¿Por qué Tato?
No recuerdo si fue en febrero o marzo cuando me llamaron para participar de una reunión para constituir un grupo o comité de apoyo a la candidatura de José Rivera Santana como representante por acumulación. Sí recuerdo que la esperanza pululaba entre los presentes, reunidos en una amplia marquesina metropolitana. Este optimismo en parte respondía a que allí nos veíamos gente que desde hace varias décadas habíamos rehuido a participar organizadamente en campañas políticas de ningún tipo. La aún no oficial candidatura de Tato convocaba a un grupo de viejos y viejas militantes de la FUPI, el PSP y muchas otras organizaciones políticas, sindicales, ambientalistas y comunitarias y algunos jóvenes. Junte que animaba a dejar a un lado diferencias y pesimismos para impulsar —no solo apoyar— un pequeño proyecto: la candidatura de Tato como punta de lanza de los proyectos y causas sociales, comunitarias, políticas, ambientales, estudiantiles y sindicales que Tato consistentemente ha apoyado durante las últimas décadas.
Allí estábamos gente que hemos estado desde afuera y otros que han estado muy de cerca de estas “causas” (por adoptar un viejo nombre); gente que hemos debatido duramente en ocasiones y gente que hemos estado muy alejados de eso que dentro del argot político de izquierda se nombra como “lucha”. Desde entonces le he dedicado todas mis columnas de 80grados a Tato sin distinción del tema ni del argumento; mucho menos sin publicarlas en su muro ni saber si él o los que apoyan militantemente su campaña las han leído. No importa, precisamente, porque de lo que quiero hablar es de las diferencias.
No me creo capaz de ser el mejor defensor de la candidatura de mi amigo. Su página web y sus videos explican mucho mejor los alcances y los significados que su elección implica. Para ello pueden mirar su página electrónica: http://www.tatoriverasantana.com/ y especialmente el siguiente clip:
Como él dice: la importancia de su elección no radica en su persona sino en su capacidad de representar los reclamos de justicia y de derechos de comunidades, sectores ambientales, trabajador@s, los pequeños empresarios, estudiantes y derechos de la mujer y de las comunidades LGBTT (las cuales lamentablemente no menciona en este clip). En momentos de profunda desconfianza, para mí la candidatura me plantea dejar a un lado mis escepticismos intelectuales en búsqueda de alternativas que puedan detener, aunque sea mínimamente, el deterioro de nuestra sociedad y fortalecer proyectos que posibiliten algún “cambio social” positivo.
Durante los últimos treinta años las luchas políticas en Puerto Rico se han desarticulado y las maquinarias de los grandes partidos políticos se han fortalecido, muy en especial la ultraderecha del penepé. Los fracasos del pesepé, del pip y de todas las otras organizaciones socialistas e independentistas en gran parte han orientado a quienes creen en la defensa del ambiente, los derechos civiles, mayor igualdad social, la participación ciudadana y se oponen al enriquecimiento desmedido de los gigantes capitalistas a asumir electoralmente actitudes defensivas ante el embate de la corrupción, la crisis económica, la desigualdad social y las campañas de privación de derechos de las minorías, de los trabajadores y estudiantes.
El panorama político electoral de este año es muy diferente a los anteriores. La manipulación de las leyes por el copo penepé abrió las puertas para el entusiasmo de opciones minoritarias y cuatro partidos lograron su inscripción. No conozco otro proceso electoral en el que seis partidos “se disputaran” la gobernación. Sin embargo, sabemos que tal disputa no es del todo cierta. Para efectos matemáticos se trata de dos elecciones: una por la gobernación y el dominio de la legislatura y otra por el tercer lugar. Tal pareciera que lo que es imposible mediante conversaciones y negociaciones se le presentara al electorado para que sea éste quien decida cuál va a ser la tercera fuerza política en el país. Y en este proceso se persigue desarrollar discursos capaces de rearticular el descontento con el bipartidismo y el capitalismo liberal en “una” alternativa capaz de renovar las esperanzas de quienes, como los columnistas de 80grados, creemos en “el cambio social”: una sociedad más justa sin necesariamente atarse a los ismos de la modernidad. La pluralidad de alternativas demuestra que dicha rearticulación no es fácil.
Esa posibilidad de “una” alternativa representa una incógnita para muchos. A mí, personalmente, me hubiera gustado ver una mejor articulación de dicha posibilidad. Pero la política no está hecha para complacer mis gustos, ni Carlos Marx ni Adolfo Hitler fueron capaces de ajustar al mundo a sus visiones. La política de este siglo se articula de otras formas y creo que eso intentan el PPR, el MUS y el PPT, pues tratan de quebrar el monopolio partidista e infiltrar las arcas del poder para debilitarlas. Por ejemplo, las propuestas de Tato para una legislatura más simple, sin enormes salarios y dietas ni enormes presupuestos; o las del PPT para derogar las leyes que prohíben las protestas ciudadanas, entre muchas otras. Habría otras, como la de participar en las primarias del PPD para allí elegir candidatos que participen de la mayoría legislativa pero que sean voces independientes que representen mejor a sus electores y defender las mismas “causas” que defienden esos otros partidos “minoritarios”. Algo parecido a lo que propuso Tito Otero en ¿Por qué no un Mus Party?, publicado en 80grados.
Sin embargo, esta pluralidad de partidos (mal llamados minoritarios, pues aún no se sabe el tamaño del electorado que los apoya) también es signo de que no nos hemos liberado de las pugnas que en parte han mantenido dispersas las alternativas ciudadanas y políticas que se oponen al neoliberalismo, los despidos, la corrupción, la privación de derechos, la destrucción de los recursos naturales y la colonia, entre muchas otras y que defienden los derechos de los individuos a decidir sobre su cuerpo y sus preferencias sexuales y de las comunidades sobre el derecho al bien común. Una pregunta al respecto en Facebook suscita respuestas que acusan a la egolatría como la culpa principal. Yo no simplificaría tanto las cosas, pues a fin de cuentas todos hemos mantenido nuestro ego en alto al desistir de participar activamente en organizaciones; como tampoco creo que el ego de Rubén Berrios sea más grande que el de Luis Fortuño. Por eso pienso que son razones políticas más que personales las que mantienen separadas estas organizaciones.
Entre el grupo de universitarios, amigos y familiares que constituyen “mi comunidad” la variedad de pensamientos sobre cómo votar en estas elecciones es mayor que la de cuatro partidos de oposición. Con esto quiero decir que si bien los partidos representan la dificultad de estas organizaciones de armar una alternativa unitaria y fuerte, los posibles adeptos a esa alternativa representamos un abanico de colores muchísimo más amplio, diverso y disperso. Por ejemplo, sería interesante una encuesta entre los colaboradores y lectores de esta revista “por el cambio social” para calibrar la diversidad de pensamientos y estrategias que pululan dentro de ese “fin común”, aunque poco definido, del “cambio social”.
Mi primer paso en dirección a superar dichos obstáculos es el de votar. Creo que ese ejercicio dentro de la coja democracia colonial es un acto político importante que no se puede menospreciar como un simple consentimiento al imperialismo capitalista. Ahora, cuando “mi comunidad” dialoga sobre las alternativas de por quién votar, pintamos un crucigrama que le rompería la cabeza a cualquier funcionario de colegio. Por lo tanto, creo que eso es lo primero que debemos defender en estas elecciones: la libre selección sin menosprecio de votos útiles o inútiles.
Yo voy a votar por Tato, no porque sea mi amigo, sino porque reconozco que debo superar las diferencias que me han separado de las organizaciones y creencias a las que él se ha mantenido adepto. Porque creo que es importante elegir un representante alternativo, reconocido por su compromiso con causas como la limpieza y el desarrollo sustentable de Vieques, por el manejo responsable de nuestros recursos naturales y por su inquebrantable solidaridad con trabajadores, estudiantes y mujeres y sus acercamientos a las comunidades LGBTT. Voy a votar por él por encima de mis desacuerdos con el MUS y de su campaña de 100% pueblo. No tengo que coincidir plenamente con su pensamiento, mucho menos con su campaña, para reconocer que un representante minoritario de su calibre puede obstaculizar e incluso impedir que se continúe privándonos del disfrute de nuestros recursos naturales, entre muchas otras cosas.
Y también, por encima de muchas diferencias, voy a votar por Rafael Bernabe para gobernador. He diferido de Bernabe en casi todos los asuntos públicos en que ambos hemos opinado: especialmente en torno a los asuntos universitarios que como colegas compartimos. Pero el PPT se ha ganado la admiración y el respeto de muchos porque articula un discurso razonable para denunciar los desmanes de la política colonial, sin centrarse en viejos ismos, ni proponer soluciones idealizadas sino medios organizativos y representativos mediante los cuales se puedan construir mejores condiciones para superar los males que nos aquejan como país. Más allá de cómo definir o nombrar el proceso reivindicador, hoy me parece acertada la estrategia del PPT de desvincular las batallas por derechos políticos, sociales y civiles del asunto del status y construir una alternativa política que quiebre la división política en Puerto Rico basada exclusivamente sobre el status. También, a pesar de mi desagrado con el concepto “pueblo trabajador” me parece sumamente atinada la propuesta de dicha “comunidad imaginada” en su clip “En pocas palabras…”:
No propongo mi voto mixto Bernabe-Tato Santana como la expresión de deseos unitarios de izquierda. No, simplemente veo en ambas campañas posibilidades de fortalecer nuestros reclamos a un largo plazo. El pepedé siente que este discurso puede quebrar sus esperanzas de derrotar al penepé, a pesar del amplio y profundo descontento que ha generado este gobierno, y por eso enfoca su campaña hacia el voto íntegro. No obstante, también reconozco que una victoria de un gobierno tan autoritario e irrespetuoso por las diferencias políticas como el actual sería sumamente bochornoso. Pero cada vez que García Padilla abre la boca se parece más a Fortuño que a un candidato que pueda flirtear con el voto de izquierda. Solo recuerden que desde ya anuncia “activar la Guardia Nacional” dizque para acabar con “el libre mercado del narcotráfico”. ¿Habrá leído las noticias acerca de las muertes causadas en la frontera México-Estadunidense precisamente por la activación del ejército?
No obstante, reconozco que muchos sectores necesitan un respiro, como el aire que queda bajo una mesa después de un terremoto, como signo de supervivencia. Por eso no puedo demonizar a la gente de “mi comunidad” que mordiéndose los dientes vote por el candidato popular.
Y sí, la reiteración de mi yo es a propósito, porque lo que quiero subrayar es que para adelantar “el cambio social” debemos precisamente reconocer nuestros egos y nuestras diferencias para poder actuar por encima de éstos sin borrarlos. E invito a mis lector@s —que no son nada mí@s— a que intercedan en este debate y ejerzamos el voto según nuestras inteligencias nos orienten, pero muy conscientes de que “esto no se acaba aquí”. Y que el libre ejercicio de nuestra opinión sirva para fortalecer alternativas postelectorales: sea con la elección de un representante o el crecimiento de una alterativa como frenos al tsunami para no estar solos como náufragos en una balsa con un distinguible pitito: sssssssssssssssssssssss.