Prometheus
Ridley Scott, quien dirigió “Blade Runner”, un clásico del cine y del género de ciencia ficción, y “Alien”, que marca un hito como la primera película de horror en el espacio y que introdujo en el consciente colectivo de los cinéfilos el monstruo más espectacular en la historia del cinema, ha creado esta película intelectualmente pretenciosa, demasiado derivativa, y a veces incoherente, que deja a uno insatisfecho al fin y a la postre.
La trama tiene que ver con un tiempo anterior (2098) al que daba marco a “Alien”, que se desarrolla en 2122, para darnos a conocer el origen de algunos de los seres que antecedieron al monstruo original. La cinta abre (no sabemos la fecha) con un recorrido por parajes remotos y nos lleva al borde de una catarata y, según vemos una nave espacial que se aleja, una figura humanoide de color blanco grisáceo se toma un brebaje negruzco. Poco después tiene una reacción violenta y comienza a desintegrarse ante nuestros ojos. De él emergen partículas que van cayendo al agua. Las partículas son su ADN que, intuimos, está alterado y que desata una reacción violenta en el agua y comienza a reconstituirse (¿sopa primigenia?).
De ahí vamos a 2098 y dos arqueólogos (hombre y mujer; novios) que descubren cavernas cuyas paredes están adornadas con dibujos que demuestran una figura gigante que contempla lo que semeja un mapa estelar que data de casi 25,000 años antes. Aunque la edad de los murales antecede a otras culturas por muchos años y excluye el que estas se hayan conocido o comunicado entre sí, la imagen aparece entre otras culturas que han dejado su huella en la Tierra. Los arqueólogos interpretan que “el mapa” no representa tal cosa, que es más bien una invitación a ir a esa galaxia en la que existe, no solo un sol, sino un planeta con luna que podría ser habitable.
Muy pronto una nave espacial (la»Prometheus») que ha costado “un trillón de dólares” va camino a esa galaxia con una tripulación de científicos expertos, entre los que se encuentran los dos arqueólogos que hicieron el descubrimiento de “la invitación”. Los impulsa a la aventura poder descifrar el secreto del origen de la humanidad; creen que reside allí a donde van, “el creador o los creadores”, a los que llaman “ingenieros” (¿diseño inteligente?). La tripulación está en suspensión criogénica y los vela un androide llamado David (Michael Fassbender) que juega baloncesto y ve “Lawrence of Arabia”, y tanto admira a Peter O’Toole que se tiñe el pelo de rubio para parecerse a él.David ha visto los sueños de la mujer arqueóloga Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) y descubre el amor intenso por su padre, que la mujer es estéril, y que “cree en Dios” (ella lleva un crucifijo colgado del cuello), en otras palabras, sabe sus secretos más íntimos.
Una vez despierta la tripulación recibe instrucciones de la jefa de la misión Meredith Vickers (Charlize Theron; delagada como un riel y tan fría) quien les enseña un holograma de Peter Weyland (Guy Pearce), el presidente y dueño de la empresa que financia el viaje, y les dice que el propósito del viaje es puramente científico y altruista. Al fin resulta que Weyland no está muerto y que, como todos los demás, ha estado en suspensión a bordo, y piensa que los ingenieros tienen el secreto para hacerlo inmortal.
En la luna LV 233 encuentran estructuras piramidales y unos “ingenieros” muertos. Son parecidos al hombre que vimos desintegrarse al principio de la película; más tarde se confirma que tienen el mismo ADN que los humanos. Además, hay una estatua monolítica de la cabeza de uno de estos individuos (¿idolatría que antecede al hombre como tal?), y miles de contenedores (presumiblemente de acero u otro metal) que comienzan a exudar un líquido negro. David se roba uno de los contenedores y lo lleva a bordo. De su contendido toma una muestra y se la pone en la bebida del arqueólogo Charlie Holloway (Logan Marshall-Green), quien más tarde le hace el amor a Elizabeth.
Entretanto, dos de los científicos, que se han perdido en la estructura donde se han hecho los hallazgos de la expedición, y que no han podido ser rescatados porque se desata una tormenta, son atacados por unas criaturas que culebrean en el líquido negro que ha salido de los contendedores metálicos.
A la mañana siguiente Charlie se enferma de mala manera, y Elizabeth resulta tener un alienígeno adentro. De ahí en adelante se desata un frenesí de acción como resultado de más o menos lo que uno se espera, aunque no haya visto “Alien” y sus derivados directos, “Aliens”, “Alien: Resurrection”; o sus imitadores que nada tienen que ver con esos tres directamente (como “Alien vs Predator” o “Leviathan”, que, como es de esperarse por su título, en vez del espacio, transcurre en el fondo del océano).Es evidente que vamos a ser sometidos en el futuro a una descarga de sonidos y efectos especiales en una cinta que nos contará lo que pasa después de esta. Los efectos sensoriales de la película son congruentes con el presupuesto ($120-130 millones, que la película ya ha recuperado con creces) de filmación, y hay uno visual que me pareció muy bello. Es sorprendente que, a pesar de la fama y el poder adquisitivo del director y los productores, que pudieron haber conseguido algo mejor, el guión es bastante “2001: Space Odyssey” con monstruos. El personaje de Weyland parece ser Kier Dullea, que regresó de su primer viaje en 2001, fue a trabajar en la junta de varias corporaciones, se hizo rico, y se ha quedado perdido en el espacio. La traición de David el androide, aunque tal vez no deba llamarse así ya que no tiene sentimientos, es como la de HAL la computadora de 2001. Hay muchas otras coincidencias.
Todo el asunto de la creación, la existencia de “ingenieros” celestiales que son responsables de la existencia de la “humanidad”, la fe y la duda de Elizabeth Shaw, la búsqueda de la inmortalidad, son temas que se ha tratado mucho mejor (si vamos a hablar de ciencia ficción) en la extraordinaria “Blade Runner”. La impregnación de humanos por alienígenos es un subtema ya tratado anteriormente en “Alien: Resurrection” pero hay algo perverso en el idea de la copulación entre especies diferentes que permea esta cinta. Es difícil separar lo que podría ser un mensaje de advertencia contra los “productos” genéticamente modificados de lo que puede ser una actitud xenofóbica de parte de los guionistas.
Lo mejor del filme son los actores. Michael Fassbender como el androide David, es poco menos que la perfección absoluta. Charlize Theron es bellísima y encarna a la glacial Meredith Vickers con la saña que uno espera de alguien que es… (es un secreto). Idris Elba, como Janek el Capitán de la nave me convenció que no iré al espacio a menos que él no maneje. Entonces está Noomi Rapace, quien hizo el papel de Lizbeth Salander en la sueca “The Girl with the Dragon Tatto”. Rapace es pequeña, atractiva y de un vigor que no le tiene que envidiar nada a la gran Sigourney Weaver, la Ripley del “Alien” original. Cómo hace la escena cuando descubre que está “en cinta” con un monstruo es suficiente para recomendar el filme a los fanáticos de la ciencia ficción y las películas de acción.
Hay muchos instantes en que la película es verdaderamente aterrante. No creo que sea apta para niños impresionables ni adultos miedosos.