animar, dar vida, a las formas plásticas. En nuestro caso, cantar mientras se trabaja es común en los espacios de la vida rural y obrera de la isla. La trova campesina es un rico ejemplo de ello, pero igual en la ciudad el obrero y el artesano compensan el desgaste y nivelan las tensiones en las faenas emitiendo un canto o soneo mientras trabajan. Maelo era albañil, constructor de casas, y su riqueza rítmica de seguro la ensayó en las tareas duras del trabajo obrero. Los bebés se duermen cantándoles la madre una melodía. Va ella entonando y meciendo a la criatura para llevarla al sueño.
Con su proyecto para el Taller Vivo del MAC, Abdiel Segarra transmite esa interacción entre el hacer música y el hacer arte, y en el proceso termina no solo la música dando vida al arte sino el arte dando vida a la música. La visualidad y la sonoridad, el encuentro de plástica y música en un formato de taller vivo reafirma al espacio museal no solo como territorio de cruces multidisciplinarios sino como modelo de programa cultural. Dibujo, fotografía, video y música coral, juntos y separados, en vivo o registrados, constituyen una oferta que propicia, más allá de nuevos públicos, una comunidad y un intercambio amplios, heterogéneos y vitales en los espacios del museo.
El periódico El Nuevo Día publicó el 10 de enero de 2014 un artículo titulado Oda al colectivo: La nueva propuesta plástica de Abdiel Segarra tiene como punto de partida al Orfeón San Juan Bautista. En él dice el artista:
Cuando sientes 45 voces a capella encima de tu cuerpo, las sientes más que en las orejas. Yo traté de ver qué construye esta experiencia y es un ejercicio de colectividad, armonización, de unir distintos caracteres, agendas y armonizarlas en productos estéticos como son cada una de las piezas que cantan. […] Nada compara con escuchar al coro de frente. Esta exhibición va a amplificar la experiencia, va a complicarla en el buen sentido de la palabra. Es bonito porque esto es un homenaje a la colectividad.
El Orfeón como objeto-sujeto; el artista plástico como sujeto-objeto
El objeto artístico —y de la misma manera, cualquier otro producto—
crea un público sensible al arte y capaz de un gusto estético.
Sin embargo, la producción elabora no solo un objeto para el sujeto,
sino también un sujeto para el objeto.
Aurora León, El museo: teoría, praxis y utopía
Abdiel Segarra ha manejado el proyecto de la exposición Orfeón San Juan Bautista: sujeto y objeto desde su experiencia como artista plástico y gestor cultural. La exposición en su conceptualización, en su puesta en escena, en su coordinación, con su programación y con toda la producción material fruto de ello, es la obra de arte. Sujeto y objeto es un programa de actos, de creación, de encuentros, de celebraciones, y todos los orfeonistas son el objeto y sujeto aludido, protagonistas, actores y también modelos, emisores y receptores también.
El Orfeón, como objeto de la propuesta, está presente en la sala de exposiciones a través de videos, fotografías de Segarra y dibujos in situ de él y un grupo de sus estudiantes de la Escuela de Artes Plásticas de San Juan. Ciertas fotos y dibujos captan más bien la atmósfera, el espacio y los orfeonistas como un cuerpo difuminado. Pero la exposición también ha servido de plataforma para el Orfeón como sujeto activo que difunde su programación especial de aniversario. Esa programación ha irradiado entre salas independientes y universitarias, capillas e iglesias con una oferta extraordinaria que incluyó una noche de bohemia con los orfeonistas.
Dentro de las producciones del proyecto, el Orfeón también ha sido objeto de un video dirigido por el artista Osvaldo Budet. La proyección del video, de por sí la imagen de mayor formato, está ubicada al fondo de la sala como eje y atracción principal de la instalación. En el video, que se grabó en el espacio de arte Área – Lugar de Proyectos, en Caguas, los orfeonistas desfilan en una espiral, se acomodan, hay una pausa y cantan con el tenor solista Joel Prieto. Por su continuidad de rítmica visual y sonora, la obra proyecta una cierta carga hipnótica. La entrada de los orfeonistas, músicos y solista con los directores en movimiento espiral se repite en las presentaciones del Orfeón San Juan Bautista en la sala de exposición como un eco vivo del video, reforzando el binomio objeto-sujeto. Es, de paso, una acción calibrada que responde a un concepto coreográfico básico que facilita la circulación con ritmo continuo de los integrantes del coro.
Segarra diseñó la sala para servir igual de espacio de taller que sala de exposición y de conciertos. Sus obras, entonces, muchas veces sirven de fondo, referente de estudio y documento de trabajo, mientras el desfile de los cantantes y la alternancia de los directores ofrecen una coreografía blanquinegra fluida y orgánica desde una puerta lateral hacia un impecable mueble-tarima diseñado por Braulio Espinosa Castillo. El proyecto Sujeto y objeto hace, pues, del Orfeón objeto de un artista (el Orfeón fotografiado, dibujado o filmado), marco de un acto artístico (la exposición como fondo de las actuaciones en vivo del coro, o de Segarra y sus estudiantes), sujeto artístico (que actúa él mismo ante un público en vivo).
Dicho esto, es obvio también que en esta propuesta el propio artista plástico es sujeto-objeto. El destaque de una sala del Museo como escenario de acciones en vivo de Segarra y sus estudiantes remite de cierta forma al modelo museológico en que se despliega la creación como tesoro cultural en una urna de cristal. El espacio equivale a la vitrina, y el artista creador se exhibe como ejemplar vivo y en el acto creativo.
Por otra parte, las dinámicas de los artistas trabajando y los visitantes participando en talleres y acciones colectivas representan un modelo contemporáneo en el que la sala de exposición es lugar de trabajo, laboratorio de exploración y educación. El creador en sala, ante la mirada del público, asume la doble responsabilidad de protagonista y comunicador en función de una estrategia pedagógica.
Hacer arte frente al ojo público, desplegando destrezas técnicas y en gracia productiva, es un acto antiguo que en algunos casos difumina el aura “divina” del proceso creador. El artista y su modelo propician ante todo la concentración de la mirada del público en el surgimiento de la imagen a medida que se desliza la mano por el papel. El observador comprende entonces que no hay magia ni trucos herméticos, que no hay efluvios divinos del éter hacia el artista. Así va reconociendo que el arte es inteligencia y trabajo físico, destrezas, esfuerzos y talento. El artista, por su parte, va evidenciando sobre el terreno su disciplina de trabajo, su estructura procesal, sus riesgos, su dominio de facultades, sus respuestas a dilemas y retos. Así se manifiesta la energía que emana del proceso creador. El público seguirá las manos del artista o su mirada, inquieta a veces y otras dirigida inmutable a un foco visual, y, aun cuando la “magia” se haya develado, no dejará de asombrarse al ver cómo sobre un plano vacío va surgiendo una imagen, un efecto, una atmósfera, un mensaje, un sentido o una interrogante.
Instalación artística y memoria documental
La exposición es un buen ejemplo de museografía contemporánea, con un acertado y eficaz despliegue de materiales: varias fotos de formato grande documentan ensayos y funciones del Orfeón, en otra pared hay cuatro pantallas de proyección con ediciones videográficas, al frente una composición cuadriculada muestra a los integrantes del coro, cada uno retratado en dibujo al grafito. Al fondo del salón, una proyección monumental muestra el proyecto de video de Osvaldo Budet: un ensayo final para la cámara en el espacio de encuentros artísticos Área. La relación entre los materiales expuestos y los espacios de circulación demuestra un diseño dirigido a crear una ambientación de estética minimalista desde el arte de la instalación. Si se visita la exposición cuando el Orfeón no está actuando, la sala se aprecia amplia e invitadora a un desplazamiento cómodo por ella. Cuando está el Orfeón, cantando desde el mueble-tarima diseñado por Braulio Espinosa, se respira el entusiasmo de las comunidades presentes: coro y público ocupan la sala de esquina a esquina. La música del Orfeón llena todo espacio, todo rincón restante en la sala de exposición.
Dominando la sala y en contrapeso de la proyección del video de Budet, se expone la obra de formato mural compuesta por retratos individuales de los orfeonistas, muchos de ellos risueños, dando su mejor cara, de frente, en total conciencia de estar en pose para, más que ser dibujados, ser fotografiados. Los rostros fueron trabajados en una escala mayor que la natural y son el resultado de un proceso meticuloso de dibujo con grafito en estilo fotorrealista. De hecho, para la ejecución cuidadosa de los retratos sirvieron de base fotografías. El despliegue de los rostros en dibujo conforma una cuadrícula que ocupa una pared central/ lateral. Con el blanco del soporte como fondo lumínico, algunos retratos muestran mayores contrastes entre los tonos de grises y el blanco, otros muestran mayor luminosidad y sutilezas tonales. En su conjunto, conforman la obra en dibujo de mayor formato en la instalación.
Los retratos son muestra de un excelente dominio del arte del dibujo realista. De factura impecable, esta serie de dibujos es un documento de valor sociológico e incluso científico, mostrando el rico mestizaje de la isla en los hermosos rasgos fisionómicos de estos jóvenes puertorriqueños.
Frente a esta obra, unos monitores de pantalla plana proyectan videos de algunos de los coralistas, a manera de retratos en movimiento. El montaje incluye audífonos para escuchar las piezas que cantan en variantes de tonos melódicos los orfeonistas captados por el lente.
En este punto nos detenemos en las fotografías. Podría decirse que Abdiel Segarra ha pensado este proyecto desde el ojo de su cámara. Hace un tiempo que vemos al artista detrás del lente registrando eventos de relevancia cultural y académica. Este proyecto no es la excepción, y le permite continuar con una documentación fotográfica del Orfeón que trabaja desde 2009. Con su cámara hace una sutil coreografía en la que sinuosamente se acerca y se aleja, como en minueto, a los cantantes. El lente le permite ver y reconocer desde el macro hasta el detalle, acercarse desde su distancia y perspectiva para auscultar el todo y, de ahí, el cuerpo y el rostro y su superficie. Así el artista levanta un registro fotográfico del acontecer del colectivo a manera de un diario de vida. El acercamiento es una forma de abrazo desde la distancia a eso que se admira mientras el artista se oculta, intentando invisibilizarse detrás de esa caja metálica que captura emanaciones de luz para grabar el momento y el evento efímero. Pero igual Segarra es figura nerviosa que entra y sale desde la periferia y va invadiendo el espacio de la privacidad y la intimidad desde su mirada-lente. Logra sigiloso la completa inmersión en el referente apresado por el obturador en plena dinámica de trabajo. El proceso fotográfico le permite guardar la distancia, sí, pero también adentrarse en el aliento del que es documentado.
Esa documentación fotográfica queda como material de archivo y de estudio. Todo se hace para que quede grabado, registrado, clasificado. Así todo queda consignado como memoria. De hecho, el proyecto Orfeón San Juan Bautista: sujeto y objeto incorpora la presentación de un libro conmemorativo del aniversario del Orfeón. Abdiel Segarra es el diseñador gráfico y editor de la publicación de 250 páginas.
Colofón
Aparte de su obra artística, su experiencia temprana como editor o curador en proyectos de crítica o de exposiciones de arte le ha permitido a Abdiel Segarra hacer valiosas contribuciones al acontecer cultural e ir ubicando a sus pares en ambas plataformas, la de crítica y la de exposición, brindándoles medios para medir fuerzas tanto a nivel de destrezas de análisis como de originalidad y osadía creativa. Sus estudios graduados en gestión y administración cultural en la Universidad de Puerto Rico le han servido para profundizar su razonamiento y conocimiento de la teoría y la práctica en los campos de la promoción cultural y la curaduría de arte. Confrontado en el camino con las deficiencias de algunos programas institucionales, ha reaccionado con una mayor voluntad de producir alternativas efectivas e innovadoras. Esas dificultades, asumidas como retos, lo han llevado también a desempeñar tareas administrativas.
Me parece que su propuesta para el MAC evidencia un conocimiento a fondo de la situación de los museos y los programas de exposiciones en San Juan, una realidad común al resto de la isla y a otros países que carecen de una tradición cultural de museos. Si bien Puerto Rico ha contado con una producción plástica desde los días de la colonización y reconocida con nombres desde el siglo XVIII, continuada y multiplicada a partir de mediados del siglo XX, ese proceso orgánico, rico en variedad y de alta calidad no ha sido correspondido con un coleccionismo vigoroso y con el establecimiento de museos. Asoman algunos proyectos de museos ya para mediados del siglo XX y hoy todavía es un reto culminar el proyecto de un museo del arte nacional. El Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico es uno de esos proyectos en una evolución interesante, encaminada a atender unas áreas esenciales, tanto programáticas como educativas, y su Taller Vivo es una muestra de su apertura y sintonía con el acontecer museológico del siglo XXI.