Ricardo y sus versos
Ricardo Alcaraz ha sabido convocar el tránsito en un lugar que a todas luces se pensaría estático. Una imagen suya nunca queda siéndolo, él reúne, mueve y llama.Llama a la sinestesia, a las visitas y a las interminables lecturas. Crea y acerca. Es síuna obra documentalpero escrita en verso; acudir a sus fotos es una rutina de cambios de piel. Sus fotografías están invariablemente descubriéndose (y nosotros en ellas). Con el permiso del poeta José Hierro, el trabajo de Ricardo nunca se ve con los ojos que hoy lo miran. Digamos que a sus imágenes siempre se está llegando, no se concluye el vuelco.
Hablar de las fotos del artista es acercarnos a la fugacidad y a las ruinas.
Es aventurarnos al almanaque, a la diligencia de los relojes sacudida, su obra hace dudar el tiempo((Vicente Huidobro, “Canto II”, Altazor(1931).)). Es decir, es la forma de prolongar siempre una ruina que es incesantemente otra. Tal vez es afirmar que su obra bien retrate un lance histórico o lo que toque–Ricardo todo lo toca–llega sin retraso.Hablar de una muestra que cubre discretamente –solo por el número de impresiones– una de las pasiones del fotógrafo es de una parte, ambiciosa y de otra imposible. Me conformo con repetir; el fotógrafo donde pone ojo pone la rosa. Donde captura hace ruido. Donde pisa, abarca. Son pulsaciones y sudores por el baile. Es escuchar la risa de un instrumento de viento. Los colores palpitando y la vida en pleno recreo. Cerca, discreto, laborioso. Sus capturas lo revelan. Ricardo es un fotógrafo necesario y un poeta imprescindible.