Reflexiones desde la precariedad, en una universidad en precario
Pero también, a manera insistente, de mirar transversalmente, de ver todos los lados, de examinar la oblicuidad, podemos asumir esta discusión como un desafío a la generalización y a la intensificación de las condiciones precarias que atentan y laceran aspectos fundamentales de la vida misma. Desafío que en tiempos en que el capitalismo contemporáneo devora todos los espacios sociales, todo lo humano, bien pudiera representar, un suicidio social, un gasto de energías, o bien, entre otras, pudiera asumirse como una forma de asir la vida misma, de potenciar la condición humana.
Si como nos advirtió Zygmunt Bauman, que lo contemporáneo se caracteriza por vivir bajo incertidumbre, inseguridad y vulnerabilidad, asistimos a un periodo matizado por las condiciones que intensifican la precariedad. Incertidumbre en relación a las instituciones, a los objetivos y a las referencias que van desapareciendo y transformándose. Inseguridad por la situación económica y social. Vulnerabilidad en relación a las imbricaciones de poder que produce la inestabilidad económica. Lo cual constituye precariedad. Caracterizado por la temporalidad de los contratos de trabajo, desempleo, inseguridad en el ingreso económico, trabajo sin garantías en las condiciones de trabajo, por una retribución salarial que no permite cubrir las necesidades generales o básicas, así como, la jornada de trabajo, caracterizada por la extensión del trabajo y por un horario que dificulta a veces trabajar en otras unidades o instituciones.
La transformación por la cual ha estado atravesando la universidad en los últimos años, la convirtió en un espacio que genera incertidumbre. Ha propiciado la emergencia de unas condiciones precarias en un amplio sector de profesores y profesoras. Actualmente la Universidad de Puerto Rico, a nivel sistémico, se caracteriza por mantener un número muy elevado de profesores y profesoras por contrato a tarea parcial, con una paga de 2,043.00 por curso por semestre, con doctorado. Si son nueve créditos equivalen a 6, 130.00 por semestre (aproximadamente). El máximo de cursos que el reglamento permite que se ofrezcan son tres cursos, el equivalente de nueve créditos, en ocasiones el equivalente a 11 créditos. Cada 3 créditos equivalen a 1 hora y 30 minutos de tiempo para oficina y reunión con estudiantes por semana. Si son 9 créditos equivalen a 4 horas semanales para reunión con estudiantes y tiempo de oficina. Esto, sin considerar el tiempo de preparación por cada clase, el tiempo de corrección de trabajos. Constituyéndose, lo que muy bien articularon algunos profesores a tarea parcial en la reunión que convocaron el Comité de Asuntos Claustrales y el Comité de Asuntos Académicos del Senado Académico de la UPR Recinto de Río Piedras, en una injusticia salarial. Discusión que ya había cobrado visibilidad recientemente por un escrito que publicara en 80 grados la profesora Julieta Muñoz, y sobre lo cual comentaran algunos profesores. Lo cual nombra, y con visibiliza, un problema que se generaliza e intensifica a nivel sistémico: la vida adjunta, con diplomas y títulos al borde de la pobreza.
Con la precariedad laboral, se hilvanan otros efectos como la extensión de la jornada de trabajo de quienes enseñan en estas condiciones. Esto en la medida en que el tiempo cobra otra dimensión. Acapara casi todo. Tiempo de lectura, tiempo para escribir, tiempo para publicar, tiempo para participar en charlas, en congresos y foros, tiempo para asistir a actividades co-curriculares. Lo que empeora, en términos de extensión de la jornada laboral, si se produce el traslado de un recinto a otro a ofrecer 2 o 3 cursos en otros campus. Y, como sabemos, en muchos casos, los profesores a tarea parcial ofrecemos cursos en varios recintos de la universidad, incluso en varias instituciones privadas.
Situación que se agudiza por las intersecciones de género, edad, entre otras. Se hilvanan argumentos que plantean algunas de las dificultades de profesoras en estas circunstancias con hijos/as a su cargo, para ofrecer los cursos que le asignan. O dificultad al tener que extender el salario para que alcance en el periodo de verano o diciembre, cuando no se devengan ingresos. O asuntos como la precariedad de profesores que avanzan en edad en estas condiciones. Sin seguro médico institucional, y dependiendo que su poco salario le alcance para pagar un seguro módico, pues el Estado no le ofrece cubierta. O desplazados por profesores más jóvenes.
Lo que queda, se agota en la sobrevivencia diaria, en el maltrato institucional, en los documentos del Estado que debemos someter para una contratación precaria, pues «peor es nada». En repetir documentos académicos que se encuentran en archivos oxidados pero que insisten en repetirlos. En estar sometidos a las interminables firmas que deben plasmarse en un papel para viabilizar tu paga. O en los documentos que se piden como evidencia de que cumpliste con el semestre, y que son testigos de la peregrinación y viacrucis por el que pasamos de oficina en oficina para cobrar el último pago.
La incertidumbre que producen las condiciones del profesorado a tarea parcial, nos convierten en sujetos sin futuro. Desconocer si te van a ofrecer contrato en el próximo semestre académico produce inseguridad en el movimiento, las transacciones, que no sean a corto plazo. Nos sitúa en una posición vulnerable a las lógicas del poder institucional. Las libertades las limitamos, las críticas las ahogamos. Nos desplazamos como zombies, mirada fija hacia adelante, sin mirar hacia al lado, indiferentes unos a los otros. O sumiéndonos al reconocer que la vida en precaria acabó con el relato que nos llevó a la seducción que producían los discursos y títulos universitarios.
Precariedad económica que asume una precariedad política. Esto, en sus múltiples lecturas, asumida como el problema de democracia y gobernanza constituida por la no participación de los profesores por contrato a tarea parcial en las discusiones y toma de decisiones departamentales y en otros cuerpos decisionales. Así como también, asunto político, en tanto articula una imposibilidad de gestionar reclamos y demandas. Ya sea, por las condiciones de trabajo, de un recinto a otro, la dificultad para interactuar con otros profesores/as; el tiempo que nos quita las posibilidades de hacer comunidad; la atomización en que nos encontramos los profesores /as por el advenimiento de la era del individuo y las prácticas individualistas que matizan nuestras relaciones sociales; porque asistimos, al decir de Gilles Lipovetsky, a la era del vacío; porque somos una población a la que se le administra el cuerpo, la vida. Se nos dificulta la posibilidad de apalabrar el mínimo reclamo, imposibilidad de articular hasta los reclamos más individualistas recogidos en el «a mí me deben», de hacer movimientos solidarios con otras luchas. Ocurre una muerte –imaginaria- política del profesorado a tiempo parcial, como sujeto de derechos.
La crisis, la crisis económica, la crisis política, la crisis fiscal del país, la crisis universitaria, todas las crisis en una sola. Estado desmantelándose, Estado privatizándose, Estado de excepción, Universidad-empresa, Universidad precaria, Profesorado zombie, profesorado precariado. Quizás esta identidad precaria, tal vez la rabia, acaso la impotencia, a lo mejor la crisis, quién sabe si el resentimiento, permita articular la urgencia de hablarnos, de convocarnos, de unirnos, de pensarnos con posibilidades, de hacernos visibles. Las condiciones de precariedad del profesorado son parte de la crisis universitaria, de la crisis fiscal, de las prácticas neoliberales, del poder del mercado. Eso nos obliga a visibilizarnos desde la crisis y con la crisis. A salir de las estadísticas y de los números, para darle cuerpo a nuestras historias. Urge que las apalabremos. Urge que constituyamos un «Bios», que le demos cuerpo común a nuestras singularidades. Que las hagamos visibles en un encuentro que permita organizarnos y constituir un común que desafíe nuestras condiciones precarias.
Nota: Un grupo de profesores creó el blog Vida Adjunta y su dirección de correo es [email protected]. Quien suscribe es profesora en varios recintos de la Universidad de Puerto Rico.