Philomena
“Philomena” está basada en un historia verídica y en personajes que han existido o existen, y se ha publicado en forma de libro por Martin Sixsmith, quien aparece como un personaje del filme. Es una historia que demuestra cómo el fervor religioso puede ser cruel y malvado cuando personas de carne y hueso se atribuyen poderes de castigo de los pecados de alguien. Sabemos de estos arrebatos de justicia propia que a través de los años han conducido a la quema de “herejes” y a la estigmatización de personas por conducta “inmoral”. Todas las religiones lo han hecho, y lo sabemos demasiado bien. Lo que es alarmante es que aún se continúan cometiendo crímenes contra la dignidad de las personas a nombre de la religión.
Esta interesante y fascinante comedia drama examina un aspecto del poder religioso que jamás debió haber tenido ninguna religión o agrupación. Cuando se practicaba que las jóvenes que salían encinta fuera del matrimonio eran echadas de la casa porque eso reflejaba en su familia, no era de conocimiento común que esos infantes eran, después de un tiempo, regalados a personas que los querían adoptar a cambio de paga sin que la madre de la criatura pudiera tener voz en el proceso. De hecho, no solamente les era vedado saber qué trámites se llevaban a cabo para vender sus hijos, sino que estos desaparecían de sus vidas sin que ellas supieran de su paradero.
La Philomena (Judi Dench) del título busca a su hijo nacido cincuenta años antes, cuando ella era una adolescente, y se encuentra con que no hay forma de reconstruir los pasos que se han dado para hacer desaparecer la evidencia de qué sucedió con él. Por casualidades conoce a Martin Sixsmith (Steve Coogan) un periodista que lo que desea es escribir libros de historia rusa, pero que necesita dinero porque está endeudado y lo han echado del trabajo que tenía con el partido Laboral inglés. Le sugieren escribir una historia de “interés humano” y le cuentan de la búsqueda de Philomena. Él decide acompañarla en su pesquisa y escribir una historia para el periódico. Las monjas son afables pero poco cooperadoras con el caso, pero, luego de varios intentos, la compleja e insólita pareja de investigadores descubre que el niño fue vendido a unos americanos junto a la hija de la mejor amiga de Philomena en el convento. Con este descubrimiento, la pareja Philomena-Martin parten a los Estados Unidos a desenterrar cualquier información que puedan encontrar sobre el niño que se llamó Anthony y que fue renombrado Michael por sus padres adoptivos.
Desde el comienzo del filme, uno no puede hacer otra cosa que rendirse sin condiciones a la presencia de la gran Judi Dench. A un año de cumplir los 80, Dench es una belleza. Su nariz respingada y sus ojos delatan su inteligencia y su capacidad para crear un personaje menos inteligente que ella, pero que tiene la determinación férrea que sabemos que reside en el pequeño cuerpo de esta actriz superlativa. Philomena, una mujer de la clase trabajadora inglesa que nunca ha tenido lujos se rinde un poco a los pequeños excesos que le ofrece el viaje subsidiado por el periódico de Martin sin perder de vista cuál es su misión. Todo lo negocia menos sus principios y su meta, y va haciendo progreso en su búsqueda porque tiene ecuanimidad y pocos deseos, sin algunos, de venganza. Dench nos hace querer a Philomena sin incitarnos al sentimentalismo, artificio que está casi completamente ausente de esta cinta tan satisfaciente.
Gran parte del humor y el encanto cómico de la película lo provee el actor (y con Jeff Pope guionista del filme) Steve Coogan. Un actor no muy conocido en este lado del Atlántico, Coogan tiene un dejo de Hugh Grant aunque no es ni tan guapo ni tan notable. Pero es precisamente eso lo que hace que su emparejamiento con Dench funcione a la perfección. Ese encanto comedido le permite hacerla resaltar y, simultáneamente, hacerle de “straight man” a ella. Dench y Coogan son la sutileza encarnada y ver como interactúan es un placer delicioso.
Stephen Frears, uno de mis directores favoritos: «My Beautiful Laundrette», 1985; “Prick up your ears”, 1987; «Dangerous Liaisons«, 1988; «The Grifters», 1990; y “The Queen”, 2006, dirigió magistralmente. Frears usa los interiores y exteriores que se desarrollan en los Estados Unidos, un país de poderosos, como contraste con el plácido entorno del convento Roscrea en Irlanda, en donde un grupo de mujeres ejerció un poder inapropiado que va más allá de lo que uno espera de personas que supuestamente son religiosas.
Volviendo a la introducción de esta reseña, sin duda, las acciones del grupo de monjas al que alude la cinta son verídicas y atestiguan cómo la decisión de castigar basándose en creencias religiosas puede pasar de límites aceptables. Hacia el final de la película uno espera algún tipo de retribución y penitencia de parte de las monjas que conspiraron contra jóvenes indefensas para robarles sus hijos, pero lo que sucede es algo sorprendente que hace que uno tenga la esperanza que cosas como esas no puedan volver a ocurrir.