¿Por qué cantamos?: reseña etnomusicológica sobre «Música en tiempos»
Este año, el especial del Banco Popular le rindió homenaje al género de la canción. La interpretación musical estuvo a cargo de un variado elenco de artistas del patio e internacionales; entre ellos, los baladistas Chucho Avellanet y Noel Schajris (del grupo Sin banderas), los salseros Jerry Medina y Luisito Carrión y la cantante peruana Susana Baca. Las preguntas ¿por qué cantamos? y ¿qué hace que ciertas canciones trasciendan? sirvieron como punto de partida para este ambicioso proyecto. Estas son las mismas preguntas que abordaremos en este artículo.
Como sugiere el título del especial, Música en tiempos, hay canciones que representan y definen ciertos momentos históricos, como La marsellesa durante la revolución francesa, o We are the World, canción insigne de la campaña del rock en contra del hambre en África durante la década de los 80. Hay canciones que trascienden su época y su contexto original, sufriendo transformaciones, siendo reinventadas y apropiadas por distintos grupos sociales y étnicos. Ejemplo clásico de la reinvención y apropiación a la cual nos referimos fue la interpretación de Jimi Hendrix del Star Spangled Banner en Woodstock, la cual pudo recoger el sentimiento colectivo de los años 60, convirtiéndose así en un nuevo himno para esta era estadounidense.
¿Por qué cantamos?
Al igual que existen canciones que levantan a un pueblo al despertar sentimientos de patriotismo y valor, otras, como las canciones de cuna, pueden calmar y apaciguar el llorar incesante de un niño recién nacido. Esta última es un arquetipo de la canción ancestral, de aquellas que poseen una sabiduría antigua que nace de las necesidades primordiales del ser humano. Entre estas, se encuentra también la canción épica o histórica como el cantar de gesta, el muyu chino y el corrido mexicano. Otros ejemplos serían la canción infantil, la canción fúnebre –como nuestros aguinaldos de baquiné–, la canción espiritual o religiosa, y la canción de trabajo como son los work songs de los negros esclavos en los Estados Unidos.
Hay muchas razones que motivan al ser humano a cantar: se le canta al amor, a la patria, a la revolución, a lo divino, a la muerte. Se canta para bailar, para jugar, para enamorar, para rezar, como también para recordar. Cada una posee su contexto, desde aquel íntimo del trovador con su guitarra o la tonada que acompaña nuestros momentos de soledad, hasta el evento público y colectivo de una ópera, el baile de senior prom o el concierto de rock.
La canción, como ritual humano, envuelve distintos elementos en su fase de creación y de performance: el compositor, el intérprete, el acompañamiento instrumental, el baile y, claro está, su público. Esta expresa y provoca una infinidad de sentimientos y emociones. El samba brasileño, por ejemplo, conecta el cuerpo físico con el cuerpo de la felicidad a través del canto y el baile teatralizado en sus carnavales. Curiosamente, su contraparte, la bossa nova evoca sentimientos de nostalgia y melancolía —conocido en el mundo lusitano como saudade.
¿Por qué hay ciertas canciones que trascienden?
El especial del Banco Popular reúne canciones emblemáticas del cancionero latinoamericano, puertorriqueño y universal que han perdurado hasta nuestros tiempos. Cada una combina de alguna manera u otra ciertas características universales del género de la canción. La canción contestataria, de protesta, está representada por Ojalá de Silvio Rodríguez y Gracias a la vida de Violeta Parra, dos clásicos de la trova latinoamericana. Dos canciones que, a su vez, le cantan al amor. En el caso de la balada Si me dejas ahora y del bolero Soñando con Puerto Rico ya hablamos de canciones románticas que tratan del amor. La primera, de un amor desesperado o frustrado y la segunda del amor nostálgico que sentimos por el terruño puertorriqueño.
Retomando el tema de las canciones que conectan al cuerpo físico con el cuerpo de la felicidad, tenemos a Pedro Navaja de Rubén Blades y Che che colé de Willie Colon, como dos ejemplos del género de la salsa. Cada una posee otra dimensión: Pedro Navaja, una canción narrativa sobre este personaje del bajo mundo, es también didáctica por ese coro tan famoso “La vida te da sorpresas”. Por su parte, Che che colé proviene de una canción infantil africana. Este aspecto fue magníficamente orquestado en el especial mediante el coro de niños que acompaña al vocalista Luisito Carrión. Del legendario grupo Soda Estereo se incluyó De música ligera, clásico del rock en español, canción que le hace contrapunto al éxito del patio El wanabí del conjunto boricua Fiel a la Vega.
El cancionero popular puertorriqueño estuvo representado por dos temas inspirados en nuestro folklore: De la montaña venimos y Ensillando mi caballo. El primero es un favorito de trullas y parrandas navideñas y el segundo reinventa algunas de las tradiciones musicales que más nos identifican como pueblo: el seis y la décima jíbara. El especial cierra monumentalmente con una de las canciones más universales en la historia de la humanidad, el Himno de la alegría. Fuera de su contexto original como parte del último movimiento de la novena sinfonía de Beethoven, el Himno de la alegría ha sido una de la obras más reinventadas, tocándose en momentos tan importantes como la caída del muro de Berlín y durante los juegos olímpicos del 1956-1968 para representar al equipo de Alemania. Además de ser el himno de la Unión Europea, en Japón un coro de miles de personas la canta para recibir el año nuevo, y como canción que ha adquirido connotaciones religiosas también se escucha alrededor del mundo en misas de Navidad.
Podemos concluir entonces que la canción trasciende mediante la transformación de lo individual a lo colectivo. Este fenómeno ocurre tanto en el ámbito de la música clásica como también en el de la popular y folklórica. Lo presenciamos en el concierto de arena rock cuando la voz del vocalista queda opacada por la euforia de miles de fanáticos cantando al unísono. Esta euforia también la sentimos en Puerto Rico durante la época navideña, donde la canción folklórica orquesta la voz de un pueblo. Pueblo que canta sus trullas y aguinaldos con el propósito de ofrecer al otro el regalo más excelso: la felicidad y la paz.
Cuando se borran las líneas entre el intérprete y el público se logra la experiencia musical más sublime y trascendental, el canto colectivo. Y es precisamente el coro, esa parte en que todos cantamos, la más recordada y disfrutada. Aplaudo la iniciativa del Banco Popular y felicito al equipo de producción de Zapatero Films por recordarnos, a través de este especial, la necesidad esencial que llena la canción para la humanidad y para nuestro pueblo. Y qué mejor momento para recordarlo que la Navidad.