Reseña: «Historia de la Educación en Utuado: 1800-1898», de Rubén Maldonado Jiménez
Sin embargo, son pocos los cambios sustanciales descritos, tanto para el pueblo de Utuado como para Puerto Rico en general. El lento caminar del desarrollo de la educación pública en Utuado no fue motivo de abandono para el doctor Maldonado Jiménez. Con su minuciosa recopilación de datos pudo encontrar algunos pasos de avance que sirven de modelo para entender este tema, que como él bien dice en su prólogo, ha sido relegado a un segundo término con las vertiginosas innovaciones del entonces nuevo siglo y nueva dominación a partir del 1898.
El libro cuenta con siete capítulos que podrían sintetizarse periódicamente en tres: primeros fermentos, tiempo de reformas y la transición de la invasión estadounidense. Los primeros fermentos son presentados mediante el estudio de varios maestros de primeras letras, quienes se responsabilizaban por la enseñanza desde sus hogares, tareas por las cuales recibían 100 pesos anuales, ya fuesen prorrateados por el gobierno o de los fondos del ayuntamiento. Estas condiciones incipientes estuvieron presentes desde principios del siglo XIX en el pueblo de Utuado ya que para 1820, según las fuentes consultadas por el autor, el pueblo fue el segundo en contar con un maestro de instrucción primaria en la Isla. La descripción detallada de algunos de estos maestros como lo fueron Juan Antonio Quiñones, Bartolomé Gómez, Domingo Porras y Pedro Soler Valle permite al lector entender que además de impartir enseñanza, los educadores tuvieron un notable desenvolvimiento en el ayuntamiento del pueblo y en el desarrollo de su economía. Durante este período, el autor hace énfasis en cuanto a la ausencia del sexo femenino en el magisterio de Utuado.
La preocupación de disparidad de género vino a subsanarse un poco con las reformas durante la segunda mitad del siglo con la inclusión de escuelas públicas para niñas con sus respectivas maestras. Se destaca la participación magisterial de Carlota Pagán de León a quien se le autorizó comenzar su escuela para niñas en 1866, pero con un sueldo de 150 pesos anuales mientras ya el sueldo de los maestros varones era el doble.
Las reformas de carácter estructural, durante la segunda mitad del siglo, organizaron no sólo las escuelas como de primera, segunda y tercera clase sino que desarrollaron en plan general de estudios. Este plan incluía las materias a enseñarse y también decretó unos requisitos estrictos para el nombramiento de maestros y maestras en Puerto Rico, que incluían condiciones de raza, edad, cualificaciones educativas y certificados de buena conducta moral y religiosa. El autor demuestra que dicho plan para el nombramiento de los/las maestros tuvo sus razones políticas y logró dejar cesante a muchos maestros liberales entre los que actualmente se consideran líderes de las causas reformistas y autonomistas. De igual manera, Maldonado Jiménez evaluó las anteriores reformas a la luz de las contradicciones encontradas en cuanto al presupuesto de gastos e ingresos. Los informes de presupuesto apuntaban a unas rebajas sustanciales de sueldos a los maestros y las maestras al igual que proponían la clausura de algunas escuelas elementales superiores y rurales debido a la falta de asistencia de alumnos. De este período se destaca la labor durante cincuenta años consecutivos del maestro Juan Luis Rosselló.
Con el fin del siglo, el autor demuestra que los problemas de los maestros y las maestras del sistema público se recrudecían debido a la falta de pago y descuentos abusivos destinados para pagar contribuciones. Por todo lo anterior, Maldonado Jiménez señala que la invasión estadounidense fue vista como una acción esperanzadora por la clase magisterial y que, específicamente en Utuado, se contó rápidamente con tres escuelas públicas y se estableció un sueldo de 600 pesos anuales para los maestros/as de escuela elemental y 360 para los auxiliares. Sin embargo, hasta 1900 que es cuando termina el estudio, el autor señala que más que cambio hubo continuidad debido a que todavía se evidenciaba el enorme ausentismo, el bajo aprovechamiento en las secciones de estudio y las edades de los alumnos continuaban siendo muy altas para el grado elemental que cursaban.
La metodología desarrollada por el doctor Maldonado Jiménez cuenta con instrumentos analíticos que son fuente importante para su investigación y para futuras consultas históricas. Muchas de las tablas reproducidas por el autor sobre el municipio de Utuado, son parte de la Colección Gerardo Sellés localizada en el Recinto de Río Piedras, y responden a los hallazgos encontrados por los Inspectores escolares quienes debían supervisar los trabajos de los maestros y maestras a la luz de las reformas antes indicadas. Por ejemplo, la visita a la escuela pública de la profesora Carlota Pagán de León por el inspector Adolfo Babilonia y Quiñones el 20 de abril de 1873, demuestra la perspectiva desde ambas posiciones, la del inspector y la de la maestra. Mientras el inspector observó que la casa-escuela, que pertenecía a la profesora y por la cual recibía alquiler de 20 pesetas mensuales, estaba mal ventilada, tenía mobiliario incompleto y los materiales eran insuficientes para las 29 alumnas pobres y 2 alumnas pudientes, ella indicó lo contrario. En cuanto a la enseñanza, la maestra detalló sus métodos, textos y tiempos dedicados a cada materia y el inspector encontró poca claridad en el currículo y falta de aprovechamiento.
Otra fuente importante manejada en esta investigación, que permite integrar las estadísticas con elementos narrativos, son los Protocolos Notariales. El estudio de estos documentos, que detallan juicios civiles y compra-ventas entre otros, enriquece las vidas de los educadores estudiados desde otras funciones como las de ciudadanos del pueblo de Utuado. En el caso de Carlota Pagán de León, el autor describe a sus progenitores y su matrimonio mediante los distintos documentos legales que generaron.
Este libro tiene importantes aportaciones factuales y metodológicas para el estudio de la educación en el siglo XIX en Utuado y en Puerto Rico, porque los maestros y maestras estudiados salen del anonimato y se convierten en personas con quienes es posible identificarse, debido a la descripción de sus distintos roles como residentes del pueblo de Utuado. Aunque el libro se concentra en Utuado y en sus maestros y maestras, también desarrolla lazos con el contexto puertorriqueño de ese momento. A través de todo el libro, se intuye tímidamente la visión de mundo de autor cuando se cuestiona las ausencias y menosprecios hacia las maestras y los maestros utuadeños, al igual que su incomodidad ante las injusticias laborales para la clase magisterial de parte de la Corona y las autoridades.
Entiendo que investigaciones como este libro y el libro de la doctora Marta Medina, La educación en Puerto Rico, son fuente importante para continuar la construcción histórica en torno a la educación en Puerto Rico durante ese siglo XIX, que tanto hemos estudiado los historiadores puertorriqueños y que tanto nos falta.