Reinventando la escuela con amor
E sueño de construir una mejor escuela intermedia para la juventud puertorriqueña está vigente y es un anhelo que afirman educadores, estudiantes, funcionarios del Departamento de Educación y líderes magisteriales y comunitarios.
Mas la pregunta que todos y todas se formulan es cómo lograrlo.
Para Ana Yris Guzmán Torres, directora Ejecutiva de Nuestra Escuela (NE), el sistema de enseñanza público debe estar conceptualizado en pequeñas comunidades de aprendizaje, donde las metas académicas sean construidas por los propios estudiantes y en el que primen procesos de autoevaluación formulados y conducidos por el estudiantado.
Es, afirma, una nueva forma de concebir el espacio escolar; de reinventar la escuela para transformarla en un centro de apoyo incondicional del estudiante.
El mejor ejemplo de esta fórmula queda consignado en el éxito que ha cultivado NE, un proyecto de educación alternativo público fundado hace 13 años y que hoy opera con centros Caguas, Loíza y Vieques.
NE tiene entre sus logros el récord de alcanzar un 98 por ciento de retención de sus estudiantes, jóvenes para quienes una vez la escuela no tuvo ningún significado en sus vidas.
“Hemos aprendido a ser una escuela que se reinventa. Una escuela fundamentada en el amor, donde los estudiantes, además de aprender las materias básicas y formarse en un currículo de emprendimiento social y económico, logran sanar las heridas que les ha causado la soledad, el abandono y la desigualdad social”, sostiene Guzmán Torres.
Para esta profesora, una guerrera de la educación que vive atada al corazón de sus alumnos, la escuela intermedia debe elevar las expectativas de los estudiantes, brindarle espacios que les provean seguridad emocional y ofrecerle herramientas que les permita enfrentar los grandes desafíos de la sociedad.
En esa dirección, la escuela debe ser pertinente al alumno y la educación tiene que formularse en planes personalizados que atiendan la multiplicidad de intereses de estos.
“En NE los planes educativos de los estudiantes responden a la pregunta de qué quieren aprender. Pero antes, nuestros jóvenes disfrutan de una experiencia vivencial que los coloca en la búsqueda de respuesta a tres preguntas importantes: quién soy, quién quiero ser y cómo llego a lograr eso que anhelo”, manifestó.
Guzmán Torres compartió su experiencia escolar en el foro “Desafíos de una transformación educativa para la retención escolar: otra escuela para la juventud puertorriqueña”, celebrado el pasado jueves en el teatro del Recinto Metropolitano de la Universidad Interamericana y convocado por el Departamento de Educación (DE).
Allí, frente a académicos, funcionarios del DE, maestros y estudiantes, la Directora de NE afirmó una de las pocas certezas que alientan al éxito de una escuela: “la buena educación no es posible sin amor para enseñar; no es posible si no hay confianza, respeto y solidaridad. Hacia eso es que debemos enfocar nuestras energías porque, si escuchamos con amor a nuestros estudiantes, encontraremos las respuestas”.
Las palabras de Guzmán Torres fueron replicadas por las profesoras Amalia Ramírez, directora de la escuela Diego Vázquez de Caguas, así como por Aida Díaz, presidenta de la Asociación de Maestros de Puerto Rico.
Las educadoras coincidieron en la necesidad de enfatizar la dimensión afectiva del proceso de enseñanza como una herramienta para construir un modelo escolar exitoso, colmado de paz y que “enamore” al estudiantado.
“Las escuelas deben cumplir con las necesidades de sus estudiantes. Hay que incorporar modelos axiológicos y sociales y, sobre todo, escuchar a nuestros jóvenes”, señaló Ramírez, quien recientemente fue galardonada con el Premio Manuel A. Pérez al Servicio Público.
La líder de la Asociación de Maestros, por su parte, enfatizó en la urgencia de que el DE facilite espacios que permitan la cercanía entre el magisterio y sus estudiantes.
“Podemos pensar en planes, estructuras, pero si no reconocemos que el maestro necesita tiempo para compartir con sus alumnos no avanzamos. El maestro también necesita establecer relación afectiva y empatía con sus estudiantes. Pero, cómo logramos el sueño del currículo individualizado y la atención especializada con 35 estudiantes por salón”, atisbó Díaz.
A ese coro de voces también se unieron el educador José “Chago” Santiago, destacado líder comunitario de la Península de Cantera, y el estudiante Eddy Jiménez de Jesús, expresidente del Consejo Estudiantil de la escuela intermedia Federico Asenjo de Santurce.
Para ambos, la escuela debe regirse por principios de amor y solidaridad.
“Todo el mundo aprende algo, es cuestión de tender la mano. Solo el amor y el espacio de libertad es la mejor garantía para que el proceso educativo tenga buenos resultados”, dijo el profesor retirado de la escuela Albert Einstein de Barrio Obrero.
En tanto, el joven escolar redefinió el rol del maestro en función de una relación más cercana con el alumnado.
“El maestro puede ser tu amigo porque conoce tus necesidades. La escuela debe ser una familia y tiene que estar dirigida a darle al estudiante sentido de pertenencia, ofrecerle amor hacia la escuela y así disminuirá la deserción escolar”, indicó Jiménez.
Todos, a su vez, también abogaron para que se atienda la calidad de la educación, entendiendo que es la base del desarrollo social y económico del país.
El secretario de Educación, Rafael Román Meléndez, por su parte, coincidió con el resto de los panelistas en la importancia de crear comunidades escolares que centren más atención en las necesidades de los estudiantes y en las que se promueva ambientes sociales de afecto y respeto mutuo.
Asimismo, propuso una nueva reconceptualización de la escuela intermedia para promover la retención escolar.
El funcionario habló de enfoques dirigidos a la exploración ocupacional y que incluyen estrategias para transformar el liderazgo educativo, lograr un mayor acercamiento de los padres al proceso educativo e incrementar el desarrollo profesional para los docentes y personal de apoyo intermedio.