Pelea entre Poetas
Esa misma noche, en medio de la fiesta, la novia de Millán lo llama desde Holanda. Ivette me hizo el favor de pasarle el teléfono al poeta chileno mientras yo servía comida y bebidas. La novia de Holanda se dio cuenta que su novio estaba borracho: “en lugar de llorar o discutir el fracaso del intento de asesinato de Pinochet en Chile.” Para estos poetas chilenos la fiesta no se acababa mientras quedaran bebidas. Jaime y mis amigos puertorriqueños tenían que salir de nuestra casa tempranito el lunes: a las 6:00 AM Ivette iba para Yale; Juan Carlos Quintero-Herencia para Princeton; Daniel Torres y Rafael Acevedo para Stony Brook. Jaime enseñaba en Stony Brook lunes y miércoles y yo, afortunadamente, tomaba clases martes y jueves.
Ese lunes 8 de septiembre de 1986 me quedé sola en casa; no sola porque Gonzalo Millán ocupaba la segunda habitación de nuestro apartamento. Me levanté temprano a desayunar, leer y escribir en mi cuarto. A eso de las 2:00 PM toca mi puerta Gonzalo Millán e intenta arrancarme un beso. Debía estar todavía bien borracho, así que le tiré la puerta en la cara y la cerré con llaves. Cuando llegó Jaime a eso de las 12:00 PM le conté la poca vergüenza de su amigo poeta chileno. Jaime me dijo que eso era típico de muchos poetas chilenos y ya no me volvería a molestar porque habría comprendido de primera mi gran portazo en la cara.
Martes 9, miércoles 10, jueves 11 y viernes 12 de septiembre de 1986, Gonzalo Millán volvió a comportarse normalmente. Jaime no volvió a comprar ningún tipo de bebida para que no volviera a embriagarse y parecía que todo iba bien. Cada vez que algún poeta chileno se quedaba en nuestra casa, le dábamos desayuno y almuerzo, un mapa de Nueva York y le sugeríamos los lugares que debían visitar. En la noche cenaban con nosotros en el apartamento. El sábado 13 de septiembre de 1986, después de pasear por Nueva York, Gonzalo Millán entra a nuestro apartamento con unas rosas blancas que habían dejado en el ascensor para Carmen Rabell. ¿Quién dejó esas rosas en el ascensor? Peor todavía, el domingo 13 de septiembre, al volver a casa, Gonzalo Millán me entrega un sobre que me habían dejado en el ascensor. Lo abrimos Jaime y yo: era un poema de amor sin firma y dedicado a Carmen Rabell. Jaime le dice a Gonzalo Millán: “Puta la huevá, Gonzalo, tu broma ya no da gracias.” El niega haber escrito el poema o traído las flores. Para peor, el lunes 14 de septiembre de 1986, el ascensorista le pasa una cajita envuelta a Gonzalo Millán para que la subiera a nuestro apartamento. Era un regalo para Carmen Rabell. Abro el regalo y me encuentro un CHANEL No 5.
Este CHANEL No 5 no es de París sino de Nueva York. Le digo a Jaime: las flores, el poema y el perfume son las devoluciones de aquella poeta chilena que invitaste a casa el año pasado (1985). Me robó un anillo carísimo, todas mis bufandas y mi CHANEL No 5 de París. La poeta había ganado un premio Gabriela Mistral de una revista chilena. Como siempre hacían Jaime, Marcelo Montealegre http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-336694.html y Silvia Doris Dillems, esta vez el fotógrafo y la esposa dieron hospedaje a la poeta en su “loft” del SoHo. La poeta cleptómana, analizada por Jaime en sus clases de poesía, nos metió en un lío de primera. Por los días de paseo en Nueva York consiguió dos trabajos: guardadora de abrigos de invierno en un restaurante donde se robaba todo el dinero que encontraba y el cuido de dos niños de una pareja judía donde también la poeta robaba.
El problema no fue que le robara todas las joyas de herencia a la pareja judía, y mi anillo de oro, todas mis bufandas y mi CHANEL No 5, sino las consecuencias en que colocó a Enrique Kirgberg. Kirberg fue rector de la Universidad Técnica del Estado durante el periodo de la presidencia de Salvador Allende. Después de haber sido torturado en una isla del sur de Chile, Kirberg es apoyado por judíos y cristianos en Nueva York para salir de la dictadura chilena. La poeta cleptómana casi mete a la familia Kirberg en un gran lío.
La ganadora del premio Gabriela Mistral de una revista, le envió un regalo de joyas a su padre. Lo puso en una caja con papel de regalo y lazos. Le rogó a Ana Kirberg que le entregara el regalito a su humilde padre en Santiago de Chile. Su esposo no podía entrar a Chile pero Ana Kirberg no tenía “L” en su pasaporte. Si la pareja judía acusaba legalmente a esta poeta cleptómana, Ana Kirberg, por aparecer como involucrada en el robo, no podría volver a Nueva York con su esposo, Enrique Kirberg. Teníamos que salvar a Ana Kirberg, sin que ella supiera en el lío que la había colocado la poeta cleptómana. Como víctima del robo, me puse del lado de la pareja judía. Los hice llenar un documento para exigir a la poeta cleptómana devolvernos las joyas; una vez entregadas, estaba obligada a volver de inmediato a Chile.
Pasamos toda una larga noche en el “loft” del SoHo de Marcelo Montealegre y Silvia Doris Dillems, esperando que las joyas llegaran en la mañana en un avión chileno. De madrugada nos llegaron las joyas. Jaime Giordano y Marcelo Montealegre hicieron que la poeta cleptómana firmara el documento y saliera a tomar el avión para Chile. Una vez volvió a su casa la pareja judía, nos cuentan Jaime y Marcelo que la poeta les había dicho al tomar el ascensor: “Este pasaje para en Florida; adiós chilenos, me bajo pronto.”
No solo se bajó en Florida sino que un año después (1987) volvió a Nueva York a entregarme flores blancas (en lugar de mis bufandas), un poema de amor (que fastidió a Gonzalo Millán y a Jaime Giordano) y un CHANEL No 5 de Nueva York (en nada parisino). Cuando Gonzalo Millán se enteró del nombre de la poeta que lo metió en líos, se echó a reír. Nos explicó que en Chile era muy conocida: envió a un hospital a otro poeta con quien se acostó sin lograr orgasmo. Nos echamos los tres a reír y a pensar cómo Jaime enseñaría en su curso de poesía a esta poeta cleptómana que casi me roba.
En el 1992-93, 7 años después de robar en Nueva York y bajarse en Florida, me llama por teléfono Alicia Covarrubias para decirme emocionada que la poeta que enseñaba Jaime Giordano estaría leyendo poesía en el Centro de Estudios Latinoamericanos al que yo pertenecía en la Universidad de Pittsburgh. Es invitada en Pittsburgh mientras yo estaba en sabática con una Beca Postdoctoral de la Fundación Ford. Llamé a la secretaria del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh a explicarle que tenían que escuchar poesía sin joyas y también sin CHANEL No 5 o bufandas. ¿Qué pasó en esa lectura de Pittsburgh? No lo sé. Habría que preguntarle a Alicia Covarrubias.