Propuesta al independentismo
Los dioses ayudan a los que se ayudan a sí mismos.
-Esopo
I make the future. You make the future. Together, we make the future.
-Antonia Pantoja
Acaba de concluir la segunda conferencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en la cual representantes de los gobiernos de todas las naciones de Latinoamérica y el Caribe hicieron una expresión a favor del derecho del pueblo de Puerto Rico a su autodeterminación. En la declaración aprobada, la CELAC creó un comité de cuatro países compuesto por Cuba, Costa Rica, Ecuador y Trinidad Tobago, que encabezarían esfuerzos para adelantar la descolonización en el Caribe, incluyendo dar seguimiento al caso de Puerto Rico ante el Comité de Descolonización de la Organización de Naciones Unidas.
Los diversos representantes del movimiento independentista puertorriqueño que acudieron a la conferencia en calidad de observadores, manifestaron su beneplácito con el pronunciamiento mediante el cual, por primera vez como un bloque unitario, las naciones de América Latina y el Caribe, manifestaron su preocupación con la situación política de nuestro país. Al respecto, la prensa local reseñó con particular destaque las declaraciones del líder principal del Partido Independentista Puertorriqueño, Rubén Berríos Martínez, quien afirmó que «el triunfo a nivel internacional ha sido extraordinario». No obstante, a pesar de reconocer que el logro alcanzado en la CELAC fue «fruto del trabajo de las diferentes organizaciones y personas independentistas que contribuyeron de diversas maneras a esta expresión internacional»; destaca la nota de prensa que, acto seguido, «Berríos Martínez rechazó que este esfuerzo colectivo independentista entre países de CELAC se traduzca en una unión de fuerzas a nivel local».
No creo en desmerecer el profundo significado del histórico pronunciamiento que en relación a la descolonización de Puerto Rico efectuó el conjunto de naciones hermanas del Caribe y Latinoamérica. La solidaridad internacional ha sido siempre un elemento importante para los pueblos que luchan contra el colonialismo y otras formas de opresión ya superadas en otras partes del planeta. Pero, por más que genuinamente nuestros hermanos latinoamericanos sientan que «la independencia de Puerto Rico es la agenda inconclusa de Bolívar», o piensen que «mientras haya en América una nación esclava, la libertad de todas las demás corre peligro», según advirtió José Martí; lo cierto es que a veces me parece un abuso de confianza el dedicarnos a exigir tanta solidaridad externa con la causa de la independencia de Puerto Rico, cuando aquí los independentistas somos cada vez más irrelevantes. Cuando nos mantenemos comiéndonos por los rabos, incapaces de constituirnos en una verdadera alternativa para las grandes masas populares de nuestra nación, y luciendo cada vez más anacrónicos.
La complacencia del movimiento independentista con su exigüidad es bochornosa. Soy consciente de que somos colonia del imperio más poderoso que ha conocido la humanidad, y que eso tiene su peso. Pero cada vez que escucho a líderes independentistas con el autoengaño de pretender justificar la raquítica situación del independentismo puertorriqueño con referencia a la represión contra el nacionalismo, la persecución ideológica y el carpeteo; me imagino a miles de palestinos y saharauis disimulando su risa; o escuchar al coro de ángeles de las luchas de independencia y por la democracia de India, Argelia, Viet-Nam, Sudáfrica, Chile, Haití o Nicaragua, dedicarnos un celestial “Sí Pepe”.
La verdad es que, lamentablemente existen sectores del independentismo a quienes no les preocupa mucho la oscuridad que provoca la luna menguante del independentismo puertorriqueño, pues desde hace un par de décadas andan convencidos de la posibilidad de obtener la independencia “de rebote”. Quienes han decidido colocar todos sus huevos en esa canasta, apuestan a que mientras más crezca y se consolide el movimiento anexionista en Puerto Rico, más se profundizarán las contradicciones con las fuerzas reaccionarias de Estados Unidos determinadas a descarrilar cualquier petición de estatidad. Cuando eso ocurra, entienden que la independencia será la única alternativa de la metrópolis. Para ello, no es necesario contar con el respaldo de grandes masas populares a favor de la independencia, sino que basta mantener algún tipo de franquicia independentista viva en el país, para cuando llegue ese momento. Bonita independencia a la que apuestan: una originada por conveniencia del imperio e impuesta antidemocráticamente contra la voluntad de una mayoría del pueblo que prefiere anexarse a otra nación y reniegan de la propia. Pero cuidado, porque una cosa es pretender saborearnos sin mayores esfuerzos un mangó bajito, y otra muy distinta es tener que chuparnos el mangó podrido que recogemos del suelo.
Sentenciaba uno de los grandes libertadores de América, José de San Martín, que “No hay revolución sin revolucionarios”; que es lo mismo que decir que no puede haber independencia sin independentistas. Los movimientos de cambio social, para ser viables, necesitan ser capaces de movilizar importantes masas populares que entiendan y compartan una misma causa, y estén, por tanto, dispuestas a comprometerse y a sacrificarse en pos de la misma. La historia nos demuestra que prevalecer por otros medios usualmente culmina en tragedia, o cuando menos, en una farsa.
La realidad es que los independentistas puertorriqueños somos pocos, porque no hemos logrado convencer, y no hemos logrado convencer, porque hemos sido incapaces de educar. Personalmente, durante la última década no recuerdo haber conocido un sólo joven independentista, que no provenga ya de una familia de independentistas. Si los independentistas queremos incidir verdaderamente sobre la vida del país y constituirnos en alternativa para las grandes masas puertorriqueñas ante la quiebra social, política y económica del modelo colonial, debemos poder tener la capacidad de concienciar a una mayoría de nuestro pueblo sobre la dignidad, viabilidad y conveniencia de la independencia. No creo que los independentistas, por naturaleza, seamos ni más patriotas ni más inteligentes que ningún otro sector de la sociedad; lo que generalmente sucede es que estamos más educados, sensibilizados y expuestos a asuntos humanísticos y relacionados a las ciencias sociales que el promedio de la población. Y la realidad objetiva es que nuestras organizaciones se encuentran cada vez más desarticuladas y menguadas en cuanto a su militancia y capacidad de reclutamiento, fundamentalmente debido a que no contamos con mecanismos institucionales para llevar masivamente esa educación.
Ernesto Guevara puntualizó la importancia de ser realistas, para alcanzar lo imposible. Si examinamos nuestras experiencias recientes, las mismas nos demuestran que no existen grandes posibilidades de cambiar esa situación de retroceso del movimiento independentista si no conseguimos establecer estructuras organizativas permanentes, las cuales para su funcionamiento requieren generar recursos financieros suficientes que les permitan mantenerse funcionando y actuando de forma proactiva y no meramente reactiva. Sin ese tipo de estructuras es muy difícil poder promover el mensaje libertario y la capacitación del pueblo en la teoría y práctica de la descolonización. A pesar de contar con extraordinarios y talentosos recursos humanos entre nuestras filas, durante los últimos 25 años no hemos logrado impactar de forma real y significativa el balance de fuerzas políticas en Puerto Rico o frenar el avance de las fuerzas colonialistas y anexionistas. Ello, entre otras, por la marcada falta de recursos materiales, que a la vez se traduzcan en recursos organizativos y de capacitación.
En cuanto a nuestras posibilidades de poder crear una base de apoyo financiero de la que podamos depender para promover nuestra causa, debemos reconocer que, en general, los sectores más adinerados y empresariales del país, son altamente dependientes de la metrópolis en una economía colonial en la que se posicionan como meros intermediarios; por lo que sus recursos económicos nunca han estado orientados a promover la independencia, aspirando a conformar una burguesía nacional. Por tanto, la única manera de generar fuentes de financiamiento permanentes para nuestra lucha de independencia es promoviendo el nacimiento de un empresariado solidario, comprometido con la descolonización, y que se logre presentar como una alternativa económica para un Puerto Rico independiente, ante las grandes masas de la población que de una u otra forma viven en situación de dependencia frente al imperio.
En una reciente entrevista al compañero Héctor Pesquera, del Movimiento Independista Nacional Hostosiano (MINH), se le preguntó sobre si los países miembros de la CELAC podrían asistir el financiamiento y desarrollo de la República de Puerto Rico; a lo que respondió que la CELAC puede ofrecerle al país opciones que nos alejen de la dependencia y del secuestro económico al que nos ha sometido Estados Unidos durante más de cien años. Al respecto, sostengo que más allá de sólo servir de referente sobre las potencialidades y posibilidades de una eventual República de Puerto Rico integrada económicamente al conjunto de estados caribeños y latinoamericanos, el independentismo puertorriqueño se encuentra, desde ya, en capacidad de obtener que el apoyo de los países de la CELAC se traduzca en recursos concretos a favor de la descolonización de Puerto Rico; similar a como ocurrió entre los países árabes con el Fondo Nacional Palestino de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
Meditemos sobre la posibilidad de crear una entidad empresarial unitaria del independentismo que se constituya en socia comercial de la comunidad de naciones que conforman la CELAC, fungiendo de intermediaria y representante comercial de éstas en Puerto Rico. Imaginemos que el establecimiento de tal entidad jurídica como socia comercial de tales naciones en Puerto Rico, nos permita generar fondos destinados a financiar actividades educativas, de capacitación, y otras relacionadas a promover la descolonización de Puerto Rico. Una entidad que pueda ayudar a financiar iniciativas de producción autóctonas sobre bases solidarias, que incluso puedan contar con el apoyo técnico y científico de la experiencia de esas naciones en proyectos similares. Imaginémonos que la extensión a Puerto Rico de los beneficios de Petrocaribe, se produzca a través de la gestión de una entidad comercial cuyos beneficios económicos sean destinados con carácter de exclusividad a actividades de promoción del ideal de la independencia, y a romper la dependencia y el colonialismo. Supongamos que esa misma entidad pueda ser capaz de importar gas natural de Bolivia a precios privilegiados, de coordinar viajes turísticos a la Argentina o el Uruguay, o mercadear con preferencia productos de industriales puertorriqueños en Latinoamérica, al margen de los tratados comerciales de Estados Unidos.
En fin, una entidad que desarrolle actividades económicas, que redunden exclusivamente en el fortalecimiento institucional del independentismo, y contribuya a generar una economía nacional de capital local, así como iniciativas concretas de apoderamiento social y comunitario. Antonia Pantoja, esa gigante patriota puertorriqueña a quien nunca se le ha dado todo el reconocimiento que merece, me planteaba que descolonizar significaba reconstruir. Trabajar desde y para nuestras comunidades, en el rescate y establecimiento de instituciones y medios de convivencia que nos permitan vencer el desarraigo y los modos dependientes que nos impone el colonialismo en las diversas facetas de la actividad social.
Imaginemos una entidad capaz de ayudar a financiar y de apoyar en todos los sentidos, ese tipo de iniciativa de reconstrucción nacional desde nuestras comunidades. De proveer asistencia para distintos tipos de proyectos educativos, culturales y de género, etc., todos destinados a fortalecer las capacidades autóctonas de nuestro pueblo y a romper con la dependencia socioeconómica y psicocultural con el opresor. Una entidad empresarial sin fines de lucro, cuyos beneficios deban ser utilizados exclusivamente en la promoción de sus fines y propósitos. Una organización cuyo cuerpo rector esté compuesto por un voluntariado de mujeres y hombres independentistas de los más amplios sectores, de probada militancia y desprendimiento personal y de integridad intachable. Una entidad gobernada democráticamente, con mecanismos participativos e inclusivos de toma de decisiones a base de la generación de consensos, que vaya creando las experiencias para una nueva gobernanza democrática ciudadana de la República de Puerto Rico.
Conformarnos con pronunciamientos solidarios con la descolonización de Puerto Rico de parte de nuestras naciones hermanas, mientras nosotros, en mayor y menor grado, prácticamente permanecemos inmóviles, no nos conducirá a ninguna parte. Movilizar esa solidaridad de formas concretas para ayudarnos a intensificar, diversificar y masificar nuestra lucha, mientras vamos forjando en la práctica ese nuevo Puerto Rico independiente, democrático y solidario al que aspiramos, sería cosa distinta. No se trata de que nadie nos regale nada, sino de trabajar duro y creativamente aprovechando las oportunidades que se nos presentan en el camino.
Mi muy sabia tía Annie, toda la vida ha afirmado que no hay peor gestión que aquella que no se hace. Siempre he pensado que tiene toda la razón.