Parir en el hogar, mucho más que una alternativa
A menudo una de las preguntas emblemáticas que suelen hacer los profesionales humanizados con la labor de parto a una madre gestante es ¿qué temores tienes con respecto a ese día? Se espera que la mujer tenga la capacidad instrospectiva al tiempo que comunicativa de expresar al detalle cuáles son los fantasmas que rondan (y rondarán) ese momento indeterminado y tan ensoñado por cada gestante. En mi caso, muy particular, mi mayor temor es tener que parir en un lugar frío, impersonal, con unos cuantos desconocidos y a la merced de preceptos científicos y leyes estatales muy cuestionables.
Nota aclaratoria: mientras escribo tengo 35 semanas, tal vez para cuando salga publicado ya he parido, espero que mi plan de parto haya sido exitoso, con suerte, gracia y mucha preparación he parido en el calor de mi hogar, en el mismo lugar donde un día fue concebida mi hija. Yo nací en uno de esos lugares asépticos y obsesionados con la esterilidad, al igual que la mayoría de la gente de mi generación y muchos de sus hijos, hijas, así sucesivamente.
Nacer en el hospital es una convención que pocos (aunque afortunadamente cada vez menos) se atreven a cuestionar. Me he preguntado desde siempre, mucho antes de estar preñada de amor y bebé, ¿por qué automáticamente hombres y mujeres visualizamos el parto en un hospital? A tal punto de que cuando éste no es el caso, las ansiedades de quienes dudan o rechazan hacerlo se disparan debido a los cuestionamientos muchas veces sin fundamentos, o fanatizados, de aquellos quienes deciden hacerlo. En la mayoría de los casos quienes prefieren el hospital toman la decisión por normativa, uso y costumbre; ignorantes, en cierto modo, ante los recientes estudios médicos (irónico) y la nueva educación sobre el parto en el hogar y/o humanizado.
Es probable que me leas y pienses que soy apológica hacia los partos fuera del hospital. Llevas razón. Una madre que está en buen estado de salud, que su bebé también perfila estarlo, que no tiene un embarazo riesgoso y desea apoderarse y participar activamente de uno de los momentos más especiales en su vida no tiene porque denodarse a parir en un hospital. Si bien estos laureados centro de salud albergan a profesionales que diariamente salvan la vida de centenares de personas alrededor del globo, distan mucho de ser los lugares ideales para que una criatura sana y descontaminada venga al mundo.
Por qué depositamos confianza a ciegas en los “establecimientos destinados al diagnóstico y tratamiento de los enfermos”, aún cuando las parturientas gozan de salud, es un planteamiento filosófico al que debemos echar una mirada crítica.
Parir en el hogar es tan o más seguro que hacerlo en el hospital, así lo sugieren diversas informaciones sobre el tema. Lo que sucede es que todavía muchas madres y parejas en Puerto Rico desconocen que existe esta opción. En nuestra ínsula la opción de parir en el hogar es viable gracias a la creciente ola de parteras y doulas que ayudan en esta digna labor, y también gracias al único grupo médico de parto humanizado, Natural Obstetric compuesto por el Dr. Ramón Pérez y su equipo de enfermera partera, Giselle Arroyo y la doula y educadora en lactancia, Dana Guzmán.
La filosofía de aquellos que deseamos parir en el hogar, y por supuesto de quienes atienden a las madres gestantes, apunta a que el embarazo y el parto son eventos fisiológicos naturales por lo tanto no pertenecen al espacio del hospital. El curso normal del parto es de por sí perfecto cuando se aprende a escuchar al cuerpo de la madre y al bebé. De hecho, en las distintas fases del parto se debe interferir lo menos posible. La parturienta debe tener espacio y libertad de movimiento para percibir y asimilar lo que se cuerpo le va pidiendo en cada etapa.
El “dolor” de parto es parte esencial y un mecanismo saludable de retroalimentación para que la mujer pueda traer a su criatura de un modo muy sano. El manejo médico dentro del hospital debe ser limitado a aquellos embarazos denominados como “alto riesgo” o “complejos”. Sin embargo, aún los llamados complejos habría que estudiarlos individualmente porque no necesariamente lo son. A menudo, las intervenciones médicas innecesarias que se suscitan en los hospitales (porque sí y porque no también) lo que hacen es complicar el curso normal y natural del parto, creando riesgos adicionales y la necesidad de más intervenciones posteriores.
En cambio, para muchas personas la idea de parir en el hogar parece algo radical. De acuerdo con las entrevistas realizadas por Pam England, respetada enfermera partera, en su elocuente libro Birthing From Within (1998), las madres primerizas, sobre todo, se han visualizado pariendo en casi cualquier lugar, pero no en el hogar. Lo que me lleva a pensar en las decenas de escenas hollywoodenses en las que la mujer pare en condiciones abruptas y traumáticas de dolor (ojo y curiosidad: casi siempre en un vehículo, estacionado o en movimiento) que compungen y marcan la psíquis del espectador(a) de por vida.
A la inversa, dar a luz en el hogar –sobre todo en la era tecnológica, rodeados de celulares, mega computadoras especializadas- suele ser más confiable porque “estar en el hogar”, además del hecho factual, tiene unas implicaciones psicológicas de seguridad y comodidad que se requieren para que la mujer pueda hacer caso al llamado natural de su propio cuerpo.
¿Y qué con los dolores?
Los dolores de parto, que algunas mujeres valerosas han modificado con el nombre de “contracciones de preparación”, “procesos para el encuentro con mi bebé”, entre otros, son por supuesto otro de los procesos lógicos. He conversado con más de una mujer que me ha asegurado que es un dolor manejable, fuerte en muchos casos, pero siempre manejable.
Lo que me interesa puntualizar es que si a la mujer se le permite desencadenar el parto de modo fisiológico el propio cuerpo emitirá las señales de cómo es que naturalmente deben manejarse las contracciones o los dolores de parto. Lo cierto es que las parteras y las doulas son las personas capacitadas para ayudar a la parturienta a manejar las sensaciones y emociones en casos como éstos. Insisto en que hay mujeres que nunca experimentan dolores, pues su entrenamiento y preparación para la labor del parto las previene para bregar de otros modos eficaces: vocalizan, se concentran, bailan, gimen, etc. [Comparto una de las muchas maneras de hacerlo. http://embarazomandaladenuevelunas.blogspot.com/2010/08/nacer-en-cantado.html]
Sí, estamos sugestionados, cultural y socialmente a anticipar el dolor, a sentirlo terriblemente antes de que realmente ocurra. Y es precisamente esta preconfiguración la que hace que temamos de cualquier sensación. Qué tal si aprendiéramos a desaprender las nociones de lo que duele; si somos capaces de manejar impresiones y la intuición no es una bondad destinada sólo a los místicos, es una herramienta, un poder vital que poseemos todas y todos.
Posibles insidias
De otro modo, para muchos hombres, la sabiduría del cuerpo de la mujer/madre es un profundo misterio, y al no saber (a veces el no querer aprender) combinado con las buenas, pero no suficientes intenciones por el bienestar de la madre y el bebé, depositan confianza ciega en los médicos y sus aparatos tecnológicos, lo que determina cerrar la ventana a la posibilidad de un parto apacible. Interrumpir la maravillosa e inmejorable memoria de traer un bebé desde su comienzo al calor del hogar.
En múltiples casos son precisamente ellos quienes persuaden a las madres que ponderan parir en la casa. Esto sumado al ya preconizado escepticismo colectivo y la falta de apoyo psicológico que rodean a la madre o la pareja que desea parir “alternativamente” pueden ser factores para desenfocar tales objetivos.
Toma el control: un plan y una realidad
Nadie puede ni debe predecir cuándo es el momento preciso para que una mujer para. No deben existir fechas preestablecidas ni médicos que se jacten de saber cuándo es específicamente el mejor momento para que una criatura venga al mundo. No obstante, parece el asunto más normal del mundo: el médico me dijo que vaya mañana tempranito al hospital que me iré de parto. Frases como esta no sólo las escuchamos de mujeres a las que se les practicará una cesárea, sino también madres gestantes que son inducidas a parir sin razones apremiantes.
La fundadora de la Asociación Mundial para la Salud Maternal-Infantil -organización benéfica dedicada a la educación e investigación del parto natural- Barbara Harper, expone que desde el siglo XX los doctores confían excesivamente en ellos mismos, “[Están] listos para intervenir en cualquier instante, necesitando saber lo que pasa en todo momento durante el parto. Nunca ha sido la prioridad de los obstetras el considerar el parto desde la perspectiva de la madre o preguntar qué se debería hacer para que éste resultara más gratificante”.
Un creciente número de estudios médicos indica que el excesivo uso de la tecnología ha conducido al incremento en la proporción de cesáreas, partos inducidos y otras complicaciones innecesarias. Todo una ironía. Lamentable es también que en los países con mayor número de obstetras y menor de parteras exista una mayor proporción de cesáreas. Desde 1987 la Organización Mundial de la Salud ratifica en favor de la reducción de cesáreas y apoya cada vez más los partos enteramente naturales en el hospital.
Con todo eso, la mayoría de las administraciones de hospitales puertorriqueños se aleja de hacer partos totalmente naturales, casi siempre hay una excusa para inducir o intervenir en el proceso. El bebé tiene el cordón umbilical alrededor del cuello; tiene poco líquido amniótico; estás cercana a parir porque tienes una dilatación de 4; pronto cumplirás las 40 semanas y muchos otros. Cada uno de estos argumentos puede (y debe) ser cuestionado por la madre y el padre al profesional de salud. A cada una de estas razones les sobran alternativas fisiológicas sencillas cuando no médicas humanizadas para que el curso del parto dure lo que tenga que durar y no el turno del médico y demás personal del hospital.
Sería inoportuno no aludir a que muchos (supuestos) profesionales de la salud adelantan los partos por razones tan nimias como insensibles. Vente la semana que viene porque que la próxima salgo de viaje y no podré atenderte en el parto. A lo que la madre bien podría responderle, Pues buen viaje doctor, usted se lo pierde. Porque yo estaré lista cuando mi bebé lo esté.
Como el hospital es ese sitio incuestionado donde en los Estados Unidos, algunos países europeos y latinoamericanos todavía se practican la mayoría de los partos, las intervenciones médicas se aceptan como rituales. De acuerdo con England, en los Estados Unidos, y el Dr. Ramón Pérez, en suelo nacional, la mayoría de los bebés nacidos en occidente lo hacen drogados, en un ambiente electrónico, clínico, poco amoroso y separados de su madre durante esos importantes primeros minutos de vida.
Luego de numerosas investigaciones, la escritora Henci Goer, en su libro Obstetric Myths versus Research Realities, reportó: “la respuesta es inequívocamente no…las técnicas modernas y la tecnología todavía no superan que el parto en un hospital sea más seguro que en el hogar” (Obstetric Myths versus Research Realities: A guide to the medical literature, pp. 335-360).
En un artículo publicado por Dr. Neal Devitt se desglosa que si bien es cierto que la vida de muchas mujeres e infantes ha sido salvada de auténtica patologías del parto, la literatura obstétrica en los Estados Unidos no demuestra que las mujeres saludables con embarazos perfectamente normales se hayan beneficiado del cuidado obstétra. De hecho, el Birth and Family Journal, volumen 4:2, lo que apunta es que estudios comparativos entre partos en hospitales y en hogares arrojan que la incidencia de lesiones durante el parto y mortalidad obstétrica son más frecuentes en el hospital.
El hospital no es un cuco, pero no es lo mejor.
Desear y planificar un parto humanizado, libre de fármacos y/o posibles intervenciones podría convertirse en una desilución si acudes como primera opción a un hospital. A la primera de cambio la norma en estos sitios es hacerte sentir que necesitas de intervenciones porque tu salud y la del bebé podría verse afectadas.
Me consta la cantidad de mujeres y parejas que pasan por momentos frustrantes, de impotencia y pura rabia, cuando intentaron parir del modo planificado, pero algo pasó que saboteó los planes. Muchos de ellos tuvieron que pelearse con prácticamente todo el personal médico para que se honraran sus deseos de un parto apacible y humanizado. Esto, claro, lo logran quienes se han parado en sus dos pies y han reclamado sus derechos, pues quienes no lo hacen en nombre de que los médicos son quienes saben, han sufrido consecuencias penosas durante uno de los días más memorables en la vida de cualquier familia.
A menudo el trauma del parto es un evento que muchos padres no quisieran revivir con sus próximos hijos. Lo importante, según los educadores del parto, es que la madre y la pareja acepten que el trato que recibieron no fue el esperado, que se apoderen de sus decisiones y hagan frente para la próxima ocasión.
Es importante mantener una mentalidad abierta sobre cómo sucede el nacimiento en la vida real, no en el imaginario colectivo. Por lo tanto hay que ser flexible a todos los escenarios, incluido el hospital, pues en algunos casos específicos la intervención médica puede ser indispensable.
De otro modo, la tecnología médica puede ser vista de muchas formas. Llama mi atención lo reseñado en la extraordinaria guía para la preparación del parto Birthing from within, donde Irina Tweedie, maestra sufi (escuela de iluminación interior en el mundo oriental y una técnica de psicoterapia en occidente) asevera que “la medicina moderna es un milagro maravilloso. Cada uno de nosotros debiera estar consciente del buen karma que es haber nacido en esta época, pues si necesitamos una droga o una intervención quirúrgica podemos obtenerla. Hay que ser agradecido por cada pequeña misericordia”. Es decir, utilizar fármacos o intervenir médicamente cuando es meritorio y dignifica la vida de la madre y el infante es un gran privilegio.
Lo que no podemos olvidar es que un parto no es una situación médica, la madre no necesita intervención sino asitencia. Lo importante no es hacerle la vida más fácil al médico (sedar, inducir y sacar) sino acompañar a la madre y al bebé en este proceso de vida.
Stand and deliver
Así bien podría resumirse la idea de parir en tu hogar. Ponte de pie y hazlo. Eso sí, un parto humanizado y natural no es un método o un decálogo a seguir. Cada parto es una experiencia transformadora que integra los valores y creencias propias de cada mujer. Por ello hay que prestar atención y ser muy críticos(as) con el condicionamiento social-cultural que vocifera que muchas mujeres no son capaces de dar a luz naturalmente.
El acto de parir en el hogar es un regalo que se hace a la criatura y a la familia. Recuerda que el bebé emerge a su propio paso y a su propia hora, idealmente es recibido por la familia o personas que hayan estado vinculadas desde el principio con el embarazo. La madre y el acompañante de parto deben estar preparados. Para esto existe la educación; la formación es la mejor herramienta para estimular la capacidad y compromiso para dar a luz de modo orgánico.